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(Publicado en Aragón Digital, 27 de julio de 2022)

La reciente divulgación, por parte del Gobierno de Aragón, de una lista de aragoneses ilustres, me ha movido a sacar del cajón este artículo que pergeñé hará un año y que todavía no había decidido publicar. Aunque establecer cualquier relación o inventario de este tipo es siempre algo subjetivo, una vez que resolví quienes debían formar parte de ella, pregunté a varias gentes de distinta índole y he de declarar que el resultado final fue muy similar al que yo había resuelto. Creo que una encuesta más amplia llevaría a conclusiones muy semejantes.

Creo que el aragonés más conocido, es decir, más famoso universalmente es Goya. Estimo que en ello habría poca discusión. Sin embargo, el de Fuendetodos no es el más influyente de la historia. Ese título correspondería, sin duda a Fernando II de Aragón, llamado “El Católico”. No parece preciso ser un experto en historia para verificarlo.

A partir de aquí, reconozco que puede haber mayor discusión en el orden. Naturalmente, ofrezco el mío. No se trata de imponer opiniones sino de suscitar la reflexión. Para mí, el tercero en discordia sería Baltasar Gracián, tanto por la excelsitud de su obra, como por la repercusión universal de la misma, especialmente, en países cultos e influyentes como Alemania, Estados Unidos y Francia.

Muy cerca de él, tendríamos a Ramón y Cajal, el único premio Nobel aragonés y cuya obra excede a la importancia del galardón. Lo pionero y la vigencia de su obra científica así lo demuestra. Pero es que don Santiago fue excelso en casi todas las disciplinas y actividades que  acometió y ejemplar en su vida pública y privada. No olvidemos tampoco la calidad de su obra literaria y la clarividencia de sus escritos político-sociales.

He escrito alguna vez que pocos aragoneses han tenido tanto reconocimiento en su propia tierra como Miguel Fleta. Además, en vida, cosa dificilísima en Aragón. Fleta lo alcanzó antes de los treinta años y se ha mantenido durante muchas décadas, a pesar de su temprana muerte y de que en las últimas vaya decayendo. Pero es que, además, el tenor de Albalate de Cinca fue considerado por muchos el mejor de su época y, en ciertas romanzas, algunos siguen considerándolo el mejor de la historia.

En sexto lugar estaría Luis Buñuel, cuya alta valoración sigue siendo universal y es uno de los mayores emblemas del arte que mejor representa al siglo XX: la cinematografía.

El reconocimiento de los enumerados se extiende a toda España. ¿Hay entre sus hombres ilustres mejor rey, mejor pintor, mejor aforista, mejor científico, mejor tenor o mejor cineasta que los seis citados en primer lugar?

Ramón J. Sender vendría a continuación: Periodista y, sobre todo, novelista de raza, sólo Cela podría disputarle el primer puesto en la narrativa de la pasada centuria, ya que Baroja ha podido tener mayor eco pero no calidad literaria. La obra de Sender es muy extensa y, en sus últimos años, desigual, pero ninguno puede presentar un elenco tan amplio de grandes novelas como él, al lado de una muy considerable y valiosa obra periodística.

Alfonso I el Batallador fue quien, con sus conquistas, convirtió al Reino de Aragón en un territorio poderoso e influyente que llegaría a expandirse por el Mediterráneo y tener un protagonismo fundamental en la constitución de la monarquía española y el descubrimiento de América. Naturalmente, desconocemos muchas de sus particularidades, pero las repercusiones de sus conquistas y reinado fueron decisivas.

Miguel Servet, humanista, polígrafo, sabio en muy diferentes ciencias y disciplinas, su mayor reconocimiento de debe a sus escritos sobre la circulación pulmonar pero su influencia en Europa, tras su suplicio y muerte en Ginebra ha sido constante.

Raquel Meller es la única mujer del elenco en tiempos que no eran favorables a su estimación. Ella no fue únicamente, la figura máxima del cuplé, que significó el inicio de la canción popular en España sino que en todo el siglo XX no ha habido otra artista española que tuviera tal repercusión universal en el mundo como artista de la canción y la cinematografía.

Como suele suceder con los mitos, en algunos de ellos no se conoce con seguridad el lugar de nacimiento. Se han discutido los de Fernando el Católico, Alfonso el Batallador y Miguel Servet; la que se muestra como casa de Goya es posible que no sea la suya; Ramón y Cajal, que siempre dijo ser y sentirse aragonés, nació en un enclave administrativamente navarro; a Sender, nacido en Chalamera, en las solapas de muchas de sus ediciones, se le hace oriundo de Alcolea de Cinca, adonde su familia marchó poco después de su nacimiento…

Lo que sí puede parecer sorprendente es que ninguno de ellos viera la luz en las que hoy son capitales de provincia. Todos nacieron en pueblos, tan importantes como Jaca o tan pequeños como Belmonte de Calatayud o Chalamera, lo que podría parecer normal en el Medioevo pero no entre los nacidos tras la revolución industrial.

Belmonte de Gracián. Parroquia de San Miguel
Chalamera. Ermita de Santa María

Otro dato capital es que ninguno de ellos murió en su lugar de nacimiento y solo dos de ellos lo  hicieron en Aragón: Alfonso I, por razones obvias y Baltasar Gracián, por imposición de sus superiores. Esto viene a demostrar lo decisivo que es para el desarrollo individual salir del cascarón y confirma la creencia o la evidencia de que nadie es profeta en su tierra y, mucho menos, en el hipercrítico Aragón. Más triste todavía es que casi la mitad de ellos muriera en el exilio: Servet, Goya, Sender y Buñuel, otra muestra de lo turbulento de nuestra historia.   

