AVERLY. ARQUEOLOGÍA INDUSTRIAL VIVA

Publicado: abril 16, 2013 en Artículos
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Como un islote en medio del maremágnum urbano, la fábrica de Averly resulta una especie de visión fantástica, la materialización de un sueño, un ejemplo de cómo se hubieran podido hacer las cosas para que Zaragoza fuera, como lo era hace ciento cincuenta años, y a pesar de la destrucción ocasionada por los Sitios, una de las ciudades más sugestivas de Europa.

Porque Averly, que abrió hace siglo y medio su primera fábrica zaragozana en el barrio de Torrero y, tras pasar por la calle de San Miguel, se trasladó en 1879 a su ubicación actual, ha conservado como un milagro sus instalaciones haciendo tan sólo las reformas exigidas por la tecnología pero conservando los modos artesanales y perfeccionistas de trabajar y una increíble colección de todo cuanto ha salido de la fábrica a partir de su fundación. Desde los planos a los moldes, pasando por los muchos miles de piezas de madera perfectamente archivadas que dan cuenta de todo el material que posteriormente se fundió y se entregó a quienes lo encargaron. Todo esto, en medio de un entorno agresivo, que no hace mucho se llevó tres mil metros cuadrados de sus huertos en beneficio de la autovía, pero que conserva sus jardines, sus numerosos ailantos, que crecen salvajes humanizando lo que parecería menos humano y desde siempre ha sido símbolo e icono de las reivindicaciones obreras: una fundición.

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Y es que, además, Zaragoza está literalmente repleta del material que ha suministrado la fábrica: papeleras, bancos, marquesinas, las farolas de la calle Alfonso, la estatua de la Samaritana, las columnas del Casino Mercantil o de la Biblioteca de la antigua Facultad de Medicina, numerosos elementos del Mercado Central y del antiguo Matadero, los chapiteles de la Seo -¿quién se imagina su torre sin él?- y de las torres del Pilar, el kiosco de la música, ahora ubicado en el parque, las verjas de Capitanía… y un montón de estructuras metálicas públicas y privadas. Entre ellas, claro, las encargadas por muchos escultores, como el propio Ramón Acín, en alguna de cuyas exposiciones colaboró Averly, sin que hasta el presente les hayan devuelto las piezas que prestaron. Cosas que pasan por aquí y antes sucedían por Sierra Morena.

Sin embargo, Averly no ha perdido el tren: continúa proporcionando, estatuas, verjas, escaleras de caracol, bancos, fuentes y todo tipo de mobiliario urbano o para jardín pero, al mismo tiempo, la factoría sigue especializada en turbinas hidráulicas que exporta a todo el mundo, dispositivos de pretensado, prensas de ensayo o placas alveolares -este cronista las vio pero jamás osaría explicar su uso- o proporcionando los filtros que limpian y purifican las aguas del Río de la Plata.

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El viandante, que, bajando por María Agustín, deja atrás la Avenida Clavé y el agresivo espantajo de la autovía, se encuentra con una verja circundando unos jardines de los que ya no se ven, una casa, habitada por los propietarios, que es un edificio para vivir y no para almacenarse, unas oficinas, unas naves y unos galpones llenos de entrañables detalles que muestran el amor por la historia, que no es sino respeto a nosotros mismos. Allí veremos la misma campana que marcaba la salida de los obreros, el mismo reloj, los mismos pabellones, los mismos adoquines de madera que evitaban la dureza de los golpes a las piezas que pudieran caer en tierra, las mismas tejas, que ya no se fabrican y hay que reparar artesanalmente… Todo, antes que caer en la uralita, el plástico, el prefabricado o la fibra sintética. Y, hasta hace unos años, aún se conservaron y alimentaron allí, mientras vivieron, los dos viejos percherones que servían para acarrear material de un lado a otro de la ciudad. Casi le parece a uno ver aquellos obreros de hace un siglo con gorra, mostacho y brazos nervudos de cuando los sindicatos eran sindicatos y no había seguridad social pero sí cajas obreras, ateneos libertarios y esperanzas en una emancipación, que llegó –si es que llegó- por caminos entonces bastante imprevisibles.

El fisgón que se aventure por los rincones de la fábrica –y mejor si es acompañado de la culta y amable anfitriona Mari Carmen Hauke-, si a la vez es ingenuo e ignorante como el que suscribe, se quedará fascinado como un gato viendo caer los chorros de metal fundido, uno de los espectáculos visuales más arrebatadores que se pueden contemplar, lo mismo que el ver correr la lava de un volcán. La cuchara o tambor de fundir corre de un lado a otro colgada en los carriles del techo derramando esa sustancia que hizo famosas a las calderas de Pedro Botero. Saltan chispas como mariposas centelleantes en la noche y, mientras uno se siente el poeta que va a componer unos nuevos cantos de Maldoror, oye una voz que asegura que en más de cien años no se ha producido ningún accidente.

