PRÓLOGO A «LOS CENTAUROS DE ONIR» DE FRANCISCO CARRASQUER

Publicado: agosto 19, 2014 en Artículos, Literatura, Prólogos
Etiquetas:, , , ,

Carrasquer_Los centauros de Onir

En el discurso de recepción del Premio de las Letras Aragonesas, concedido al autor en 2006, éste aseguró. “…el libro en el que más me confieso y me doy a conocer es mi biografía, Los centauros de Onir, todavía inédita, aunque confío en su próxima aparición”. Carrasquer se equivocó en el último adjetivo y su confianza no podía tener otros agarres que la difusión que el eco del premio pudiera deparar a su tan poco conocida obra porque ya hacía años que el libro había rodado por casi todas las editoriales aragonesas y alguna de carácter nacional, sin que sus responsables se dieran por enterados.

Como otros exiliados, Carrasquer sufrió tanto los efectos de su lejanía física como los de la heterodoxia de sus ideas y, así, su pensamiento y obra fueron escasamente conocidos y divulgados. Él se tomó con humor esta marginación y nunca fue un hombre amargado ni deprimido, incluso, escribió al respecto un ilustrativo artículo, que tituló: “Cómo no triunfar en la vida”. En el discurso antes aludido adujo que el libro suyo que más le interesaba era el ensayo socio-filosófico, El grito del sentido común. De los automatismos a la libertad (1994), en el que, un poco ingenuamente, había puesto expectativas, en cuanto a la trascendencia de su mensaje. Cuando el libro fue desatendido, sintió más claramente la exclusión.

Llama también la atención en las palabras del autor el que, sin ambages, defina Los centauros de Onir como biografía cuando su estructura es claramente novelística pero, en efecto, carece de otro argumento fuera de las peripecias vitales y reflexiones del escritor, que por cierto, ocupan la primera etapa de su vida, desde su nacimiento en Albalate de Cinca (Huesca) en 1915 hasta su definitivo exilio francés en 1948. Biografía novelada o, mejor, novela biográfica habría que denominarla, aunque también le cupieran adjetivos como filosófica, ensayística, evocativa y hasta histórica. Y, sin embargo, no es una obra desprovista de amenidad, entre otras cosas, por la riqueza de episodios fuera de lo común que su autor protagonizó y por la trascendencia del periodo histórico que le tocó vivir.

De cualquier modo, tanto el título, como el marbete que lo acompaña –guión de sueños- vinculan el texto con lo onírico aunque, verdaderamente, ello no sea lo medular en la obra sino, en todo caso, un recurso o técnica literaria. En el preludio, el autor lo explica meridianamente:

(…) este guión que ofrezco de mis sueños, podría ser una especie de autobiografía pantográfica: mi vida contada en todas direcciones, con las tres personas de la narrativa, a la vez o no, y con las más variadas técnicas en un discurso puntual, imprevisible, perspectivista, sincrónico, paralelo antipódico, trampantójico…

En efecto, la vida de Francisco Carrasquer[1], que abarcó desde la monarquía de la Restauración hasta la democracia de hogaño -también tutelada por otro Borbón y su cohorte-, pasando por la llamada Dictablanda, II República, Guerra Civil y Franquismo, da para muchas cosas que contar. Nacido en 1915 y fallecido en 2012, su padre era secretario del ayuntamiento de Albalate de Cinca y su hermano Félix, pese a la ceguera que le afectó ya en los años treinta, fue una de las figuras señeras de la pedagogía libertaria. Francisco estuvo también emparentado con el importante escritor anarquista Felipe Alaiz, con cuya hermana casó su padre después de que su primera mujer, la madre del escritor, se ahogara en la acequia, al caer cuando estaba lavando.

A los diez años, Francisco ingresaba en el Seminario de Lérida, en el que permaneció cuatro años, antes de trasladarse a Barcelona, donde vivió la proclamación de la República. Instado por su padre a volver a su pueblo para ayudar a sus hermanos en la panadería, se produjo la instauración en la comarca del comunismo libertario, acción en la que tuvo no poco que ver su familia, que sufrió las represalias consiguientes y propició que Francisco volviera a Barcelona, donde, con ayuda de su hermano José, maestro, cursó el Bachillerato, al tiempo que impartía sus propias clases en la Escuela Racionalista Eliseo Reclús y en el Ateneo de Las Corts, que regentaba dicho hermano.

