(Publicado en El Periódico de Aragón, 16 de enero de 2022, p. 10-11)
Los años veinte del pasado siglo no sólo fueron los de la difusión universal del jazz, el fox-trot, el charlestón y otros ritmos que contribuyeron, junto al nacimiento del cine sonoro, el art decó y las faldas cortas, a la consideración de la década como el “no va más” de la modernidad, sino que, por otro lado muy diferente, en ellos se publicaron quizá más cancioneros de jota aragonesa que en ninguna otra década. El género contaba por entonces con grandes figuras masculinas y femeninas del canto (Cecilio Navarro, Ofelia de Aragón o Pilar Gascón, entre las más grandes) mientras que en 1927 se consagraba José Oto.
En este contexto José Ruiz Borau que, con el nombre de José Ramón Arana, al que el exilio convertiría en el narrador aragonés más importante tras el inmenso Sender, se asomaba a las prensas de Las Noticias del Lunes publicando diez coplas joteras, el 13 de agosto de 1928. Fue éste un periódico-semanario, antecedente de La Hoja del lunes, que se componía en la imprenta del Hospital Provincial de Zaragoza y que circuló de 1926 a 1930.
No era la primera vez que el futuro narrador veía su nombre impreso, pues en 1925, la revista Pluma Aragonesa en sus números 3, 5 y 6 había recogido sendos poemas del autor, como di a conocer en mi edición (Rolde, 2005) de sus poesías. Ni se sabía de éstas ni de las que hoy reproducimos, ya que la primera obra de Arana tardaría años en publicarse y muchos más en España, ya que su libro más señero, El cura de Almuniaced (edición mejicana de 1951), no llegaría a ser editado en España hasta 1979. Había transcurrido más de medio siglo desde estos sus primeros vagidos líricos.
Conociendo su obra poética posterior, en la que la presencia más constante es la figura materna, es curioso que estos versos apresurados de juventud también terminen con una referencia a la madre, cuyo protagonismo eclipsó el de las tres mujeres con las que convivió y tuvo descendencia.
Parece, pues, patente que la vocación literaria del escritor, entonces un obrero sindicalista, asomaba con claridad y, como suele ocurrir en los inicios, abocada a la expresión poética. Es curioso que no exista ningún progreso –más bien al revés- entre los versos de 1925 y los de 1928 pero estos nos dan muestra de la vitalidad de un género que acababa de dar salida a dos de sus títulos más importantes: Cancionero aragonés. Canciones de jota antiguas y populares en Aragón (1925), repertorio de Dámaso Sangorrín, que firmó como Juan José Jiménez de Aragón -tres jotas en las iniciales de su seudónimo como homenaje al género- y Cantos populares de la provincia de Teruel (1927), el famoso cancionero de Miguel Arnaudas. Sin embargo, la musa de Ruiz Borau -su nombre auténtico- no parece proceder del conocimiento de los cancioneros sino que, dicho popularmente, resulta más zaborrera. Mucho mejor encaminadas líricamente son las diez “Jotas de hogaño al estilo de antaño”, que figuraban entre los papeles del autor que me cedió su viuda, Elvira Godás, para ser publicadas en la edición citada de sus poemas (pp. 220-221).
Aunque pueda decirse que la tradición de la copla fue cayendo en el olvido, tuvo todavía su predicamento hasta mediados de la pasada centuria. Fue Fernando Soteras “Mefisto” (1886-1934) su más esforzado difusor en la prensa aragonesa. Poco antes, Gregorio García-Arista había publicado el que, aunque escaso, parcial y discutible, todavía puede considerarse el principal estudio de la copla en el antiguo reino: La copla aragonesa o “cantica” (1933) publicado en el Boletín de la Real Academia Española.
La copla todavía no había acabado su largo recorrido a través de la poesía popular española. Ahora sabemos que José Ramón Arana también incidió en ella.
GUITARRA ARAGONESA*
Una Jota bien cantada
hace llorar de emoción;
la hizo el alma de la raza
con trozos de corazón.
Vas diciendo que soy feo,
borrachín y mal “trebaja”,
si te “dijiera” te quiero,
ya harías “guena” rebaja…
“Cualquiá” se casa con “tu”,
que “ties” genio de “dimonio”
“toas” las muelas “cariadas”
y llevas postizo el moño.
No encontrarás en el mundo
un contento con su suerte;
quien tiene dos, quiere cuatro,
y quien tiene cuatro, “vainte”.
“T’arreo” un beso y te enfadas;
“t’arreo” dos y “tamién”:
¿Cuántos habrá “c’arreate”
“pa” que a “tú” te “paizca” bien?
Que si el “Utebo F. N.”,
que el “Calatorao F. C.”,
¡Repaño! c’hablen cristiano
“pa” que se les “puá” entender.
Azucenica “trempana”,
morros de “malacatón”
si tu habías de “comeme”
¡quién se “golviera” melón.
A San Antonio le pides
que “t’agencie güen casorio”,
Siendo tuerta y bigotuda,
¿cómo “ta” de encontrar novio?
Si un baturro en tierra extraña
escucha cantar la jota
“pa” contener las “glarimas”
se concara con su bota.
Jotica, mi última jota,
lleva un “ricuerdo” a mi madre
y una “glarimica” al Ebro
“pa” que “s’aumente” su cauce.
José Ruiz Boráu
(Las Noticias del Lunes 13 de agosto de 1928, p. 3)
*Se reproduce con exactitud, la grafía del original.
Sobre José Ramón Arana, también puede verse en este blog: https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/04/14/jose-ramon-arana/