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Martínez Viérgol y Carranza, Antonio María. Antonio M. Viérgol. Madrid, 8.XI.1872 − Buenos Aires (Argentina), 25.V.1935. Autor teatral y periodista.

Se inició en el periodismo en El Eco de Castilla y La Opinión de Valladolid, del que llegó a ser director. Como redactor de El Liberal, popularizó el seudónimo de El Sastre del Campillo, título de una obra de Francisco Santos. Fue cofundador de la Asociación de la Prensa de Madrid (1895). Antes de marchar a Buenos Aires, estrenó alrededor de cuarenta obras, entre comedias, zarzuelas y piezas del género chico, algunas de las cuales, como Las bribonas, Miss Full o la polémica y anticlerical Ruido de campanas, obtuvieron gran repercusión. Otras de sus obras fueron también transmisoras de sus ideas republicanas. Como autor de cuplés y canciones, firmó a veces con el seudónimo Monterilla.

Como otros autores teatrales españoles de esta época, al arrimo de la bonanza económica argentina, en 1915 se trasladó a Buenos Aires de forma definitiva, donde se le ofreció una función en su honor en el Teatro de Mayo y siguió produciendo abundantes obras teatrales, casi todas dentro del género del sainete porteño; una de las de más éxito fue Buenos Aires embataclanada. Escribió también numerosos cuplés y tangos como “Una más”, grabado por Raquel Meller, y tres que Gardel llevó al disco, “Porotita”, “¡Loca!” y el shimmy “Yo no puedo vivir sin amor”.

(Exceptuando algunos añadidos e ilustraciones, publiqué este texto en Diccionario biográfico español Vol. XXXIII, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, p. 597.)

OBRAS

Caza de almas, 1902; Ramitos de flores, 1902; La Matadora, 1903; La mariposa negra, 1903; La visión de Fray Martín, 1903; El nene, 1905; A las puertas de la dicha, 1905; Miss Full, 1905; Los contrahechos, 1906; Ruido de campanas, 1907; La cama de matrimonio y el cuartel de caballería, 1907; El tirano de Benicia, 1907; Las bribonas. Madrid, 1907; ¡Juventud, juventud!, 1908; S. M. El botijo, 1908; El cine de Embajadores, 1908; El banco del Retiro, 1908; Los fantasmas, 1909; El poeta de la vida, 1910; Los vencidos, 1910; La tragedia política, 1910; Huelga de criadas, 1910; Amor bohemio, 1911; S. M. el Couplet, 1911; De mujer a mujer, 1912; El país de la machicha, 1912; Los borregos, 1912; La primera mosca, 1912; Historia de una peseta contada por ella misma, 1913; La copla del amor, 1914; La hija del guarda, 1914; Los novios de las chachas, 1917; La liga matrimonial, 1919; El cabaret de los apaches, 1924.

Estrenadas en Buenos AiresLa telefonista; La europea; Entre dos fuegos; Gente de libreaLa cupletista y el torero; La raza latina; La barbarie moderna; La estrella de España; Los dos rivales; La señorita n.º 13; La piba del León VIII; Los hijos del biógrafo; El rey de la goma; Bronces y porcelanas; El diablo en Buenos Aires; El triunfo del sainete; Mucamas en América; El cuento del tío; La copa de champaña; La revista del Cervantes; El pibe del corralón; ¿Cuál es la mejor hija?; Los trapos de seda; Las malas mujeres; Los enemigos del pueblo; Los reyes de la jota; El remate del Ba-Ta- Clan; Buenos Aires embataclanada.

BIBLIOGRAFÍA

-BARREIRO, JAVIER, Voz, «Martínez Vièrgol, Antonio», Diccionario biográfico español Vol. XXXIII, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, p. 597.

-LÓPEZ DE ZUAZO ALGAR, Antonio, Catálogo de periodistas españoles del siglo XX, Madrid, Gráficas Chapado, 1981.

-GRECO, Orlando del, Carlos Gardel y los autores de sus canciones, Buenos Aires, Akian, 1990.

-VILLARÍN, Juan, Catálogo de escritores de Madrid y su provincia (Seiscientos años de literatura local), Madrid, Cajamadrid, 1995.

Escenas de Caza de almas (1902) y El poeta de la vida (1910)

                                                                                                                                           

(Publicado en Aragón Digital, 27 de julio de 2022)

La reciente divulgación, por parte del Gobierno de Aragón, de una lista de aragoneses ilustres, me ha movido a sacar del cajón este artículo que pergeñé hará un año y que todavía no había decidido publicar. Aunque establecer cualquier relación o inventario de este tipo es siempre algo subjetivo, una vez que resolví quienes debían formar parte de ella, pregunté a varias gentes de distinta índole y he de declarar que el resultado final fue muy similar al que yo había resuelto. Creo que una encuesta más amplia llevaría a conclusiones muy semejantes.

Creo que el aragonés más conocido, es decir, más famoso universalmente es Goya. Estimo que en ello habría poca discusión. Sin embargo, el de Fuendetodos no es el más influyente de la historia. Ese título correspondería, sin duda a Fernando II de Aragón, llamado “El Católico”. No parece preciso ser un experto en historia para verificarlo.

A partir de aquí, reconozco que puede haber mayor discusión en el orden. Naturalmente, ofrezco el mío. No se trata de imponer opiniones sino de suscitar la reflexión. Para mí, el tercero en discordia sería Baltasar Gracián, tanto por la excelsitud de su obra, como por la repercusión universal de la misma, especialmente, en países cultos e influyentes como Alemania, Estados Unidos y Francia.

Muy cerca de él, tendríamos a Ramón y Cajal, el único premio Nobel aragonés y cuya obra excede a la importancia del galardón. Lo pionero y la vigencia de su obra científica así lo demuestra. Pero es que don Santiago fue excelso en casi todas las disciplinas y actividades que  acometió y ejemplar en su vida pública y privada. No olvidemos tampoco la calidad de su obra literaria y la clarividencia de sus escritos político-sociales.

He escrito alguna vez que pocos aragoneses han tenido tanto reconocimiento en su propia tierra como Miguel Fleta. Además, en vida, cosa dificilísima en Aragón. Fleta lo alcanzó antes de los treinta años y se ha mantenido durante muchas décadas, a pesar de su temprana muerte y de que en las últimas vaya decayendo. Pero es que, además, el tenor de Albalate de Cinca fue considerado por muchos el mejor de su época y, en ciertas romanzas, algunos siguen considerándolo el mejor de la historia.

En sexto lugar estaría Luis Buñuel, cuya alta valoración sigue siendo universal y es uno de los mayores emblemas del arte que mejor representa al siglo XX: la cinematografía.

El reconocimiento de los enumerados se extiende a toda España. ¿Hay entre sus hombres ilustres mejor rey, mejor pintor, mejor aforista, mejor científico, mejor tenor o mejor cineasta que los seis citados en primer lugar?

Ramón J. Sender vendría a continuación: Periodista y, sobre todo, novelista de raza, sólo Cela podría disputarle el primer puesto en la narrativa de la pasada centuria, ya que Baroja ha podido tener mayor eco pero no calidad literaria. La obra de Sender es muy extensa y, en sus últimos años, desigual, pero ninguno puede presentar un elenco tan amplio de grandes novelas como él, al lado de una muy considerable y valiosa obra periodística.

Alfonso I el Batallador fue quien, con sus conquistas, convirtió al Reino de Aragón en un territorio poderoso e influyente que llegaría a expandirse por el Mediterráneo y tener un protagonismo fundamental en la constitución de la monarquía española y el descubrimiento de América. Naturalmente, desconocemos muchas de sus particularidades, pero las repercusiones de sus conquistas y reinado fueron decisivas.

Miguel Servet, humanista, polígrafo, sabio en muy diferentes ciencias y disciplinas, su mayor reconocimiento de debe a sus escritos sobre la circulación pulmonar pero su influencia en Europa, tras su suplicio y muerte en Ginebra ha sido constante.

Raquel Meller es la única mujer del elenco en tiempos que no eran favorables a su estimación. Ella no fue únicamente, la figura máxima del cuplé, que significó el inicio de la canción popular en España sino que en todo el siglo XX no ha habido otra artista española que tuviera tal repercusión universal en el mundo como artista de la canción y la cinematografía.

Como suele suceder con los mitos, en algunos de ellos no se conoce con seguridad el lugar de nacimiento. Se han discutido los de Fernando el Católico, Alfonso el Batallador y Miguel Servet; la que se muestra como casa de Goya es posible que no sea la suya; Ramón y Cajal, que siempre dijo ser y sentirse aragonés, nació en un enclave administrativamente navarro; a Sender, nacido en Chalamera, en las solapas de muchas de sus ediciones, se le hace oriundo de Alcolea de Cinca, adonde su familia marchó poco después de su nacimiento…

Lo que sí puede parecer sorprendente es que ninguno de ellos viera la luz en las que hoy son capitales de provincia. Todos nacieron en pueblos, tan importantes como Jaca o tan pequeños como Belmonte de Calatayud o Chalamera, lo que podría parecer normal en el Medioevo pero no entre los nacidos tras la revolución industrial.

Belmonte de Gracián. Parroquia de San Miguel
Chalamera. Ermita de Santa María

Otro dato capital es que ninguno de ellos murió en su lugar de nacimiento y solo dos de ellos lo  hicieron en Aragón: Alfonso I, por razones obvias y Baltasar Gracián, por imposición de sus superiores. Esto viene a demostrar lo decisivo que es para el desarrollo individual salir del cascarón y confirma la creencia o la evidencia de que nadie es profeta en su tierra y, mucho menos, en el hipercrítico Aragón. Más triste todavía es que casi la mitad de ellos muriera en el exilio: Servet, Goya, Sender y Buñuel, otra muestra de lo turbulento de nuestra historia.   

Buñuel, que murió a los 83 años, fue el más longevo seguido de cerca por Goya que llegó a los 82, en un tiempo en el que se vivía menos. Fleta, con 40 años, fue quien pereció antes, Sin embargo, morir joven más beneficia que perjudica a los mitos.

Es seguro que esta relación tendrá sus disidentes pero he procurado no ceñirme a mis gustos personales sino a la trascendencia que tuvieron su vida y obra, sobre todo fuera del antiguo reino. Muchos echarán en falta al Conde de Aranda y a Joaquín Costa o José Pignatelli, muy importantes para Aragón, pero menos trascendentes fuera de España. O al Papa Luna, importante por su cargo pero sin una obra a sus espaldas. También apena no incluir a escritores tan extraordinarios como Marcial, Avempace, Miguel Molinos o Braulio Foz y a lingüistas como María Moliner o Lázaro Carreter; a periodistas como Eusebio Blasco o Mariano de Cavia; a músicos como Gaspar Sanz, José de Nebra o los maestros Marquina, Luna, Montorio o Monreal; a artistas como Pablo Gargallo y Pablo Serrano; a cineastas como Florián Rey y Carlos Saura o a científicos como Félix de Azara y Odón de Buen… En fin, que lo deseable sería que asuntos como estos sustituyeran en las peluquerías a los llamados temas del corazón y, en los bares, a las vicisitudes de la Liga y sus pelotoneros.

Carmencita en las primeras imágenes en movimiento

(Publicado en Aragón Digital, 13-15 abril 2022)

Hoy que tantos esfuerzos se emplean en buscar mujeres olvidadas, sorprende que no se haya puesto el acento en tres intérpretes españolas que protagonizaron hechos importantísimos en los comienzos del cine, entonces una actividad más cercana a la ciencia y a la tecnología que a la industria, cuando España ya hace centurias que había dejado de estar en vanguardia de la ciencia.

Qué pocos españoles saben que el primer documento fílmico rodado a un artista en el mundo está protagonizado por Carmen Dauset Moreno (1868-1910), conocida como Carmencita, una almeriense que triunfó como bailarina en Nueva York y de la que se conserva un fragmento filmado por William Heise en marzo de 1894 con el sistema Edison. Rodada en los estudios Black María de Nueva Jersey, Carmencita interpreta allí una danza entre flamenca y bolera que venía bailando en Nueva York desde febrero de 1890.​ Carmencita, más famosa en América que en su país, fue retratada, entre otros, por John Singer Sargent, el gran pintor norteamericano de su tiempo. Sin embargo, a pesar de que esta filmación desde hace tiempo puede verse en You Tube, muchos siguen considerando “Salida de los obreros de la fábrica Lumiere de Lyon” (1895), como el primer documento de la historia del cine.

Tampoco son “Don Juan” (1926) ni “El cantor de jazz” (1927) los primeros ejemplos del cine sonoro sincronizado con la imagen. El verdadero inventor fue Lee de Forest que con su sistema Phonofilm rodó varios cortos que fueron estrenados en el cine Rívoli de Nueva York el 15 de abril de 1923. En ellos figuraba una jovencísima Conchita Piquer cantando una jota con una gracia, salero y espontánea naturalidad que, a sus 16 años, anunciaba ya su futuro como gran figura de la canción española en el siglo XX. Tampoco en España se conoce mucho este documento ni a su genial inventor, padre de la electrónica con su invención del triodo, que posibilitó la ampliación de todo tipo de señales y dio lugar a innovaciones tan importantes científica y sociológicamente como la grabación eléctrica, la radio y la televisión. Ya  en 1908 desde la Torre Eiffel, consiguió transmitir música de fonógrafo a 800 kilómetros de distancia y dos años más tarde, la primera transmisión de una ópera en vivo.

Lee de Forest

En febrero de 1927 el ingeniero Lee Forest visitó España y rodó varias canciones interpretadas por la cupletista aragonesa Elvira de Amaya que fueron estrenadas en 1928 en el cine París de Barcelona, donde estuvo instalado su Fonofilm, primer sistema sonoro ensayado en España.

Elvira de Amaya

Poco antes, hubo también un intento de cine sonoro patrocinado por la Fox a través del sistema denominado Movietone. Theodore W. Case, aprovechando las actuaciones de Raquel Meller en los Estados Unidos en 1926, filmó cuatro cuplés (“Flor del mal” “La tarde del Corpus”, “El noi de la mare” y “La mujer del torero”) que, aunque se han perdido, fueron estrenados en 1927 y son anteriores a “El cantor de jazz”.  Un día puede aparecer una copia, como sucedió con la jota de la gran cancionista valenciana.

La categoría estética de Carmencita, Concha Piquer y Raquel Meller propició que su arte fuera inmortalizado en los primeros balbuceos tanto de la cinematografía muda como de la sonora.

Raquel Meller en «Flor del mal»
Conchita Piquer en el film de Lee de Forest

Introducción a Mujeres de la escena (1900-1940), Madrid, SGAE, 1996.

Las imágenes que este libro nos muestra ofrecen una doble fascinación: la visual y la imaginaria. Respecto a la primera, esa explosión de colorido y, para nosotros, de pintoresquismo nos habla de un periodo en que la estética modernista o postmodernista con algunos atisbos de art-decó se confabulaba con reminiscencias raciales en un tiempo en que la palabra raza tenía connotaciones muy diferentes a las que hoy depara. El imperio de la lentejuela, del mantón, del catite, la madroñera y otros perifollos castizos se une al entonces pecaminoso cigarrillo -no olvidemos que un tango-cuplé como «Fumando espero» de Garzo y Viladomat estrenado por Ramoncita Rovira en 1923 hace referencia a un cigarrillo de cocaína-, a la mostración de morbideces que a la sazón tenían en el observador un efecto incomparable con el de hoy, a la gestualidad incitante de las poses… de modo que dichas imágenes vienen a ser un rico compendio de un periodo fronterizo en el que España asumía su tradición y su riqueza folklórica, hasta entonces prácticamente reducida a sus factores pero fuera de los circuitos culturales, al tiempo que se abría a la modernización de las costumbres y se permeabilizaba cada vez más a las influencias exteriores.

La historia de la canción popular española se confunde con la del teatro hasta que -con el albor del siglo- comienza a independizarse. Es el nacimiento de la canción unipersonal. Esta ya no debe estar inscrita en un espectáculo teatral sino que una artista -en los comienzos siempre femenina- sube a un escenario para interpretar unas cuantas composiciones.

A esta modalidad inaugural de la canción popular en España ya desgajada del teatro se le llamará cuplé -con notoria impropiedad, ya que el término francés designa otra cosa- y evolucionará durante un tercio de siglo hasta llegar al umbral de la canción concebida como industria. A partir de entonces, otras denominaciones igualmente equívocas como copla, canción española o tonadilla, desplazarán definitivamente al cuplé de la actualidad.

El cuplé, por otro lado, y como pueden verificar letras y partituras, está totalmente imbricado en la vida cotidiana y, al contrario de lo que sucede en la mayor parte de la canción actual, en él podemos encontrar continuas referencias a los acontecimientos mayores y menores de su tiempo: revolución rusa, sindicalismo, guerra de Marruecos, inventos, modas, emancipación femenina, deporte, etc., aunque, como es natural, no falte un aluvión de letras incontestablemente estúpidas o convencionales.

Coincide, asimismo, con el advenimiento de la posibilidad de reproducir y divulgar el sonido grabado y, por tanto, con la democratización de la canción, la aparición de nuevos circuitos comerciales, nuevos públicos, nuevas actitudes estéticas y otras formas de decir.

Todos estos fenómenos no han sido apenas estudiados ni existe sino una bibliografía incipiente, aunque por muchas vías resurja un claro interés por la cuestión. La intrahistoria de este periodo fascinante en lo estético y lo social no es entendible sin la valoración de estos géneros.

La bibliografía disponible se reduce desde el punto de vista científico al estudio de Serge Salaün, El cuplé, Madrid, Espasa Calpe, 1990 y, desde la divulgación, a las obras de Carmen Brú Ripoll y Pilar Pérez Sanz, Máximo Díez de Quijano, Álvaro Retana, Osvaldo Sosa Cordero y Ángel Zúñiga. Como fuentes colaterales, desde hace unos años, viene aumentando la bibliografía, hasta hace poco escasa, en torno al teatro en sus géneros «menores».

En gran parte, el mundo de las varietés recoge una herencia francesa: revista, music-hall, can-can, bufos, couplet…, la misma comedia seguía teniendo una gran dependencia de las tendencias del país vecino hasta el punto de que en los treinta primeros años del siglo -y pese a la desmesurada producción de nuestros autores- siguen estrenándose numerosísimas adaptaciones de obras francesas. Nuestras primeras artistas famosas en el género, Rosario Guerrero y La Bella Otero, triunfaron antes en Francia y a las posteriores, especialmente La Fornarina pero llegando a la Raquel Meller de los años 20 y 30, hubo de ser París quien les diera el certificado de éxito. Canzonetas italianas, operetas vienesas, machichas, tangos, habaneras y otros muchos aires procedentes del Nuevo Continente constituían parte esencial del repertorio de estas artistas tanto en canto como en baile, pero allí estaban también la tonadilla, el pasodoble, el garrotín, el pasacalle, junto al mundo de los toros, de las majas, bandoleros, gitanos y toda la parafernalia magnificada por el seudorromanticismo. Es verdad que en los años 20 la influencia extranjera parece imponerse con la explosión del tango, introducido años antes, el fox, el shimmy, la java, el charlestón y otros ritmos pero en seguida es contrarrestada en los 30 con el éxito popular de la canción española -en gran parte aflamencada- cuyos intérpretes sustituirán al mito de la cupletista. En efecto, si en el primer cuarto de siglo son la Fornarina, la Bella Chelito, Pastora Imperio, Amalia Molina y otras cultivadoras del cuplé o similares las protagonistas, a partir de la tercera década los nombres claves en la canción y el imaginario popular (Concha Piquer, Imperio Argentina, Miguel de Molina, Estrellita Castro, Angelillo…) van a ser quienes sustituyan a aquéllas en el éxito. Nótese que la primera y otras que van a seguir en candelero como Raquel Meller, Mercedes Serós, Ofelia de Aragón, etc. evolucionan desde el cuplé hacia ritmos más nacionales.

Las varietés y algo después la opereta -que triunfará a partir de la segunda década y para la que sí hacían falta condiciones de belleza, figura, canto y baile no absolutamente precisas en las modalidades anteriores- se convertirán en un escaparate de las obsesiones del país y en una distracción que irá desplazando en el gusto del público al triunfante género chico. El primer atisbo de esta transformación corresponde a la actuación de Augusta Berges, introductora del cuplé en el Teatro Madrid, luego Barbieri, durante el año 1893. La Berges popularizó, con música de polka italiana, La pulga que sirvió de referencia y emblema del género y fue el leit-motiv de diversas obras, entre ellas El género ínfimo de los Quintero. Su sola mención sumió en descarnadas rijosidades al menos a un par de generaciones y fue pieza clave en el repertorio de muchas de las estrellas del mundo frívolo, entre las que debe citarse a la Bella Chelito y Raquel Meller cuando, en sus inicios, se hacía llamar la Bella Raquel.

En este batiburrillo tienen también una muy importante presencia las bailarinas. No olvidemos que el baile femenino tiene una tradición mucho más antigua que la canción que, al fin, proviene de los finales del siglo aunque la historia del baile en España esté por hacer y la tarea no resulte nada sencilla. Junto a la pléyade de bailarinas españolas, entre las que destacan por derecho propio la gitana Pastora Imperio -que también cantó, aunque mal- y Antonia Mercé, la Argentina , para muchos la mejor bailarina del siglo, están las eclécticas como La Argentinita y Laura de Santelmo o Tórtola Valencia, verdadero compendio de modernismo y vanguardia. Cualquiera de ellas ocupa un lugar privilegiado en la tradición y transmisión de este arte.

La historia de la indumentaria tiene también en estas imágenes una importante referencia. Ya la Bella Otero combinó en sus atuendos desde los trajes Segundo Imperio a las deshabillés pero en la primera década el traje de la artista de varietés tiene un claro modelo con traje descotado, falda acampanada hasta algo más abajo de las rodillas, medias caladas y adornos, preferentemente de mantón y lentejuelas, sin que falten volantes y sobaqueras. A menudo se cubre de montera, catite o sombrero cordobés. También es frecuente la vestimenta masculina, sobre todo de carácter andaluz, taurino o militar. La Goya introduce en 1911 la moda de cambiar de atuendo según la letra o espíritu de la canción y a esta tendencia se suma inmediatamente Raquel Meller con éxito inigualable lo que depara una mayor libertad y variedad en los atuendos, hecho que coincide con el final de la tendencia sicalíptica en los escenarios. El mismo 1911 aparece la falda-pantalón y, naturalmente, serán las artistas quienes la popularicen con el consabido escándalo de gacetilleros, menestrales y vecindonas. De cualquier modo, a partir de entonces, y sin que se modifique la espectacularidad, los trajes serán mucho más variados. Y no olvidemos la importancia que el público español siempre ha dado a la riqueza de la vestimenta del artista, que ellos mismos muchas veces vinculan a su competencia profesional. En los años 30 con el auge de la revista musical y la asimilación de influencias extranjeras la espectacularidad de trajes y escenografías será parte fundamental de los espectáculos, aunque el siglo XX ya había representado un claro avance respecto al anterior en el lujo y calidad de escenografía, teloncillos y hasta algunos lugares de espectáculo. Es verdad que las varietés estuvieron en principio confinadas a los cafés cantantes y teatruchos, como el llamado Madrid de la calle Primavera (luego Barbieri), pero la apertura de varios coquetos locales en la calle de Alcalá como el Salón Japonés y el Salón Rouge o el Salón Bleu en la calle de la Montera dieron lugar al paso de las variedades a otros más lujosos como el Salón Regio en Madrid o, sobre todo, Eldorado de Barcelona.

Todo ello tiene que ver con lo que se llamó, a partir de dicha fecha de 1911, «dignificación» del género vinculado, entre otras cosas, con el sueldo cada vez mayor de las cupletistas en detrimento de las actrices . De hecho muchas se pasaron al género hasta entonces tildado de ínfimo Por otro lado, las giras de muchas de ellas por los países sudamericanos e, incluso, por Europa les proporcionaron ingresos desmesurados. También la popularización del sonido grabado tuvo que ver con el estrellato de las más dotadas o de mejor repertorio. Todo ello junto a la aludida fascinación de los intelectuales y el consenso social que sitúa a la cupletista de éxito como la atracción máxima tuvo que ver con la famosa dudosa dignificación que, desde otras perspectivas, aparecería más problemática.

