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Nacer en un lugar con poca población no deja de ser una bendición para el nativo que alcanza alguna clase de nombradía o predicamento, pues así tiene asegurada la memoria secular, el nombre impreso en una de sus principales plazas o calles, la referencia a él siempre que se mencione el pueblo… Y dar luz a un personaje notable también es beneficio para el lugar que lo alumbra porque aldeas que sólo aparecerían en la prosa administrativa o en relaciones provinciales, si entre sus hijos figura un Ramón y Cajal, un Gracián, un Sender, un Goya… han asegurado su presencia en los medios de comunicación, en los libros, en los documentales y en la memoria histórica.

Es el caso de Lécera y su hijo más ilustre, Jesús Gracia Tenas. No es que Lécera sea cualquier cosa. Sólo con su vino sería suficiente para justificar su nombradía: “puro y legítimo” son los dos adjetivos que suelen figurar junto a él en los textos del siglo XIX, cualidades que uno exigiría como principales en cualquier fermentado de la viña. Por otro lado, sus habitantes solían ser gente cosmopolita ya que, comerciando con sus carros, solían llegar hasta Italia. Bien pueden llamarse víctimas de la civilización, porque el ferrocarril terminó abortando ese comercio. Sin embargo, en tiempos de la Restauración aún podía escribir un periodista: “…todavía sostienen su tráfico y son liberales de corazón”.

Jesús Gracia es reconocido como el mejor cantador de la segunda mitad del siglo XX. No fue una flor aislada porque quienes escucharon a su padre y a su hermano Ángel “El Perén” aseguran que ambos eran excelentes joteros. También suele olvidarse que la Lécera de hace 140 años tenía una figura del canto, Juan Calvo “buen ejemplar de baturros por su elevada estatura y fuerte complexión”, cualidades que también adornaron a Jesús Gracia. Todavía hubo más: en los años finales del siglo XIX Agustín Andrés, niño de diez años, fue “una verdadera notabilidad tañendo la bandurria y entonando coplas al estilo de esa tierra”, sin olvidar al maestro de rondalla Enrique Ibáñez. Espero que de todos ellos, quede, al menos, memoria entre sus descendientes.

Jesús, hijo de Manuel Gracia y de Manuela Tenas, gente de campo, vino al mundo el 24 de noviembre de 1922 en la calle de San José, conocida por todos como “el callejón”. Nadie podía pensar que, a los 32 de su edad, tendría dedicada calle en su lugar natal. Era el último de once hermanos y sólo habitó Lécera durante cinco años y pico, ya que en 1928 la familia emigró a Barcelona. No se acomodaron socialmente a la ciudad y la salud del padre fue empeorando con lo que, pasados tres años, volvieron al pueblo. Al poco tiempo, Jesús se matriculó en el Colegio de los Corazonistas y después en La Salle de Montemolín, donde ya destacó en las funciones escolares cantando jotas y romanzas de zarzuela, lo que propició que tomara sus primeras clases de canto con José Badules.

Tras morir el padre, la familia se había trasladado a Zaragoza para regentar el bar “Los tres hermanos” en la calle Hermanos Ibarra. Fue por poco tiempo porque la sublevación del 18 de julio determinó que la familia se separara: unos se encontraban en el pueblo, que fue ocupado por las milicias republicanas, y otros permanecieron en Zaragoza. Jesús, con sólo 13 años, quedó en Lécera. Como ya era conocida su aptitud, fue llamado para cantar en numerosas ocasiones. Constan actuaciones en Alcorisa para una concentración de las Juventudes Libertarias; en Alcañiz y, junto a su hermano El Perén, para el batallón de Enrique Líster.

Al finalizar la guerra le sobrevino el cambio de voz. Fue el maestro Cebollero quien le brindó sus consejos y apoyo hasta que su vocación, fuerza de voluntad y facultades dieron a luz una bellísima, potente, diáfana y brillante voz en la tesitura de tenor lírico, que el maestro incluyó en su grupo Alma de Aragón. En 1945 Jesús ya obtuvo el Premio Ordinario en el Certamen Oficial y en 1948 ganó por unanimidad el Extraordinario.

Empezaba una carrera que le llevaría a permanecer medio siglo en la cumbre de la jota cantada, sucediendo a José Oto con el que, en sus años finales, coincidió en el grupo del maestro Cebollero y le unió una relación correspondida de gran respeto y admiración. De hecho, en sus últimos años, Jesús soñaba con escribir el homenaje que creía deberle. En 1943 había conocido a la joven y gran cantadora Piedad Gil y  quedó prendado de su voz, personalidad y belleza. Se casaron en 1949 y formaron compenetrada pareja en el hogar, el escenario y los discos. Sus dos hijos llevan el mismo nombre que sus padres.