Buñuel, que murió a los 83 años, fue el más longevo seguido de cerca por Goya que llegó a los 82, en un tiempo en el que se vivía menos. Fleta, con 40 años, fue quien pereció antes, Sin embargo, morir joven más beneficia que perjudica a los mitos.

Es seguro que esta relación tendrá sus disidentes pero he procurado no ceñirme a mis gustos personales sino a la trascendencia que tuvieron su vida y obra, sobre todo fuera del antiguo reino. Muchos echarán en falta al Conde de Aranda y a Joaquín Costa o José Pignatelli, muy importantes para Aragón, pero menos trascendentes fuera de España. O al Papa Luna, importante por su cargo pero sin una obra a sus espaldas. También apena no incluir a escritores tan extraordinarios como Marcial, Avempace, Miguel Molinos o Braulio Foz y a lingüistas como María Moliner o Lázaro Carreter; a periodistas como Eusebio Blasco o Mariano de Cavia; a músicos como Gaspar Sanz, José de Nebra o los maestros Marquina, Luna, Montorio o Monreal; a artistas como Pablo Gargallo y Pablo Serrano; a cineastas como Florián Rey y Carlos Saura o a científicos como Félix de Azara y Odón de Buen… En fin, que lo deseable sería que asuntos como estos sustituyeran en las peluquerías a los llamados temas del corazón y, en los bares, a las vicisitudes de la Liga y sus pelotoneros.

Amigo, ¿cómo es que te fijas en esta novela quién te la acerca, cómo la encuentras y cómo llegáis a la conclusión de que debe ser editada?; ¿qué te atrae o te atrajo de ella como bibliógrafo?

Creo que el primero que me habló de ella fue Francisco Carrasquer, el escritor libertario aragonés más significado desde la Guerra Civil, si exceptuamos a Sender. Sampériz y Carrasquer eran de pueblos relativamente próximos y un hermano del último había sido cura en Candasnos, el pueblo de Sampériz. Así que en fecha indeterminada leí el libro en la Biblioteca Nacional y después incluí a Sampériz en el Diccionario de Autores Aragoneses Contemporáneos.

-En esto la colaboración e implicación con la editorial Sariñena y su editor, Salvador Trallero ha debido de ser muy, muy importante…

Fue Salvador quien me habló de editarlo. La rareza de la obra, el destino fatal de Sampériz y la proximidad del autor y escenario del libro a la sede de la editorial influyó, sin duda, en su decisión. Ya habíamos trabajado juntos para editar otro libro singular La vida y la muerte en Aragón, obra de otro aragonés trasterrado en la Argentina, José Gabriel, de quien se deberían editar otros libros igualmente valiosos.

-¿Por qué crees que no está registrada en las bibliografías de la época….?

Los años treinta no han sido muy trabajados hasta hace un cuarto de siglo. La novela corta anarquista, tan leída entonces, apenas se ha estudiado. Siguen saliendo estudios nuevos y, por otra parte, la literatura de carácter social y combativo, en general, fue pobremente editada y sus consumidores perdieron la guerra y, consiguientemente, sus bibliotecas, si las tenían. Además, poseer un libro tan salvaje no dejaba de ser peligroso en la posguerra. Supongo que muchos de quienes lo conservaban lo destruyeron.

-¿Por qué ha pasado como desapercibida hasta que Sariñena editorial la ha desempolvado?

Por las razones que acabo de expresar. El libro era casi inconseguible. Pero sí que es raro que no llegara a él algún profesor o estudioso y, al menos, lo comentara. En 1996 Guillermo Fatás lo citó en la sección “Libros aragoneses”, desgraciadamente desaparecida,  que firmaba en Heraldo de Aragón.  Quien primero estudió al autor fue Valeriano Labara, como Sampériz natural de Candasnos, que en 1998 publicó un folleto, pero que apenas circuló. Al año siguiente publicó un artículo en Trébede y de ahí lo empezó a conocer más gente. En el año 2000 lo citaron también Mariano Constante (Republicanos aragoneses en los campos nazis), la Gran Enciclopedia de Aragón 2000 y Alfonso Zapater en el tomo IV de Líderes de Aragón. Convertir al pobre José Sampériz  en uno de los líderes de Aragón es ensanchar mucho el campo semántico del sustantivo. Sí que han tenido que transcurrir casi nueve décadas para que la obra se reedite.

-Aunque parte de la investigación también se la lleva el intentar saber más del autor José Sampériz; ¿qué ha sido tan difícil de llevar, completar, cumplimentar de la vida de este autor y de él como escritor?

La condición de coterráneo de Valeriano Labara le ha valido para ir entresacando datos de sus convecinos a lo largo de los años, como puede verse en uno de los textos que acompaña la edición. Y yo dispongo de alguna experiencia en estos asuntos pues creo que son diecisiete las obras de autores contemporáneos que he editado. En cuanto  a Sampériz siempre quedan etapas oscuras en su biografía, como la del seminario o su estancia en Cuba. Por no hablar de su calvario en los campos de exterminio. Cada uno de esos ámbitos podría haber dado lugar a sendas novelas.

-¿Es de suponer que a Sampériz le interesaba escribir, pero que no le daba importancia dar a conocer tanto lo que escribía?

Creo que sí le daba importancia. Él enviaba sus textos a quien se los aceptara. Sus editores, evidentemente, fueron de tercera o cuarta fila y sus artículos se publicaron en prensa regional o comarcal.