Gran cantidad de estas fotografías son tarjetas postales. El fenómeno del coleccionismo postal fue importantísimo, especialmente, en la primera década del siglo. De otro modo, sería impensable la cantidad de postales primiseculares que todavía circulan pese a ser material más bien fungible o desechable. La gente, en un tiempo que el teléfono era muy minoritario y el correo funcionaba mucho mejor que hoy, se citaba en la misma ciudad a través de tarjetas postales. También, se escribía mucho más, se felicitaba mucho más y se utilizaba el mensaje escrito para cualquier cosa. Muchas veces ni siquiera había que comunicar nada. Simplemente se intercambiaban postales por correo, a fuer de coleccionismo. Además de las vistas de ciudades, las postales de artistas eran con mucho las más populares. Hecho normal en un tiempo en que teatro, toros y varietés surtían de famosos a su tiempo. No son, sin embargo, frecuentes las postales de toreros, tal vez porque un atavismo vinculado a la presunta masculinidad de la profesión hacía que la ostentosa exhibición de su figura no fuera habitual. Las artistas, en cambio, aparecen en las portadas de las revistas de información más leídas como Blanco y Negro, Mundo Nuevo o Mundo Gráfico, en los almanaques, cromos, cajas de cerillas, etiquetas de las botellas de anís y, por supuesto, en las postales con mayor frecuencia que cualesquier otro personaje. Ahí estaba la demanda del público y, así, más o menos conscientemente, fue habitual la unión sentimental entre artista y torero: Pastora Imperio-El Gallo, Concha Piquer-Antonio Márquez, Paquita Escribano-Gitanillo de Ricla, Dora la Cordobesita-Chicuelo, Laura Pinillos-Cagancho Soledad Miralles-Carnicerito de Málaga, Adelita Lulú-Joselito, Carmen Ruiz Moragas-Rodolfo Gaona, Blanquita Suárez-Pacorro, Niño de La Palma-Consuelo Reyes y un largo etcétera que hasta tiene reminiscencias en la sobada actualidad. El magnífico Eugenio Noel, que tan bien conoció estos ambientes, tiene páginas e interpretaciones excepcionales de este mundo que él englobaba bajo el marbete de flamenquismo. En él está también la mezcla de modernidad y tremendismo hispánico que informaban este universo en el que convivían los lastres de la España negra con la modernidad en eclosión .

Las propias biografías de las artistas son un buen ejemplo de este aserto. La Bella Otero, hija de una mendiga soltera antes de ser el mito erótico del nacimiento de siglo y coleccionista de reyes en su lecho, había sido violada y casi muerta por un pastor en los montes de su Galicia natal, después azotada sistemáticamente por las monjas en el centro en el que la recluyeron tras su «pecado» hasta que pudo escapar. La Fornarina, lavandera, cantonera durante su adolescencia en los soportales de la Plaza Mayor y modistilla en un taller tapadera de burdel lujoso, antes de impresionar al Madrid frívolo con su aparición en mallas presentada en una bandeja como esclava de El pachá Bum-Bum, apropósito adaptado del francés precisamente, y estrenado en abril de 1902. Su prematura muerte en 1915, a consecuencia de un fibroma en los ovarios complicado con varios quistes malignos, parece que estuvo relacionada con algún zancocho ocasionado por un aborto provocado en su juventud. A Raquel Meller, antes de sus veinticinco años de éxito triunfal, le conocemos un hijo que abandonó en manos ajenas antes de quedar estéril, tal vez también a consecuencia de alguna operación similar a la de Consuelo Vello, La Fornarina. Varias cupletistas fueron asesinadas, alguna de ellas en la escena, como la bailarina Teresita Conesa. La Bella Chelito era prostituida por su madre en sus tiempos de éxito antes de convertirse en algo así como dama de catequesis, según sabía todo Madrid, hecho que inspiró a Joaquín Belda su muy reeditada La Coquito. A Pastora Imperio le rugía el sobaco estentóreamente, al menos en sus primeros tiempos, según se encargó de divulgar el malévolo Retana en El crepúsculo de las diosas… El anecdotario sería interminable y es una buena muestra de cómo el país seguía sumido en esperpentismos y truculencias. De hecho, el mundo del cuplé, pese a todo lo que tenía de protagonismo de la mujer y acceso de ésta a ámbitos antes vedados, tuvo una estrecha relación con la prostitución . Las artistas en sus primeros pasos habían de someterse a las típicas horcas caudinas de empresarios, agentes y protectores, cuando no eran ellas quienes utilizaban su estatus de artista para obtener un mayor cachet en la actividad venusiana. Bastantes de ellas que alcanzaron el éxito, como la propia Carolina Otero, la Chelito, Preciosilla y tantas otras, lo utilizaron para enriquecerse desmesuradamente con las dádivas de sus amantes o clientes. No olvidemos tampoco que un rey tan pinturero como Alfonso XIII es posible que fuera iniciado sexualmente por la Chelito, fue amante durante muchos años de Julia Fons y accedió ocasionalmente a otras. Incluso tuvo hijos con la actriz Carmen Ruiz Moragas. Barro y esplendor estuvieron en este país habitualmente muy cercanos.

Junto a esto, el mundo de la inteligencia encontró en la fascinación por el género un recurso de vinculación a la modernidad que excedía la mera moda. El prejuicio contra los géneros menores, proveniente de la mentalidad neoclásica fue arrumbado por modernistas, casticistas, bohemios y acólitos. Por memorias de la época, como las de Ricardo Baroja o Cansinos Assens, sabemos de la muy frecuente asistencia de intelectuales a estos espectáculos. Valle-Inclán, Gómez de la Serna, los Quintero, Rusiñol, Ángel Guimerá, Manuel Machado, Álvaro Retana, Gómez Carrillo, Eugenio Noel, Hoyos y Vinent o Tomás Borrás -que hasta llegó a casarse y enviudar de una de ellas, La Goya- se contaron entre los adictos. También Gómez Carrillo matrimonió con Raquel Meller aunque durase poco la sociedad. A ésta, indiscutible reina del género, los intelectuales novecentistas la convirtieron en una musa de lo «popular-exquisito», precisamente, por lo que tenía de frontera entre lo aristocrático y lo plebeyo en una época en que, como en la actualidad, la misma dinámica de los acontecimientos propiciaba un rescate de figuras y elementos que habían estado proscritos por razones poco convincentes. La pureza había dejado de morar en el Olimpo y vanguardista, casticistas y eclécticos la rastreaban en la vida cotidiana.

Todo ello propició la recogida de velas de los gacetilleros que, tras varios lustros de no ver en estos géneros «menores» más que espantos para la moral, empezaron a encontrar algún arte donde el pueblo ya había dictaminado su existencia. Así se explica que, tras varios lustros de vejámenes, a partir de 1910, el progresivo alejamiento de la sicalipsis, la popularización del sonido grabado, que propició el estrellato de las más dotadas o de mejor repertorio, el éxito de muchas de ellas en los países sudamericanos e, incluso, en Europa y la aludida fascinación de los cultos que las cortejaron, glosaron, invitaron a sus saraos y, como se dijo, incluso hasta el altar, lo mismo que toreros, empresarios y actores -profesiones, a la sazón, prestigiosas- produjeran un consenso social que situaba a la cupletista de éxito como la atracción máxima y así se constata en el periodismo, la literatura y hasta el cine de la época. Cine que, años después, contribuiría decisivamente a la decadencia de las variedades, junto al furor por el fútbol, el boxeo, el tango y la canción española.

Así, la canción consolidó sus vinculaciones con la literatura popular y culta y su incidencia en la conformación de una sensibilidad que culminará con la progresiva transformación del género a partir de la mitad de la década de los veinte con sus consiguientes repercusiones en el público, la estética, la valoración pública y privada de la sexualidad y el desarrollo del mundo del espectáculo (cine, revista musical, canción española…).

Fueron las tarjetas postales, la publicidad, la prensa de la época, el disco, la radio, a partir de 1923, y en mucha menor proporción el cine los medios de popularización de estas artistas pero también en gran medida, las actuaciones en directo y el boca a boca. Ya se ha hablado de cómo los tres primeros las tuvieron como protagonistas. El disco aparece en España en diciembre de 1889 y aunque en principio, como los precedentes cilindros, está restringido a la burguesía y a los espectáculos o establecimientos públicos la novedad del medio contribuye en gran manera a la difusión de las cantantes. En la primera década del siglo hay ya discos con los cantables de las obras del género ínfimo más populares (Enseñanza Libre -1901-, La gatita blanca -1905-, El arte de ser bonita -1905-, La alegre trompetería -1907- Las bribonas -1908-…) y en 1911 Preciosilla, Paquita Escribano y Resurrección Quijano graban los primeros cuplés independientes, género que al menos durante unos 30 años ocupará un gran protagonismo en la discografía . La radio, que aparece en España en 1923 también contribuye a la difusión de estas artistas tanto emitiendo sus discos como a través de las actuaciones en directo de las más importantes, fenómeno habitual en la radiodifusión hasta entrados los años cincuenta. Otros elementos difusores son la pianola, el organillo y las partituras. Para las primeras se editaban rollos en papel pautado y los catálogos demuestran que las artistas del cuplé se encuentran entre las más editadas; los organillos también difundieron los éxitos más populares por las calles españolas y la edición de partituras -muchas de ellas de gran belleza gráfica y, frecuentemente, con el retrato de la artista en la carátula- fue muy abundante en un tiempo en que los pianos estaban mucho más extendidos que hoy entre las clases medias y altas.

El cine, a pesar de su mudez, fue también un medio popularizador de las cantantes. Raquel Meller e Imperio Argentina fueron las dos artistas más importantes e internacionales de la cinematografía española en la época. Otras artistas que intervinieron en filmes de la época fueron Pastora Imperio que en 1914 rodó bajo la dirección de José Togores, La danza fatal y en 1917 Gitana cañí de Armando Pou. Como Raqueo Meller e Imperio Argentina, también rodaría otras películas en la época del sonoro. El valenciano José María Codina dirigió a Tórtola Valencia en dos películas de 1915: Pacto de lágrimas y Pasionaria. La jiennense Custodia Romero, apelada «La Venus de bronce» por su morena y escultural belleza rodó con José Buchs La medalla del torero (1924) e Isabel Solís, reina de Granada (1931), basada en una obra de Emilio Castelar. Benito Perojo dirigió a Conchita Piquer, que también intervino en el cine sonoro, en la adaptación de El negro que tenía el alma blanca (1927), basada en la exitosa novela de Alberto Insúa y La bodega (1929). Otras cantantes del género como Estrellita Castro y Antoñita Colomé tuvieron destacada intervención en la cinematografía de los años treinta.


La figura de Álvaro Retana fue crucial en este contexto. Por su larga dedicación al género en su calidad de letrista, compositor, escenógrafo, figurinista, biógrafo, escritor y, por tanto, íntimo conocedor de los entresijos del mundillo. De hecho sus publicaciones siguen siendo imprescindibles para penetrar en él, más cuando la bibliografía sobre el género sigue siendo mínima, tanto por los aludidos prejuicios como por el hecho de que los cuarenta años de dictadura favorecieron muy poco el rescate de este universo cercano a lo pecaminoso.

Ningún otro personaje tuvo un protagonismo tan constante y variopinto en la pequeña historia de la erotografía española de esta época como Álvaro Retana. Su labor no se limitó a la escritura de narraciones con un trasfondo erótico, a la actividad periodística en el mismo sentido y a la disquisición crítica de los novelistas atrevidos de su tiempo, sino que incidió en el campo del arte frívolo como autor de letra y música de cuplés y libretos, figurinista y escenógrafo en el terreno de las varietés y, sobre todo, hombre de mundo, frecuentador tanto de bajas academias como de altos salones y tenido -muy a su gusto, ya que él fue su mejor publicista- como el transgresor por antonomasia de esta nueva sociabilidad, impensable en la España anterior al albor del siglo.

Autores como Lily Litvak o Serge Salaün , entre otros, se han ocupado de establecer las pautas culturales a través de las que el erotismo llega a ocupar en España ese lugar crucial e incide tan fundamentalmente en el cambio de costumbres que se operó en este primer tercio de siglo. Álvaro Retana, pese a su larga vida y a su reaparición en los años 50 con el nuevo auge del cuplé y la publicación durante los 60 de sus dos libros básicos para conocer ese mundo frívolo de las varietés, el music-hall, la sicalipsis y las lentejuelas , ha sido, sin embargo, un personaje olvidado en lo que no ha debido influir poco, en primer lugar su fama equívoca de bisexual y libertino, después su estancia en los penales franquistas y, finalmente, su reaparición extemporánea en una época en la que predominaban otras solicitaciones. Sólo, recientemente, una publicación sexológica le dedicó un número doble y un conocido polígrafo, una mediocre novela cuyo protagonista es un trasunto de nuestro personaje.

Hijo de Wenceslao Emilio Retana y Gamboa y de Adela Ramírez de Arellano y Fortuny, Álvaro nació en alta mar frente a las costas de Ceylán el 26 de Agosto de 1890 . Llegado a sus seis meses a Madrid, estudió en el Colegio Clásico Español de la calle Serrano y frecuentó la muy lucida biblioteca paterna sin que ello le impidiera pertenecer a diversas claqués de salones del género ínfimo en donde se cimentó su conocimiento del género y se despertó su primera fascinación: Consuelo Vello, la Fornarina. Instado por su padre, ganó oposición al Tribunal de Cuentas, donde, con diversas interrupciones, trabajaría toda su vida.

Su actividad como escritor se inició a los 13 años en el periódico escolar Iris con colaboraciones ilustradas por su íntimo amigo de siempre, el famoso figurinista y dibujante Pepito Zamora, personaje también de varias de sus novelas. A los 18 años colaboró con el seudónimo de César Maroto en El Diario de Huesca y en 1911 publicó en El Heraldo de Madrid varios artículos con el seudónimo de Claudine Regnier, que levantaron un serio revuelo y que daban muestra de su nunca desmentido atrevimiento y capacidad autopublicitaria. Entre las numerosas cartas que la presunta señorita francesa recibió de sus lectores se encontraba una de Aurora Mañanós Jauffret, La Goya, que se preparaba para su debut en el Trianon Palace y cuya actuación revolucionó y marcó un nuevo rumbo al mundo de las variedades. Álvaro comenzó desde entonces a escribirle letras, actividad en la que prosiguió siempre, constando alrededor de mil producciones suyas en el registro de la Sociedad de Autores.

A partir de entonces, su nombre fue frecuentísimo en gran número de las publicaciones de la época, actividad que su enorme capacidad de trabajo le permitió alternar con la escritura de más de cien obras -su primer libro Rosas de juventud, data de 1913-, su aludida labor de figurinista, escenógrafo, autor de libretos y, hasta, actor de teatro y cine , sin abandonar por ello su vida disipada que, si por un lado le acarreó fama de ser amoral y escandaloso, por otro le proporcionó una popularidad que llevó su fotografía desde las publicaciones más difundidas de la época hasta las tarjetas postales en el periodo de máximo esplendor de éstas. Incluso salió un coñac con la marca de su apellido, según cuenta en varias ocasiones .

En 1917 se inició en la novela erótica con Al borde del pecado a la que siguió Carne de tablado, que le proporcionó ya una gran notoriedad, que proseguiría durante muchos años y que, como se dijo, él supo administrar e incrementar. A raíz de un comentario de Missia Darnyis en un semanario francés (1922), donde le calificaba como «el novelista más guapo del mundo», Retana firmó muchas veces con tal remoquete y se complacía en sus prólogos, declaraciones y entrevistas en sembrar el desconcierto con afirmaciones sobre su vida disipada de lujo y placeres, lo descomunal de sus ingresos y lo atrevido de sus acciones y amistades. En otras ocasiones tomaba la senda contraria y asombraba con manifestaciones llenas de conservadurismo y protestas de pudibundez .

Su línea dentro de la novela erótica se caracterizó por una desenfadada frivolidad, lejos de los trascendentalismos de su amigo de correrías, Antonio de Hoyos y Vinent, por la aparición habitual de la bisexualidad y por una aguda ironía que quitaba cierto hierro a muchos de sus argumentos. No obstante, ello no le libró de su primer proceso judicial en 1921, al que siguieron otros durante la década, llegando a estar encarcelado durante unos días en 1926 por su novela El tonto y en 1928 por la publicación de Un nieto de Don Juan . A raíz de su libertad, abjuró de su dedicación y tomó el seudónimo de Carlos Fortuny con el que también alcanzó una alta popularidad como autor y articulista durante los años finales de la Dictadura y la República.

Al estallar la guerra fue incautada su finca de Torrejón de Ardoz, declarado «desafecto a la República» y depurado en el Tribunal de Cuentas. Retana se preocupó de buscar apoyos y recomendaciones, logrando su reincorporación. Pero estas relaciones resultaron fatales para él al vencimiento de la contienda. En efecto, y según testimonio del propio escritor, por inducción del Marqués de Portazgo, personaje del que Retana conocía episodios poco ejemplares moralmente que le hubieran podido dañar dado el nuevo rumbo de los acontecimientos, fue detenido. Su nueva casa fue otra vez saqueada y él condenado a muerte en juicio sumarísimo el 17 de Mayo de 1939. La acusación más grave se basaba en la posesión de numerosos objetos de culto , a juicio de la acusación robados, y utilizados con escarnio y sacrílegamente. Parece que ante la acusación del fiscal de que gustaba beber semen de adolescentes en un copón de culto, el aplomo y cínico sentido del humor de Retana le llevó a contestar, «Señor, prefiero siempre tomarlo directamente». Tras ser varias veces aplazada su ejecución y, finalmente, conmutada por 30 años de prisión, tras un calvario por varias cárceles y penales en los que no dejó de escribir ni de conservar un envidiable sentido del humor, le fue concedida la libertad condicional en 1944 y, aunque vuelto a encarcelar en 1945, fue definitivamente liberado el 23 de junio de 1948. Tras numerosísimas gestiones personales, cartas y escritos de toda laya, fue poco a poco logrando retomar su actividad de escritor y hasta readmitido en 1957 en el Tribunal de Cuentas.

Vinieron unos años de recuperación de cierto protagonismo con el nuevo auge de las variedades, sobre todo a raíz del estreno de El último cuplé, con nuevas colaboraciones como letrista, comentarista de discos, agente artístico y escritor, lo que dio origen, entre otras muchas, a las dos obras fundamentales sobre el mundo del cuplé y las variedades citadas en la nota 17, a la que habría que añadir el material inédito que en este volumen se publica. Pero fueron las últimas boqueadas ya que Álvaro moría el 11 de Febrero de 1970, un tanto olvidado, siendo enterrado en Torrejón de Ardoz y dejando como heredero en su testamento -en el que hace un ajuste de cuentas con el general Franco- a su único hijo, Alfonso, habido de su relación extramatrimonial con la cantante Luisa de Lerma.

(Publicado en Clarín nº 147, junio 2020, pp. 25-29)

Ruano entre dos amigos, Emilio Mesejo y Ezequiel Endériz

 

 

 

Leo en La mañana, un periódico turolense con fecha 3-3-1931, cuarenta y dos días antes de proclamarse la II República:

INCIDENTE ENTRE PERIODISTAS: “Un periódico de la noche da cuenta de que en un café de la Puerta del Sol se golpearon el redactor de La Tierra, Ezequiel Endériz, y el de «Heraldo», señor González Ruano. Este último rodó por el suelo y resultó con múltiples golpes en diversas partes del cuerpo, que, a patadas y bofetadas le propinó su contrario. El motivo parece ser un artículo de González Ruano publicado en su periódico, con ocasión de la muerte del actor Emilio Mesejo, artículo que mereció la repulsa de gran parte del público, y que comentó en este sentido, en La Tierra, su redactor Ezequiel Endériz”. 

El café debía de ser el de Puerto Rico, situado en el nº 3 de la Puerta del Sol , frecuente lugar de arribada tanto de actores como de Ezequiel Endériz, el agresor que, ya avanzada la Guerra Civil, dedicó al establecimiento un interesante artículo en el  periódico valenciano Umbral. Entre otras cosas, allí se preparó el atentado que en 1921 segó la vida del presidente del Gobierno, Eduardo Dato. No hubo denuncia ni consecuencias ulteriores por la citada agresión de periodista a periodista. Ruano que, obviamente, tenía una buena parte de masoquista, no sólo dio de lado el asunto sino que en sus memorias escribe acerca de Endériz, al que encontró en el París ocupado:

“…navarro de vida agresiva y valiente, bastante desgarrada, había sido en España enemigo mío, pero nos entendimos bien desde el primer momento y hoy es una de las personas a quienes recuerdo, de aquella vida de París, con cariño fraternal (…) En la nostalgia honda e insobornable de la tierra española le ganaba[1], sin embargo, Endériz, y esto era una de las cosas que más me unía a este revuelto tudelano que, entre otras cosas, versificaba en los cafés y en tascas de París sus melancolías españolas de viejo condotiero de la Puerta del Sol. Como navarro, al fin y al cabo, en cuanto bebía se ponía triste y cantaba con un vozarrón macho y altivo”.

Bien debía de conocer César las peripecias biográficas de su antiguo vapuleador porque esta semblanza retrata bastante aceptablemente al tudelano, hombre polifacético que, incluso tuvo un protagonismo indiscutible en la jota navarra, pues suyas son las letras –o, al menos, él las adaptó del acervo popular- que cantó y grabó en los años treinta Raimundo Lanas, el mayor de los creadores de la jota navarra, antes de su temprana muerte el último día de 1939.

No olvidemos, sin embargo, a quien, inculpablemente, propició el episodio del descalabramiento de Ruano. Emilio Mesejo (Alcalá la Real, 1864-Burgos, 1931) es uno de los más populares actores del teatro español en su etapa más vigorosa. Fue su padre, José, quien lo empujó de niño a las tablas y, desde entonces, protagonizó innumerables obras del género chico que, a fines del siglo XIX, exportó a la Argentina, donde durante una larga temporada fue uno de los actores españoles más conocidos. Al regresar, y en lento retroceso su género, se pasó a la comedia, primero con la compañía de María Guerrero y después con la de Enrique Borrás. Además de sus innegables valores actorales, Emilio Mesejo era consumado bebedor, lo que no era nada infrecuente entre la familia escénica. Recuérdese el caso del popular actor cómico, Julio Ruiz, que hasta se reía de sí mismo, escribiendo piezas en las que se despelotaba de sus propias conductas y especial afición al morapio[2].

González Ruano, con el antetítulo “Lo patético y lo bufo”, había escrito la necrológica de Mesejo en Heraldo de Madrid[3], el 23 de febrero de 1931, un día después del fallecimiento del comediante. Fue una embolia que lo arrebató del mundo en la pensión burgalesa donde se hospedaba. El artículo, excelente como tantos de Ruano, destila simpatía por el actor, conocido del periodista, quien le debía de haber prestado ayuda económica en alguna ocasión, pero no oculta el alcoholismo ni la condición bufa y, a menudo, mísera de Mesejo en esa época, lo que debió de encorajinar a sus compañeros de profesión y  amigos. Endériz no se contentó con denunciarlo en su periódico, el muy extremista diario La Tierra, sino que aplicó su “justicia” en directo y a la vista del público para que la humillación fuese más honda.

Ezequiel Endériz

Nacido en Tudela (1889) y fallecido en el exilio parisino (1951) fue hombre asaz contradictorio, aunque no en sus ideas que anduvieron siempre en los frentes más reivindicativos. Tropecé por primera vez con su nombre al realizar la biografía de Raquel Meller porque escribió varias canciones para ella y fue muy amigo y parece que confidente suyo, quizá por la relación que unió a Ezequiel con Enrique Gómez Carrillo, primer marido de la artista, a raíz del encuentro de ambos en el París de 1910. Raquel y Ezequiel, aunque abandonaron pronto sus lugares de origen, eran medio vecinos (Tarazona y Tudela sólo distan 23 kilómetros) y sólo se llevaban un año. Coincidieron, además, en Barcelona, donde Raquel llegó antes, y ella ya andaba por los escenarios cuando lo hizo Ezequiel hacia 1907. Como la visceral rebeldía del navarro invitaba a pensar, sus veinte años lo llevaron a inmiscuirse de hoz y coz en los sucesos violentos de la Semana Trágica. Un capitán lo identificó, fue encarcelado y, al poco tiempo, liberado, parece que a consecuencia de un error del juez correspondiente. Temiendo la revisión, marchó a París, donde se relacionó con Gómez Carrillo y otros exiliados. El 26 de septiembre de 1910 en el cuartel Roger de Lauria de Barcelona se vio el Consejo de Guerra por injurias al ejército. Le cayeron seis meses pero su caso entró en el indulto de final de año.

Antes de trasladarse a Madrid, Endériz se buscó la vida en El Liberal de Barcelona con una actividad tan poco rebelde como la crítica taurina y el seudónimo de “Goyo Faroles”, nombre de un personaje de Anita, la risueña, una zarzuela cómica de los Quintero estrenada a finales de 1911. A partir de aquí, su actividad difiere muy poco de la de tantos letra-heridos, pululando entre la poesía, el teatro y el periodismo de la época, en su caso, completada con la lucha social. Los versos de Abril (1911) formaron su libro inaugural; Vengadoras (1912) fue su primera novela; Nubes de la sierra (1914), su primer estreno y Belmonte, el torero trágico (1914), su primer trabajo periodístico en formato de libro, prologado por el tan pintoresco como temible Prudencio Iglesias Hermida, con el que antes había disputado. A lo largo de su vida totalizó una quincena de libros y una docena de obras estrenadas[4], muchas veces en colaboración

La Favorita

con su amigo, el también periodista navarro Víctor Gabirondo, amén de escribir la letra de casi un centenar de composiciones musicales llevadas al escenario por figuras como Raquel Meller, Raimundo Lanas y otras, como Ofelia de Aragón, La Zazá, La Favorita, que también fue su amante, La Goya, Resurrección Quijano, Lola Membrives, Consuelo Hidalgo, todas con algún peso en el mundillo de las varietés. Actividad la de letrista que, seguramente,  proporcionaría a su autor más rédito que las anteriores. Por su parte, él siempre anduvo cerca de los nutritivos entretelones de las sociedades de autores. Se le pudo tildar y se le acusó de muchas cosas, pero nunca de pánfilo.