La muerte de Pascuala Perié en 1950 deparó que en su memoria se celebrara el concurso que se dio en llamar “Campeón de campeones”, al que sólo podían presentarse quienes hubieran ganado el Premio Extraordinario que, con las normas de entonces, no podían volver a optar al mismo. Reaparecieron, pues, cantadores y cantadoras hace tiempo ausentes de los certámenes, pero el “Gran Premio Pascuala Perié” fue concedido por unanimidad a Jesús Gracia. En 1959 se volvería a celebrar otro concurso similar, con intervención de los premios extraordinarios: el llamado Primer Campeonato de Aragón de canto y baile. En categoría masculina, le fue otorgado a Jesús. Así, habiendo alcanzado a los 36 años todos los honores posibles, decidió ya no participar en más concursos.

Jesús cantó principalmente con los grupos Alma de Aragón y Rondalla Santamaría, con los que, desde 1950, también actuó en varios países europeos. En uno de esos periplos pudo reencontrarse con su hermano Manuel, exiliado en Toulouse desde 1938, y la conmoción que embargó a ambos, antes, durante y después de la actuación, es difícil que la olviden quienes compartieron aquellas sensaciones. En 1956, con Coros y Danzas, viajó a Venezuela, Colombia y Cuba, donde se reprodujeron las intensas pulsiones provocadas por la jota en el corazón de emigrantes y exiliados y que Jesús, a pesar de su natural contención, no podría olvidar nunca.

Tras no pocas dudas, en 1968 Jesús y Piedad decidieron crear su propio grupo, Ronda Aragonesa, al que, en su modestia, no quiso titular con su nombre, el mejor gancho para los aficionados. Por él pasaron figuras como Mariano Arregui, Pilar Ferrando, Alfredo Longares, Laura Martín, Vicente Olivares, Nacho del Río, Javier Soriano… que siempre ponderaron lo mucho que aprendieron de su perfeccionismo, humanidad y afán de superación. Todas esas cualidades las proyectó también a sus discípulos, siempre pocos y elegidos, que cosecharon multitud de premios y adoran a su maestro.

En los años de la posguerra se editaron pocos discos de jota aragonesa en relación a las dos décadas anteriores. Jesús pudo grabar mucho más pero, aun así, nos dejó 174 cantas, que son ya un modelo de maestría en todos los estilos. Grabó en solitario, con Piedad Gil y con Ronda Aragonesa, su grupo.

La importancia de JG no se ciñó únicamente a la perfección de su canto y magisterio sino que tuvo una vertiente como investigador que no había sido desarrollada con tanta profundidad por ninguno de los grandes intérpretes de la jota. Siempre se preocupó por rescatar estilos antiguos, a través de viejos discos, partituras y cancioneros, pero la ocasión para la divulgación de estos conocimientos tan escasos en el mundo jotero, casi siempre tan cerrado en sí mismo, surgió con el ofrecimiento de Demetrio Galán Bergua, por entonces el mayor estudioso jotista, para participar en unos actos académicos acerca de la jota, convocados por el Ateneo de Zaragoza, que se llevaron a efecto en febrero de 1952 y se repitieron en el Ateneo de Madrid y en la Universidad de verano de Jaca. El investigador analizaba los estilos y Jesús, el cantador Lucio Cáncer y la Rondalla Santamaría, los interpretaban, tras haberlos estudiado concienzudamente junto a don Demetrio. Las sesiones fueron un enorme éxito de público, de modo que, tiempo después, Radio Zaragoza decidió llevar a las ondas un programa con el mismo formato: Galán Bergua, Jesús y la Rondalla Cesaraugusta del Maestro Peirona fueron ahora los protagonistas. El programa, que constituyó un gran éxito de audiencia, se emitió los domingos a las tres de la tarde a lo largo de 30 semanas y se comentaron y cantaron un total de 130 tonadas distintas, antes de dar paso al ya popular Carrusel Deportivo. De nuevo en los años noventa, Jesús participó en un ciclo de Radio Nacional con intervenciones sobre el canto y las principales figuras de la historia de la jota.

Toda esta trayectoria deparó gran número de premios y homenajes. Citaré únicamente la Insignia de oro y brillantes de la Casa de Aragón de Madrid, culminada con un gran homenaje en el Teatro Calderón (1961); el Premio Santa Isabel de Portugal (1972) de la Diputación  zaragozana; la presidencia de honor y la medalla de oro de la Agrupación Artística Aragonesa (1989); la dedicatoria de una calle (1993) y el nombramiento de hijo adoptivo de Zaragoza (2003), que le deparó tanta ilusión como cuando Lécera le nombró Hijo predilecto en 1977 y le entregó la Medalla de oro siete años más tarde. Los últimos y multitudinarios homenajes se celebraron en el zaragozano teatro Principal (19-I-1903) y Alcañiz (1-V-1903).