-¿Qué nos perdimos de Sampériz como escritor porque  encuentra la muerte en el Campo de Concentración de Mauthausen y allí se pierde una vida y a un escritor?

En primer lugar, su evolución. Tenía sólo 23 años cuando publicó Candasnos y 31 cuando fue asesinado. Y, como indiqué antes, nos perdimos las novelas del seminario, de la Cuba del dictador Machado y de los campos nazis. Tras las experiencias de ambas guerras, era esperable que sus puntos de vista se hubieran modificado sensiblemente.

-¿Por qué es calificada, Candasnos, de “una novela de excepcional rareza”?; ¿tú qué nos puedes decir al respecto? , ¿Por qué tiene esa mezcla de ser intergeneracional… por ese corte tráfico, dramático…?

Dos cosas sorprenden hondamente: la bestial brutalidad, el salvajismo de muchos pasajes que son de lo más tremendista que he leído en la literatura española y la utilización de un lenguaje hiperculto, rebuscado a veces, de un refinamiento que no se corresponde con la ferocidad de  la historia.

-Una novela de corte generacional porque, como explica Simeón Omella, se encuentra o viaja a caballo ente “el mundo lorquiano”, con esa tragedia constante, rondando… y  la “mirada de Valle-Inclán”?

Como acabo de decir, la tragedia es hiberbólica, apocalíptica, rural y todo lo que se quiera. Sólo en lo de tragedia se puede aproximar a Lorca pero ni roza su finura ni su carácter telúrico o simbólico. Y algo parecido se puede decir del lenguaje, que, como el de Valle, es rebuscado y exquisito pero peca de artificiosidad y de un constante prurito por espantar al lector.

Enlazando con las dos preguntas anteriores a mí me recuerda a la manera de ver, percibir, reciclar la realidad que le pasa y que luego escriben…nada, que reconozco a Ramón J Sender…

Con Sender puede tener concomitancias ideológicas y generacionales, aparte de la pertenencia a comarcas limítrofes pero muy pocas literarias ni en el fondo ni en la forma ni en la técnica y estructura ni tampoco en la ambición literaria. Por otra parte, Sender escribía desde la serenidad y Sampériz, en Candasnos, evidentemente, no.

-Me parece que hasta, perdona el atrevimiento de una lectora sin más, practica una literatura nihilista…

En eso estaría más de acuerdo pero lo que yo percibo es un desequilibrio general en el autor que, puede pensarse, fuera motivado por experiencias de las que poco sabemos. La intensidad es tanta que, a veces, no puede uno tomárselo muy en serio. No tanto, pero su novela anterior, El sacrílego, aparte de más aburrida y cansina, también es algo desequilibrada. No así los pocos artículos que han llegado hasta mí.

-Todo transcurre en un pueblo oscense, Candasnos con ese aire de tristeza contenida, de fríos avanzados, de miedos contenidos…de esperas, de avanzadas ausencias.

Desde luego, Candasnos puede presumir de ser un pueblo que sirve de escenario único a una novela completa. Otra cosa es que sus vecinos estén muy satisfechos de la versión que ofrece Sampériz.

-El autor tiene una trayectoria vital muy rica: el viaje a Cuba, el querer retornar a tierra oscense, decisiones que hacen que tenga un destino y no otro…, indudablemente esto enriquece a la narrativa, a la novela…..proporcionalmente como lo enriquece a él mismo…

Antes, como hoy, quien salía de su casa para correr mundo podía tener dificultades pero su visión se ensanchaba y se maduraba mucho antes. Es obvio que Sampériz fue al seminario porque en el ámbito rural era la única forma de cursar estudios para quien mostrase algún talento y no perteneciera a familia acomodada. Resulta palmario que la experiencia fue muy negativa para él y para tantos otros, como su prologuista Ángel Samblancat, el citado Francisco Carrasquer o Joaquín Maurín, todos oscenses y, después, de ideología avanzada. Pero esa experiencia le sirvió para saber lo que no quería y dónde estaba el enemigo. Lo mismo puede decirse de sus años en Cuba, donde se encuentra una dictadura mucho peor que la “dictablanda” de Alfonso XIII y Primo de Rivera, pero también estímulos vitales, intelectuales y lingüísticos que lo enriquecen y que se advierten claramente en la novela que comentamos.

-Javier, ¿qué ves, qué notas del pensamiento libertario  en la escritura y el tratamiento de la historia que se desarrolla en Candasnos?

Los dos hermanos Trigo, antagonistas del cura Mosén Antonio, aunque acomodados, son totalmente anarquistas; el que oficia de alcalde es un libertario racional y el otro, visceral, mucho más nihilista, dostoievskiano, pero también partidario de la acción directa. Aparte de los muchos fragmentos de la novela en los que se enuncian explícitamente ideas libertarias.

¿A José Sampériz se le podría definir como un intelectual, sobre todo un pensador, que lo vuelca todo o en parte en la literatura, aunque me da, constantemente, que guarda mucho en su interior?

 Evidentemente, sería un sujeto idal para un psiquiatra. En Candasnos percibimos que su mente era un torbellino que nos revela a un narrador de grandes posibilidades y llamativa originalidad pero que, quizá, allí debería haber sido más controlada. Su cerebro es un pantano con enorme capacidad, pero al que se le han roto las compuertas.