Al estallido de la sublevación militar -y ya miembro de la CNT-, Francisco fue de los primeros en ocupar el Cuartel de Pedralbes y rendir el Cuartel de Caballería. En estos días evitó el saqueo del convento de los Descalzos, arengando a la multitud, con lo que se salvaron tanto las vidas de los religiosos como las grandes riquezas artísticas allí guardadas. En seguida, marchó al frente como miliciano, fue nombrado jefe de centuria e hizo toda la guerra en primera línea, al tiempo que daba clase de primeras letras a los combatientes. Llegó a Jefe de Estado Mayor de la 119 Brigada de la 26 División, hasta su paso a Francia el 10 de Febrero de 1939.

Tras siete meses en el campo de concentración de Vernet d’Ariege, fue reclamado como lector por la Universidad de Nantes pero la guerra mundial estalló antes de incorporarse y hubo de volver al trabajo para ayudar al mantenimiento de su familia, toda ella huida a Francia. Acosado por los nazis, Francisco cruzó clandestinamente la frontera española en 1943 y; al poco, fue detenido, internado seis meses en la barcelonesa Cárcel Modelo e  incorporado a filas en Marruecos, donde pasó tres años. A fines de 1946, ya licenciado, fue detenido por redactar un manifiesto de la Alianza Democrática, torturado y vuelto a ingresar en prisión durante seis meses. Con la libertad condicional consiguió  terminar el Bachillerato en 1948. Escribió entonces su primer libro, Manda el corazón, una novela rosa con cuyo producto pudo pagar su matrícula en la Universidad. A punto de salir su juicio, decidió cruzar la frontera y abandonar España.

Hasta aquí, el periodo de su vida contenida en Los centauros de Onir, que sería el del protagonismo de la acción y que daría paso a la otra vertiente, la intelectual, que resumo brevemente.

En 1949 cursa Psicología en la Sorbona, con maestros como Piaget, Gurvitch o Merleau-Ponty. Se ayuda con clases particulares y sucede, como secretario de la FUE y delegado de Interayuda Universitaria, a José Martínez, el fundador de El Ruedo Ibérico, con el que mantuvo una gran amistad y una rica correspondencia. En 1953 acepta trabajar en una emisora internacional holandesa, en la que llegó dictar más de mil quinientas charlas de índole cultural. En Holanda se doctora en Letras y enseña Literatura Española durante diez años en la Universidad de Groninga y dieciocho en la de Carrasquer_En la Universidad de LeidenLeiden. Allí realizó la primera tesis doctoral europea sobre Ramón J. Sender, autor en el que fue el especialista más fecundo. También fundó dos importantes revistas de hispanismo Norte (Leiden, 1957-1971) y Revista de Accidente (Leiden, 1975-1979). Fue también director de Molinos (Amsterdam, 1982-1984). Además de sus obras de poesía y ensayo, tradujo decenas de libros. Entre los principales, una voluminosa Antología de la poesía holandesa moderna (El Bardo, 1971) y la obra maestra de la literatura holandesa: Max Havelaar de Multatuli (Los Libros de la Frontera, 1975). Antes ya le habían sido concedidos los Premios Nacionales de Traducción en Holanda (1960) y Bélgica (1963). En 1980 la reina Beatriz de Holanda le impuso la distinción de Comendador de la Orden de Oranje-Nassau, por su labor de difusión de la cultura holandesa. En 1985 vuelve a España y recibe la Encomienda de la Orden del Mérito Civil, por su labor de hispanista. En Tárrega, lugar natal de su mujer, continúa su labor intelectual, publicando libros de todos los géneros. En diciembre de 2006, ya decano de los escritores de Aragón, recibe el Premio de las Letras Aragonesas “por su obra progresista y radical, largo tiempo silenciada, que sirve de testimonio ejemplar para todos los aragoneses”. Ocho días después de cumplir los 97 años, muere en Tárrega[2].

