«LA COLMENA» DE CAMILO JOSÉ CELA

Publicado: octubre 1, 2016 en Artículos, Literatura
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Escrita durante el segundo lustro de la década del cuarenta, la censura no autorizó su publicación en España, donde no se editará hasta 1963. La primera edición es de 1951 y aparece en Buenos Aires, la segunda (1955), en Méjico. La novela, sin embargo, circuló clandestinamente y no puede negarse su generosa influencia en el llamado realismo crítico predominante en la novela social española de los cincuenta.

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Cela había ido apartándose de la España oficial con la que había colaborado, a través de obras que revelaban tanto la violencia que presidía las relaciones sociales como el fatalismo y la miseria moral y económica de una sociedad truncada en su evolución. La aparición de La Colmena le ocasionó represalias en los medios oficiales que Cela, con su habitual viveza, supo utilizar en su provecho.

La novela quiere ser un fiel reflejo de la sórdida vida cotidiana del Madrid de la posguerra para lo que utiliza el protagonismo colectivo (alrededor de 300 personajes), la reducción en el espacio (el café, la pensión, los prostíbulos son los ámbitos fundamentales sin que haya apenas descripción del paisaje urbano) y la concentración del tiempo (dos días y una mañana del mes de diciembre de 1943). Esta técnica, en la que concurre también la simultaneidad de acciones, había sido popularizada por los novelistas americanos de la llamada «generación perdida» especialmente a partir de la publicación en 1925 de Manhattan Transfer de John dos Passos y recibió, entre otros nombres, el de behaviorismo o conductismo, corrientes procedentes de la psicología que, al llegar a la ciencia literaria, fueron también denominadas como perspectivismo y unanimismo. En España era la primera vez que se utilizaba declaradamente la fórmula.cela-en-la-segunda-mitad-de-los-anos-40

La colmena, sin perseguir un objetivismo a ultranza, es ante todo un documento testimonial de una situación que el novelista expone con voluntad de realismo crítico. La selección de materiales apunta, efectivamente, hacia la mostración de ámbitos de miseria, marginalidad y desesperanza que, por otra parte, eran los más abundantes y ocultados, cuando no manipulados, por la propaganda oficial. La atmósfera de la novela es, pues, de represión, miedo, vacío, monotonía  y ausencia de horizontes. Los recursos a través de los que escapar se reducen a la obsesión del sexo y el dinero. Ambos degradados y para cuya consecución hay que inmiscuirse también en la miseria moral que como un magma espeso cubre el país. Como telón de fondo, los fantasmas de la guerra y la represión política -no nombrados expresamente- planean sobre la narración como una sombra ominosa. Incluso, el personaje que adquiere mayores funciones de protagonismo, Martín Marco, es objeto de una requisitoria -obviamente de carácter político-social-, de la que en la novela no llega a tener noticia, pero que es como un símbolo de la amenaza que a todos concierne.

Otro elemento que afecta a la contemporaneidad de la obra en un tiempo en el que la novela española andaba, por razones obvias, lejos de las tendencias imperantes en el mundo es el clima de incomunicación, náusea y desconcierto que preside la trayectoria de los personajes. El título antepuesto de las primeras ediciones Caminos inciertos. La colmena aludía claramente a lo azaroso e imprevisible de las vías transitadas por el hombre, lo que vinculaba la narración al existencialismo dominante en Europa en la época de escritura de la novela. Con la metáfora teromórfica del título que finalmente quedó como definitivo, se aludía asimismo a la condición desidentificada de unos personajes que pululan sin rumbo acuciados por necesidades inmediatas de difícil satisfacción.

Pero La colmena es también un excelente ejercicio literario en donde el estilo, cuajado de inmediatez, precisión e ironía, proporciona esa personalidad que distingue las páginas de Cela todavía no afectadas por el manierismo que destila alguno de sus textos posteriores. Hay, además, un esfuerzo de reproducir el lenguaje de la calle en sus vertientes menos tocadas por la novela, lo que supone otra novedad en la narrativa española de su tiempo. Cela, además, se salva de incidir en el costumbrismo facilón y socorrido a través del halo trágico y fatal que enmarca la narración y proporciona trascendencia al mundo pintado. Un trasfondo de ternura, que, como en Valle-Inclán -uno de sus maestros- se resuelve por oposición, proclama la solidaridad que el autor siente por sus desmedradas criaturas.

  La colmena queda así como una de las cuatro o cinco obras fundamentales de las dos décadas centrales del siglo tanto por su valor intrínseco como por los caminos que abrió a sus continuadores, sin olvidar su categoría de símbolo y su validez como documento para la comprensión de una España aherrojada por la dictadura.

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comentarios
  1. Miguel Ángel dice:

    Muy lúcido tu texto sobre «La Colmena». Me encanta también la fotografía del taxi londinense. ¡Enhorabuena!

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