Por halagarlo o de buena fe, como a tantos cantadores, se le tentó con el señuelo del triunfo en el género lírico. Su proverbial sensatez, lo llevó a huir de tal camino. Igualmente, se le ofreció entrar en el elenco de compañías de figuras de la canción popular, donde, seguramente, hubiera ganado más dinero pero no hubiera llegado a ser el cantador de jota más significado de su tiempo, para lo que, además de su voz, intuición artística y disciplina, reunía las cualidades de haberlo mamado, ser un estudioso del género, amante de la cultura y la tradición. Añádase a ello su prestancia, bonhomía personal y el orgullo escénico que le hizo cantar siempre en perfectas condiciones por respeto a los espectadores y a sí mismo. Como la práctica totalidad de los intérpretes de la jota aragonesa, Jesús Gracia no vivió de ella, aunque ocasionalmente le proporcionara buenos ingresos, sino de sus trabajos como contable y agente de seguros. Falleció en Zaragoza el 17 de febrero de 2005

(Publicado en TERRITORIO GOYA. Campo de Belchite: 15 Pueblos. 15 Elementos patrimoniales: Lécera. Noviembre 2022: https://territoriogoya.eu/lecera-patrimoniales/

Uno de los cantadores y maestros más importantes de la jota en el siglo XX, hoy totalmente olvidado, tal vez por su corta carrera como intérprete, fue Bernardo Benito.

Nacido en María de Huerva el 6 de noviembre de 1889, cuando contaba tan sólo tres meses, sus padres se trasladaron al número 152 de la zaragozana calle de San Pablo.  A los 7 años ya cantaba, imitando a su padre y a la tía Pajarela, una vecina que muy bien lo debía de hacer para cobrar fama en el barrio más profuso en buenos cantadores del orbe. Con ocho años, Bernardo quedó huérfano, por lo que fue acogido por unos parientes vecinos de la cercana calle del Portillo. Ya con tan sólo seis años, había llamado la atención cantando en la plaza de San Felipe y alguien le ofreció presentarse esa noche en un concurso que se celebraba en el Teatro Principal. Lo hizo y consiguió un premio de treinta pesetas, pero recogió cuatrocientas más entre el público.  

En 1903 empezó los estudios con Balbino Orensanz, acudiendo a la Academia que el ayuntamiento había puesto cargo de éste en el Teatro Principal, aunque quien la costeaba fuese el empresario, señor Simón. Fue mano de santo pues, al año siguiente, los dos discípulos del cheso, con los que aparece en una fotografía muy difundida, obtuvieron sendos galardones en el Certamen Oficial. Gerardo Gracia (1890-1981) consiguió el primer premio y Bernardo, el segundo, al alimón con Romualdo Arana, el llamado Sansón de Zuera. En el jurado figuraron: Francisco Benavegge, Santiago Carvajal, Ricardo Salvo Casas, Juan Simón y Francisco Pomares. Esto es lo que se consta en los repertorios oficiales de dicho certamen pero, entre la documentación de Bernardo Benito que se conserva, figura un diploma en que se le concede dicho primer premio. 

Bernardo Benito siempre defendió las enseñanzas de Balbino Orensanz, como la más pura expresión de la jota. Afirmó que dio a conocer de 75 a 80 estilos auténticos y él mismo redactó una lista con los aprendidos de su maestro, que sin embargo, contiene más de 100 y que publicaré en otro momento. Entre los que más gustaban enumera algunos como «La canal», «Los copos de nieve», «Alta tienes la ventana», «La cadenica», el llamado de Algora, correspondiente a un cantador, Mariano Algora, que triunfó en Madrid en 1887 y fue alabado por Mariano de Cavia… A la muerte de Orensanz, el 6 de marzo de 1936, Bernardo heredó su guitarra.

Entre los que cantores que conoció y trató en la época en que se inicia su breve carrera (1904-1910), se contaban El Royo del Rabal, El Tuerto de las Tenerías, Urbano Gracia, Blas Mora, Antonio Aznar “El Andorrano”, Juan Gracia “El Jardinero”, El Perú, Sansón de Zuera, José Moreno, Pilar  López “La Arenera”, Isabel Muñoz y Miguel Asso. Y, por supuesto, Juanito Pardo. De hecho, Bernardo Benito participó en el festival organizado en el Teatro Principal para redimir del servicio militar al joven cantador y ya maestro. Corría 1905.  