Adicto a cualquier tipo de enfrentamiento y de polémica, las tuvo con Villaespesa, traductor de una obra de Julio Dantas que su autor había concedido en exclusiva a Endériz y Gabirondo; también, con el comediógrafo aragonés Atanasio Melantuche, igualmente, por cuestiones de derechos, aunque terminaran amistándose y nunca le faltaron ganas y arrestos para inmiscuirse en cualquier tipo de bochinche ideológico o sindical. De hecho, colaboró en los periódicos más explosivos de la época y bastaría citar los nombres de algunos de ellos, particularmente exagerados, cuyas anécdotas y facecias aparecen por doquier en los libros que recuerdan la época: Revolución, El Parlamentario, Los Comentarios, El Soviet, Las Izquierdas… De Endériz es el mérito de haber firmado la que quizá sea la primera obra publicada en España sobre el acontecimiento que terminó con la dinastía zarista: La Revolución rusa (Sus hechos y sus hombres). Publicada a finales de 1917 con prólogo de Luis Araquistain, en la madrileña editorial Mateu, sus 169 páginas analizan con asombrosa cercanía temporal los acontecimientos de los meses anteriores. El volumen se refiere a los hechos acaecidos entre febrero y octubre de ese año, en los que la figura principal fue Kerenski, a quien Endériz defiende expresando su confianza en él y también en Lenin, apoyando sus argumentos con la efímera creencia de que esa revolución no había fusilado a nadie.

Poco tardaría la realidad en desmentir sus impresiones. Trece meses después, en el número correspondiente a enero de 1919 de la revista Cosmópolis, dirigida por su amigo Enrique Gómez Carrillo, que en 1916 había prologado su segundo libro lírico, La travesía del desierto y otros poemas, Endériz publicaba el artículo “La penetración de las ideas bolchevikis (sic) en España” (pp. 74-80). En las primeras líneas del mismo ya anticipaba:

“De los frutos de esta guerra de desolación que acaba de finar, ninguno tan contagioso y tan grave para las bases de la actual sociedad como ese bolcheviquismo”.

El autor considera que el movimiento tiende a destruir la civilización europea porque se nutre de primitivas doctrinas afroasiáticas y cita a Gabriel Alomar, con el que se carteó, para denunciar “el doctrinario leninista y el cristianismo, también fuertemente antieuropeo”. La condición de España como el país espiritualmente menos occidental de Europa y su propensión al misticismo la hacen terreno abonado para la expansión de tales ideas. Por otro lado el español otorga mucha más importancia a la igualdad que al resto del trío: libertad y fraternidad. Si para lograr la igualdad es preciso, acepta la “voluptuosidad” de la tiranía. La fraternidad no es compatible con nuestra característica envidia. Tanto por ello como por el altamente justificado odio a la autoridad: “Todo régimen sentado en la igualdad hace prosélitos en España (…) igualdad hasta para el infortunio”.

Otras frases, si no plenamente originales, sí muestran el talento periodístico y la fuerza de estilo del navarro: “El pueblo no cree aquí en las aristocracias. La de la sangre le parece grotesca, cosa cómica; la del talento, la recela y la teme; la del dinero, la odia”. Así, habiendo españoles que “sueñan hoy con un régimen de terror, copia del de Lenin y Trotsky, del que esperan un torrente de justicia”, estima que España está en vías de que tales doctrinas se impongan.

Por entonces, Endériz presidía el Sindicato de Periodistas de la UGT y encabezó la huelga  profesional que terminó con la fundación de La Libertad, diario nacido el 13 de diciembre de 1919, por la defección de un numeroso grupo de periodistas de El Liberal. Con diversos bandeos ideológicos, según cambiara la propiedad, el nuevo rotativo estuvo más próximo al sindicato libertario que al socialista y fue uno de los periódicos madrileños más significados hasta el fin de la guerra civil, y Endériz, uno de sus más estimados redactores, que también iría acercándose a la CNT, aunque no militara en ella hasta la II República.

Para el ejército español y para Endériz, 1921 fue un mal año. Tras el desastre de Annual, fue enviado a cubrir la información bélica en Marruecos pero la muerte de su mujer, Manuela García Junco, de 25 años, con la que hace poco había matrimoniado, le forzó a abandonar el Rif con urgencia. Regresó, estuvo herido por caer del caballo, fue encarcelado y, finalmente, expulsado de Marruecos junto a otro escritor, Guillermo Hernández Mir, porque el tono de sus crónicas no agradaba al gobierno. Cuando se quería silenciarlo, siempre se recurrió a reabrir cualquiera de los muchos expedientes en los que durante la década anterior había estado incriminado. En este caso, uno de 1917 por haber gritado “¡Viva la República!” en un mitin en Barcelona, de lo que pronto fue absuelto. Su carácter independiente le indujo a abandonar La Libertad en octubre de 1922, cuando, por la entrada de capital nada limpio, dudó de la independencia del diario. Un mes después, con otros redactores, fundaba y dirigía el Diario del Pueblo, que no tuvo éxito. La Acción y Heraldo de Madrid, donde un artículo de su autoría provocó un juicio por injurias a Cambó, del que también fue absuelto, fueron otras cabeceras que le permitieron satisfacer su imperativo categórico, antes de acogerse a la refundación de La Tribuna, diario de la noche que,  bajo la dirección de Salvador Cánovas Cervantes, había funcionado entre 1912 y los inicios de la década siguiente y que el 30 de abril de 1924 reaparecía bajo la batuta de Endériz. Tampoco resultó muy longevo el proyecto.

El culo inquieto del tudelano lo llevó a recuperar sus veleidades escénicas y varietinescas y escribir sobre teatro, de nuevo en Heraldo de Madrid, a conspirar dentro de un orden -el de la Dictablanda-, a proponer la celebración del Día del Periodista y a intimar con Blasco Ibáñez –la república en el horizonte- con el que se retrató en la que dicen es la última fotografía del novelista valenciano. Endériz tuvo la capacidad de amistarse a la vez con Sanjurjo y con Franco, el aviador. A los dos golpistas los había tratado en Marruecos y, sin duda, también trataría al tercero en discordia. El caso es que anduvo medio implicado –al menos, el juez lo llamó a declarar- en la asonada de Cuatro Vientos en diciembre de 1930.

Inmediatamente, Ezequiel Endériz se inmiscuyó en la fundación de otro diario, La Tierra, la empresa periodística en la que duraría más tiempo, aunque no demasiado. El inspirador era de nuevo Ninini (Cánovas Cervantes) y desde su primer número (Año Nuevo de 1931), fue un ariete contra la moribunda monarquía y, una vez extinta ésta, contra el PSOE, con especial aversión a la figura de Indalecio Prieto y bastante cercano a las posturas cenetistas. Quizá su mayor popularidad la alcanzó el diario con los reportajes publicados entre julio y septiembre de 1933, sobre el asesinato de Hildegart perpetrado por su madre, firmados por Eduardo de Guzmán y el propio Endériz, que también llevaba una jugosa sección con el nombre de “Tic-Tac”. En octubre, Cánovas y Guzmán encabezaron una candidatura, abundantemente publicitada en su diario, por el Partido Revolucionario Social Ibérico, fundado en 1932, con el que se presentaron sin éxito, por el distrito de Sevilla. Cumplidos los tres años en esta batalla, La Tierra anunciaba el 23 de febrero la retirada del compañero Ezequiel Endériz para dedicarse a tareas literarias. 

Fueron sin embargo, sólo un par de libros los que publicó en los dos años que faltaban para la guerra, El pueblo por Azaña: del Ateneo ¡hasta el gato! y Guerra de autores. En éste cuenta todos los manejos que hubo en estas generalmente poco claras entidades en las que él anduvo casi siempre entrometido. De hecho, era el Secretario de la recién creada Sociedad de Autores del Libro y de Prensa y director técnico de una Oficina de Relaciones Cinematográficas y Teatrales, donde, sin duda, se gestionaba más guita. En cuanto al libro sobre Azaña, todo venía de otra salida de madre del navarro que en La Tierra había calumniado a Azaña, de manera más bien rastrera, adjudicándole hechos inciertos, como la crueldad con los animales y el odio a su propia madre, cosa que el político alcalaíno recordaría amargamente en sus escritos. Ahora había llegado la hora de rectificar.

Como para casi todos, la guerra fue para Endériz un carrusel vertiginoso. Nombrado,  junto a los anarquistas Fernando Pintado y Liberto Calleja, como enlace de las comisiones periodísticas de la CNT con la UGT, vivió en primer plano la multitud de conflictos consiguientes. En Solidaridad Obrera sostuvo la sección “La máscara y el rostro”, fue el presidente de la agrupación “Amigos de Méjico”, que organizó varios homenajes al país presidido por Lázaro Cárdenas, y hasta escribió un libro, Teruel (1938), cuya parte más optimista se felicita de lo bien que se retiraron los milicianos tras la definitiva pérdida de la capital bajoaragonesa.

Al finalizar la contienda el combativo periodista cumplía el medio siglo y bien podía decir que las tres últimas décadas las había vivido en medio de la vorágine española. Quedaba el rumiarlo, que fue la digestión de gran parte de los exiliados que escaparon de la represión y encontraron la guerra mundial. Por una parte, Endériz se ocuparía en contrarrestar los manejos comunistas para hacerse con el control de la Asociación de Periodistas Republicanos Españoles. Por otra, seguiría escribiendo en Solidaridad Obrera, L’Espagne Républicaine y otros medios del exilio. Lo que más trascendió fue su participación, con el seudónimo Tirso de Tudela, en las emisiones internacionales de Radio París, especialmente en el programa político-folklórico-cultural “La rebotica”, junto al cura vasco Alberto Onaindía, quien había denunciado internacionalmente el bombardeo de Guernica. También sucedería al anarquista Antonio Fernández Escobés como director de la colección de narraciones cortas “Los novelistas españoles” que se editó en Toulouse desde 1947 a 1949. En enero de este último publicó la última de dicha serie, El cautivo de Argel, obviamente referida a Cervantes, que sería su penúltima obra. La postrera, en este mismo año, Fiesta en España, libro en el que recoge en forma de breves ensayos un florilegio de sus intervenciones radiofónicas en torno a la canción popular, el folklore y las fiestas españolas.

Cuando el 8 de noviembre de 1951 moría Ezequiel en París un jueves de otoño, no sé si con aguacero, a punto de cumplir los 62 años y dejando varios libros sin editar, su viejo amigo-enemigo César -entonces con 48 años y que, también con 62, moriría catorce años más tarde- había publicado alrededor de 75 obras y era ya el periodista más popular de España. 1951 fue el año de publicación las citadas memorias, Mi medio siglo se confiesa a medias, en las que Ruano recordaba a Endériz con “cariño fraternal”. Póstumamente, se publicó el diario de César[5], donde el día 9 de diciembre de 1951 –un mes y un día  después de la muerte del navarro- había apuntado:

Me dan noticias de la muerte en París de Ezequiel Endériz, con quien me unió en mis años de vida en Francia tanta amistad como enemistad me desunió de él anteriormente en la vida madrileña. Siento mucho esta desaparición definitiva.

Está claro que, en 1951, a los veinte años de su muerte, ya no se acordaba nadie del pobre Emilio Mesejo. Ni tampoco del género chico que le otorgó la fama en el Madrid del mantón y la verbena. ¡El gran Mesejo, hijo! El mismo que había interpretado a uno de los tres ratas en el estreno de La Gran Vía (1886) en el Teatro Felipe, y en el Apolo, coliseo en el que fue un ídolo, al Giuseppini de El dúo de La Africana (1893) y al Julián de La Verbena de La Paloma (1894).

Mesejo, entre otros dos actores en «Doloretes»

Habría que esperar casi treinta años para que algunos profesores advirtieran que el teatro en el que este actor se movía como pato en albufera tenía más interés que las comedietas y dramones que se representaban en los teatros serios de la época de intersiglos.

NOTAS

[1] “le ganaba” al periodista, Salvador Cánovas Cervantes, al que César acababa de referirse en texto y de quien se decía: “los tres nombres mienten”, por lo que se le llamaba «Ninini».

[2] ¡¡¡Ruiz!!! (monólogo en un relámpago dividido en cuatro tipos), Madrid, Establecimiento Tipográfico de M. P. Montoya y Compañía, 1882.

[3] Recogida en César González-Ruano, Necrológicas (Ed. de Miguel Pardeza), Madrid, Fundación Cultural MAPFRE Vida, 2005, pp. 169-170.

[4] Entre ellas, habría que destacar La guitarra de Fígaro, con música de Pablo Sorozábal, que se estrenó en el Teatro de la Zarzuela (1933).

 

 

 

 

 

 

 

Dos de los primeros títulos publicados por Endériz

(Publicado en El Periódico de Aragón, 17 de mayo de 2020 y Diario de Mallorca, 18-V-2020)

Si atendemos a Álvaro Retana, historiador, compositor, letrista, modisto, figurinista, ilustrador, novelista y máximo pontífice del cuplé, Mercedes Serós fue “la más completa estrella de variedades de su tiempo –los años veinte-, pues reunía belleza, figura, juventud, distinción, una voz preciosa, una mímica impecable y, además, era consumada bailarina, derrochando gracia en su coreografía”.  A su agraciado rostro y talle, unía unos brillantes ojos negros que hicieron a Ángel Zúñiga escribir que parecía “una muñeca de cera o de porcelana”. Añádase a ello una versatilidad y facilidad para ponerse al día, que le permitió afrontar todos los estilos del cuplé y otras modalidades musicales que triunfaron en la década feliz: fox, shimmy, charlestón, tango, java, rumba, danzón…, sin que por eso desdeñase en su repertorio la tradición en forma de tonadilla, chotis, pasodoble, jota o sardana. Millonaria por los réditos de su arte y por su matrimonio, tras la guerra, no necesitó volver a los escenarios y su recuerdo se fue disipando. No está de más reavivarlo cuando se acaba de cumplir el medio siglo de su muerte.

La enciclopedia Espasa y otros repertorios yerran al dar la fecha y el lugar de nacimiento de Mercedes Serós, que vino al mundo en la calle Soberanía Nacional nº 15 -hoy, Avenida de César Augusto- de Zaragoza, el 10 de Abril de 1900. Las razones de quienes la han hecho barcelonesa pueden proceder de que sus padres, Antonio Serós y Cristina Ballester, eran catalanes y se encontraban temporalmente en Zaragoza, donde Antonio venía trabajando como jornalero en las huertas del Ebro. Además, cuando todavía la futura artista gastaba pañales, la familia volvió a la capital catalana, donde ya viviría siempre, para instalarse en el número 84 de la barcelonesa calle de Vilá y Vilá, muy cerca del Paralelo, lo que seguramente influyó poderosamente en el destino artístico de Mercedes.

Trayectoria artística

Años después, tanto “La Viosa”, apodo de la madre de la futura cancionista, como su hermano menor trabajaban en el famoso Edén Concert en la calle Conde de Asalto, ella como encargada de vestir a las artistas y el chico, en calidad de botones. Con estos antecedentes, a Mercedes no le sería difícil debutar a los dieciséis años como bailarina. Se probó un fin de semana en Molíns de Rey cobrando seis duros por las dos funciones y, a primeros de septiembre, ya debutaba en el Salón Doré de la Rambla de Cataluña con muy buena aceptación. Al poco tiempo, preparada por Urbano Cale, fue intercalando algunas letrillas entre sus danzas y, como su delicada voz y forma de interpretar gustaban, el baile terminó convirtiéndose tan sólo en un adorno de sus canciones. Cuatro meses después se presentaba en Madrid actuando en el teatro Romea y en el Hotel Palace y un año más tarde ya era la estrella en el Trianon Palace (Alcalá, 20), a la sazón, el local de variedades más lujoso de la Villa y Corte.

Mercedes Serós era de menguada estatura pero bien proporcionada y de rostro muy agradable realzado con un lunar en su mejilla. Su figura pertenece ya a la segunda época del cuplé, caracterizada por el triunfo de Raquel Meller, en la que va a privar más la interpretación y el buen hacer en un escenario que el erotismo, la extravagancia o los factores extra-artísticos. Precisamente Mercedes se convertirá en la principal rival de la que fue reina del género. Cantaba con excelente gusto y muy buen timbre de voz, era una experta bailarina y sabía tocar las castañuelas. Capaz de penetrar en los estilos más diversos fue, junto a Pilar Alonso, la principal divulgadora del cuplé catalán, aunque en su repertorio predominarán los cantados en español. Interpretó siempre canciones escritas para ella, sin acudir al repertorio ajeno. Tenía una clara dicción de la que dejó muestra en sus más de doscientas grabaciones. Fue una de las artistas españolas que más canciones llevó al disco en esta época.

Mercedes había comenzado a grabar para la discográfica Gramófono el 14 marzo de 1923. Su primer registro fue el fox-shimmy “Iowa”, al que siguieron “El Bambú”, “Vida rota” y “El mosquetero”. Con el tercer disco, grabado el 9 de junio, vendrían los primeros éxitos: “El hombre ha de ser feo” y, sobre todo, “Venga alegría”, que propició el nacimiento de una revista barcelonesa con el mismo título y que años después volvería a triunfar en la desternillante versión de Mary Santpere. “La modista militar”, cuplé habitualmente conocido como “Batallón de modistillas”, el pasodoble-jota “Justicia baturra” (1924) y el archipopular chotis “Rosa de Madrid” (1927) fueron otras de sus creaciones más populares. Los años centrales de la década de los veinte constituyeron el marco de su mayor prestigio. El éxito la llevó a París, a principios de 1925, donde actuó en Le Perroquet y el Olympia.

Valencia

El popular himno a la capital levantina proviene del coro de marineros de La bien amada, una zarzuela de José Andrés de Prada y el famoso maestro Padilla, estrenada en octubre de 1924. La obra no tuvo demasiado éxito pero el coro fue aplaudido. Así, cuando Mercedes Serós se dirige al maestro para que le componga una música para su presentación en París, éste recurre a José Andrés de Prada para que escriba una nueva letra, una especie de himno-pasodoble a Valencia, que Mercedes cantó con tanta fortuna, que poco después fue adoptado y llevado al éxito internacional por La Mistinguette, a la que, con cincuenta bien llevados años, ya motejaban de abuela. Recién llegada a España, Mercedes Serós se apresuró a grabar “Valencia”, junto a “Corpus Christi”, la otra canción que le había compuesto Padilla para cantar en París. En seguida, “Valencia” sería llevada al disco por figuras como Raquel Meller, Carlos Gardel, Ofelia de Aragón o Carmen Flores. En agosto, según un artículo del corresponsal de La Libertad en Nueva York, “se oye por todas partes”.

Raquel frente a Mercedes

Durante los años veinte se habló mucho de la rivalidad entre ambas. La primera estaba en la cumbre de su prestigio internacional y su endemoniado carácter nunca admitió seguidoras ni rivales. Pero Mercedes cantaba muy bien, tenía éxito y, lo que es peor, seguidores que la consideraban superior a la de Tarazona. Se ha dicho que Álvaro Retana propuso un desafío en el Madrid Cinema de la calle Malasaña, en el que cantaran las mismas canciones y el público juzgara y decidiera. Naturalmente, Raquel no se prestó a un juego en el que no tenía nada que ganar pero castigó a la joven artista llamándola “Mierdecita Serás” ante los periodistas y poniendo el nombre de Merceditas a uno de sus pequineses.  

En 1920 la Serós había rechazado la consabida oferta para trabajar en América que solían recibir las cupletistas de éxito porque le parecía poco el estipendio de mil pesetas por función. Y, cinco años más tarde, en el contrato que se le presentó tras sus éxitos en París, declaró haber recibido una oferta cinematográfica pero “el desconocimiento del inglés me desconcertó y rehusé”. Aunque ya sabemos la precaución con que hay que tomar esta clase de declaraciones tan difícilmente comprobables. Más en una época en que el cine aún era mudo, con lo que no podría exhibir en él su principal virtud. Por otro lado, la competencia (Raquel Meller), que tenía su mejor cualidad en el matiz y la gestualidad, estaba triunfando en la pantalla internacional, con lo que es posible que la oferta fuese deleznable o perteneciera al mundo de los deseos.     

Vida privada y muerte

Pese a su buen carácter, la vida personal de la cancionista fue accidentada. Tras el contubernio taurino-varietinesco, que no podía faltar en la trayectoria de una cupletista española, -en este caso fue el noviazgo con el tauricida  Emilio Méndez- Mercedes se casó el 14 de junio de 1923 con Pedro Cruspinera Sala. Se pidió dispensa de las amonestaciones porque el marido andaba amenazado de muerte y deseaban casarse “con urgencia y reserva”. A los cuatro meses, Cruspinera desapareció y nunca volvió a saberse de él, lo que dio pie a especulaciones sobre boda amañada. Después, vivió con el muy adinerado industrial Pelayo Rubert Alegrín, con el que matrimonió finalmente en 1950, una vez que obtuvo las dispensas canónicas, al darse por muerto a su primer marido, del que le había sido concedida la separación en 1928. Es curioso que los últimos discos grabados por la cancionista (1933) fueran unos anuncios radiofónicos para la empresa que Pelayo había heredado de su tío, Pío Rubert Laporta, que tenía su sede en Ronda de San Antonio, 66 y fabricaba paraguas, monturas, tejidos, materiales de  vidrio y todo tipo de artículos de regalo. En estos divertidos textos cantados publicita paraguas, monederos, bastones, abanicos… Todo ello –repite el disco- se encontrará en la dirección antedicha.

El matrimonio no tuvo hijos. Desde su retirada justo antes de comenzar la guerra, exceptuando el periodo bélico en el que se colectivizó la industria familiar y anduvieron en peligro, Mercedes llevó una existencia regalada en sus torres de las calles Santaló y Dalmases, ya lejos del ambiente artístico, aunque, finalmente, se separara de su su segundo marido, que volvió a casarse y la sobrevivió 18 años. La cupletista hubo de trasladarse al que fuera su último domicilio en la calle Córcega 238, donde murió a causa de un trombo cerebral originado por la arterioesclerosis que padecía. Eran las 4.55 horas del 23 de Febrero de 1970, once años justos antes del 23-F. Se la enterró en el panteón de los Rubert del Cementerio de Montjuich, muy cercano a los mausoleos de Isaac Albéniz y Jacinto Verdaguer.

Sin embargo, ni en la prensa ni en la calle se organizó revuelo alguno, como sí había sucedido con el entierro de Raquel ocho años antes. En el medio siglo transcurrido desde entonces, aunque alguno de sus cuplés pueda escucharse en el benéfico youtube, la desaparición de Mercedes Serós ha sido casi tan total como la de aquel pájaro de cuenta, que por primera vez la condujo al altar.

PRECIOSILLA (Manuela Tejedor Clemente), Calatayud (Zaragoza), 7.I.1893 – Madrid, 12.XI.1952. Cupletista

En los inicios del sigo, todavía niña Manolita, la familia se trasladó a Madrid, donde una hermana de su padre, de nombre Pascuala, regentaba una pensión para artistas en el número 15 de la calle Jardines. En ella moraba junto a su madre una muy joven aunque ya consagrada, Pastora Imperio. Sin duda, fue allí donde la joven adquirió el veneno del escenario. Pronto, la muerte del padre deparó que los  ingresos se hiciesen imprescindibles, con lo que, tras prepararse en diversas academias y asesorada por el maestro Quinito Valverde, que fue su Pygmalion y amante, comenzó a trabajar con el nombre de La Minionnette, aunque, ya en 1911, a raíz de su debut en el Petit-Palais, lo cambió por el cervantino remoquete de La Preciosilla y poco tardó en hacerse un hueco en el concurrido mundo de las varietés, gracias a su belleza, desparpajo y cualidades de bailarina y cupletista,

En 1912 se incrementó su popularidad, a raíz de sus actuaciones en el teatro Romea con un repertorio de canciones picarescas servidas por Quinito Valverde, que, además la llevó a la capital francesa donde debutó en music-hall Jardin de Paris, logró cierto reconocimiento y volvió todavía más experta en las artes del escenario y la seducción. Desde entonces fue famosa por ello y procuro que sus escarceos eróticos le fueran provechosos. Preciosilla supeditó sus escrúpulos al brillo y al triunfo personal. Sus atuendos eran de los más atrevidos de la época y las joyas -también se la llamó «la reina de los brillantes»- reclamaban la atención por su espectacularidad. 1912 fue también el año en el que registró ocho grabaciones -había grabado las primeras en 1911- extraídas del repertorio proporcionado por Valverde. En vista de ello, su hermana mayor, Mercedes (1890-1963), también de gran belleza, se había lanzado a los escenarios, unos meses antes, con el nombre de Mussetta, también llamada Preciosilla II. Según Retana, no sentía el arte y desconfiaba de sus facultades, frente a su hermana. Tras unos años de actuaciones, matrimonió en 1923 con un sujeto adinerado, acción que constituyó el afortunado fin de carrera de muchas de sus congéneres.