(Publicado en El Periódico de Aragón, 16 de enero de 2022, p. 10-11)

A la derecha Arana con dos amigos, en una de las imágenes más antiguas que de él se conservan

Los años veinte del pasado siglo no sólo fueron los de la difusión universal del jazz, el fox-trot, el charlestón y otros ritmos que contribuyeron, junto al nacimiento del cine sonoro, el art decó y las faldas cortas, a la consideración de la década como el “no va más” de la modernidad, sino que, por otro lado muy diferente, en ellos se publicaron quizá más cancioneros de jota aragonesa que en ninguna otra década. El género contaba por entonces con grandes figuras masculinas y femeninas del canto (Cecilio Navarro, Ofelia de Aragón o Pilar Gascón, entre las más grandes) mientras que en 1927 se consagraba José Oto.

En este contexto José Ruiz Borau que, con el nombre de José Ramón Arana, al que el exilio convertiría en el narrador aragonés más importante tras el inmenso Sender, se asomaba a las prensas de Las Noticias del Lunes publicando diez coplas joteras, el 13 de agosto de 1928. Fue éste un periódico-semanario, antecedente de La Hoja del lunes, que se componía en la imprenta del Hospital Provincial de Zaragoza y que circuló de 1926 a 1930.

No era la primera vez que el futuro narrador  veía su nombre impreso, pues en 1925, la revista Pluma Aragonesa en sus números 3, 5 y 6 había recogido sendos poemas del autor, como di a conocer en mi edición (Rolde, 2005) de sus poesías. Ni se sabía de éstas ni de las que hoy reproducimos, ya que la primera obra de Arana tardaría años en publicarse y muchos más en España, ya que su libro más señero, El cura de Almuniaced (edición mejicana de 1951), no llegaría a ser editado en España hasta 1979. Había transcurrido más de medio siglo desde estos sus primeros vagidos líricos.

Conociendo su obra poética posterior, en la que la presencia más constante es la figura  materna, es curioso que estos versos apresurados de juventud también terminen con una referencia a la madre, cuyo protagonismo eclipsó el de las tres mujeres con las que convivió y tuvo descendencia.  

Parece, pues, patente que la vocación literaria del escritor, entonces un obrero sindicalista, asomaba con claridad y, como suele ocurrir en los inicios, abocada a la expresión poética. Es curioso que no exista ningún progreso –más bien al revés- entre los versos de 1925 y los de 1928 pero estos nos dan muestra de la vitalidad de un género que acababa de dar salida a dos de sus títulos más importantes: Cancionero aragonés. Canciones de jota antiguas y populares en Aragón (1925), repertorio de Dámaso Sangorrín, que firmó como Juan José Jiménez de Aragón -tres jotas en las iniciales de su seudónimo como homenaje al género- y Cantos populares de la provincia de Teruel (1927), el famoso cancionero de Miguel Arnaudas. Sin embargo, la musa de Ruiz Borau -su nombre auténtico- no parece proceder del conocimiento de los cancioneros sino que, dicho popularmente, resulta más zaborrera. Mucho mejor encaminadas líricamente son las diez “Jotas de hogaño al estilo de antaño”, que figuraban entre los papeles del autor que me cedió su viuda, Elvira Godás, para ser publicadas en la edición citada de sus poemas (pp. 220-221).

Aunque pueda decirse que la tradición de la copla fue cayendo en el olvido, tuvo todavía su predicamento hasta mediados de la pasada centuria. Fue Fernando Soteras “Mefisto” (1886-1934) su más esforzado difusor en la prensa aragonesa. Poco antes, Gregorio García-Arista había publicado el que, aunque escaso, parcial y discutible, todavía puede considerarse el principal estudio de la copla en el antiguo reino: La copla aragonesa o “cantica” (1933) publicado en el Boletín de la Real Academia Española.

La copla todavía no había acabado su largo recorrido a través de la poesía popular española. Ahora sabemos que José Ramón Arana también incidió en ella.

GUITARRA ARAGONESA*

Una Jota bien cantada
hace llorar de emoción;
la hizo el alma de la raza
con trozos de corazón.

Vas diciendo que soy feo,
borrachín y mal “trebaja”,
si te “dijiera” te quiero,
ya harías “guena” rebaja…

“Cualquiá” se casa con “tu”,
que “ties” genio de “dimonio”
“toas” las muelas “cariadas”
y llevas postizo el moño.

No encontrarás en el mundo
un contento con su suerte;
quien tiene dos, quiere cuatro,
y quien tiene cuatro, “vainte”.

“T’arreo” un beso y te enfadas;
“t’arreo” dos y “tamién”:
¿Cuántos habrá “c’arreate”
“pa” que a “tú” te “paizca” bien?

Que si el “Utebo F. N.”,
que el “Calatorao F. C.”,

¡Repaño! c’hablen cristiano
“pa” que se les “puá” entender.

Azucenica “trempana”,
morros de “malacatón”
si tu habías de “comeme”
¡quién se “golviera” melón.

A San Antonio le pides
que “t’agencie güen casorio”,
Siendo tuerta y bigotuda,
¿cómo “ta” de encontrar novio?

Si un baturro en tierra extraña
escucha cantar la jota

“pa” contener las “glarimas”
se concara con su bota.

Jotica, mi última jota,
lleva un “ricuerdo” a mi madre
y una “glarimica” al Ebro
“pa” que “s’aumente” su cauce.

José Ruiz Boráu

(Las Noticias del Lunes 13 de agosto de 1928, p. 3)

*Se reproduce con exactitud, la grafía del original.

Sobre José Ramón Arana, también puede verse en este blog: https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/04/14/jose-ramon-arana/

(Publicado en Aragón Digital, 14-16 de febrero de 2020).