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Será porque a nadie le ha caído nada en el pie porque por allí se funden piezas de hasta cinco mil kilos, encontramos fuentes de 3’20 de diámetro, unas gigantescas figuras para no sé qué pueblo riojano y, si tuviéramos unos cuantos lustros más, hubiéramos podido toparnos con la inmensa cúpula de la iglesia de La Almunia de doña Godina, la base de tres toneladas para el monumento al Justiciazgo o al mismísimo león de El Batallador, que es dos veces y medio más grande que un león de pelo y carne. Por cierto, que ese monumento para el Cabezo de Buenavista erigido por  José Bueno en 1921, al que muchos llaman mazacote, siempre me ha gustado y para que a mí me guste un rey sólo puede ser un rey así: que conquiste Zaragoza a los moros, que deje su reino a los templarios y que tenga una estatua en la que parezca un rey batallador y no un espantapájaros desnutrido.

A la fundición Averly se le han dedicado tesis doctorales (la primera fue la de Jiménez Zorzo), exposiciones, artículos –fundamental el de Mari Sancho Menjón en su libro Evolución- y el impagable Eugenio Monesma rodó en ella uno de sus magníficos documentales dedicado a la fundición. A todo ello puede recurrir quien quiera saber más y mejor. Si diré que fue el lionés Antonio Averly, que llegó a Zaragoza en 1851 su fundador, que en 1918 pasó a la familia Bea, cuyos descendientes la siguen regentando, y que el que la quiera visitar ordenadamente habrá de pasar por las oficinas, los talleres de maquinaria y fundición, el edificio de carpintería y los profusos almacenes de modelos, auténticos depósitos de todo cuanto imaginarse pueda, que hubieran sugestionado a excesivos geniales como Ramón Gómez de la Serna y donde Murnau, Edgar Neville u Orson Welles hubieran podido rodar alguna de sus alucinadas ficciones fílmicas.

Antigua y moderna, artesana e industrial, humana y tecnológica, Averly es un orgullo para Zaragoza. Hagamos fuerza para que ese orgullo pueda tener razones para persistir otros ciento cincuenta años.

Publicado en La Magia de viajar por Aragón nº 3, Septiembre 2005, pp. 18-25. Las fotos son de Javier Romeo.

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comentarios
  1. autillo dice:

    No conocía… En mi próxima visita iré… En Guadalajara dejaron que se pudriera la fábrica Hispano-Suiza ; en Villaverde casi desaparece la nave Boetticher… Patrimonio industrial que se pierde…

  2. gozarte dice:

    Seguro que está al tanto, pero por si acaso decirle que hemos creado una plataforma llamada Salvemos Averly para intentar parar esta barbaridad. Estamos en Facebook (Amigos de Averly) y twitter (@salvemosAverly), y si quiere ponerse en contacto con nosotros puede hacerlo llamando al 976207363.

    Un saludo, y gracias por el artículo. Lo acabamos de compartir.

    Carlos Millán

    • En cuanto me enteré de la noticia, firmé una petición para que se detuviera el proceso. También soy socio de APUDEPA, así que estoy con cualquier iniciativa en favor del ya muy escuálido patrimonio, que los bárbaros no han podido reducir a polvo. Y, por supuesto, con vuestra plataforma. Ya precisaréis las formas de esa colaboración.

      • gozarte dice:

        Estupendo, Javier. Estamos teniendo reuniones (ayer por la tarde hubo una) para programar una serie de acciones, porque si queremos que la DGA protega Averly es necesario que haya presión social. A través de Facebook y Twitter estamos consiguiendo muchos seguidores, y va a ir a más, pero además de eso estamos preparando un ciclo de charlas sobre el tema (seguramente van a ser en el Colegio de Arquitectos), para sensibilizar a la gente en relación con el patrimonio desaparecido en Zaragoza. Creo que la clave para atraernos la opinión pública es ésa, centrarnos en la idea de que bastante patrimonio ha perdido ya esta pobre ciudad y que esto hay que frenarlo, poniendo el Mercado central como ejemplo de que si los ciudadanos se lo proponen seriamente se puede lograr.

        Además del ciclo de conferencias vamos a organizar visitas guiadas gratuitas por la ciudad, para descubrir la huella de Averly en Zaragoza.

        También estamos pensando (estamos buscando la infraestructura) en organizar una proyección (tipo cine de verano) del documental de Eugenio Monesma sobre Averly, una noche en alguna plaza del casco.

        David Guirao nos va a hacer un cartel.

        Y estamos abiertos a cualquier sugerencia para conseguir que esto haga cuanto más ruido mejor.

        Te iré informando (si quieres pásame un correo electrónico, porque será más fácil, a carlosmillangomez@hotmail.com) y ya te diré cuando es la próxima reuniòn, por si quieres venir.

  3. De acuerdo, Carlos, me parecen muy bien todas vuestras propuestas y me felicito de que, por una vez, se sacuda la «dormición» social zaragozana. Envío lo que me pides a tu correo.

  4. Nos ha gustado mucho el artículo. Es de exquisita sensibilidad. Con tu permiso vamos a hacer desde Apudepa un enlace a tu blog. También lo pasamos al blog recién creado, Salvemos Averly. Esperamos contar con tu colaboración. Agradecidos.

  5. […] Desconocía la historia y pujanza vivida por esta Fundición Aragonesa y lamento sus dificultades actuales, uniéndome a lo manifestado en diversos escritos , como el El Comercio.es, Periódico de Aragon, o lo manifestado  en La Magia de viajar por Aragón nº 3, Septiembre 2005, pp. 18-25. por Javier Barreiro Bordonaba, y que actualmente ha recuperado en su Blog *Ver* […]

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