De nuevo en España, Manolita tomó lecciones con el maestro Larruga y pronto se hizo habitual en los escenarios más concurridos. Es curiosa su asociación con la Chelito, con la que actuó durante el periodo central de la segunda década del siglo. Las dos eran adictas a lo que entonces llamaban sicalipsis y después se denominaría «destape», privilegiaban la rumba y la machicha y procuraban enredarse con amigos de posibles. Álvaro Retana, amigo de ambas y también de Mussetta, no solía ser muy piadoso cuando se trataba de hacer sus semblanzas: «Aunque nacida en Calatayud no era amiga de hacer favores (…) si no había posibilidad de beneficio monetario».

De la larga vida artística de Preciosilla, apenas nos queda su treintena de discos. Sabemos que en 1915 participó en alguna filmación para Royal Film, empresa fundada por el gran Ricardo Baños, pero se ha perdido, como se esfumaron las de divas como Raquel Meller o las de mitos como Jack Johnson, el púgil campeón del mundo que peleó en Barcelona con el dadaísta Arthur Cravan. A partir de esa fecha, Manolita actuó sin cesar por España y Portugal, viajó por toda América con variable fortuna, aunque fuera en las Antillas donde alcanzó mayor éxito. Al volver a España, ya llevaba la fama de ser una potentada, pese a que su representante le sustrajo buena parte de las ganancias.

    En los años treinta, a pesar de los cambios de gusto del público y la decadencia del género, Preciosilla siguió actuando con asiduidad. Una nota de Estampa en 1932 advierte: «Si las compañeras de varietés de Preciosilla se eclipsaron voluntariamente, ésta en 1932 es diosa mayor de la mitología cabaretera y cuando surge un bilbaíno dispuesto a gastarse mil pesetas en champaña, Manolita se baña en esta espuma».

    Durante la guerra civil -y pese a sus convicciones franquistas, estimuladas por su privilegiada situación económica- actuó para los combatientes republicanos. Hubo de responder así, pues, denunciada por deudores y vecinos envidiosos, fue expedientada en 1937. Pasaría un par de meses en la cárcel de mujeres, pero la causa se fallaría a su favor. Desde octubre de 1938 hasta febrero de 1939 fue una de las figuras del espectáculo «Radio Variedades Calderón 1940» en el teatro de ese nombre, con Ramper, Balder, La Yankee, Perico del Lunar y otros, destinado a mantener la moral de la población. Es verdad que no pudo salir de Madrid y hubo de afrontar las consabidas requisas, denuncias y acusaciones, incluso una vecina de ideas radicales quiso asesinarla.

Acabada la contienda, en retirada el género que le dio fama y, a pesar de lo que perdió en la guerra, con un buen patrimonio, Preciosilla se retiró de los escenarios y se dedicó a incrementarlo. Al morir,  dejó a su hermana Mercedes, ya viuda, una sustanciosa suma. Ésta construyó un mausoleo y, a su muerte, los bienes pasaron a fundaciones piadosas.

Publicado en Diccionario biográfico español, Madrid, Academia de la Historia, 2012. (Con varias adiciones).

                                                       BIBLIOGRAFÍA

BARREIRO, JavierCupletistas aragonesas, Zaragoza, Ibercaja, 1994, pp. 21-29.

-, Siete cupletistas de Aragón, Zaragoza, Prames, 1999, pp. 30-36. CD con varias grabaciones de las artistas estudiadas.

-,Voces de Aragón, Zaragoza, Ibercaja, 2004, pp. 148-151.

-Voz: «Tejedor Clemente, Manolita (Preciosilla)», Diccionario biográfico español. Vol. XLVII, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, pp. 695-696.

LÓPEZ RUIZ, José, Aquel tiempo del cuplé, Madrid, Avapiés, 1988, pp. 94-99.

MIRANDA RUIZ, Juan Carlos, http://consuelitoyotrasbellasdelcuple.blogspot.com.ar

RETANA, ÁLVARO, Historia del arte frívolo, Madrid, Tesoro, 1964, p. 77.

                                                 DISCOGRAFÍA ESCOGIDA

El diávolo francés, Jumbo Record A135028; Difícil de decir, Jumbo Record A135029; La chica de Mezquita-La danza de Madrid, Gramófono 653100; ¡Ay!, ¿Qué me haces?, Gramófono 653001; Una noche feliz, Gramófono 653002; La chumbera, Gramófono 653003; La danza del oso, Gramófono 653004; Filomena, Gramófono 653005; La codorniz, Gramófono 653006; Preciosilla (canción de gente menuda), Gramófono 653007; La mujer española, Gramófono 653008; El beso internacional, Pathé 2446A, El piropo cosmopolita, Pathé 2446B; Secundino, Pathé 2447A, S. A. La Rumba Pathé 2447B

(Publicado en Aragón Digital, 14-16 de febrero de 2020).

La casa natal de la cupletista Ramoncita Rovira, la creadora de “Fumando espero” y “El tango de la cocaína”, ya tiene protección municipal y “Cal Bisbe”, en la plaza mayor del pueblo, será convertida en un museo, ya que el ayuntamiento de La Fullola (Lérida), al que fue cedida, así lo ha aprobado en el marco del proyecto FEDER, Camí de Sant Jaume (Camino de Santiago).

Por seguir con la música, en Albalate de Cinca, localidad próxima a La Fullola, fue el propio Miguel Fleta quien compró su casa natal, la modernizó y al poco tiempo se deshizo de ella, con lo que el único recuerdo del tenor que allí queda es una doble placa conmemorativa. Solamente a 11 kilómetros de Albalate se encuentra Chalamera, lugar donde vio la luz Ramón José Sender, cuya casa fue derribada antes de que el novelista pudiera verla en su viaje de regreso en 1976.

Raquel Meller, la más esclarecida de las colegas en el arte de Ramoncita Rovira y la actriz española más internacional de los años veinte, tuvo en Tarazona su casa natal que también fue derribada el año de Mari Castaña. Y, menos mal que no han tirado su partida de nacimiento, porque ya hace tiempo que habría sido declarado formalmente su origen riojano o catalán, como así se ha defendido y escrito. Por cierto, que Raquel tiene estatua en Barcelona pero no en Zaragoza.

Para no alejarnos en el tiempo de las demoliciones, podríamos recordar que en Villanueva de Gállego se derribó la casa donde nació uno de los pintores más importantes del siglo XIX, Francisco Pradilla, pese a toda la energía que puso en evitarlo APUDEPA. Como la citada y benemérita asociación en defensa del patrimonio aragonés defendió, la modesta construcción estaba muy arraigada en la memoria popular de Villanueva, y reconocida como un lugar de conmemoración entre los grupos artísticos aragoneses, de lo que daban cuenta las dos lápidas que ostentaba la modesta construcción, una de ellas colocada sólo 14 años antes por el propio ayuntamiento que en 2012 concedió licencia para su derribo.

Y, si hablamos de pintores, un colega de Pradilla, nacido un siglo antes y con su mismo nombre, llevó el apellido Goya. Su casa natal tuvo que descubrirla o inventarla otro pintor y viajero llamado Zuloaga, más de una centuria después de su nacimiento.

Alguna vez he contado cómo a finales de los años setenta desembarqué en Codo, lugar muy cercano a Belchite, para comprar una garrafa de su excelente vino y pregunté por Benjamín Jarnés. El habitante del agro aragonés solía mostrarse curioso con el forastero, con lo que en seguida se formó un nutrido grupo que incluía al alguacil, preguntándose y, sobre todo preguntando al viajero, quién podía ser ese señor. Al final fue una vieja quien aclaró el entuerto: según recordó, debía de ser el hermano de “aquel tontico que tocaba tan bien las campanas”. Y hasta tenía mérito la memoriosa señora, pues los Jarnés eran 22 hermanos y algunos no tenían ni pizca de tontos.

Si vamos a los compositores aragoneses del pasado siglo, no pregunte usted por la casa natal del maestro Monreal en Ricla ni por la del maestro Montorio en Huesca, tampoco por la del maestro Marquina en Calatayud o por la del maestro Cayo Vela en Brea. Si le muestran algo, será lo que han edificado encima de lo que demolieron.

Por eso, no es extraño que en muchas de estas localidades pregunte a sus moradores y no sepan decirle casi nada acerca de sus hijos más ilustres, cuando su figura, trascendencia y relevancia deberían enseñarse desde la escuela primaria.

Otro día nos referiremos a las honrosas excepciones.

Maestro Monreal

 

Maestro Marquina

Maestro Marquina

Maestro Montorio

Maestro Montorio

 

 

 

 

Realizada por Manuel Galeote, Analecta Malacitana, revista de la Universidad de Málaga, AnMal Electrónica 42 (2017) M. Galeote ISSN 1697-4239.

Javier Barreiro es autor de innumerables publicaciones, como su monumental Diccionario de autores aragoneses contemporáneos (1885-2005) (Zaragoza, Diputación Provincial, 2010), en el que invirtió varios lustros. En su trayectoria investigadora, sobresale el esfuerzo por rescatar las figuras de la bohemia finisecular, la galería de escritores raros y olvidados de principios del XX, así como la discografía española más antigua. Ha reivindicado a los autores heterodoxos y que han antepuesto el alcohol, las drogas o la muerte a la literatura y la vida. Su infatigable rastreo de pistas bio-bibliográficas sobre ellos ha fomentado su dedicación constante a la bibliofilia y al coleccionismo de publicaciones periódicas, revistas, partituras o registros sonoros, incluidos los cilindros de cera, las pizarras monofaciales y cualquier otro soporte. Tiene en prensa dos libros que verán la luz en el último cuatrimestre de 2017, Alcohol y Literatura (en Ediciones Menoscuarto) y una edición de La Cochambrosa, la primera y hasta ahora desconocida novela del malagueño Pedro Luis de Gálvez (1882-1940), que publicará Renacimiento.

«La bohemia española tuvo mucho más de forma de vida que de patrón estético»

Manuel Galeote: En los albores del siglo XX, tras el Desastre colonial de 1898, antes de la Primera Guerra Mundial, ¿encuentras en España un mundo literario lleno de bohemios? En tus libros, por ejemplo, Cruces de Bohemia (2001) y Galería del olvido (2001), ¿cómo se presentaba esa galería de escritores bohemios?

Javier Barreiro: Muchos de los bohemios escribieron acerca de sí mismos y de su ambiente. Pero muy poco nos dejaron de su auténtica identidad. Pinceladas abruptas, un poco de conmiseración y  algo de risa. Pero a esos bohemios los recordamos porque escribieron. Muy poco podemos reconstruir de su vida. Los retazos con que los pintaron sus contemporáneos son impresiones o recuerdos recogidos de otras impresiones. Por ellos sabemos que pedían, bebían, olían y dormían en la calle o en tugurios peores que la calle. En suma, era gente paupérrima y arrostraban la certeza de que no iban a gozar ocasión para dejar de serlo. Si la bohemia en sus inicios románticos estuvo vinculada a la poesía, a partir de la Restauración se agrupó en torno al periodismo, superficialmente estudiado, entre otras causas, porque gran parte de aquellas publicaciones se ha perdido. Fueron principalmente los diarios republicanos promovidos en torno a Ruiz Zorrilla los que congregaron el mayor contingente de bohemios activos, aunque no faltaron en la prensa de otros colores. Cuando la tripa suena, parece que se abaten los escrúpulos. Pero, como no podía ser de otra manera, los bohemios constituían una curiosa amalgama de idealismo y picaresca. Ambas actitudes se fundían o se disgregaban según la circunstancia impusiera mecanismos de solidaridad o necesidad. De cualquier modo, la bohemia española, sin ánimo de categorizar sus rasgos y periodos, tuvo mucho más de forma de vida que de patrón estético.

MG: Los bohemios se marcharon… Recuerdo tu libro Un hombre que se va… Memorias de Eduardo Zamacois (2011). ¿Por qué leer a Zamacois en el siglo XXI?

JB: Nadie mejor situado que Zamacois para darnos una crónica histórica, sociológica y literaria del siglo que le tocó vivir. Sobre todo literaria, porque estuvo en el centro, como testigo y en abundantes ocasiones como protagonista, de muchos de los acontecimientos más significativos de su tiempo. Zamacois fue protagonista y testigo del problema cubano y los pujos regeneracionistas de toda una época, coetáneo del modernismo que, si estéticamente le tentó poco, hubo de vivir con intensidad en sus años de redacciones y bohemias. Si decimos bohemia, Zamacois conoció y trató a todos sus servidores, desde aquellos con pretensiones de exquisitos hasta los más zarrapastrosos y desmandados, como Pedro Barrantes. Vivió, ¿cómo no?, en París, durante unos años. Dirigió la revista sicalíptica más popular de su tiempo, La Vida Galante, y no es de destacar aquí la relevancia que en la vida, la música y el teatro español tuvo esta apertura de mentes y costumbres traídas por el entorno teatral y periodístico de lo que se llamó sicalipsis. Respecto al protagonismo del escritor pinareño en la fundación de un subgénero literario como el que constituyeron las colecciones de novela corta, tan fundamental en la España de sus tres décadas (1907-1936) literariamente más importantes de los últimos siglos, es asunto al que ya se le han dedicado libros y que, venturosamente, los estudiosos están poniendo en los últimos tiempos en su merecido lugar. A Zamacois no le bastó con ello sino que fue, junto a Felipe Trigo, el más influyente de los novelistas eróticos de su tiempo; conoció y visitó América, al fin su continente natal, tanto y tan bien, que muy pocos escritores españoles pueden igualarlo y aquí habría que citar al eximio y desdichado Eugenio Noel. El arte por antonomasia del siglo XX, el cine, no le pasó inadvertido y tuvo un contacto directo con él, como bien nos explican esas memorias que edité, junto a Barbara Minesso, y se publicaron en Renacimiento. Lo tuvo, igualmente, con otro de los fenómenos tan propios del siglo como fue la radiofonía. Y, en sus últimos años en la Argentina, también con la televisión.

MG: ¿Es esto todo lo que podemos subrayar de Zamacois?

JB: Claro que no. En sus 98 años de peripecia vital —en 2008 se cumplieron ciento veinticinco de su nacimiento— asistió a la guerra de 1936-1939, sobre la que nos dejó una novela, El asedio de Madrid, y dos libros de crónicas, vivió después un largo destierro, con regreso y, tras el toque de chufa, renovada escapatoria, al estilo de Max Aub. Todavía en su exilio y con muchos años a cuestas, tuvo oportunidad de conocer y trabajar en Hollywood y, en fin, un montón de cosas más, de las que sus memorias dan cuenta.

                        «Hay centenares de escritores olvidados que merecerían una atención»

MG: ¿Nos hemos olvidado hoy, un siglo después, de aquellos grandes bohemios?

JB: Prescindiendo de los memorialistas, que en sus libros de recuerdos utilizaron a los protagonistas de la bohemia para surtirse de anécdotas, los tratadistas de la crítica, salvo en los dos últimos lustros, se han acercado a ella armados de precaución y con toda clase de prevenciones. El polígrafo y arduo erudito Sainz de Robles, que conoció y trató a muchos de estos escritores aunque fuera de modo superficial, tuvo el mérito inaugural de su reivindicación pero, hasta muchos años después de publicarse, sus libros fueron desatendidos. José Fernando Dicenta, que se aproximó a varios de estos pintorescos personajes por su parentesco con Joaquín y porque entre sus adláteres había quien los conoció personalmente, vio saldado su muy interesante libro sobre la bohemia. La crítica universitaria se acercó en principio a ella de manera tangencial. Zamora Vicente, en sus estudios acerca de Valle-Inclán, y Andrés Amorós, en los que dedicó a Pérez de Ayala, hubieron sin embargo de tomarla en cuenta y a ellos debemos las primeras aportaciones. Allen Phillips, Iris Zavala, Manuel Aznar y Claire-Nicolle Robin siguieron desbrozando caminos. La publicación de las memorias de Cansinos y la reivindicación de figuras, en su día ya consagradas, como las de Gómez de la Serna y González Ruano, comenzaron a poner de moda a esta turba de olvidados y en su creciente estima influyó la atención de escritores con eco público como Andrés Trapiello, Juan Manuel Bonet, Luis Antonio de Villena y Juan Manuel de Prada. Cada uno de ellos llegó a este puerto por razones particulares y específicas. Los primeros se los toparon con abundancia en sus correrías en pos de libros viejos. Villena, buscando coincidencias en una marginalidad que hoy ha dejado de serlo. El último que nos ha dejado excelentes páginas afrontadas con voluntad literaria, probablemente, por razones estéticas. Sin que, por supuesto, podamos prescindir de un gusto común por lo desatendido y heterodoxo. Hoy día, con el interés, al fin, suscitado por las ediciones de Novela Corta —en el que, aparte de los mencionados, han tenido protagonismo gentes como Luis S. Granjel, Lily Litvak, Abelardo Linares y Alberto Sánchez Álvarez-Insúa—, la atracción por el conocimiento de la bohemia ha aumentado, incluso existió una colección monográficamente dedicada a la misma. Pero, sin duda, falta la mayor parte del sendero por recorrer.

MG: ¿Hay algún bohemio al que creas que todavía no conocemos ni hemos leído? Es decir, ¿existe una galería de lecturas pendientes?

JB: Bohemios o burgueses, en la llamada Edad de Plata, término que, aunque con límites temporales algo más amplios, no acuñó, como se cree, Mainer, sino Giménez Caballero, hay centenares de escritores olvidados que merecerían una atención. Quizá haga falta un diccionario con una bibliografía, al menos aproximativa, que facilite y encamine la tarea de futuros investigadores, pero allí hay un filón para tesis y trabajos monográficos.

MG: Los bohemios llegaron desde Aragón, Andalucía, etc. a Madrid, y llevaron una vida llena de dificultades. ¿Hay algún paralelismo con la situación de hoy? Por ejemplo, es difícil encontrar editoriales, público, aparecer en los medios de comunicación, etc.

JB: Sociológicamente son dos épocas muy diferentes. Aquel periodo sí que se parece al actual en la cantidad de innovaciones que afectaron a la vida cotidiana. En la época de intersiglos, la electricidad, el teléfono, el automóvil, el fonógrafo, el cine, el agua corriente, las vacunas, el  movimiento obrero y cien cosas más. Hoy, todo lo relacionado con la informática y el mundo digital. En cuanto a la dificultad de editar, ayer y hoy se editaba demasiado. En el sentido de que accedían y acceden a las librerías una gran cantidad de obras que no han pasado por el tamiz de una mediana exigencia.

MG: Desde el punto de vista del mercado, los libros sobre los bohemios, raros y olvidados ¿siguen vendiéndose? ¿Despiertan interés hoy? ¿Quién los lee?

JB: Despiertan un relativo interés porque es un mundo pintoresco y, como se dijo, no muy conocido, pero siempre minoritario. Supongo que los leen profesores, estudiantes, dilettantes y los bichos raros que, afortunadamente, nunca faltan.

MG: En Aragón, gracias a Latassa y hoy gracias a tu Diccionario de Autores Aragoneses Contemporáneos (1885-2005), se cuenta con una Biblioteca de autores de esa región española. ¿Qué has aprendido durante la elaboración? ¿Cuáles son las dificultades de una obra erudita de ese tipo? ¿Qué se quedó fuera del Diccionario? ¿Habrá una edición electrónica?

JB: Siempre había hecho yo fichas y reunido bibliografía de autores aragoneses contemporáneos, además de muchos otros que no son aragoneses de nacimiento. Con este material empecé el trabajo, pero en los años de elaboración fatigué bibliotecas, repertorios, bibliografías y, evidentemente, aprendí muchísimo. También aprendí sobre el horror de la burocracia, la informalidad de la gente y mil cosas más, que dan para una conferencia. Las dificultades fueron enormes y menos mal que decidí modificar el primer proyecto, en el que pensaba encargar las voces de los escritores más importantes a especialistas en los mismos. Si lo hubiera hecho así, aún no estaría publicado. Con la colaboración de un ayudante, redacté personalmente las casi 1800 voces con la obra completa y la bibliografía de los autores.
Desde que entregué a la imprenta el Diccionario de Autores Aragoneses Contemporáneos (1885-2005), a principios de 2010, no llega a veinte el número de autores que he encontrado después. Por cierto, que en el Diccionario se daba un correo para que, si alguien sabía de algún autor que no se hubiera incluido, me lo comunicase. Hasta el momento, no he recibido ni una sola indicación.
No sé si habrá edición electrónica. Fue un encargo institucional y ésa era la intención, además de enriquecerlo con una iconografía, pero nos encontrábamos en medio de la crisis y no estaban las cosas para alegrías. Sería sencillo acometer esa edición. El copyright me pertenece, así que, si hay quien la financie, no tiene más que ponerse en contacto conmigo.

MG: ¿Cómo ves el futuro de los libros electrónicos, los que no se manchan con el café de la taza derramada, ni con el ron? Los que no arden en la chimenea (algún maestro se jactaba de usar los de jóvenes poetas que recibía como regalo y con los que alimentaba su chimenea). Los libros que no son libros, pues se leen en pantallas retroiluminadas. Son libros que resplandecen como las luciérnagas, como Luces de bohemia.

JB: Quienes amamos tanto el papel, tenemos una comprensible resistencia ante las innovaciones en este terreno, pero reconocemos sus ventajas, sus posibilidades, su necesidad… y, además, sabemos que pueden convivir perfectamente estos y otros formatos. Yo utilizo el e-book para leer en la cama. No pesa, no molestas con la luz encendida a la compañía, si la hay, aparte de las ventajas técnicas que todo el mundo conoce.

«Valle-Inclán, junto Lorca, considerado el escritor español más importante del siglo XX»

MG: ¿Cuál es el legado hoy de Valle-Inclán? ¿Nos iluminan los resplandores de Luces de bohemia o se han apagado?

JB: Casi hasta los años sesenta del siglo XX, Valle-Inclán era considerado, sobre todo, como un excéntrico —lo que es verdad— sujeto activo de anécdotas y demasías. Afortunadamente, han cambiado las cosas y estoy seguro de que, si se hiciera una encuesta hoy, sería considerado junto a García Lorca, como el escritor español más importante de la primera mitad del siglo XX e, incluso, de todo el siglo. La bibliografía sobre él resulta inabarcable y su obra está perfectamente editada. Para mí es, junto a Quevedo, el gran maestro de la lengua española.

MG: ¿Entre los escritores de Aragón, qué puedes decirnos de los dramaturgos?

JB: Puedo decir muy poco. Aragón ha destacado literariamente en el ensayo, el periodismo o la investigación. Hay pocos poetas de calidad y menos dramaturgos. En cuanto a novelistas, salvo la cumbre de Ramón J. Sender y el casi desconocido fuera de Aragón, Braulio Foz, autor de la Vida de Pedro Saputo, que Menéndez y Pelayo denominó el Quijote aragonés, tampoco hay abundancia, aunque en este momento hay autores de calidad como Ignacio Martínez de Pisón o José María Conget. Los dramaturgos aragoneses dignos de citarse en el último siglo son pocos; el más importante, sin duda, Joaquín Dicenta, el inventor y la cumbre del teatro social y obrero en la España de intersiglos. Podemos citar también a Marcos Zapata, con obras de gran éxito en la segunda mitad del siglo XIX, Muñoz Román, el principal libretista de la revista musical, bilbilitano como Dicenta, y Alfredo Mañas y Alfonso Plou, en los últimos decenios. Cosecha escasa.

MG: Hay también otra pregunta que siempre te habrán formulado: ¿Quiénes han sido las escritoras aragonesas? ¿Quiénes escriben en Aragón después de 1939?

JB: Pocas y mal conocidas, al menos hasta los años ochenta, en los que empiezan a proliferar. Yo citaría a una poeta, no diría que olvidada porque nunca tuvo éxito, pero para mí es la mejor lírica aragonesa del siglo XX. Se llama Sol Acín (1925-1998) y fue hija del artista libertario Ramón Acín, asesinado al comienzo de la guerra. De las muchas que están vivas, habrá que esperar unos lustros para separar el grano de la paja.

MG: Te has interesado por las tradiciones musicales y artísticas, culturales en definitiva, de Aragón. Desde tus Antiguas grabaciones fonográficas aragonesas (2010) hasta la jota (La jota ayer y hoy, 2005), las cupletistas aragonesas (Siete cupletistas de Aragón, 1998), las actrices (Mujeres de la escena, 1996), etc. has mostrado que la literatura popular, la lengua, la música y el arte forman unas tradiciones cuya biografía te fascina (Biografía de la jota aragonesa, 2013). ¿Cómo se llegó a este desarrollo espectacular y cómo pervive en la actualidad? ¿Se conoce fuera de Aragón o crees que necesita proyectarse más a España y el mundo?