La casa natal de la cupletista Ramoncita Rovira, la creadora de “Fumando espero” y “El tango de la cocaína”, ya tiene protección municipal y “Cal Bisbe”, en la plaza mayor del pueblo, será convertida en un museo, ya que el ayuntamiento de La Fullola (Lérida), al que fue cedida, así lo ha aprobado en el marco del proyecto FEDER, Camí de Sant Jaume (Camino de Santiago).

Por seguir con la música, en Albalate de Cinca, localidad próxima a La Fullola, fue el propio Miguel Fleta quien compró su casa natal, la modernizó y al poco tiempo se deshizo de ella, con lo que el único recuerdo del tenor que allí queda es una doble placa conmemorativa. Solamente a 11 kilómetros de Albalate se encuentra Chalamera, lugar donde vio la luz Ramón José Sender, cuya casa fue derribada antes de que el novelista pudiera verla en su viaje de regreso en 1976.

Raquel Meller, la más esclarecida de las colegas en el arte de Ramoncita Rovira y la actriz española más internacional de los años veinte, tuvo en Tarazona su casa natal que también fue derribada el año de Mari Castaña. Y, menos mal que no han tirado su partida de nacimiento, porque ya hace tiempo que habría sido declarado formalmente su origen riojano o catalán, como así se ha defendido y escrito. Por cierto, que Raquel tiene estatua en Barcelona pero no en Zaragoza.

Para no alejarnos en el tiempo de las demoliciones, podríamos recordar que en Villanueva de Gállego se derribó la casa donde nació uno de los pintores más importantes del siglo XIX, Francisco Pradilla, pese a toda la energía que puso en evitarlo APUDEPA. Como la citada y benemérita asociación en defensa del patrimonio aragonés defendió, la modesta construcción estaba muy arraigada en la memoria popular de Villanueva, y reconocida como un lugar de conmemoración entre los grupos artísticos aragoneses, de lo que daban cuenta las dos lápidas que ostentaba la modesta construcción, una de ellas colocada sólo 14 años antes por el propio ayuntamiento que en 2012 concedió licencia para su derribo.

Y, si hablamos de pintores, un colega de Pradilla, nacido un siglo antes y con su mismo nombre, llevó el apellido Goya. Su casa natal tuvo que descubrirla o inventarla otro pintor y viajero llamado Zuloaga, más de una centuria después de su nacimiento.

Alguna vez he contado cómo a finales de los años setenta desembarqué en Codo, lugar muy cercano a Belchite, para comprar una garrafa de su excelente vino y pregunté por Benjamín Jarnés. El habitante del agro aragonés solía mostrarse curioso con el forastero, con lo que en seguida se formó un nutrido grupo que incluía al alguacil, preguntándose y, sobre todo preguntando al viajero, quién podía ser ese señor. Al final fue una vieja quien aclaró el entuerto: según recordó, debía de ser el hermano de “aquel tontico que tocaba tan bien las campanas”. Y hasta tenía mérito la memoriosa señora, pues los Jarnés eran 22 hermanos y algunos no tenían ni pizca de tontos.

Si vamos a los compositores aragoneses del pasado siglo, no pregunte usted por la casa natal del maestro Monreal en Ricla ni por la del maestro Montorio en Huesca, tampoco por la del maestro Marquina en Calatayud o por la del maestro Cayo Vela en Brea. Si le muestran algo, será lo que han edificado encima de lo que demolieron.

Por eso, no es extraño que en muchas de estas localidades pregunte a sus moradores y no sepan decirle casi nada acerca de sus hijos más ilustres, cuando su figura, trascendencia y relevancia deberían enseñarse desde la escuela primaria.

Otro día nos referiremos a las honrosas excepciones.

Maestro Monreal

 

Maestro Marquina

Maestro Marquina

Maestro Montorio

Maestro Montorio

 

 

 

 

(Publicado en Aragón Digital, 21-23 mayo 2016)Viola, Manuel 002

A Viola se le solía ver por La Taguara, el bar que pusieron en la calle Fita Pilar Delgado y Alfonso Zapater y que, pese a su corta vida, albergó interesantísimas exposiciones y una sala-foro con piano, donde se celebraron recitales de poesía, conferencias y tertulias. Por ella pasó nada menos que Ramón J. Sender, que me tenía un poco prohijado, pues con veintiún añitos había ganado el I Premio de Periodismo con su nombre, que convocaba el diario Aragón Exprés y, con más bondad que criterio, me llamaba “colega” en la dedicatoria de sus libros. Por ir de lo grande a lo mínimo, en 1973 Javier Checa y yo ofrecimos allí un recital de “poesía abierta” que, en nuestra inocencia o audacia, denominábamos “underground”. Como el franquismo ya no se sentía tan prepotente, recuerdo que, antes de empezar la función, un par de policías de la secreta me abordaron para decirme que, aunque iban destacados al acto, como prueba de buena voluntad, se quedarían fuera y que, en contrapartida, nos portáramos bien, cosa manifiestamente imposible para nosotros y el público pero tampoco llego la sangre al río, aunque sí el alcohol, al que también veneraba con culto de latría Manolo Viola.

El nombre del bar procedía del grupo de teatro-escuela que Pilar Delgado, una estupenda mujer, había fundado en 1970 y que tuvo fuerte trascendencia en la formación de actores zaragozanos. Hubo un premio de pintura La Taguara y, en cuanto a  exposiciones, recuerdo las de los grupos Forma y Azuda 40, Martínez Tendero, Joaquín Pacheco, Larroy, Ruiz Anglada, Antonio de la Iglesia y el propio Viola, nombres nada irrelevantes, por cierto.