No es extraño que la vida tan ajetreada de quien nació en un pueblo español en el que, en muchos sentidos, la vida cotidiana había cambiado poco desde la Edad Media y reflexiona sobre ella en su vejez y manejando el ordenador, aparezca como un sueño, a pesar de las muchas precisiones que contiene. En Carrasquer se unen la sólida formación filosófica de quien ha pasado por el tomismo del seminario, los mal llamados pensadores utópicos de sus lecturas militantes y los prestigiosos maestros de sus cursos en la Sorbona con una sólida carrera como profesor y crítico de literatura y con unas experiencias populares y vitales muy difíciles de encontrar en los mencionados grupos de intelectuales. Así, la historia deparada por estas vivencias, aunque a menudo es vista desde la misma entraña del sentimiento, se aquilata con un enfoque caleidoscópico que convierte el contenido en una discusión con profusos matices. Como en una pintura vibracionista, el texto, fragmentario, denso, estalla en numerosas fracciones, que vuelven a reunificarse y su técnica nos recuerda a la de otro contemporáneo al que Carrasquer dedicó muchos estudios: el Sender de La noche de las cien cabezas, O. P. o La Esfera.  El propio autor se explica: “Este vivir convocado en mis sueños que voy a transcribir aquí está compuesto de momentos «constelares» más que de mi propia experiencia (…) La sustancia de mis sueños es toda mi Substancia: la substancia de todo mi yo en el mundo y de todo el mundo en mí. Fuera de mis sueños no queda nada, ni de mí ni del mundo”.

Y deberíamos también aludir a la música, presente en tantos fragmentos del texto, esos flashes, a modo de entrevisiones soñadas, donde acronológicamente aparecen episodios y obsesiones de la vida del autor tamizados por dichos exordios musicales. Onirismo, pintura, música, prescindencia del tiempo sucesivo, variedad de técnicas narrativas… Vanguardia, al fin, que estaba apareciendo cuando Carrasquer llegaba al mundo, que revolucionó las artes y revolucionó a ese mundo y que en la narrativa codificaron en la década del veinte, los dos Passos, Döblin, Huxley… aunque hoy la lección aparezca tan lejana.

En Carrasquer luchan y conviven, pues, el intelectualismo de un cultivado hombre de su tiempo, con lo que fue siempre su obsesión: la necesidad de entrañarse en ese pueblo, al que todo se le había negado. El lector advertirá la sensibilidad a flor de piel de FC, que en el trato personal afloraba en forma de una gran naturalidad, cuajada de timidez. Hombre de observaciones profundas, temía expresarlas, como para no dejar a su interlocutor en situación de inferioridad intelectual. Mientras que, en cambio, en el arte suele suceder que la hiperestesia busque su propia vacuna y derive en un expresionismo que revela las más profundas heridas de su artífice.

Autor, cuya peripecia vital aparece a saltos en el tiempo y el espacio, entreverada con las más diversas reflexiones y hechos históricos, pero muy fiel a los sucesos que el joven libertario vivió. Desde los primeros recuerdos de la niñez y la sexualidad hasta su decisión definitiva de salir de España en 1948, el texto pasa por sucesos tan ilustrativos, como las dramáticas muertes de su madre y hermanos, la una, ahogada y ellos, uno muerto en combate y otro, a consecuencia de una tuberculosis que no puede ser convenientemente tratada. O la ceguera de otro hermano, el pedagogo Félix, no atajada a tiempo, en parte por incultura y en parte por la desidia para esas cuestiones propias del ambiente rural. Pasamos también por la previsible sordidez y el sadismo del seminario, la pérdida de la fe, sus trabajos de chico para todo en Barcelona, antes y después de la guerra, la tortura, la militancia confederal…

Todo ello enmarcado en un contexto histórico, veteado por acontecimientos concretos, como son la visita del tenor Fleta a Albalate de Cinca, su pueblo natal, que es el mismo que el del autor, los preparativos para la proclamación del comunismo libertario en dicho lugar, la aparición de una Hildegart ficcionalizada en las tristes circunstancias de su muerte a manos de su madre aunque no en su esencia, la muerte de Francisco Ascaso (Francho en el texto) durante el asedio al cuartel de Atarazanas, el suicidio de Evaristo Viñuales, el asesinato de Ponzán, quemado vivo por los nazis, el mecanismo siniestro por el que los comités cenetistas, caían uno tras otro en manos de la policía… Una pequeña historia, pues, desde dentro del movimiento confederal pero, por parte de alguien nada partidario de consignas ni doctrinas. FC siempre otorga lugar privilegiado al pensamiento y, cuando le parece oportuno expresa sus discrepancias, dentro de un gran entrañamiento con lo que los precursores del anarquismo llamaron la Idea y, sobre todo, con ese pueblo, al que la guerra civil todo le arrebató.