JB: Después de los primeros libros de poemas y cuentos, en seguida empecé a publicar sobre el tango, luego, sobre el cuplé, con la biografía de Raquel Meller, la copla, la zarzuela, la fonografía, etc., hasta llegar a la jota. El primer libro sobre ella, del año 2000, fue un encargo. Entonces la jota aragonesa estaba en un mal momento, pero el siglo XXI ha significado un inesperado renacimiento. Los intelectuales aragoneses, al contrario que los andaluces con el flamenco, nunca prestaron atención a la jota, sino que la denostaron. Apenas hay bibliografía y la universidad la ha marginado absolutamente. No conozco un solo trabajo surgido de ella. Como pasó con la canción española, la confundieron con el franquismo cuando el origen del baile se pierde en la noche de los tiempos y la documentación de la música y el canto es incluso anterior al flamenco, pero, a partir de 1850, los dos géneros tienen trayectorias similares. En el siglo XIX escriben jotas aragonesas casi todos los compositores españoles, pero también Liszt, Glinka, Saint-Saëns… A finales del siglo XIX estaba en la cumbre del éxito y la jota no faltaba en el género lírico. Algunas de ellas (las de El dúo de La Africana, La Dolores, Gigantes y cabezudosEl guitarrico…) se hicieron justamente famosas. En la primera mitad del siglo XX casi todos los grandes ballets españoles llevaban la espectacular «jota de Zaragoza», como número final, y ha habido grandes intérpretes masculinos y femeninos a lo largo del siglo pasado. Pero, a causa de este cuestionamiento por parte de los detentadores del poder cultural, la jota pasó de moda y, prácticamente se conservó gracias a que supervivió en el pueblo y en los pueblos, hasta principios del siglo XXI.

«Los intelectuales aragoneses, al contrario que los andaluces con el flamenco, nunca prestaron atención a la jota, sino que la denostaron»

Alguna responsabilidad en ese renacimiento tuvo la serie de libro-discos y espectáculos «La jota ayer y hoy», tan bien recibida; los programas televisivos, que hoy nutren la afición jotera, con excelentes réditos para unos y otros; la difusión lograda por las nuevas formas en el canto y en la danza sustentadas por artistas como Carmen París y Miguel Ángel Berna; y me gustaría pensar que también los diez mil ejemplares distribuidos del librito de la serie CAI-100 que me encargó el maestro Guillermo Fatás y que es donde por primera vez se trata la jota desde otra perspectiva y se escriben algunas de las cosas que ahora estoy estampando. Pero ya digo que la responsabilidad principal debe otorgarse a quienes, en los tiempos duros, siguieron manteniendo, cantando, bailando y defendiendo la jota, a despecho de las circunstancias. Me refiero, sobre todo, al ámbito rural aragonés de las tres provincias. A los pueblos, hablando en plata. Sus gentes, sus grupos, rondallas y su entorno social siguió teniendo a la jota por bandera y siguió sintiéndola, cantándola, haciéndola transmisora de sus gozos y de sus sombras y, sobre todo, de su forma de entender y afrontar la vida. No podemos olvidar, sin embargo, a los de adentro y a los de afuera. A los grupos zaragozanos que, rodeados de incomprensión y con bajas cada vez más numerosas, no se desmoralizaron y aguardaron tiempos mejores, a los maestros como Jacinta Bartolomé, María Pilar de las Heras o Jesús Gracia, que conservaron y transmitieron la excelsitud en la interpretación y el bien sentir, lo mismo que sucedió con la escuela oscense. Y, en cuanto a los de afuera, a grupos de las Casas de Aragón en otras provincias y, todavía con más dificultades, las de allende las fronteras, emocionantes trasuntos de lo aragonés en tierra ignota.
Con todo esto, hoy la recepción social del género se ha normalizado, incluso se ha prestigiado aunque, como no podía ser de otra manera, queden resistencias y también, ¿por qué no decirlo?, haya elementos jotistas que merezcan esa resistencia. Luchar contra los tópicos de uno y otro lado sin caer en la barata descalificación es fundamental. Sabiendo separar el grano de la paja, hay que aceptar lo tradicional y lo innovador: lo religioso, lo patriótico y lo libertario; lo basto y lo cursi y lo que algunos llaman zafio y otros, jotas de bodega. También, poner en el candelero y en el mercado la jota y aceptar su evolución, como ha hecho el flamenco, y por este camino van las propuestas creativas de gentes como Alberto Gambino. Otra cosa es lo que guste a cada uno. De cualquier manera, no estaría de más no tomarse las cosas muy a la tremenda y echarle el humor que rezuman muchas coplas del género. Humor, expresionismo y autocuestionamiento, que son también rasgos en los que se identifica cualquier aragonés.

                                                   «Soy disperso por naturaleza, y además ansioso»

MG: Como escritor, ensayista, historiador, profesor, investigador, ¿Qué faceta de tu actividad te resulta más grata y más atractiva? ¿Cuál es la que te vampiriza? Después de aquella «Entrevista con los vampiros» (2004), ¿crees en los vampiros y en las vampiresas? ¿Cómo serían las vampiresas aragonesas?

JB: Yo soy disperso por naturaleza, y además ansioso. Tengo necesidad vital de pasar de un género a otro, de lo culto a lo popular, de la música a la literatura, de la investigación a la creación… Efectivamente, para mí, en la variedad está el gusto. Y no sólo creo en los vampiros sino que me consta que abundan: los que se aprovechan de tus trabajos sin citarte, los que directamente te copian, los que creen que los escritores tienen que trabajar gratis, los envidiosos que buscan arrinconarte para destacar ellos… Una auténtica caterva de vampiros nocturnos, rapaces diurnos, cocodrilos en el río, tiburones en el mar y hienas de tierra firme. Procuro olvidarlos y bien sé que ellos prefieren no cruzarse conmigo. En cuanto a las vampiresas, no les pregunto si son aragonesas, procuro quedarme a solas con ellas y que me enseñen cosas y sus cosas.

MG: Hubo una actriz malagueña, que a lo mejor cantó alguna jota, llamada Pepa Flores, pero más conocida como Marisol. Tuviste la oportunidad de escribir su biografía (1999). ¿Es una biografía que siga reeditándose? ¿Se venden bien las biografías femeninas? ¿Crees que la biografía está desplazando a la novela en cuanto a ventas de las editoriales? ¿Hay un auge de la biografía?

JB: Marisol cantó jotas ya en sus películas de niña. Mi biografía, Marisol frente a Pepa Flores, se agotó pero, por causas que desconozco, no se reeditó. Luego Antena 3 me compró los derechos y rodó una serie basada en mi libro. Las biografías femeninas están de moda y cada vez se venden mejor, de lo que me alegro porque hasta hace pocas décadas la biografía era un género muy poco cultivado en España.

MG: Ya que también has publicado guías de Zaragoza (2003 y 2007), ¿Qué nos recomiendas a los que no conocemos estas tierras aragonesas? ¿Por dónde empezar nuestra visita y cómo planificar nuestros recorridos? ¿Conviene hacer un viaje en la vida a Zaragoza y Aragón o, mejor, un viaje cada año?

JB: Salvo el Pirineo, la ciudad de Zaragoza y algún lugar aislado, como el Monasterio de Piedra o Albarracín, Aragón se conoce mal y es una pena, porque, como ocurre en casi toda España, a pesar de lo mucho que la especulación y la desidia han destruido, está llena de parajes maravillosos y, además, solitarios, de hermosísimos edificios civiles y religiosos, de una bellísima arquitectura popular. Ahí van unas cuantas propuestas:

-La airosa esbeltez de la iglesia mudéjar de Santa María, dominando el casco urbano de Calatayud.
-La recoleta naturalidad y violenta belleza de la obra humana, como es el núcleo urbano de Alquézar en un paraje incomparable.
-El misterio, proporción y sobria originalidad del románico integrado en el entorno de la iglesia de Santiago en Agüero al lado de los espectaculares Mallos de Agüero, muy cerca de los más famosos de Riglos.
-Las iglesias mozárabes del Serrablo, una auténtica sorpresa para quien no las conozca, por ejemplo, San Bartolomé de Gavín en otro paraje maravilloso.
-La bellísima portada que integra arte, historia y mito del ayuntamiento de Tarazona, ciudad que es toda una joya, como su comarca del Moncayo.

-La Seo del Salvador, resumen artístico de la capital de Aragón.
-Los conjuntos monumentales de Albarracín o Daroca, que fascinan y asombran desde sus mil  perspectivas.
-La fusión de la tierra, la piedra roya y el hombre en el castillo de Peracense, esencia montaraz de Aragón.
Y dejo aparte los cientos de paisajes incomparables, porque no quiero pecar de patriotero.

           «He dedicado muchas horas de mi vida a Sender»

MG: ¿Y qué queda en su tierra aragonesa de R. J. Sender, del Maestro Montorio o de Raquel Meller?

JB: Al que se le ha dedicado más atención (y con justicia) es al novelista. Hay un llamado Proyecto Sender, inserto en el Instituto de Estudios Altoaragoneses, que congrega la muy amplia bibliografía e información que va surgiendo sobre él. Se han publicado bastantes libros, se han organizado congresos, se lee en los institutos su obra, etc. Desde que a los 17 años devoré Las criaturas saturnianas, le he dedicado muchas horas de mi vida. Creo que he leído toda su obra publicada y muchos libros acerca de él. He escrito bastantes artículos académicos y periodísticos acerca de su obra, he descubierto textos periodísticos desconocidos de diversas épocas, su primer cuento, sus guiones para lo que hoy llamaríamos novela gráfica, Cocoliche y Tragavientos, he dado decenas de conferencias sobre su obra, edité un libro con una antología de los artículos que sobre él escribió Francisco Carrasquer, el máximo senderiano… Hasta me otorgaron a los 21 años el primer Premio Sender de Periodismo que se convocó. Por cierto que Sender, entonces, metió la pata augurándome en público un brillante porvenir.
Al maestro Montorio no lo conoce apenas nadie y, junto a Quiroga y Monreal, forma el trío de grandes compositores de la música popular española del siglo XX. Su trascendencia estriba en la gran cantidad de canciones y música de obras de teatro y cine que acometió a lo largo de su vida. Muchas de ellas permanecen en el imaginario popular. Considérese que empezó muy joven y tuvo tiempo de tocar todos los géneros. Entre 1930 y 1977, Montorio puso música a unas ciento treinta obras de teatro lírico. Fue el heredero de los maestros Alonso y Guerrero en el género de la revista. Alonso fue el rey entre 1925 y 1940, Guerrero tomó el relevo y, a su muerte, en 1951, Montorio se convirtió en el principal suministrador de música teatral. Sólo en los años cincuenta estrenó más de cuarenta obras. Su capacidad de trabajo fue asombrosa: componía canciones para los artistas, extensas partituras para el teatro musical y el cine y, frecuentemente, dirigía él las orquestas en los teatros en que se interpretaban sus obras. También realizó muy numerosas partituras publicitarias para la radio y, después, para la televisión, muchas de las cuales figuran en el libro-disco Maestro Montorio, que publiqué en 2004. La más recordada tal vez sea la que anunciaba el analgésico llamado Tableta Okal: «La tableta Okal es hoy el remedio más sencillo / yo a ninguna parte voy sin llevarla en el bolsillo. / Y cuando emprendo un viaje por lo que pueda pasar / al hacerme el equipaje pongo un sobrecito Okal / Okal, Okal, Okal es lenitivo del dolor / Okal, Okal, Okal es un producto superior […]», etc.
La relación de Montorio con el cine también fue intensa desde principios del cine sonoro. De hecho, intervino en la musicalización de varias de las primeras películas y, en seguida, consiguió grandes éxitos con El negro que tenía el alma blanca o La hija de Juan Simón, ambas con Angelillo. En los cincuenta lanzó a Antonio Molina con sus canciones para El pescador de coplas o Esa voz es una mina. Pero se puede decir que trabajó con casi todos. En total, intervino en la música de unas setenta películas.
Raquel Meller y su tiempo, la biografía que publiqué en 1992, está agotada y nadie se ha preocupado en reeditarla, pero es un personaje que sigue suscitando interés, porque es la artista más representativa de la época del cuplé, que es también la de la Edad de Plata, y, en los años veinte fue una estrella internacional de la canción y el cine. Me siguen pidiendo artículos y conferencias sobre ella y he hablado en varias ocasiones con directores y productores que pretendían llevar su vida al cine. El problema es que las producciones de época son caras.

«La idea de un Diccionario de la bohemia me ha rondado por la cabeza, y podría hacerse»

MG: También has rescatado, por volver al principio de la entrevista, a Guillermo Osorio (1918-1982), «último de los verdaderos bohemios». ¿Qué te gustaría descubrir aún de su obra y vida?

JB: Fuera de lo que digo en la introducción a Guillermo Osorio, Obras, que me costó bastante esfuerzo reunir, no conocemos nada de él. Me gustaría saber de su peripecia en la guerra, como conductor de tanques en el bando republicano, de lo que le sucedió en la posguerra, que no debió de ser nada bueno —él nunca habló ni de una cosa ni de otra—, me gustaría que me proyectaran una jornada de su vida cotidiana, de taberna en taberna, sus conversaciones con poetas y borrachos, su relación con Adelaida Las Santas, su pintoresca mujer. Dicen que era un hombre tan borracho como angélico, una criatura humana capaz de producir excelsos sonetos clásicos y cuentos surrealistas, al tiempo que pululaba por el submundo o dormía en un banco de la calle.

MG: ¿No resucitarán los bohemios? Tal vez puedan resucitar desde el punto de vista literario, si se reeditan sus obras.

JB: La epidemia de franquicias, fast food, chinos, pizzerías, Mc Donalds y demás ha terminado con los bares clásicos y tabernas. Es complicado encontrar un plato de cuchara en un restaurante, y por la noche es hasta difícil beber vino. Las tabernas han desaparecido y bohemios como aquellos no volverán. El último fue precisamente Guillermo Osorio.

MG: ¿Hay algún proyecto de un Diccionario español de la bohemia? También eres autor de un Diccionario del tango (2001), ¿nos falta el Diccionario de Javier Barreiro? ¿Quién te aficionó a los diccionarios? Imaginamos que ocupan una buena parte de tu biblioteca.

JB: La idea de un Diccionario de la bohemia me ha rondado por la cabeza, y podría hacerse porque hay gentes interesadas en ello. Yo tengo muchos datos, pero tampoco es un trabajo fácil ni corto. Al mismo tiempo, ignoro si tengo una afición especial a los diccionarios. He publicado dos —el de escritores aragoneses y el del tango en colaboración con otros dos autores—, y tengo bastantes —doscientos y pico— y, desde luego, si son buenos, son utilísimos. Todos hemos estudiado y aprendido a escribir, con el Casares, el María Moliner, el Corominas… Si queremos saber de ocultismo, tenemos que ir al de Collin de Plancy; de lunfardo, a los de Gobello y Conde; de vanguardia, al de Juan Manuel Bonet; de literatura aragonesa, al mío; de palabras non sanctas, al de Cela… Hasta en la creación literaria los hay buenos, como el Diccionario del diablo de Ambrose Bierce.

                     «Lo que no quiero ser es mayor»

MG: Además de todo lo que hemos dicho, eres bibliófilo y coleccionista de voces (por ejemplo, aquellas que se grababan en pizarra o en cilindros de cera). ¿Cuáles son las voces aragonesas más antiguas que hoy se pueden oír gracias al rescate que has llevado a cabo?

JB: Los cilindros de cera para fonógrafo son anteriores a los discos para gramófono, que los coleccionistas suelen llamar pizarras. Sabemos que los primeros que se grabaron en España corresponden a 1894. Fue el Royo del Rabal, el jotero más mítico, el que impresionó algunos, pero no se conservan. La inmensa mayoría se han perdido o deteriorado. Por otro lado, los cilindros no están datados y se conservan muy pocos catálogos, por lo que no podemos saber con seguridad cuáles son los primeros registros en el tiempo. Sin embargo, en Primeras grabaciones fonográficas en Aragón 1898-1903, recogí 29 registros, algunos muy antiguos, varios de ellos de intérpretes aragoneses. Allí hay seis jotas aragonesas cantadas por Blas Mora, de Albalate del Arzobispo, que, si no aparecen nuevos registros, serían las primeras jotas grabadas que se conservan. También hay un dúo de ocarinas, interpretado por otra figura de la jota, Balbino Orensanz, junto a un tal señor Lahuerta, que es la más antigua interpretación de este artesanal instrumento registrada en el mundo. En cuanto a discos, llegaron a España en 1899, publicados por la casa Berliner, la primera jota en este soporte fue «La mora», cantada por otra olvidada, Isidra Vera.

MG: El coleccionismo ¿nos embriaga? La literatura ¿es embriagadora? El escritor que se embriaga ¿es mejor escritor? La embriaguez ¿mejora la escritura? ¿Hay una literatura de autores que beben y beben y vuelven a beber? Entre los escritores bohemios, raros, olvidados, malditos, etc., ¿se hallan también los que se emborrachan?

JB: Estas preguntas se responden en mi próximo libro, Alcohol y literatura, que espero se publique en 2017. Hay mucha información —el índice onomástico tiene más de 800 referencias— y creo que es muy ameno, además de políticamente incorrecto.

MG: Háblanos de tus proyectos y de tus nuevos diccionarios. Dinos qué te gustaría ser de mayor: ¿investigador?, ¿novelista?, ¿poeta?, ¿autor de libros de viaje?, ¿bohemio?, ¿historiador de la literatura?, ¿ensayista aragonés?

JB: Además del libro citado y del blog «Javier Barreiro», donde publico artículos y mis conferencias, así como las novedades editoriales, tengo comenzado un libro sobre la historia de las 50 canciones españolas más populares del siglo XX, otro de narraciones, titulado Lugares y fechas; y sí, me gustaría escribir un libro de viajes; reunir en un volumen mis artículos sobre tango; en otro, los de cuplé; el mencionado repertorio de bohemios; escribir más poesía… Lo que no quiero es ser mayor. En esto soy muy poco original.

MG: Muchas gracias, amigo maño, por responder con tanta paciencia, atención y sentido del humor las preguntas. En nombre de los lectores de la revista AnMal Electrónica, te reitero la gratitud y te deseo mucha suerte para los proyectos que te desvelan en la singladura actual. Cuídate de los vampiros y del sablazo de los bohemios.

Otras entrevistas:

https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/06/05/entrevista-de-raul-lahoz-con-el-firmante/

https://javierbarreiro.wordpress.com/2017/07/16/entrevista-a-javier-barreiro-de-luis-alegre-el-patio-del-recreo/

 Montes, Lola

El nombre de Lola Montes (1821-1861) evoca una famosa bailarina irlandesa, cuyo nombre real fue Elizabeth Gilbert, que tuvo amores con Liszt y Alejandro Dumas y de la que se enamoró perdidamente Luis I de Baviera. Después, huyó a los Estados Unidos con uno de sus varios maridos y abrió un saloon en California, territorio que quiso anexionarse y llamar Lolaland, a través de un golpe de estado que no llegó a producirse, para terminar mendigando por las calles del violento Nueya York que nos pinta Luc Sante en Low Life.

El personaje dio lugar a obras de teatro y, después, cinematográficas, de modo que a principios del siglo XX era un nombre popular. En España, el maestro Vives había dado a la luz (1902) una zarzuela con ese nombre, que se representó durante muchas temporadas en los teatros del país.

Así pues, no es extraño que, entre la caterva de jóvenes con escasos medios económicos que por su agraciada figura, por sus dotes para el cante o el baile o para hacer foyer que, en las dos primeras décadas del siglo XX, se lanzaron a la escena de las varietés, alguna de ellas escogiera el nombre tan español de la aventurera irlandesa. Veamos un ejemplo referente a una de las no afortunadas, que da cuenta de su actuación en el teatro de Alfaro (Logroño):

 Trabajó un solo día La Bella Lolita, que ahora le da por anunciarse Lola Montes, y, como es muy natural, en la larga lista de sus fracasos ha tenido que añadir el que tuvo en este teatro. Lo mejor sería que esta artista volviera a su antiguo oficio de vendedora de periódicos, pues con ello ganaríamos todos.

                                                                                                        (Revista de Varietés, 10 mayo 1914)

Sólo una de estas nuevas Lola Montes logró trascendencia en este difícil mundo aunque su carrera fuera corta. Se llamaba  Mercedes Fernández González, una bellísima madrileña -de Lavapiés, como La Fornarina, a la que admiró y a la que se parecía- y comenzó en la escena con su verdadero nombre, que sustituiría por el de Lola Montes, al cambiar de género.

Es difícil adentrarse en su peripecia porque los pocos que brevemente han escrito sobre ella, mezclan tiempos y lugares, con lo que muchas veces no hay forma de separar el dato de la suposición. Trataré de acorralar únicamente aquello que parece evidente o, al menos, tirando a cierto.

Proveniente de una familia con escasos recursos, se ha escrito  que comenzó como tiple cómica de zarzuela en los teatros Martín, Reina Victoria, Gran Teatro y La Zarzuela. También se alude a su participación en el año 1908 en obras como La generala, La casta Susana o El país de las hadas. Mercedes Fernández había nacido el 24 de septiembre de 1898*, con lo que en la fecha antedicha sería una niña. Retana cuenta que actuó en el Teatro Real y en 1976, también lo corroboraría la propia Mercedes, que, probablemente con alguna exageración, se arroga el título de primera bailarina.

Más probable parece que lo hiciera en teatros como el Martín o el Gran Teatro[1] de la calle Marqués de la Ensenada, como vicetiple. De hecho, he documentado su El alegre Jeremíasactuación estrenando (7-IX-1916) en el primero de dichos escenarios El alegre Jeremías, una obra del género chico que los autores, Aurelio Varela y Francisco de Torres, rotulan como “película cómica”, y que es una de las primeras músicas compuestas para el teatro por el luego triunfante maestro Alonso. Mercedes actuaba también en la obra que completaba el programa, El país de las hadas, revista tirando a sicalíptica, que había sido estrenada en 1910, con gran éxito y cuyos números se llevaron al disco durante muchos años. En la primera de ellas, Mercedes interpretó el papel de La paraguaya. La obra, dentro de su ligereza, fue muy bien recibida por la crítica y el público y estuvo mucho tiempo en cartel. Al parecer, a los pocos días del estreno, Mercedes hubo de sustituir a la protagonista Adela Taberner y lo hizo a gusto de todos.

Un debut muy afortunado fue el de Mercedes Fernández, de elegante y grácil figura, que viste con exquisito  gusto y descubre excelentes condiciones para el teatro. Con buen pie, por lo menos, entró.

                                                                              ABC (7 noviembre 1916, pag. 17).

De hecho, diez días después aparecen en este mismo diario, bajo el marbete de “Primeras tiples del Teatro Martín”, fotografías de Adela Taberner, Mercedes Fernández, Esperanza Peris y Teresa Bordás.

Lola Montes Mercedesa Fernández 1917

Tras el éxito de El alegre Jeremías, a mediados de enero de 1917, Mercedes aparece como como tiple cómica en el elenco de la nueva compañía que reabriría el Teatro de la Zarzuela, donde se representaría La mujer de Boliche, en la que también cosechó elogios, como en el resto. La última actuación que he localizado, ya como primera tiple cómica, fue en el madrileño Magic Park, un teatro de verano, que tuvo corta vida.  Allí estrenó el 10 de julio de 1917 la “revista fantástica” La vida es un soplo en la que encarnó al vino de Montilla, la gaseosa y el champagne**. No llegó a estrenar La costilla de Adán, prevista para el 1 de agosto. Cinco días antes El Día informaba que Mercedes había decidido despedirse tras las disputas entre la empresa y las tiples, obligadas por aquella a desfilar entre butacas.

Este parece ser el momento en que decide su pase a las variedades, alentada por Serafín Pozueta, un fuerte empresario del espectáculo con el que ya había trabajado y con el que, en pocos años, contraería matrimonio. Teniendo en cuenta los escasos de emolumentos que percibían las tiples y dada la belleza de Mercedes y su buen desempeño en las tablas, vería en ella posibilidades de triunfo en el género de moda, el cuplé, lo que corroborarían otros amigos y admiradores como los libretistas Palomero y González del Toro, autores que colaboraban con el Magic Park. Pero, sobre todo, Álvaro Retana, el autodenominado “sumo pontífice de las variedades en España”, quien la puso en contacto con maestros que le enseñaran y escribieran canciones, aparte de proporcionarle él mismo algunas y dibujarle los figurines, actividad para la que estaba tan bien dotado. También fue quien, por la sonoridad y popularidad del seudónimo, propuso el nombre artístico de Lola Montes.