ViolaManuel Viola -inconfundible en la barra del bar, junto a otro buen bebedor, Alfonso Zapater- con su melena al aire,  sus gestos bruscos y su voz, bronca y desgarrada, se imponía sobre los demás circunstantes con sus anécdotas y sus juicios agresivos y piadosos, si vale el oxímoron. Su carácter le llevaba al desmadre pero su bonhomía corregía, en cuanto se daba cuenta, el exceso.  Además del tinto y la libertad, le gustaban mucho las mujeres, las jotas desaforadas y los artistas irreverentes. Es decir, el sentido del humor. A su mujer, la poetisa surrealista Laurence Iché, la llamaba Lorenza, como Dios manda.

A él, su familia e íntimos lo llamaban Pepico y aseguraba que debía su ronquera a las veces que hubo de arrostrar con su madre el cierzo del Puente de Piedra, aunque Viola, Manuel Escritos surrealistas001la familia marchara a Lérida cuando todavía era niño. En 1932, a los diecisiete años, ya colaboraba  en la revista de vanguardia, Art, en la que firmó artículos y poemas. No hay que olvidar que Viola fue escritor antes que artista del pincel. Aunque sus publicaciones fueron muy dispersas, el Museo de Teruel las recogió en 1996 para publicarlas bajo el título Escritos surrealistas.

Su biografía da para una novela picaresca con la salvedad de  que no era alguien que se aprovechara de los demás sino al revés, un hombre desprendido, generoso y, sobre todo, original a quien los bien pensantes rehuían. Otro aragonés, Antonio Saura, hombre difícil y poco magnánimo con el que coincidió en el grupo El Paso, dijo de él que era persona extraordinaria, a quien no podía olvidarse nunca. Profundo admirador del genio de Fuendetodos, cuya pintura cambió su percepción del mundo, el destino -o la genética- proporcionó a Manolo Viola una cabeza goyesca, de la que estaba justamente  orgulloso.

Ya que no lo pudieron hacer sus amigos Alfonso Zapater o Antonio Fernández Molina, queda por estudiar su profusa relación con Zaragoza, donde expuso varias veces, la primera en la sala Libros de la calle Fuenclara y la más sonada, en la Lonja, lo que le llenó de gozo.

El día 18 de mayo de 2016 se cumplió su centenario. Quien no lo haya hecho, hasta el 29 de mayo todavía puede visitar la excelente exposición que se exhibe en el zaragozano Palacio de Sástago.Viola, Manuel

 

Desde la publicación de este comentario que publiqué en la aparición de sus poesías completas: «(Fe en la poesía» El vigilante y su fábula de Rosendo Tello, Heraldo de Aragón, 30-VI-2005), Rosendo ha publicado, su primer libro de memorias, Naturaleza y poesía (1931-1950), editado en 2008, y seis nuevos poemarios, En el corazón de la luz (2006), Hacia el final del laberinto (2010), El regreso a la fuente (2011) y Magia en la montaña (2013), Revelaciones del silencio (2015) y Apología simbólica del jardín (2017).

Tello, Rosendo x Verón

Con el título de «Fe en la poesía» esta reseña de Rosendo Tello Aína, El vigilante y su fábula. Obra poética reunida, Zaragoza, Prames, 2005 fue publicada en Heraldo de Aragón, 30-VI-2005.  

A pesar de la alta valoración de la poesía de Tello, en palabras de José Carlos Mainer: “la voz más importante, rotunda y original de la poesía aragonesa de hoy”, apreciación con unos u otros matices compartida por muchos, la triste situación que en España padece la poesía y la dificultad y exigencia que la aquilatada expresión lírica de Rosendo Tello reclama al lector han deparado que la atención crítica hacia su obra haya sido realmente escasa, salvo las consabidas reseñas pergeñadas a la aparición de cada libro. Creo que las diez páginas y media que Luis Felipe Alegre le dedica en su atinado prólogo son el texto más largo publicado hasta hoy sobre la poesía de este autor. En otro buen trabajo sobre ella, Enrique Molina Campos hacía notar cómo, siendo lo aragonés un destino que asume el poeta por instinto pero también con voluntad reflexiva, en cambio, no aparecían por ningún lado los rasgos distintivos que profesores como Blecua y Alvar atribuyen a la poesía aragonesa.

   La edición de todos los libros publicados por Rosendo Tello, más uno inédito, significa eso que se ha dado en llamar un acontecimiento. Ningún poeta aragonés del siglo XX lo había logrado en vida, si exceptuamos el caso muy peculiar de Ramón J. Sender, que en 1974 publicó en Aguilar su Libro armilar de poesías, con casi toda su obra poética, pero, por muchas razones que no son del caso, pocas cosas hay parangonables entre ambos autores.