Como hicieron los humanistas del Renacimiento español, Carrasquer recurre frecuentemente al coloquio como medio de confrontar ideas y explorar los infinitos matices de la realidad. Especialmente representativos son los del hombre de acción frente al filósofo, representados por Francisco Ascaso y su compañera Jeannine, el de Paco (trasunto del autor) y su hermano José (muerto en la guerra), en el que se profundiza sobre el sexo y los sentimientos, o los de Paco y Pere sobre la guerra civil, y con Pilar acerca del referido asesinato de Paco Ponzán, su hermano.

Carrasquer vivió más años en Holanda y Cataluña que en su natal Aragón, como constata el repaso a su biografía. Sin embargo, es tan intensa su vinculación afectiva con su tierra que  escribe:

 (…) a veces temo caer en el «chicopatrioterismo» a tus ojos, por hacer, a lo mejor, demasiado el panegírico de mis paisanos. Pero no lo puedo remediar, amor, porque ¡cuidado que me esfuerzo en ser ecuánime, imparcial, objetivo y todo lo lúcido que puedo! Pero siempre me he de rendir a la evidencia de cuán excelente es mi Aragón, sobre todo de las virtudes que adornan a los aragoneses.

Habla en otra ocasión del “gracejo maño”, no perdona diminutivos como “hermanico”, utiliza numerosos aragonesismos léxicos: “somorda”, “enfuriada” y tantos otros y teoriza sobre la identidad del habitante del antiguo reino:

 Y es que el aragonés sabe estar por encima del infortunio; es, seguramente, el espécimen de hombre que sabe entender mejor la vida. A uno se le vienen a las mientes los orientales, los hindúes en especial: pero el aragonés tiene, además de ese sentimiento de lo sagrado del hindú, la gracia de poner un toque creador que tan patente asoma en su folklore.

Para remate, se precia en varias ocasiones de cantador de jotas, facultad que no llegué a comprobar, pese a los casi ocho lustros de conocimiento mutuo.

Carrasquer (4)

 Los centauros de Onir es, pues, la crónica a retazos de la asendereada vida de un hombre de acción pero en la que importan más los elementos sustentadores de las ideas  y la emoción que los propios acontecimientos. Tras los fogonazos del ensueño o del recuerdo, siempre la preocupación, la obsesión por su pueblo pero, aun manteniendo la idea libertaria, siempre con una inquietud por no perderse en el desierto de los anhelos ilusorios:

Porque hay que partir siempre de la realidad, si no, tendrás que imponer tu imagen mediante un montaje que se te  puede ir abajo el día menos pensado. Porque, entretanto, te habrás tenido que imponer dictatorialmente y, a la corta o la larga, todo dictador acaba siendo derribado (…) todas las grandes revoluciones verdaderamente populares, no políticas, ha partido de una reacción de rechazo, de una imperiosa necesidad de destruir el presente sublevante, sin previo programa. Por puro reflejo justiciero y de la más primaria dignidad humana.

Como sucede a lo largo de su obra ensayística, el faro rector del pensamiento de Carrasquer es la Ethica de Spinoza[3], proclamada en este libro como una de las siete maravillas del mundo, aunque apenas vuelva a citarla. La modernísima visión del filósofo, excomulgado del judaísmo y visionario de disciplinas como la ecología o el psicoanálisis, coincide con el autor en su intento de dar “una nueva dirección a la vida”, de arrostrar el futuro, guiados por el faro de la libertad pero teniendo en cuenta las enseñanzas de la historia, Desde Espartaco, los revolucionarios que en el mundo han sido, han sufrido derrotas estrepitosas, que, sin embargo, han repercutido por ósmosis en el progreso de la humanidad. Carrasquer ejemplifica este proceso en las mitológicas luchas entre centauros y lapitas, atribuyendo a los primeros la bandera del deseo, la libertad y la independencia frente a los segundos, representantes del orden y la eficacia. Como no puede ser de otra manera, Carrasquer vincula esta batalla con la revolución libertaria de 1936 y su perspectiva es crítica pero voluntaristamente optimista:

 (…) no somos más que fermentos de algo que tardará siglos en alquitararse Pero no por esta vez, lo cierto es que no hemos sabido hacerlo.  deberíamos haber colaborado en todo y por todo con el poder republicano, y así habríamos gozado del favor del gobierno en el interior y de los gobiernos del exterior, sin que hubiésemos significado una especie de coco para las democracias; o deberíamos haber dado, con la gran parte del pueblo que creyó en nosotros, el salto mortal, nuestra revolución, aquel «a por todo» de julio del 36. Pero se nos encogió el ombligo para eso… era demasiado grandioso para nuestra mental indefensión y menudencia representativa en el mundo. Y para lo otro, perdimos miserablemente el tren. Total: los lapitas astutos derrotan a los nobles centauros. No se ha hecho el mundo para los inocentes.