Durante los meses siguientes la prepararon varios de los mejores compositores de cuplé, como Sanna y Larruga. Eco Artístico, la revista más intensamente dedicada a las varietés en esta década, la vio ensayar en la academia del maestro citado en último lugar y escribía en su número del 15-X-17:

…una joven y bonitísima ex tiple cómica que pasa a varietés en donde tendrá éxitos enormísimos. En los siete couplets que la ví ensayar está estupendamente bien y, desde luego, la monísima Lolita hará desprender muchos moños.

En esta misma publicación (5-XI-17) el maestro Sanna le auguraba un brillante porvenir y veinte días más tarde, Eco artístico le otorgaba su portada y un largo comentario interior en el que, entre otras cosas, se leía:

Dentro de pocos días, en el escenario del Teatro Eldorado de la ciudad condal, aparecerá esta preciosa criatura, que deja el campo de la zarzuela, donde tantos triunfos alcanzó como tiple cómica para dedicarse de lleno al couplet y conquistar palmo a palmo una decisiva victoria (…) aspira a ser soberana sin que en su reinado haya figuras de conjunto que se apropien el éxito o la comprometan con su trabajo (…) Lola Montes canta muy bien, tiene una clara dicción y sus espléndidas toilettes acreditan la fama de los modistas Thiele, Marsals y Pascaud. Los maestros Larruga, Sanna, Yust, Font, Romero, Abades, del brazo de los libretistas Montesinos, Tecglen, Retana y otros ofrendaron a Lola Montes sus mejores composiciones (…) y si aún oficialmente no se ha descorrido el velo que oculta a esta futura canzonetista, tiple ayer, podemos asegurarle un éxito tan ruidoso que pueda con él orlar la primera página de su historial de arte en esta su segunda etapa en el teatro (…) ¿Habrá hoy quien se atreva a llamarlo, con semejantes artistas en su seno, “género ínfimo”?

Lola Montes Portada Eco Artísitico.

 Efectivamente, la nueva Lola Montes, tras una campaña de presentación en periódicos y carteles callejeros de casi un mes, debutó en Eldorado, el mejor teatro de variedades de Barcelona, el 29 de noviembre de 1917 y se mantuvo en cartel hasta el 14 de diciembre. Durante las Navidades actuó en Mataró y otras localidades catalanas y aprovechó para grabar en discos Odeón que salieron a la calle en febrero de 1918. Emprendió inmediatamente después una gira para darse a conocer en España: A principios de enero compartía cartel con Raquel Meller en el Teatro Circo de Albacete, después el Teatro Principal de Burgos, el Eslava de Valencia, el teatro de Alcoy…, siempre con éxito hasta llegar a Madrid, donde debutó a finales de marzo de 1918 en el teatro Romea, con lujosos figurines de Retana. El 14 de mayo pasó, para seis únicas funciones, al teatro Príncipe Alfonso y también sustituiría durante dos días en el Trianon Palace a una Raquel Meller enferma hasta que, llamada por la empresa de Eldorado, el lugar de su debut, reapareció a finales de mayo como número final cobrando 250 pesetas por noche.

La actividad de Lola Montes es durante los meses siguientes agotadora y siempre ponderada por excelentes críticas en las que se destaca su belleza, su simpatía, el lujo de su presentación en el escenario y la variedad y calidad de su repertorio, subrayadas por su instruida voz de soprano.

Conocemos su gustos como artista y sus ganancias por los gacetilleros y reporteros de la época, de los que, por otra parte, no había que fiarse ni poco ni mucho: Lola Montes prefería los cuplés chulescos y los del “género fino francés”. Su vestuario llegó a totalizar 119 trajes y decenas de mantones de Manila. Contrariamente a lo que se estila hoy, por el menor temor a Hacienda y extorsionadores diversos, los artistas y toreros solían presumir de sus posesiones y ganancias. El valor del vestuario de Lola Montes, casi siempre elaborado en la parisina Maison Thiele, que tenía sucursal en Postas, 25 y como dibujante en exclusiva a Retana, se estimaba en 60.000 pesetas.

A pesar de los teatros que su protector Serafín Pozueta controlaba en el Nuevo Continente, Lola tardará en dar el paso al que todos los artistas de éxito aspiran: el viaje a América, donde se ganaba mucha más plata. En febrero se había despedido de Portugal, donde cobraba 500 pesetas por función y, en sus muchas actuaciones Lola Montes 1918preparaba el repertorio para el que sería un  largo periplo americano, que emprenderá a finales de abril. En mayo de 1920 debuta en el Teatro Nacional de La Habana, al que volverá en septiembre, mientras se mueve por distintos países (Costa Rica, Panamá, Perú, Bolivia, Brasil, Chile…) hasta llegar a Buenos Aires, donde actuará seis meses entre el clamor popular. Justo un año después de su salida, desembarca en Las Palmas y no parece tener prisa por llegar  a la península, pues, con un enorme éxito, actúa tanto en esta isla como en la de Tenerife durante más de dos meses, concretamente hasta el 10 de julio. Totalizó 92 funciones en las Canarias, entre otras razones porque a la excelsitud de su arte, unía un repertorio tan amplio que podía renovar en cada actuación. Al llegar a Andalucía trabaja en el Royalty Victoria de Córdoba y en el teatro Vital Aza de Málaga, antes de volver a cruzar el estrecho para llegar a Marruecos, que se encontraba en lo más intenso de la guerra  que enfrentaba a las kabilas de Abd-El-Krim con el ejército español.

el-novio-de-la-muerte-partituraEste hecho desencadenó el que quizá, sea el mayor título de pervivencia de la artista: haber estrenado en el citado teatro malagueño Vital Aza, ”El novio de la muerte”, sin duda, el más inspirado de los himnos, que ha tenido la Legión, aunque esta composición sea en realidad un cuplé, que, a principios de julio de 1921, entregó a la artista Fidel Prado y musicó Juan Costa. La propia cantante adujo muchos años después que la duquesa de la Victoria, directora de los hospitales de la Cruz Roja en Marruecos, asistió al acto y fue quien baltasar-queija-vega-primer-caido-de-la-legion que le propuso cantarlo en Melilla. Pero, tanto la letra como la enaltecedora música parecen haber sido escritas pensando en el cuerpo de la Legión, tan recientemente creado (Real Decreto del 18-I-1920) y tan protagonista en las calendas que, a la sazón, corrían. Paco Casaña, director de una obra teatral basada en la canción, defendió que ésta «tiene su origen en la caída del primer caballero legionario, Baltasar Queija Vega». Al parecer, este voluntario, natural de Riotinto (Huelva), donde tiene dedicada una calle, y nacido en junio de 1903, recibió una carta en la que se le comunicaba la muerte de su novia y rezó para que la primera bala del combate fuera para él, como así ocurrió en un ataque de los kabileños en las cercanías de Tetuán, desarrollado el 7 de enero de 1921. En la camisa de Baltasar, que aún no había cumplido los 18 años, se encontró una carta y un retrato de la novia, que propiciaron el nacimiento de la canción. Otra versión menos creíble indica que lo que se halló en su camisa fueron los versos que el mismo había compuesto y que Fidel Prado incluyó en el cuplé:  «Por ir a tu lado a verte / mi más leal compañera, / me hice novio de la muerte, / la estreché con lazo fuerte, / y su amor fue ¡mi Bandera!».

El debut estaba anunciado el 23 de julio en la inauguración del nuevo recinto del Parque de Caridad, antes Parque  de Espectáculos, pero el desastre de Annual, acontecido un día antes, lo hizo imposible. Aunque la matanza –unos diez mil soldados- y la retirada continuarían durante los días posteriores, la ciudad de Melilla trató de recuperarse del trauma y el 30 de julio de 1921 programaría el debut de Lola Montes en el Kursaal, como fin de fiesta de la compañía teatral que dirigía Valeriano León. La artista, vestida de enfermera, cantó  en él “El novio de la muerte” y suscitó el entusiasmo, de modo que un público, más que sensibilizado, se la hizo repetir tres veces. Después, triunfarían con esta canción Salud Ruiz, el imitador de artistas –travestis, se llamarían al correr de los decenios- Derkas y La Goyita. Incluso en 1925 sería grabado por un artista lírico como Federico Caballé.

Tras la llegada de Lola Montes a la península, su carrera prosigue la tónica anterior: los contratos le llueven y así continúa hasta 1922, año en que decide comprar una casa en Logroño para abandonar su domicilio madrileño de Jacometrezzo, 57, casarse e irse a vivir con Pozueta, aunque seguirá cumpliendo sus contratos hasta mediados de 1923, lo que, según Retana, le valió para comprar otra casa en la plaza de Oriente, que habitaría años después.

Desde entonces desaparece totalmente de los medios de comunicación aunque sabemos que el 7 de marzo de  1930 dio a luz a un hijo de Pozueta, al que pusieron José Manuel y quedó huérfano durante el verano de 1937. En 1941 volvería a matrimoniar con Federico García Sánchez.

Lola Montes 10-11-1919

Tras más de medio siglo de silencio, Lola Montes reaparecería en 1976, año en que sabemos veraneó en Alicante, y con una carta dirigida al ABC en la que reivindicaba haber sido la creadora de “El novio de la muerte”, en contra de la versión que en un artículo publicado en el mismo periódico, había dado el escritor y militar Antonio Maciá Serrano.

Señor director: En ABC, que tan digna y acertadamente dirige, el pasado día 19 aparece una crónica del señor Maciá Serrano con el título “Del cuplé al himno, pasando por la Legión”, en la que dice textualmente, entre otras cosas: “Eran aquellos años –ahora se cumplen los cincuenta y seis- de la fundación de la Legión, y hacia el 21, cuando el Tercio salvó a Melilla, otra canzonetista, Salud Ruiz, tocada con gorrito de legionario, cantó aquello de…”

Lola Montes, portada de Mundo GráficoNo, señor director, esto que asevera en su artículo del señor Antonio Maciá Serrano no es cierto. La verdad rigurosa es como sigue:

Por iniciativa de la señora duquesa de la Victoria –aprovechando que yo me encontraba en Melilla durante el verano de 1921, es decir, en pleno asedio de la ciudad, la compañía de Valeriano León me contrató como fin de fiesta. Y como un número de mi programa figuraba esta canción, cuyo tema era exaltar la valentía y heroicidad de la Legión.  Los autores de la letra y música de esta canción, Fidel Prado y Juan Costa, respectivamente, me concedieron la exclusiva del estreno, como asimismo en varios meses siguientes. Por lo que antecede, ninguna artista pudo cantar esta canción desde 1921. En mi estancia en aquellos dramáticos días de Melilla tuve ocasión de conocer a los generales Silvestre, Saliquet y Berenguer. Mi actuación fue un éxito indescriptible. Cuando aparecí en el escenario vestida de enfermera, el público, compuesto por figuras relevantes de la vida civil, jefes, oficiales y tropa, me dedicó una entusiasta ovación. Y cuando terminé la canción, el auditorio, en pie, estuvo aplaudiéndome un largo rato, lo que me produjo una dulce y tierna emoción. Baste decirle, señor director, que esta canción-himno me la hicieron repetir tres veces.

Creo que comprenderá señor director, que no es agradable para mí ni para la verdad informativa, el haber escrito y publicado el señor Maciá Serrano que esta canción, que después fue el segundo himno de la Legión, fue cantada por otra canzonetista.

En este verano, los medios de información, Radio Nacional, emisoras no oficiales, diarios y revistas han difundido mis auténticos éxitos cantando la citada canción en Melilla. Y ahora, al aparecer en ABC el artículo en cuestión, en el que se afirma que la intérprete de esta canción-himno fue otra artista, producirá inevitablemente confusión y desconcierto en los lectores y pueden creer que yo he sido una impostora.

Mi nombre es Mercedes Fernández González y artísticamente fui Lola Montes, que tanto popularicé con mis actuaciones como primera bailarina en el Teatro Real y con mis actuaciones en los principales escenarios madrileños, de provincias y del extranjero.

En espera de verme complacida en mis justos deseos, pues usted comprenderá que por mi avanzada edad no lo hago por vanidad ni publicidad, sino simplemente para que en este asunto impere la verdad y yo no quede en ridículo.

Días más tarde, Antonio Maciá, contestó caballerosamente reconociendo su error y poco después (1977) Mercedes sería nombrada «Legionaria de honor». La artista falleció en Madrid el 7 de enero de 1983.

[1] Incendiado en 1920.

*Esta fecha, la de su muerte y alguna otra precisión, se las debo a don Fernando Pozueta de Paredes, nieto de la artista.

**Gracias a Mª Luz González Peña, por facilitarme el libreto.

     Lola Montes Creaciones001                                                                                                                                           REPERTORIO

Aguadora sevillana-Al arrullo de las olas-Amor salvaje-¡Ay, Torcuato!-Besos fríos-Broma de carnaval-Cett’est ma chemise-De Méjico-De pena en pena-El amor de Lilí-El antifaz de plata-El caramelito-El castizo José-El gran peligro-El naranjero-El novio de la muerte-El pequeño bolchevique-El Quimbombó-Es Colombina que pasa-Fado Lolín-Gloria pura-Historia amarilla-Industán-La cautiva-La chulilla verbenera-La curalotodo-La estudiantina pasa-La farándula pasa-La gitana de Sevilla-La gitana taranta-La Kananga-La maja moderna-La Mani-Cura (La manicura moderna)-La marquesa coqueta-La niña de la bola-La niña de postín-La pequeña bolchevique-La pinturera-La sed de amar-La vida es humo-Margarita Gauthier-Mi canción a España-Mi caprichito-Mimí-Nieve de la sierra-No sabes querer-Presentación-¡Qué mala es la gente!-Siempre Aragón-Todo por la moral-¡Vaya Vd. a saber!-Y ayer se cayó una torre

                                                                BIBLIOGRAFÍA

Casares Rodicio, Emilio, Historia gráfica de la zarzuela. Del canto y los cantantes, Madrid, ICCMU-Fundación de la Zarzuela Española, 2000, p. 297.

Fernández de la Torre, Ricardo, “Cuatro músicas legionarias”, Reconquista, octubre 1979.Lola Montes nº 147 5-X-19

-, “Por la muerte de una canzonetista”, Reconquista nº 392, marzo 1983, pl. 34

-“La historia de ‘El novio de la muerte’ y otras canciones legionarias”, Ejército, pp. 49-53.

González Peña, Mª Luz, Voz “Fernández, Mercedes [Lola Montes]”, Diccionario de la Zarzuela. España e Hispanoamérica I, Madrid, Instituto Complutense de Ciencias Musicales, 2002, p. 758.

Pérez Sanz, Pilar y Carmen Brú Ripoll, El cuplé: una introducción a la expresión lúdica de una erótica ‘ínfima’, Madrid, Instituto de Ciencias Sexológicas. Revista de Sexología nº 36, 1988.

Retana, Álvaro, Historia del género frívolo, Madrid, Tesoro, 1964. p. 135.

-, Historia de la canción española, Madrid, Tesoro, 1967, pp. 185-186.

Mujeres de la escena 1900-1940, Madrid, Sociedad General de Autores de España, 1996, p. 218.

Lola Montes, Baleares 1918

Sobre la Legión en este blog, también puede verse: https://javierbarreiro.wordpress.com/2018/09/12/franco-y-el-entierro-de-un-legionario-ateo/

El pasado 27 de octubre la Biblioteca Nacional celebró la V Jornada Mundial del Patrimonio Audiovisual y publicó el libro con las conferencias impartidas en la IV Jornada durante 2014, bajo el título Fuentes sonoras y audiovisuales para la investigación, Madrid, Biblioteca Nacional de España, 2015. Reproduzco aquí mi ponencia, que ocupa las páginas 13-18.

Gramófono1

Fuera de la fascinación que produce la belleza, la extravagancia y el sabor a mundo perdido de los viejos gramófonos, con sus bocinas abriéndose como una flor dispuesta a ofrecernos todos sus secretos y fragancias en forma de música, ninguna relación había tenido quien esto escribe con ese mundo hasta que, en mi primera juventud, el flechazo experimentado por el tango y Gardel me convirtió en algo cercano a un coleccionista, es decir, a un maniático[1]. Ya alguien escribió lo difícil que resulta distinguir a un especialista de un obseso, con lo que dicha especialización, sé que acaba, además, convirtiéndote en algo parecido a un arqueólogo. Efectivamente, cuando una música te atrapa, se termina acudiendo a sus principios, a sus orígenes, a su prehistoria. Me ocurrió con el tango, después, con la copla, el cuplé, la jota, la zarzuela, el flamenco…, es decir, con cualquier música con la que haya tenido alguna clase de relación amorosa.

Gramófono005Así, forzosamente, tuve que tropezar con los discos de piedra[2] y, claro está, con sus máquinas reproductoras. En la Argentina y el Uruguay, el coleccionismo, tanto de unos como de otras, era mucho más nutrido y potente que el que encontré en España, también, los conocimientos de los expertos y, por supuesto, la bibliografía y el número de publicaciones que se dedicaban a ellos. En aquellas fechas –principios de los ochenta- compré abundantes discos de piedra porque, sin reediciones de música popular antigua e inalcanzable la digitalización, era la única manera de escuchar aquello que deseaba conocer. El intercambio con otros coleccionistas ayudaba a ampliar el horizonte y, lo mismo, algún programa benemérito como el que Manolo Ferreras dirigió en Radio Nacional de España, titulado “Voces al desnudo” en los últimos años de la década de los setenta.

El primer gramófono que entró en mi casa fue uno de maleta pero pronto Héctor Lucci, el mayor coleccionista argentino, me regaló uno de bocina, tal vez para compensar que, por temor al deterioro de sus piezas, había rechazado una exposición que le había propuesto en el zaragozano Palacio de Sástago. También uno, por miedo a que el apreciado obsequio se rompiera en el portaequipajes del avión, llevó la bocina puesta en el vuelo, a veces, a modo de elegante capirote, ya que nunca he renunciado del todo a hacer el oso.

Resumiendo, durante aquellos años, apenas existía respaldo institucional para el patrimonio musical. Todo era cuestión de coleccionistas, bien provistos de voluntarismo pero, en demasiadas ocasiones, carentes de una formación suficiente. Con todo, a ellos debe agradecérseles lo que se ha salvado y, después, se ha podido reunir. No querría dejar de nombrar a unos cuantos: Antonio Massísimo, habitante de Mataró, fue el primero en acometer discografías, especialmente de figuras del bel canto. Más que pizarras, su imprescindible colección reunía multitud de catálogos de discos de 78 r.p.m. desde su aparición en España en 1899 hasta su desaparición, a mediados de los años cincuenta del pasado siglo. En sus últimos años, y en muy mala situación económica, intentó venderlos a todo tipo de instituciones nacionales y autonómicas, sin ningún resultado[1]. No sé dónde habrá ido a parar dicha colección pero, para confeccionar cualquier discografía -documento científico que todavía hay que explicar, equivale o, incluso, supera en importancia a la bibliografía-, son imprescindibles los catálogos susodichos y su reedición, al menos electrónica, es ya una tarea imprescindible y urgente que deben acometer nuestras instituciones culturales. Fue Antonio Massísimo quien me ayudó a confeccionar la discografía de la artista (unas 400 fichas), publicada en mi libro, Raquel Meller y su tiempo (1992)[4].

Los coleccionistas de discos se han agrupado casi siempre por géneros y, sin duda, el más numeroso ha sido el de los aficionados al flamenco. Ello propició que este género fuera el primero en lograr una institución a él dedicada: el Centro Andaluz de Flamenco de Jerez (1993), que reúne documentación musical, audiovisual y bibliográfica y organiza actividades diversas. Poco antes (1991), otro personaje benemérito, Joaquín Díaz, había conseguido que la Diputación de Valladolid financiase en la villa amurallada de Urueña el Centro Etnográfico que lleva su nombre, institución ejemplar en cualquier sentido y con un enorme y variado fondo documental.

Otros nombres propios podrían citarse, como el de Filiberto Bachero, coleccionista que ha reunido un extraordinario muestrario de gramófonos y otros aparatos reproductores y que sería conveniente que alguna institución apadrinase, con el fin de que el patrimonio público se hiciera algún día con tales tesoros. O el de Carlos Martín Ballester, también especialista en flamenco pero poseedor de decenas de miles de discos antiguos y que organiza subastas trimestrales.

Edison002Menos atendido ha sido el aspecto bibliográfico sobre la fonografía, a Publio Heredia-El testamento fonográfico001pesar de que fueron españoles algunos de sus pioneros[5]. En efecto, el extremeño Publio Heredia y Larrea publicó, en fecha tan temprana como la de 1895, El testamento fonográfico (Madrid, Imprenta de la “Revista Política”), en el que defiende, entre otras muchas cosas, la idoneidad del descubrimiento de Edison para la transmisión certificada y efectiva de las últimas voluntades. En él ofrece también el dato acerca del primer español que escuchó su voz reproducida. Fue un anónimo mallorquín al que, en una entrevista del Daily Graphic a Thomas Edison en su laboratorio de Menlo Park durante 1877, se cita retando al fonógrafo para que la máquina repitiera: «Setze jutges mengent fetge d’un penjat». Lo hizo.

Desde entonces pasarían muchos años para que se publicara otro libro sobre fonografía en España y fue de carácter más bien técnico (José Arias Gómez, El gramófono moderno, Barcelona, Labor, 1931). A partir de esa fecha el desierto ha sido casi total[6]. Parece, sin embargo, natural que las aplicaciones del fonógrafo, a partir de su invención, causaran un mayor impacto. El fabulista La Fontaine (1621-1695), para ejemplificar lo inefable, lo inconcebible, escribió: “El día en que las máquinas hablen[7]”. Dos siglos después, gracias a don Tomás y al poeta, tan loco como genial, Charles Cross, las máquinas hablaron[8]. Y no se olvide que el fonógrafo poseía una ventaja sobre su sucesor: no sólo reproducía el sonido sino que en él se podía grabar directamente. Así, a veces, en alguno de los cilindros de cera, soporte del fonógrafo, que han llegado hasta nosotros podemos ver que, sobre la grabación original del cilindro comprado en la tienda, su propietario había grabado a su hija al piano, una canción de su mujer o unos chistes del abuelo, lo mismo que sucedió décadas después con los casi olvidados magnetófonos y casetes. Aunque en principio Edison concibió el fonógrafo más bien como un dictáfono y, después, como un espectáculo público, pronto se avivó y su instinto comercial lo llevó a propiciar la divulgación del sonido musical.

En un momento histórico en el que la vida cotidiana cambia más radicalmente que en ningún otro periodo de la historia[9], lo que podemos denominar “la democratización del sonido”, implica que en cualquier lugar del mundo pueda escucharse cualquier melodía. Es decir, no hay que llegar a Siria para oír música árabe o seguir por todos los teatros del mundo al tenor o soprano en boga, sino que el fonógrafo y el cilindro te los llevan a casa. Naturalmente, en los primeros tiempos los aparatos reproductores sólo fueron accesibles para las clases pudientes pero su presencia en los espectáculos públicos, casinos, cafés, bailes, cilindros-y-fonografo-edison_1eba25fd99_3prostíbulos, etc. llevan a casi todo el mundo el conocimiento del artefacto, como lo demuestra el hecho de que, en fechas muy tempranas, incluso obras del género chico tomaron al aparato como leit-motiv de sus argumentos: José del Castillo y Soriano llevó a la escena El fonógrafo, invento en un acto y en verso con música del maestro Isidoro García Rossetti), Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1885; Juan González, El fonógrafo ambulante, zarzuela en un acto con música de Ruperto Chapí, Madrid, Arregui y Aruej, 1899. De 1903 son la revista lírica El fonocromoscop y El fonocromofotograf, apropósito lírico cuasifantástico. El posterior gramófono también tuvo su protagonismo teatral con comedia de José Roca de Togores y Saravia, El gramófono, Mahón, M. Sintes Rotger, 1911.

Cilindros ARPAMSPor el contrario, hoy día, un gran número de individuos desconoce la fonografía[10]. Recuerdo que mi primera relación más o menos directa con ella fue al visitar la Casa Navas de Reus, una joya del modernismo. En una de sus salas, había una especie de vitrina que contenía unas cajas cilíndricas de cartón. Pregunté por ellas y la guía explicó, un tanto aproximativamente, que contenían cilindros de cera. Empezaba, por entonces, a conocer que las primeras grabaciones habían sido hechas con este soporte y pronto me afané en saber algo más. Poco después, a resulta de lo que había escrito en alguno de mis libros sobre esta cuestión, se presentó en mi casa en demanda de información un joven que adujo poseer un fonógrafo. Le conté lo poco que sabía acerca del aparato y ahí quedó todo. Una década después, la misma persona reapareció con la noticia de que poseía alrededor de 225 cilindros, fechados aproximadamente entre 1898 y 1903, encontrados en su casa de Barbastro. Examinado su contenido, resultó de una importancia de primera magnitud. Esta colección de la familia Aznar contenía el primer género chico grabado en España, las primeras jotas, el primer flamenco, el primer «bel canto», la primera grabación de ocarina[11]… Persuadido de su valor, comuniqué el hallazgo al Gobierno de Aragón, que decidió restaurar[12] y digitalizar el material completo y editar un disco libro, (Javier Barreiro y Gabriel Marro, Primeras grabaciones fonográficas en España (1898-1903). Una colección de cilindros de cera, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2007), que contiene los treinta registros más interesantes. Sin embargo, el hallazgo apenas tuvo eco. Cuando lo presentamos en Zaragoza, Madrid y Barcelona y otros lugares, me dio la impresión de que los periodistas que recogían la noticia no sabían exactamente de qué se trataba o, al menos, no lo sabían explicar. El propietario vendió, finalmente, el material a la Biblioteca Nacional, cuya colección de cilindros, hoy notablemente mejorada, no excedía en número a lo que entonces adquirió.Primeras grabaciones fonográficas en Aragón

El hallazgo antedicho propició mi entrada en contacto con el que era el mayor coleccionista de cilindros en España, el químico madrileño, Mariano Gómez Montejano, recientemente fallecido y autor del hasta entonces único libro dedicado monográficamente a este tema, El fonógrafo en España. Cilindros españoles, Madrid, Autor, 2005, que contenía también un CD con grabaciones fonográficas.