 Contra lo que suele ser habitual en un terreno como el de la lírica en el que los gustos personales son tan decisivos, la poesía de Rosendo Tello apenas tiene detractores y desde hace tiempo disfruta del máximo reconocimiento entre los desperdigados lectores de este género. Es verdad que su fidelidad a la misma ha sido ejemplar. Pocos autores han vivido tan íntegramente dedicados en obra y vida a leerla, escribirla, pensarla, exponerla y discutirla; y quienes conocen al hombre saben que ostenta, señero y resignado, las cualidades y estigmas que, tradicional y tópicamente, se atribuyen al poeta. También la ha enseñado, supongo que a despecho de conocer la imposibilidad del empeño, y de sus cursos han salido poetas y poetisas de cualquier laya. Esta unidireccionalidad ha deparado que a los cuarenta y seis años de su primer título, Ese muro secreto, ese silencio y con catorce obras editadas en su haber, todavía no ha publicado un libro de género distinto al poético. Cosa a mi juicio lamentable porque Tello es lector atento y finísimo y pocas disecciones de obras de todo pelaje he visto yo con más entrega al texto, más sabiduría en la interpretación y más precisión en el concepto que las propiciadas por sus análisis. Así, es uno de los mejores presentadores de libros que puedan desearse aunque la memez ambiental prefiera periodistas y mediáticos, pero lo cierto es que su condición de escritor lento, minucioso, aplicado y  exigente, ha deparado muchos menos textos críticos de lo que hubiera sido lógico en pluma tan excelente. Ni siquiera su ejemplar -y, en el método crítico, pionera en España- tesis sobre la poesía de Gil-Albert ha sido editada, a pesar de que el propio Instituto de Estudios al que da nombre el poeta alcoyano le haya pedido repetidamente un resumen para su edición como libro pero las preocupaciones del poeta transitan por cursos más etéreos. Sin embargo, sería harto juicioso editar sus prosas críticas, lo que casi culminaría, la obra completa de Tello, pues, salvo algún relato suelto, no conozco otros textos de su pluma.

 Tello, Rosendo-El vigilante y su fábula

El vigilante y su fábula recoge en el orden en que fue escrita, que no siempre coincide con el de publicación, una obra lírica de profunda coherencia, que acompaña el itinerario vital del poeta interrogándose sobre su lugar en el mundo, reconstruyendo míticamente la realidad exterior, fundando una expresión que se quiere vida, cosmovisión y resonancia. Si en las dos primeras obras del poeta, Ese muro secreto, ese silencio (1959) y Fábula del tiempo (1969) aparecen ya el rigor formal, la deslumbrante precisión rítmica y el sometimiento de una indomeñable intensidad emocional al designio y la necesidad de creación de una imaginación y un mundo poético propios, la pentalogía que constituyen sus libros siguientes, Paréntesis de la llama, Libro de las fundaciones, Baladas a dos cuerdas, Meditaciones a medianoche y Las estancias del sol, da cauce a una originalísima reflexión en la que fuerza telúrica  y necesidad de trascendencia se baten, dando lugar a una expresión oscura y luminosa, a una mística panteísta y existencial, a un latido lírico bronco y, a la vez, sutilísimo y destellante.

 Como argumenta el prologuista, en la segunda etapa de Tello “el mundo que antes se erigía en sueño imaginario se contempla ahora a través del sentimiento elegíaco”. Hay una asunción del tiempo serena y desencantada, la geografía real se convierte en reino utópico o legendario y el personaje se va diluyendo en sombra, como bien se advierte en Augurios y leyendas de un tiempo que se va. Aun en la imposibilidad de ser poco más que telegráfico, es de rigor que aquí se aluda preferentemente a la única de las obras no publicadas que incorpora esta edición, Hacia el final del laberinto, libro diáfano, de prodigiosa naturalidad expresiva y en el que el estupor reemplaza a la indagación pero fértil en relámpagos, en lucidez, en precisión sustantiva. La simbología, heliosística o lunar, de la anterior poesía de Tello ha dado paso a un léxico exacto y desengañado que nos recuerda al último Cernuda, las imágenes de filiación vanguardista que siempre habitaron su poesía se han convertido en reflexión desnuda, en anhelo de fundación, en distanciada mueca. Pero siempre esa música esencial, esa estudiada disposición de acordes y disonancias, esa fe en la palabra que, si tampoco nos salva, a veces puede hacernos olvidar que nada salva.

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Otros textos sobre Rosendo Tello en este blog:

https://javierbarreiro.wordpress.com/2011/11/13/una-poesia-de-la-reverberacion-meditaciones-de-medianoche-de-rosendo-tello/

 https://javierbarreiro.wordpress.com/2016/07/26/el-ultimo-libro-de-rosendo-tello-revelaciones-del-silencio/

https://javierbarreiro.wordpress.com/2016/04/18/entrevista-con-rosendo-tello-acerca-de-miguel-labordeta/

Tello, Rosendo con Horus_reducida2

El próximo 17 de mayo se cumple el centenario del nacimiento de Pablo Recio, seudónimo del poeta en lengua aragonesa ribagorzana, Cleto José Torrodellas Mur, sobrino del pionero en la poesía en aragonés, Cleto Torrodellas Español, que sólo pudo ver reeditada su obra, cuatro décadas después de su muerte. Sin embargo, su poesía pasó al acervo popular y,  así, Sender, reproduce en el tercer tomo de Crónica del alba la composición: «Pepeta, si no t’eses d’enfadá…» aunque la memoria del exiliado o la fantasía ficcional del escritor se la atribuya a un tal Baldovinos de Aínsa.

Reproduzco los dos artículos de mi Diccionario de Autores Aragoneses Contemporáneos (1885-2005), Zaragoza, DPZ, 2010, pp. 1091-1092, actualizando la bibliografía.