-…Todavía. Pero los inocentes acabarán por alzarse con la victoria…

Los centauros de Onir, la retrospectiva de una vida que tuvo protagonismo en los momentos cruciales del siglo XX español, el reflejo de una historia en la conciencia de unos revolucionarios que, casi siempre murieron en el intento pero también el sueño de un hombre bueno, cuya confianza en la humanidad, tal vez pueda consolarnos en las desolaciones cotidianas.

NOTAS

[1] Más información sobre su vida y obra, en los siguientes textos de mi autoría:

-Edición e Introducción a Francisco Carrasquer Sender en su siglo (Antología de textos críticos sobre Ramón J. Sender), Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2001, pp. 9-45.

«Prólogo» a Baladas del alba bala de Francisco Carrasquer, Madrid, Bartleby Ediciones, 2001, pp. 7-12.

-«Francisco Carrasquer: del pueblo y para el pueblo», Letras Aragonesas nº 4, Zaragoza, Abril 2007, pp. 3-8. Criaturas Saturnianas nº 7, 2º trimestre 2007, pp. 115-121.

-«Francisco Carrasquer en su circunstancia», Turia nº 84, noviembre 2007-febrero 2008, pp. 307-315.

-“Francisco Carrasquer, una vida intensa y desprendida”, Imán nº 7, noviembre 2012

“R. J. Sender y F. Carrasquer. El reencuentro literario de dos libertarios del Cinca”, Alazet, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 2013.

[2] Carrasquer, a lo largo de su vida, publicó los siguientes libros: Manda el corazón (novela), Barcelona, Bruguera, 1948. Cantos rodados (poesía), Ámsterdam, Cinca, 1956. Baladas del alba bala (poesía), Santander, Isla de los ratones, 1956. “Imán” y la novela histórica de Ramón J. Sender, Ámsterdam, Heijnis, 1968. Vísperas (poesía), Barcelona, El Bardo, 1969. Felipe Alaiz, estudio y antología del primer escritor anarquista español, Madrid, Júcar, 1977. La literatura española y sus ostracismos, Cuadernos de la Universidad de Leiden, 1980. La verdad de Sender, Leiden-Tárrega, Cinca, 1982. Nada más realista que el anarquismo, Madrid, Madre Tierra, 1991. La integral de ambos mundos: Sender, Zaragoza, Prensas Universitarias, 1994. El grito del sentido común. De los automatismos a la libertad, Madrid, Libertarias/Prodhufi, 1994. Holanda al español, Madrid, Libertarias/Prodhufi, 1995. Palabra bajo protesta (poesía), Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1999. Sender en su siglo (Ed. de Javier Barreiro), Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 200. Ramón J. Sender, el escritor del siglo XX, Lérida, Milenio, 2001. Ascaso y Zaragoza. Dos pérdidas: la pérdida, Zaragoza, Alcaraván, 2003. Servet, Spinoza, Sender. Miradas de eternidad. Zaragoza, Prensas Universitarias, 2007. El altruismo del superviviente. Antología (Ed. de Javier Barreiro), Gobierno de Aragón, Zaragoza, 2007 Pondera… ¡que algo queda!, Zaragoza, Alcaraván, 2007. Poesía completa, Ayuntamiento de Tárrega, 2009. Poemario aleatorio, Zaragoza, Prensas Universitarias, 2010.

[3] Al pensador judío dedicó el autor numerosas páginas, especialmente, en El grito del sentido común, Holanda al español y Servet, Spinoza, Sender. Miradas de eternidad.

CÓMO NO TRIUNFAR EN LA VIDA. DOS FRANCISCOS LIBERTARIOS: ASCASO Y CARRASQUER

comentarios
  1. […] PRÓLOGO A “LOS CENTAUROS DE ONIR” DE FRANCISCO CARRASQUER […]

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.