Es muy difícil hallar en España colecciones de cilindros tan antiguos como los contenidos en la encontrada en Barbastro pero, como sucede al rebuscar en el cesto de cerezas, unas traen enredadas a las otras. Poco tiempo después de la publicación del mentado disco-libro, un ciudadano oscense entró en contacto conmigo para comunicarme que su familia poseía una colección de más de doscientos cilindros. De nuevo lo comuniqué al Gobierno de Aragón, que volvió a restaurarlos y digitalizarlos. Su contenido no era tan extraordinario como el anterior, pues abundaban los cilindros franceses pero contenía joyas como la primera grabación del himno de la Internacional (en muy mal estado), cantables de género chico, del gran barítono Marino Aineto, del Ciego Acosta, uno de los primeros creadores de sevillanas, interpretaciones de la Banda de la Garde Republicaine[13]… pero, sobre todo, una grabación hecha en la casa de los Porta, Pepito002propietarios del fonógrafo, con nueve interpretaciones del niño prodigio del violín Pepito Porta[14], cuya figura estaba completamente olvidada, pese al predicamento que alcanzó en su época, y al que Sarasate mandó a estudiar con el mejor maestro en el instrumento de su tiempo, el belga César Thomson (1857-1931). Tuve la suerte de poder documentar esa velada artística privada, que se celebró en la casa de la familia de Leandro Pérez, con motivo de la fiesta que se ofreció al que hace unos meses había sido gobernador de la ciudad, Wenceslao Retana, prestigioso filipinista y padre del escritor erótico, Álvaro Retana[15]. De nuevo, con las grabaciones más interesantes, volvió a editarse un libro-disco, Antiguas grabaciones fonográficas aragonesas 1898-1907. La colección de cilindros para fonógrafo de Leandro Pérez, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2010. Tampoco este documento alcanzó mucho eco mediático pero, al menos, sirvió para que en Sariñena (Huesca), lugar natal del violinista, se fundara una activa asociación cultural con su nombre.

Aunque parezca redundante, nunca estará de más insistir en la enorme importancia de estos primeros registros artísticos musicales. Si existe alguna respuesta, en ellos comprobamos cómo se cantaba la ópera, el flamenco, la jota, el género chico[16]… hace más de cien años. También, cómo se hablaba pues muchos de estos registros contienen chistes, recitados, fragmentos teatrales cómicos o dramáticos, chascarrillos, monólogos, tan frecuentes en el teatro de entre siglos, y éste es un material inexcusable para los lingüistas. Recordemos que el viaje de bodas de Ramón Menéndez Pidal y María Goyri consistió en recorrer los montes y pueblos sorianos de la ruta del Cid, provistos de un burro y un fonógrafo, en busca de informantes que conocieran y transmitiesen romances, adquiridos por tradición oral.

Si estos informantes humanos capaces de cantar romances ya han desaparecido, casi lo mismo puede decirse de los cilindros de cera, con la particularidad de que cada uno de ellos es casi un documento único porque, como es sabido, los cilindros, al grabarse directamente, no podían ser objeto de copia, mientras que en los discos, la matriz daba lugar a las reediciones que se deseara, por ello, entre otras razones, el protagonismo del cilindro en el mercado fue tan breve.

Por su rareza y escasez, por ser un material que se deteriora con suma facilidad, por el desconocimiento de muchos de sus propietarios, que los han destruido sin saber lo que poseían…, se trata de un material precioso. Y algo parecido se podrá decir de los discos de 78 r. p. m., especialmente, de los más antiguos. También son sumamente frágiles, se fabricaron escasos ejemplares de muchos de ellos y la casi totalidad de las matrices ha desaparecido. Las tristes anécdotas de las inconscientes fechorías que se han perpetrado con este material darían para muchas páginas. Sabido es que durante la Guerra Civil gran cantidad de discos se llevaron a las fábricas de balas; las emisoras, con muy pocas excepciones, se libraron masivamente de ellos cuando llegó el vinilo; en los años cincuenta, cuando el atletismo en España era casi una excentricidad, algunos bachilleres utilizaban la discoteca del colegio como material para el lanzamiento de disco…

Milicianos en la Plaza de Oriente002

Venturosamente, en las dos últimas décadas, aunque para muchos asuntos era demasiado tarde, han ido cambiando las cosas. La Biblioteca Nacional ha comprado, catalogado y está digitalizando muy abundante material, lo mismo, la Biblioteca de Cataluña. Por su parte, numerosas instituciones autonómicas, algunas ya citadas, han promovido archivos musicales, fonotecas o centros de documentación musical, con recogida de material, ediciones, catalogaciones, laboratorios, digitalizaciónes, etc.

Desdichadamente, no puede decirse lo mismo de Aragón, la región que habito y que es casi la única que, pese a estar previsto hace décadas, no tiene ningún centro, institución, archivo o fonoteca, que haya recogido el acervo de su música popular. Incluso se da la paradoja de que, habiendo declarado la jota aragonesa, Bien de Interés Cultural Inmaterial[17] “con el objetivo de protegerla y reconocerla como un organismo vivo y asegurar su transmisión a futuras generaciones”, aunque parezca increíble, no hay ningún lugar en la comunidad que recoja documentos, fotografías, partituras, discos, programas o material alguno relacionado con la jota aragonesa. Y algo parecido puede decirse sobre el resto de la música popular aragonesa. Es inexiste la información pública consultable sobre el pasado de dicha música, lo que llevo pidiendo y denunciando, sin éxito alguno, desde hace más de quince años.

Ni las instituciones públicas o privadas ni la universidad ni los conservatorios han acometido nunca una labor de recopilación, catalogación de fondos, estudio, búsqueda de información o recogida de datos sobre ella. Hay muy modestos fondos discográficos en el Instituto Bibliográfico de Aragón y en el Ayuntamiento de Zaragoza pero su magnitud es sencillamente ridícula y la atención presupuestaria, nula.

 

Lapuente y Burillo_Cilindro para fonógrafo

Urge, pues, la creación de un Archivo Musical de Aragón, Instituto de la Música Popular Aragonesa o Fonoteca de Aragón –llámese como se quiera- cuya primera labor debería ser recopilar las grabaciones sonoras de los aragoneses que hayan interpretado o compuesto música, a través de su búsqueda y adquisición en los escasos circuitos donde se ofertan: comercio especializado, subastas, rastros…, del contacto con coleccionistas o la negociación de donaciones con instituciones, emisoras y particulares.

   Dada la dispersión y rareza de gran parte de este material y su fragilidad física, no puede demorarse más el acometer esa recogida. Como ha sucedido con tantos testimonios del mundo de la cultura popular, dentro de muy pocos años esta misión será en gran parte imposible y se habrá perdido ineluctablemente un testimonio único de nuestro pasado cultural.

A la vez, debe procederse a la catalogación científica de este material y a su registro en soportes modernos para poner a disposición de los ciudadanos e investigadores todo este patrimonio.

Es imprescindible, por otro lado, proporcionar un contexto científico a este documento fundamental –el disco y demás soportes de grabación- a través de la recopilación, catalogación y estudio de material complementario constituido principalmente por:

-Catálogos de discos, de cilindros, de rollos para pianola…

-Partituras

-Libretos de teatro musical

-Aparatos reproductoresFonógrafo Pathé1

-Documentación biográfica sobre artistas y compositores (archivos, epistolarios, colecciones, álbumes, fotografías…)

-Cancioneros

-Tarjetas postales

-Cromos

-Publicidad (programas, carteles, otros soportes…)

-Pliegos sueltos (hasta los años sesenta siguen difundiendo las letras más populares)

-Bibliografía

-Hemerografía.[18]

 

Sirva esta relación para completar aquellos puntos que en esta breve intervención se han tratado y para remarcar la importancia de partituras y catálogos, pues al fin, son ellos, junto a los soportes del sonido (cilindros, discos, cintas, compactos…), los documentos fundamentales para el estudio de la música popular. Sin ellos, no hay fuentes ni hay digitalización, la palabra mágica -afortunadamente- para las instituciones que disponen de fondos, en los dos sentidos de la palabra: documentales y financieros. Dejemos la palabra a los “sabios” de la Comunidad Europea que el 19 de enero de 1911 elevaron un informe sobre la cuestión que recogía la revista CEDRO[19]:

El pasado mes de enero el Comité de Sabios designado por la Unión Europea para estudiar cómo llevar a cabo la digitalización del patrimonio cultural europeo, emitió su informe en un documento, titulado “El Nuevo Renacimiento”, en el que destaca las ventajas económicas, culturales, educativas y en innovación que conlleva para la sociedad europea la digitalización de las obras de museos, bibliotecas y archivos. Todo ello respetando los derechos de autor.

Este informe propone, entre otras cosas, que el portal Europeana se convierta en la plataforma de referencia donde se aloje ese patrimonio cultural europeo. Establece, además, que la digitalización de las obras que ya no se comercializan vaya aparejada de una remuneración para sus titulares.

Por otra parte, para las obras huérfanas, recomienda que su acceso se realice de forma transfronteriza y que se compense a los autores de estas creaciones que puedan ser identificados en un futuro. En relación a este tema, expresa la necesidad de apoyar las bases de datos que contengan información sobre este tipo de obras, como, por ejemplo, Arrow, proyecto en el que colabora CEDRO.

 

Pero no olvidemos lo dicho. Para que haya digitalización, han de existir documentos sonoros digitalizables y, cada día que pasa es más tarde para rescatar los antiguos, frágiles y raros soportes, que se van destruyendo, perdiendo, dispersando… Sólo el material sonoro desaparecido en las últimas décadas constituye un desastre equivalente al incendio de varias bibliotecas de Alejandría y la inacción y, aún más, la desidia son a menudo tan culpables como la destrucción.

V. también: https://javierbarreiro.wordpress.com/2014/10/26/la-fonografia-en-espana/

                                                                  NOTAS

[1] V. Javier Barreiro, “Carlos Gardel, la voz inolvidable”, Laberintos nº 4, p. 69-70. Reproducido en https://javierbarreiro.wordpress.com/2013/06/26/carlos-gardel-la-voz-inolvidable/

[2] Los coleccionistas y expertos suelen llamarlos “de pizarra” o, simplemente, “pizarras”. En América se utiliza “de pasta” y, otra veces, “de 78 r.p.m”. Ninguna de las denominaciones es plenamente certera porque la velocidad oscila y el material de que están fabricados estos viejos discos se obtenía a partir de la ebonita (goma endurecida), uno de los primeros polímeros descubiertos, que, por cierto, no daba la calidad del cilindro de cera. En seguida se sustituyó por la goma laca, que se siguió utilizando hasta la desaparición de los discos de 78 rpm.

[3] Tampoco sirvió, más que para hacernos perder tiempo y dinero, mi mediación con instituciones aragonesas.

[4] A pesar del tiempo transcurrido, no conozco muchas más en el mundo de la canción popular española y, desde luego, la de Raquel Meller fue la primera hecha con criterios científicos.

[5] Desde el punto de vista técnico hay que destacar que ya en 1879, José Casas Barbosa publica en Barcelona, Descripción de el (sic) teléfono, el micrófono y el fonógrafo. También la revista El Cardo, aparecida en 1893, a partir de 1900, acogió en sus páginas noticias acerca del movimiento fonográfico español y, desde enero de este último año, incluyó un Boletín Fonográfico durante más de tres años. Un siglo después, otro boletín, Girant a 78 rpm, publicado por ASPE (Associació per a la Salvaguarda del Patrimoni Enregistrat), entre junio de 2003 y julio de 2010, totalizó diecisiete interesantes números. No hay mucho más.

[6] Mencionaremos, no obstante los dos tomos del Catálogo de discos de 78 rpm. en la Biblioteca Nacional, Madrid, Ministerio de Cultura, 1988, editado por Nieves Iglesias Martínez y María Pilar Gallego Cuadrado, en un momento en que la colección de la BNE era mucho más exigua que hoy. También, la Junta de Andalucía publicó en 1995 su Catálogo de discos de 78 y 80 r.p.m. en el Centro de Documentación Musical de Andalucía. En ese mismo año, Daniel E. Jones y Jaume Baró i Queralt publicaron La indústria musical a Catalunya, Barcelona, Llibres del’index, con interesantes datos y, en 1902, Antonio Hita Maldonado sacó a la luz, Flamenco en la discografía antigua. La International Zonophone Company (Universidad de Sevilla).

[7] Del mismo modo, decíamos nosotros “Cuando las ranas críen pelo” o “Cuando San Juan baje el dedo”. Ahora, las ranas con pelo deben ser un juego para los bio-tecnólogos. En cuanto a San Juan, ¿quién sabe nada?

[8] De hecho, el primer sonido registrado lo logró en 1857 el francés Leon Scott de Martinvielle con su invento del fonoautógrafo pero no pasó de un experimento, aunque hoy tiende a ser reivindicado.

[9] A la revolución incomparable de la electricidad se unen el teléfono, el fonógrafo, la bicicleta, el automóvil, la llegada del agua corriente, el cinematógrafo, la aviación y, pocos años antes, el telégrafo, la popularización del ferrocarril y la fotografía. La genética y el psicoanálisis revolucionan los conocimientos del hombre sobre sí mismo, los adelantos sanitarios que supusieron las vacunas y las mejoras higiénicas van arrinconando miedos atávicos…

[10] Para una breve introducción, V. Javier Barreiro, Voz «Fonografía en España, La» en Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana Tomo 5, Madrid, Sociedad General de   Autores y Editores, 1999, pp. 188-190.

[11] Parece ser que quien introdujo las grabaciones musicales en España fue un tal Pertierra, que en 1894 tuvo instalado un establecimiento en la madrileña calle de la Montera. Anunciaba un “Espectáculo científico de Pertierra con audiciones fonográficas” entre las que figuraba la gran tiple riojana Lucrecia Arana cantando el aria de La Indiana y jotas aragonesas. En 1895 anunció también grabaciones de El Royo de la Rabal (1844-1905), el cantador de jotas más legendario, de quien no se sabía que hubiese grabado registro alguno. V. Javier Barreiro, “Primeras grabaciones de jota. El Royo del Rabal. Isidra Vera”, Heraldo de Aragón. 23-VIII-2009. Reproducido en https://javierbarreiro.wordpress.com/2011/07/28/primeras-grabaciones-de-jota-el-royo-del-rabal-isidra-vera/. V. también, Biografía de la jota aragonesa, Zaragoza, Mira, 2013, pp. 201 y ss.

[12] Los cilindros de cera, recubiertos de algodón en sus cajas originales, se deterioran fácilmente, sobre todo, cuando les afecta la humedad del ambiente. Ello provoca que bastantes colecciones carezcan de valor porque los surcos han desaparecido y no son restaurables ni con las más modernas tecnologías de reconstrucción.

[13] Para conseguir mayor potencia en la reproducción en estas primeras grabaciones mecánicas era muy frecuente recurrir a bandas, coros y voces de amplio espectro. La más importante de dichas formaciones musicales, tanto por la calidad de sus versiones como por la gran abundancia de registros que impresionó y que se distribuyeron por todo el mundo fue la Bande de la Garde Republicaine de París.

[14] V. “Rescate de las grabaciones del virtuoso violinista Pepe Porta. El hallazgo de unas grabaciones de 1907”, Diario del Alto Aragón. Número extraordinario día de San Lorenzo, 10-VIII-2010”. Reproducido también en https://javierbarreiro.wordpress.com/2013/07/25/rescate-del-virtuoso-violinista-pepe-porta-el-hallazgo-de-unas-grabaciones-fonograficas-de-1907/

[15] Javier Barreiro, “Wenceslao Retana: Huesca (1907) vista por su gobernador”, Diario del Alto Aragón. Número extraordinario día de San Lorenzo, 10-VIII-2009”. Reproducido también en: https://javierbarreiro.wordpress.com/2013/05/03/wenceslao-retana-huesca-1907-vista-por-su-gobernador/

[16] En la colección de cilindros de Barbastro hay, por ejemplo, una grabación de Gigantes y cabezudos, interpretada por mismo coro del Teatro de la Zarzuela, que estrenó la obra el 29 de noviembre de 1898.

[17] Decreto del 9 de junio de 2013.

[18] Javier Barreiro, Voces de Aragón. Intérpretes aragoneses del arte lírico y la canción popular (1860-1960), Zaragoza, Ibercaja, 2004, pp. 187-188.

[19] CEDRO nº 80, 16-II-2011.

Goyita, La (Pepita Ramos), Barcelona, 1890-Barcelona, 15-V-1970. Cupletista

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 Nacida en el piso 3º 1ª de la calle Blay, en pleno Paralelo, fue hija natural de la vicetiple valenciana Concha Ramos y de un hacendado argentino, que no la reconoció. Pepita aprendió nociones musicales con el maestro Reguant y empezó  a actuar con su nombre en el Edén Concert y otros escenarios barceloneses pero muy pronto  la exitosa irrupción de La Goya (1911) le indujo a tomar diminutivizado su apodo, como entonces era frecuente aunque su estilo estaba más cercano al de Raquel Meller, con la que su madre tuvo una larga y complicada relación. Con este apodo, que hubo de disputar a otra cupletista sevillana, Goyita II, tuvo su presentación a principios de 1912 en el Teatro Gayarre.

Pepita tuvo, sobre todo predicamento en su ciudad natal, donde fue una de las figuras del Paralelo, pues al presentarse en el Goyita_Pericón del Plata005madrileño teatro Romea (octubre 1915) no alcanzó la repercusión que esperaba. Su periodo de mayor éxito coincide con los años veinte y primeros de los treinta, en los que grabó numerosos discos en solitario y con otros artistas como los cómicos Baldomerito y Rafaelito Díaz, acompañada por las orquestas más populares de Barcelona (Crazy Boys, Durán,  Demon, Washington…). También estuvo en América.

Aunque la mayor parte de su repertorio lo constituía el cuplé, algunos en lengua catalana, como «La dona de tothom» o «La xava de Sants», se convirtió pronto en uno de los prototipos de la modernidad al incorporar a su repertorio los nuevos estilos de moda como el tango, la java, el pericón, el charlestón, el fox, y hasta el  jazz y el blues.  Entre sus creaciones más conocidas: «Amor de muñecos», «Mi Luis», «Batallón de modistillas», «Madre, cómprame un negro», «Al Uruguay»… También grabó un chotis «Es mi Manuel» dedicado a Azaña:  https://www.youtube.com/watch?v=A9xPDARHPbM

A partir de los años treinta, su suerte fue decayendo hasta casi abandonar su carrera artística aunque, acabada la guerra, constan actuaciones y homenajes hasta 1954. Murió, olvidada y casi en la pobreza, en el barcelonés hospital de San Pablo a resultas de una hemiplejía. 

                                                        Algunas canciones en youtube 

Batallón de modistillas:     https://www.youtube.com/watch?v=RNpmEgr3pMI

Qué chulo es:    https://www.youtube.com/watch?v=1oUTfn3TaAg

A media luz:    https://www.youtube.com/watch?v=HQL8Xaub4co                                     

Feo:    https://www.youtube.com/watch?v=44vRVx26Sos

Madre, cómprame un negro:    https://www.youtube.com/watch?v=ivo83Y8m6YE

                                                                    BIBLIOGRAFÍA

-BARREIRO, Javier, Voz «Ramos, Pepita (La Goyita)» en Diccionario biográfico español. Vol. XLII, Madrid, Real Academia de la Historia, 2013, pp. 932-933.

-QUIÑONES  DE LEÓN, Xavier, Diversos textos en su canal de Youtube.

-RETANA, Álvaro, Historia del arte frivolo, Madrid, Tesoro, 1964.

-SIN AUTOR, Notabilidades del couplet, Barcelona, s. f. (h. 1920).

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                                                        DISCOGRAFÍA ESCOGIDA:

Fado 31-La que tiene más cartel, La cuaquerita-Gondolero-Que la mar es muy traidora-El majo zalamero, Catálogo Discos Odeón 1917.

La java- Pericón nacional, Odeón 101642.Goyita_Cancionero

Merceneta-Festa majonera, Odeón 101307-8

Valencia es así-El tango famoso, Odeón 102253.

La mare-La dona de tothom, Odeón 139643.

A media luz-Papeles, Odeón 182026

La Rambla-La Xava de Sants, Odeón 20314o

Que no-El tango tingo, Odeón 203041

Amor de muñecos-Serenata napolitana, Fadas, 17224-5

Feo-¡Ahi va! (con Baldomerito), Polydor, 260010

Yo quiero un TBO-¡Ay, chata!, Polydor 260014.

Canta… canta…-Tomás, quiero ser mamá (con Rafaelito Díaz), Parlophon 25814

Esta es Valencia-Es tu besar, Parlophon 25816

Tomás, quiero ser mamá, Parlophon 28814.

                                                                    FILMOGRAFÍA

Miguel CONTRERAS TORRES, El relicario, 1927.

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(Publicado en Imán nº 8, junio 2013)

La inexistencia de hemerotecas digitales públicas de la prensa zaragozana no nos permite acometer investigaciones exhaustivas, cosa que sí puede hacerse, en cambio, en la capital oscense, cuyo Instituto de Estudios Altoaragoneses hace algún tiempo digitalizó el Diario de Huesca, desde su inicio en 1875 hasta la actualidad en la que, tras pasar por distintas épocas y denominaciones, ha devenido en Diario del Alto Aragón. De cualquier manera, la situación geográfica de la ciudad de Zaragoza, equidistante entre Barcelona y Madrid, en tiempos en que los viajes eran mucho más lentos, propició que muchas figuras del mundo del espectáculo recalaran a menudo en su suelo.

argentinas1907parish Sabemos que el primer periodo de difusión internacional del tango se dio a principios de la segunda década del siglo XX, llegando a ser espectacular en el París de 1912-1914, pero a la Península Ibérica había llegado años antes, concretamente, a finales de 1906, cuando una pareja que se hacía llamar Las Argentinas, compuesta por la bonaerense María Cores y la italiana Olimpia d’Avigny, que luego triunfaría como cupletista, importó el tango criollo y dio también motivo a toda suerte de reprobaciones. Que se extendieron a lo personal pues parece claro que en la intimidad seguían proyectando los papeles -María el de varón y Olimpia el de mujer- que desempeñaban en el escenario. Las Argentinas, que también bailaban la machicha brasileña, aún más descocada que el tango, al menos para los tiempos que corrían, tuvieron un gran éxito.

Es problemático aventurar quién sería la primera aragonesa que cantó en público un tango. Pero es Paquita Escribano-2muy probable que se tratara de la cupletista Paquita Escribano, que gozó de gran notoriedad a partir de 1910. A finales de enero de 1914 estrenó el que probablemente es el primer tango español que se cantó en público, “La hora del thé” (sic), con música de Ricardo Yust y letra de Álvaro Retana, que se hizo famosa, sobre todo por los versos que rezaban: “dicen que el tango tiene una gran languidez / por eso lo ha prohibido el Papa, Pío X”. Muy poco después, Paquita incrementaría su repertorio tanguero con “Mi gatito”. Una más

Más sencillo es aventurar la primera aragonesa que registró tangos para el gramófono. Fue, seguramente, la inevitable pero genial Raquel Meller que, en su primer viaje a Buenos Aires (1920), dejó versiones de “Maldito tango”, “Milonguita” y “Una más”.