 

TORRODELLAS ESPAÑOL, Cleto, Estadilla (Huesca), 1868 / Estadilla (Huesca), 07-05-1939
Torrodellas Español, Cleto

Miembro de una humilde y muy numerosa familia, tuvo que ayudar a su padre en sus tareas agrícolas desde temprana edad. Más tarde, trabajó en una herrería pero en 1894, ya casado y delicado de salud, abandonó yunque y martillo para montar un pequeño comercio en su localidad natal. De formación autodidacta, su interés por la poesía se manifestó de forma evidente en los primeros años del siglo XX. Utilizó tanto el castellano como su lengua materna, la hablada coloquialmente en la Baja Ribagorza, para componer, sobre todo, romances arraigados en el folclore y las tradiciones locales. Muchos años después de su muerte, sus versos fueron recogidos y estudiados por Francho Nagore.
                                                                                               

                                                                             OBRAS

Versos y romances en ribagorzano, Zaragoza, Porvivir Independiente, 1979. / (ed. ampliada) Huesca, Consello d´a Fabla Aragonesa, 1988.

-Obra en aragonés ribagorçano (edición de Xavier Tomás y Chusé Raúl Usón), Zaragoza,  Xordica, 2011.

Torrodellas Españo, Cleto_Versos y romances en ribagorzano
                                                                        BIBLIOGRAFÍA

-BADÍA, Mariano, Así fuimos, así vivimos, Estadilla, Ayuntamiento, 2004.

-, «Anecdóticos e inéditos datos biográficos sobre el poeta estadillano Cleto Torrodellas Español», Diario del Alto Aragón, 10-VIII-2007.

-BRIOSO, Julio V., «Cleto Torrodellas, poeta ribagorzano», El Ribagorzano nº 2, abril 1981.

-CASTAÑER MARTÍN, Rosa María y José María ENGUITA, «Entre dos siglos: lengua y regionalismo», Entre dos siglos. Literatura y aragonesismo, Zaragoza, IFC, 2002, pp. 176-177.

-CONTE OLIVEROS, Jesús, Personajes y escritores de Huesca y provincia, Zaragoza, Librería General, 1981, p. 89.

-MUR, Luis, «Cleto Torrodellas Español», Aragón nº 125, febrero de 1936, pp. 37-38.

-NAGORE, Francho, «Edición e introducción» a Versos y romances en ribagorzano, Huesca, Porvivir Independiente, 1979.

-, «Cleto Torrodellas en Ramón J. Sender», 53 escritores a Ramón J. Sender, Zaragoza, Heraldo de Aragón, 1980, pp. 74-76.

-, A vida, a obra y a fabla de Cleto Torrodellas, Huesca, IEA, 1981.

-, Voz: «Torrodellas Español, Cleto», Gran Enciclopedia Aragonesa, tomo XII, Zaragoza, UNALI, 1982, p. 3239.

-QUINTANILLA SARRADELL, Antonio, «El alma de una región», Heraldo de Aragón, 6-XII-1951.

-, «Un poeta ribagorzano: Cleto Torrodellas Español», Argensola nº 27,tercer trimestre 1956, pp. 267-270.

-SANCHO, Paca, «Lo que me ban contá de Cleto», Fuellas nº 9, mayo de 1979, pp. 6-16.

-SAURA RAMI, José Antonio, «Literatura de Ribagorza», Comarca de La Ribagorza, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2006.

-VÁZQUEZ, Jesús, «Reseña» de Versos y romances en ribagorzano, Archivo de Filología Aragonesa nº XXXVIII, 1986, pp. 298-299.

Torrodellas Español, Cleto con esposa y hija

 

 

TORRODELLAS MUR, Cleto José, Estadilla (Huesca), 17-05-1914 / Barcelona, 05-11-1988
Seudónimo: Pablo Recio

Torrodellas Mur, Cleto José

Sobrino del popular poeta dialectal Cleto Torrodellas Español, hizo estudios de Magisterio, aunque nunca llegó a ejercer de maestro. Comenzó a escribir poesía en su lengua vernácula en los años cuarenta, en los que trabajó en centrales eléctricas en construcción. En 1954 emigró a Barcelona y allí permaneció durante cinco lustros, en puestos directivos de una empresa multinacional. Una vez jubilado, publicó poemas, romances y narraciones, de variada temática, coincidiendo con la reivindicación de las hablas locales. Está considerado uno de los principales representantes de la literatura ribagorzana. 

                                                                                         

                                                                         OBRAS

500 y más coplas de vario talante, Barcelona, Autor, 1986 (2ª ed. ampliada y modificada).

Horas sueltas (con el seudónimo de Pablo Recio), Huesca, Consello d´a Fabla Aragonesa, 1990.
                                                                                               

                                                                   BIBLIOGRAFÍA

-ARAGÜÉS, Chusé, «Sagas oscenses de Pablo Recio» (Reseña de Horas sueltas), El Periódico de Aragón, 30-V-1991.

-NAGORE, Francho, Voz: «Torrodellas Mur, Cleto José», Gran Enciclopedia Aragonesa, tomo XII, Zaragoza, UNALI, 1982, p. 3239.

-, Voz: «Torroellas Mur, Cleto José», Gran Enciclopedia Aragonesa, apéndice II, Zaragoza, UNALI, 1987, p. 343.

-, «Presentación» de Horas sueltas, Huesca, Consello d´a Fabla Aragonesa, 1990, pp. V-XVII.

-, Voz: «Torrodellas Mur, Cleto José», Gran Enciclopedia Aragonesa, apéndice III, Zaragoza, UNALI, 1997, p. 377.

-SAURA RAMI, José Antonio, «Literatura de Ribagorza», Comarca de La Ribagorza, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2006.

-VICENTE DE VERA, Eduardo, El aragonés: Historiografía y Literatura, Zaragoza, Mira, 1992.

Torrodellas Mur, Cleto José-Comulgante