Durante la década del veinte, también viajaron a la Argentina Ofelia de Aragón, que grabó “A contramano”, y  Elvira de Amaya, que registró “Mecha”. Todas ellas lo hicieron bastante bien pero el intérprete de tangos, no sólo aragonés sino español más reconocido de siempre, es un zaragozano, Mariano Royo Maestro (1908-2000), que tomó el nombre artístico de Mario Visconti. Desde que en 1929 formara el trío Visconti, su larga carrera se desarrolló en torno al tango aunque a partir de los años cuarenta, se acercara también a otros ritmos, especialmente al bolero. En distintas épocas, Mario Visconti_Esta noche me emborracho001Visconti fue cantor de orquestas típicas criollas tan importantes como las de Cruz Mateo-José Melín, Horacio Pettorosi, Eduardo Bianco y Rafael Canaro. Él también llegaría a formar sus propios conjuntos. Con unos y otros viajó por toda Europa y América e, incluso a finales de los cuarenta, estuvo contratado durante un par de años por Radio El Mundo de Buenos Aires, como una de las estrellas de sus programas de tango. En 1960 grabó su último disco, un EP con cuatro tangos y, aunque no se retirara definitivamente, el retroceso del género junto a la irrupción de la música joven anglosajona lo fue relegando al olvido. Todavía a finales de 1979 participó en el programa “Canciones de una vida” de TVE y,  siete años más tarde, en “Toda una vida” de Radio Barcelona. Sus últimas actuaciones ocasionales en la Ciudad Condal se dieron en escenarios de aficionados, hasta que en el verano de 1993 intervino como invitado especial en la sala de baile Festa Major de la calle Viladomat. Poco después ingresó en una residencia de ancianos. Aunque no sean fáciles de encontrar, entre los años 2000 y 2005, las firmas Gardenia y Rama Lama editaron cuatro discos compactos con muchas de sus grabaciones. (V. https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/12/15/mario-visconti/)Val, Francisco de001

A Visconti habría que unir el nombre de otro cantor y compositor zaragozano, nacido en Villafeliche y recriado en Sierra de Luna, pueblo al que dedicó el tan famoso pasacalle-jota homónimo. Se trata de Francisco de Val (1897-1984), cuya carrera empezó en los años veinte como cantor de tangos. Este compositor, autor de obras fundamentales de la canción popular española como “Viajera”, “Torito bravo”, “¡Qué bonita que es mi niña!“, “Las palomas del Pilar”, “Una lágrima cayó en la arena”, compuso tangos como “Que camine sola”, grabado por Héctor Maure, ”La vuelta del trío argentino Irusta, Fugazot y Demare”, “Maldición” o “Alma de tango”, que cantara la gran Carmelita Aubert en la película Mercedes. Pero él también llevó al disco al menos dos tangos “Compañera de su vida” y “Murió El Zorzal”, dedicado a Gardel.

Aunque después de la primera época de expansión del tango rioplatense, que fue casi siempre en su vertiente bailable, este no desapareció, en la década de los veinte volvió con la misma o mayor fuerza pero ahora con predominio de la dimensión cantora. De más, por evidente, estaría proclamar a Gardel, que llegó por primera vez a España en 1923, como máximo responsable aunque su mayor resonancia se produjo a partir de su segundo viaje (1925) y de los muchos discos que grabaría en Barcelona, donde fue idolatrado. Gardel no llegó a actuar en Zaragoza. Sí lo haría el otro introductorSpaventa-Celebridades de varietés002 del tango cantado en España, Francisco Spaventa, un intérprete muy mediano que, tras grabar un buen número de discos y triunfar durante unos años, hubo de desaparecer cuando otras orquestas argentinas con destacados cantores empezaron a poblar los escenarios ibéricos. Puede cifrarse entre 1928 y 1933, la época dorada del tango cantado en España, donde circularon al menos tres revistas monográficamente dedicadas a él: El Tango Popular, Tangomanía y El Tango de moda, que llegó a alcanzar 245 números.

Durante esta época pasaron por los escenarios los mejores intérpretes tangueros que viajaron a Europa y cuyos destinos más habituales eran las llamadas segunda y tercera patrias del tango (París y Barcelona) pero también Madrid y, como se apuntó, en calidad de ciudad de paso, Zaragoza. Tuvo especial predicamento el trío Irusta, Fugazot y Demare, que también editó muchos discos en España, Maizani, Azucena-Los grandes del tango001rodó películas y se hizo con un considerable número de fanáticas. Sin embargo, quizá la actuación más importante de un intérprete tanguero en Zaragoza se dio en noviembre de 1931 en el Teatro Principal. En dicha sesión Azucena Maizani, que recorrió en triunfo los escenarios de la vieja Iberia durante nueve meses (entre septiembre de 1931 y junio de 1932), arrebató a los zaragozanos. Aún conservo una libreta de un tío abuelo, Eugenio Bordonaba, en la que apuntó minuciosamente todos los tangos que esa noche cantara la conocida  como “Ñata gaucha”.

Prueba del protagonismo que tuvo el tango en Zaragoza es que a la Carlos Gardel-Partitura editada en Zaragoza 1935001muerte de Carlos Gardel tras el accidente de Medellín, acaecido el día de San Juan de 1935, se editó un tango cuya partitura lleva la firma Ediciones Verlosment, razón sita en el número 1 de la zaragozana calle Manifestación. Son rarísimas las partituras de canción popular publicadas en la capital aragonesa por esa época, lo que nos habla de la pasión por El Zorzal Criollo en cualquier esquina del mundo. En los cines zaragozanos, como sucedía en muchos otros lugares, el público interrumpía las películas de Gardel para que sus intervenciones canoras fueran rebobinadas y repetidas.

Por otra parte, el tango como baile mantuvo su alta estimación desde la época de su arribo pero ya sin los pujos represores que lo recibieron en toda Europa y que en España habían llevado a la reina Victoria Eugenia a proscribirlo en los bailes de palacio, pese a las solicitudes en su favor de damas de la aristocracia. Toda represión engendra atracción y prurito de soslayarla y a ello unió el tango la belleza de su música y lo fascinante y sensual de su danza sinuosa. En Zaragoza se bailó en verbenas callejeras, en salones aristocráticos, en locales de espectáculos, como el Iris Park, en cafés, como el Ambos Mundos, en cabarets como el Aragonés, luego llamado Conga Dancing y, finalmente, El Plata. Y hoy se baila en las numerosas milongas que congregan a los muchos aficionados que tienen la danza tanguera casi como una forma de vida.

En el periodo de postguerra el tango hubo de convivir con la pujante canción española, hoy redenominada copla y, en su vertiente de baile, con otros ritmos americanos, especialmente el bolero, que, como el tango, venía de los finales del siglo XIX pero que hubo de aguardar décadas hasta hacerse universal. El aislamiento de España no favoreció que llegaran al país las grandes orquestas de tango que tuvieron su época de oro en los años cuarenta, a pesar de la buena sintonía del franquismo con el régimen de Perón. Pero estas agrupaciones tenían el cocido bien asegurado en el Río de la Plata y no tenía sentido emprender largos y caros viajes trasatlánticos para tropezar con la vacilante economía de un país autárquico. Al contrario, fueron los artistas españoles los que procurábanse contratos para cruzar el charco, en la seguridad de encontrar allí un público favorable, incrementado por el de los muchos exiliados con necesidad de aligerar su nostalgia. Sólo unos cuantos cantores argentinos arribaron a la península y  lograron cierto predicamento: Uno, Jorge Cardoso (La Pampa, 1914-Alicante, 1994), que llegó con la orquesta de Rafael Canaro a principios de los cuarenta y grabó un buen número de discos, hasta afincarse definitivamente en España. Otro, Agustín Irusta (Santa Fe, 1903-Caracas, 1987), el cantor del famoso trío, que a sus muchos corazones rotos en España había añadido el de la mujer de Jardiel Poncela, que naturalmente, cobró odio eterno al tango. Irusta protagonizó con Carmen Sevilla el film de León Klimovski, La guitarra de Gardel (1948)  Ambos artistas actuaron  en varias ocasiones en la capital del Ebro.

Sin embargo, la auténtica figura del tango en España a partir de los sesenta, fue Carlos Acuña, por Acuña-Primer disco en Españaotra parte, magnífico intérprete que en la Argentina no tuvo el reconocimiento merecido, al menos, a partir de su radicación en España, donde permaneció casi tres décadas. Porteño de ley, su verdadero nombre era Carlos Ernesto di Loreto (1915-1999). Llegado a Madrid en 1961, se acogió al círculo cercano al general Perón y actuó en los mejores locales del país. En Zaragoza estuvo muchas veces en la prestigiosa sala de fiestas Cancela 3, de la calle Royo y, en su última época, actuó en el Teatro del Mercado, acompañado del Pibe Sanjo, de quien pronto se hablará.

La década de los setenta y la primera mitad de los ochenta no fueron especialmente brillantes para el tango. No obstante, habría que recordar la actuación del Cuarteto Cedrón, con sus extraordinarias versiones tangueadas de los textos de Raúl González Tuñón y otros poetas. Estuvieron en Zaragoza actuando en el antiguo Polideportivo del Parque. Habría que citar también al grupo Malevaje, formado hacia 1984, en cuyo elenco se incluyeron varios muy conocidos músicos del rock de la llamada “movida”. Fue capitaneado por Antonio Bartrina, que luego, se desgajó del grupo y actuó durante muchos años con músicos argentinos con guitarra, contrabajo y bandoneón. Con su grupo y en solitario, Bartrina actuó varias veces en Zaragoza.

Durante los meses de noviembre y diciembre de 1986 y con el título, “El tango hasta Gardel”, El tango hasta Gardel-Alma de bohemio002organicé una gran exposición en el Museo de Sástago. Además de partituras de tango, fotografías, proyecciones, decoración, ambientación y música de la época, diversos coleccionistas aportaron material, con especial referencia a Bruno Cespi, que trajo de Buenos Aires distintos objetos personales de Gardel. La cancionista criolla Julia Cosentino y el guitarrista y cantor Carlos Montero  dieron recitales y José Gobello, presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, Blas Matamoro, Marcelo Cohen, Tomás Buesa, Ana Basualdo y el comisario Javier Barreiro impartieron sendas conferencias. Además, se programó un ciclo de cine con las películas de Gardel y otras de temática tanguera en la Filmoteca de Zaragoza. Se editó un hermoso affiche sobre una partitura de “Alma de bohemio”, motivo que ilustró también la portada del libro, El tango hasta Gardel, editado con motivo de la exposición y escrito por el firmante.

MauricioUno de los visitantes más habituales de la exposición fue Mauricio Aznar, líder del grupo de rockabilly Más Birras, tan pirrado por Carlos Gardel y el tango que, frecuentemente, lo incluyó durante esta época en sus recitales. Luego evolucionó hacia los predios de Atahualpa Yupanqui y la chacarera, hasta el punto de abandonar el rock para dedicarse casi exclusivamente a este último género. (V. https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/06/30/mauricio-aznar-buscador/).

Aproximadamente a partir de 1985, tras varias décadas en las que el tango pasó por su fase más oscura, se produjo un nuevo renacimiento, mucho más notable en su vertiente de danza. Algunas voces apuntan a la repercusión del espectáculo “Tango Argentino” de Claudio Segovia, estrenado en París en 1983 y posteriormente en Broadway. Fuera como fuese, cuando, incluso en el Río de la Plata, tan sólo quedaban unas cuantas milongas tradicionales, empezaron a aparecer profesores, academias, locales y aprendices y su crecimiento fue exponencial. Unos años más tarde, las milongas se convirtieron en una moda que no tiene visos de retracción.

Así, en septiembre de 1989 llegó a Zaragoza, Carlos San José “El pibe Sanjo” que, en la calle Zumalacárregui, abrió la primera academia de baile tanguero que se instaló en la ciudad en el último cuarto del siglo XX, con su pareja, Karina y que formó bailarinas tan expertas como Carmen Sanjulián, hoy día, pareja de Brendan Hughes, elegido «milonguero del año» en Dublín, e Isabel Lou, que continúa maravillando cuando, ocasionalmente, se luce en las milongas parisinas. El pibe Sanjo, morocho, pequeño de estatura y carnicero de profesión, era hombre, sin embargo, de gran iniciativa personal y consiguió la proeza de supervivir unos años de la enseñanza del tango y organizar varios festivales a algunos de los cuales acudió como figura estelar Carlos Acuña. Buscó después fortuna en otras ciudades como Valladolid y Vigo, regresó a Buenos Aires, y volvió a Alicante, donde sigue dando clases. Años después y cuando ya la danza criolla empezaba a despegar, llegó José Carlos de la Fuente que, tras una formación como bailarín en la capital argentina, fundó la Milonga del Arrabal, que hoy continúa y ha formado numerosos bailarines. De allí surgió la Asociación El Garage, fundada a fines de 1997 y que también reúne un buen número de bien preparados entusiastas del baile. Luego, varias academias, milongas o asociaciones han proliferado, al arrimo de la vitalidad de esta danza. Por nombrar unas cuantas: La de Domingo Rey, que estuvo en La Galería de la Plaza de Sas y  ahora regenta Rocío Rubio, que continúa perfeccionándose en Buenos Aires, Punto Vital, Tango Zaragoza, Gotán, M&G Zaragoza, El Almacén y, sin duda, alguna más que no conozco o se me olvida.

Como cantantes que han visitado Zaragoza, además del mentado Carlos Montero*, que cada tanto repite, antes con preferencia por el Teatro del Mercado y, ahora, ya  con menor asiduidad, en La Campana de los Perdidos, habría que destacar a Juan Carlos Cáceres, pianista bonaerense afincado en Francia, reivindicador del tango negro, que en junio de 2003 protagonizó una emocionante actuación en el Monasterio de Veruela, donde también expuso sus obras, pues, además, es un cotizado pintor. Si puede, hágase con su disco, “Tango negro”. Dos años después, Cristóbal Repetto, un excelente cantor con voz muy similar a la de Agustín Magaldi  ofreció un exitoso recital en un repleto auditorio Eduardo del Pueyo. Puede que me falle la memoria pero, en los últimos años, no recuerdo en la capital del Ebro ninguna actuación superior a la de los citados.

Pero también ha habido cantantes de tangos zaragozanos que en época reciente han llevado al disco su voz y sus creaciones. El más significado, Gregorio López, con una bella voz de timbre gardeliano, que en 1996 se hizo con la segunda edición del televisivo concurso de Antena 3 “Lluvia de estrellas” y, después, ha actuado frecuentemente en nuestra ciudad y, durante varias temporadas, en la capital del reino. Tiene editado un CD, “Mano a mano con el tango”. Recientemente, se han incorporado dos intérpretes más, Antonio Aguelo, que a finales de 2012 ha sacado a la luz un CD con el título, “13 tangos de color y una bossa desesperada” y Enrique Cavero, polifacético personaje, bien conocido en la noche zaragozana, que en 2013 presentaba un CD, “Doce tangos”, con  las piezas más clásicas.

Zaragoza y el tango. Una historia, venturosamente, sin terminar.  

*Carlos Montero, nombre artístico de Juan Carlos Zamboni, había nacido (1938) en el bonaerense barrio de Mataderos y falleció (mayo 2016) en Madrid.

El tango hasta Gardel-Programa Exposición 1986001 

ASSO, Miguel (Miguel Asso Vitallé), Zaragoza, 17.V.1886 – Zaragoza, 1936). Cantador de jotas.

Hijo de un vinatero que regentaba una taberna en la plaza de San Antón, nació en la calle de la Democracia, hoy Predicadores, del barrio de San Pablo, el principal reducto jotero zaragozano. Recibió lecciones de su madre, Eusebia Vitallé, que, cuando Miguel era niño, ganó un primer premio en la fiesta de los labradores de su calle, y de Balbino Orensanz. Empezó a cantar muy joven, con lo que aún pudo alternar con joteros míticos como El Tuerto de las Tenerías o El Royo del Rabal, con el que en 1901 actuó en el Teatro San Fernando de Sevilla y en la Fiesta de la Jota de Madrid, con asistencia de la familia real. El diario La Correspondencia de España reprodujo una de sus coplas y afirmó que cantaba «como un ruiseñor». No obstante, su primera actuación pública había sido en octubre de 1898 en el transcurso de una función ofrecida al escultor Benlliure en el Teatro Principal, en la que también debutó Cecilio Navarro.

Después de cursar en Barcelona estudios de vocalización con el maestro Goula, el Primer Premio del Certamen Oficial le llegó en 1905, sólo unas horas después de haber fallecido su madre. Fue Premio Extraordinario en 1914.

Cantador sobrio y de gran pureza, con un muy extenso repertorio, hasta la aparición de José Oto fue, junto a Cecilio Navarro, con el que tuvo una noble rivalidad, el más cumplido exponente del canto jotero, aunque una enfermedad fuera apagándole la voz. Llevó numerosas jotas al disco, varias de ellas en excelentes dúos con Jacinta Bartolomé, Ofelia de Aragón, Justo Royo y Cecilio Navarro.

De su magnífica labor como profesor de canto da cuenta el número y calidad de sus discípulos, entre los que figuran muchos de los mejores intérpretes masculinos y femeninos de la jota posterior, incluyendo a Miguel Fleta. Fue también un habitual organizador de cuadros de jota y espectáculos regionales con los que recorrió numerosos países y la geografía española hasta la guerra civil. Su éxito más prolongado fue en los parisinos Théatre de la Cigale (Espectáculo Flores y mujeres de España, de los compositores Conrado del Campo y José Forns) y Palace.  En este último music-hall actuó en la gran revista franco-española, París-Madrid (1929), que protagonizó con enorme éxito Raquel Meller y en la que también aparecía una jovencísima Carmen Amaya.

Sus grabaciones son poco comunes y sería urgente recopilar editar su obra completa para el estudio y recuperación de un maestro e intérprete que tuvo gran importancia en el decurso de la jota en su época de mayor difusión: el primer tercio del siglo XX.

                                                                                   DISCOGRAFÍA ESCOGIDA

-El boterón-El de Echo-Fiera reformada, Gramófono AG142.

-Jotas para bailar-Jotas, Gramófono AG143.

-Jaca-Es agua pa’bautizar, Gramófono AG145.

-El Monreal-El carrico-El jardineroLa golondrina-El puerto de Guadarrama-El de Barbastro, Gramófono AG147.

-La enredadera-El juicio oral-Gramófono AG148.

-Para luchar y querer-Fematera popular, Gramófono AE 907.

-Independencia-El fanfarrón-El remolinero (con Jacinta Bartolomé), Gramófono AE908.

-Águila imperial-El Cirilo-El desafiador-Si es enero o es febrero, Gramófono AE925.

-Jotas de baile: Señor bailador majico-Si tuvieras olivares-Báilemela usted con sal–La doy porque la mereces, Gramófono  W262196/7.

-Mi corazón, dice… dice…-Dime,  flor, quien te marchita (con Ofelia de Aragón), Gramófono AE 3040.

-Las ligas de seda-Tú no quisiste querer-Navarrica, navarrica-Mañica, sal al ventanón (con Miguel Asso), Gramófono AE 3056.

-Alta tienes la ventana-Rondadora-La burra, Gramófono AE3311.

-Jotas de baile, Odeón 13150.

-El Rodríguez-Aragonesa pura-El rabalero-El Benito, Odeón 13332/3.

-Enredadera-Derecha te están criando, Odeón 13335.

-El millanés-El fanfarrón-El Cirilo / Carrico-Fematera del Royo-Rondalla popular, Odeón 13346/7.

El Yarza-El Abenjod (sic)-Fiera pura  Odeón 13349

-Las mujeres son muy malas-Y detrás de ti besé-Se apostaron a correr, Odeón 13352.

-La fiera reformada-Olivera popular-Utebo, Odeón 13363.

-Jotas para bailar, RCA-Victor 30776

-Sanjuanero-A segar por los secanos, Fadas 10230.

                                                          BIBLIOGRAFÍA

-SÁNCHEZ CANDIAL,  Jorge, “Cultivo de la jota aragonesa en Aragón y sus provincias”, Anales de la Escuela Oficial de  jota aragonesa 4, Ayuntamiento de Zaragoza, 1945, pp. 39-40.

-SÁNCHEZ CANDIAL,  Jorge, “Cultivo de la jota aragonesa en Aragón y sus provincias”, Anales de la Escuela Oficial de  jota aragonesa nº 4, Ayuntamiento de Zaragoza, 1945, pp. 39-40.

-GALÁN BERGUA, Demetrio, El libro de la jota aragonesa, Zaragoza, 1966, pp. 779-783.

-SOLSONA, Fernando, La jota cantada, Ayuntamiento de Zaragoza, 1978, p. 38-39.

-, “Próximo centenario de Miguel Asso”, El Gancho, enero 1986.

-SOLSONA Fernando y Mario BARTOLOMÉ, Geografía de la jota cantada, Zaragoza, Prensa Diaria Aragonesa, 1994, p. 84.

-BARREIRO, Javier, La jota aragonesa, Zaragoza, CAI, 2000, pp. 60-61.                                                 El Tuerto delas Tenerías y Miguel Asso

 -, Voces de Aragón, Ibercaja, 2004, p. 124.

-, La jota, ayer y hoy I, Zaragoza, PRAMES, 2005, pp. 43-44.

-, Voz: “Asso Vitallé, Miguel”, Diccionario biográfico español, Vol. V, Madrid, Real Academia de la Historia, 2010, p. 81.

-, Biografía de la jota aragonesa, Zaragoza, Mira, 2013, pp.  150-152.                                           

BARTOLOMÉ, Jacinta, (“La Perla del Ebro”) Zaragoza, 19.II.1902 – Zaragoza, 26.II.1993. Cantadora de jotas.

Nacida en la calle de Boggiero nº 4, de una familia con catorce hermanos, que se trasladó sucesivamente al Arrabal y al número 17 de la calle de San Miguel, donde su madre regentó una frutería que Jacinta atendía personalmente. Aprendió la jota de su madre y después fue discípula de Pilar Gascón y Miguel Asso, con el que formó pareja durante más de tres lustros. De gran belleza, a los 16 años ya cantó en París y en 1923 grabó discos en solitario y en dúos con Miguel Asso y Justo Royo. En 1929 ganó el primer premio del Certamen Oficial y en 1934, el prestigioso premio Pilar Gascón, en la primera de las escasas convocatorias en que se celebró. Había cantado ante los reyes y recorrió Europa en diversas ocasiones. Participó en el estreno (1925) de la versión de El amor brujo en la capital francesa, con Antonia Mercé, La Argentina y Vicente Escudero. También compartió escenario en el Palace parisino con Raquel Meller, dentro del espectáculo París-Madrid, que dirigió el maestro Guerrero en 1929. Con la diva turiasonense también participó en Mujeres y flores de España y en otro espectáculo titulado Toro, que, de París, llevaron a Bélgica y Alemania. Durante los años treinta grabó varios discos para la firma Gramófono. Al estallar la guerra civil tuvo que anular un contrato para El Cairo y pasó la contienda cantando para los soldados republicanos. En septiembre de 1950 sucedió a Pascuala Perié como profesora de la Escuela Municipal de Jota de Zaragoza, donde realizó una fecunda labor. Se casó en 1969 pero su esposo fallecería 21 días después del enlace. Hasta 1980, año en que la sustituyó María Pilar de Las Heras, continuó como profesora de canto en la Escuela de Jota, siempre muy querida por sus alumnos, entre los que se cuentan numerosos campeones. Afectada por una enfermedad del corazón pero siempre vivaz y alegre, sus últimos años transcurrieron en una residencia de la calle San Juan de la Peña.

Jacinta fue también muy admirada en Valencia, donde interpretó muchas veces el cant d’estil y la jota valenciana y también se atrevió con el tango. El canto de Jacinta Bartolomé se caracterizó tanto por la rasmia y perfecta vocalización como por sus delicados matices estilísticos. Como jotera fue también una buena bailadora y, además de la guitarra, tocaba la bandurria y el requinto. En 1984 se le otorgó la Medalla de Oro de la ciudad de Zaragoza, donde una calle en el barrio de Monzalbarba lleva su nombre.

DISCOGRAFÍA ESCOGIDA

-Fanfarrón-El remolinero (con Miguel Asso)-Olivera popular-Los melocotones (con Justo Royo), Gramófono AE908.

-Popular de Fuentes-Fematera pura, Gramófono AE924.

-Fanfarrón-Alta tienes la ventana (con Miguel Asso)-La burra (con Miguel Asso) Gramófono AE3311

-Fematera popular-Héroes del sacrificio-Se acabaron los tiranos-Desde el cielo nos bendicen-Esta hidalga tierra hispana, Gramófono AE3656.

BIBLIOGRAFÍA

Demetrio GALÁN BERGUA, El libro de la jota aragonesa, Zaragoza, 1966, p. 792-794.

Fernando SOLSONA, La jota cantada, Ayuntamiento de Zaragoza, 1978, p. 45.

Mariano GISTAÍN, “Jacinta Bartolomé, la jota brava”, El Día de Aragón, 21-XI-1984, p. 8.

Vicente TORRES, Jacinta Bartolomé “La perla del Ebro”, Zaragoza, Autor, 1990.

Fernando SOLSONA y Mario BARTOLOMÉ, Geografía de la jota cantada, Zaragoza, Prensa Diaria Aragonesa, 1994, p. 86.

Javier BARREIRO, La jota aragonesa, Zaragoza, CAI, 2000, p. 66.

-, Voces de Aragón, Zaragoza, Ibercaja, 2004.

-, Voz “Bartolomé, Jacinta”, Diccionario biográfico español, Vol. VII, Madrid, Real Academia de la Historia, 2010, pp. 255-256.

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