En cuanto a sus hitos como jotero, debe señalarse que también durante 1905 cantó a Joaquín Costa y en 1906, a Galdós. Entre las coplas que Bernardo, acompañado de la rondalla del maestro Orós, cantó a don Benito, hospedado en la Fonda Europa de la Plaza de la Constitución, guardaba éstas, de no muy inspirado estro:

“Estoy viéndole, maestro, / y pa’mis adentros digo / quién tuviá su mano derecha / aunque fuera en cabestrillo”.

“Episodios nacionales/ que tanta gloria te dieron / España entera te ofrece /su cariño más sincero”.

“Con la jota te saludo / Benito del alma mía / Zaragoza te recibe / con su más viva alegría”.

Mayores problemas había tenido durante el año anterior con las que cantó en el homenaje celebrado en el Teatro Circo al llamado León de Graus, de factura algo más culta que las ofrecidas en la serenata al novelista y dramaturgo: 

“Una enferma vieja y pobre / se muere de consunción / si don Joaquín no la salva / no hay para ella salvación”.

“En las maniguas cubanas / gritan tumbas de españoles / ni es español ni es honrado / quien defiende a los Borbones”.

“Si la culpa es sólo nuestra / no sé pa’qué nos quejamos / el que con chicos se acuesta / ya sabéis lo que me callo”.

El jefe de policía quiso detenerlo y amenazó con encarcelarlo. Sólo lo dejó tranquilo  cuando se le demostró que las coplas no eran creaciones del cantador sino que se las habían entregado los republicanos que organizaban el homenaje a Joaquín Costa.

En 1910 hubo de abandonar el canto por el cambio de voz: un desdichado accidente que han padecido muchos cantadores que la forzaron en exceso cuando eran niños o demasiado jóvenes y que cambió la vida de Bernardo.

A partir de entonces hubo de buscar otros medios de vida y trabajó como agente de seguros. También, durante algunos años, regentó en Francia un comercio. Finalmente, entró como funcionario en la Caja de Previsión pero combinó su Andrés de Villamayor, discípulo de Bernardo Benitotrabajo con la enseñanza de la jota en la Academia de Canto Regional que instaló en el piso principal de la calle Hermanos Ibarra, número 10. Al parecer, ya enseñaba desde antes del cambio de voz, pues se conserva una fotografía dedicada, nada menos que de María Blasco que tenía un año más que Bernardo, donde lo llama «Mi querido maestro» y otra que le envía un discípulo de Villamayor en 1908. Entre sus alumnos estuvieron Félix Colás, de Juslibol; Celestino Ballarín, de Torres de Berrellén, aunque nacido en Rueda de Jalón, y las hermanas Perié, de Nuez de Ebro. De todos ellos, también ejerció de representante en la década de los treinta. Se conserva una carta de Bernardo dirigida en 1935 a la Casa de Aragón en Madrid, en la que escribe que Pascuala Perié no puede acudir pero que Celestino pide 350 pesetas por un día y 500, por dos.

Como buen jotero aragonés, Bernardo fue un cerrado polemista que se enfrentó una y otra vez a distintos molinos de viento para defender sus convicciones acerca del género: En una carta al crítico de teatro y también jotista entusiasta, Pablo Cistué de Castro, Barón de la Menglana, Benito escribía que los cantadores que de joven había conocido no conocían más que unos cuantos estilos: Lo llevan por la ribera, Me embarqué en una avellana (ambos del Royo), La fematera, La golondrina, Si no le ponen puntales, El Peral, La cara yo le tapé, Al puerto de Guadarrama, El guitarrico y El juicio oral. El resto había sido obra de Balbino Orensanz y, suponemos, que de Santiago Lapuente, al que no llega a nombrar. Conociendo Aragón, quizá la relación de ambos maestros joteros no fuera tan buena como hubiera sido deseable.

Los dos últimos de los estilos citados eran jotas zarzueleras y el resto de El Royo o Juanito Pardo, así que, según su criterio, el repertorio era muy pobre, lo que, dio lugar a la decadencia y por eso el Ayuntamiento determinó poner una academia en el Teatro Principal. Naturalmente, la que dirigió Orensanz y de la que fue alumno Benito. Desde 1904, gracias a él y a sus discípulos, se dieron a conocer más de 90 estilos aprendidos de Balbino. A su juicio, los cantadores que habían sabido conservar la pureza –estamos en la década de los treinta- eran Cecilio Navarro, Gerardo y Juan Antonio Gracia y de los modernos, Felisa Galé, Pascuala y Lucía Perié y Raquel Ruiz.

En otra ocasión Bernardo Benito defendió que fue él, junto a Gerardo Gracia, el primero que cantó la ansotana en 1903. En una carta muy extensa, hablando de certámenes y fiestas de jota, argumenta:

“… ni Cecilio Navarro ni ninguno de los que hoy se tienen por cantadores saben ni una palabra de lo que es la jota y esto estoy dispuesto a demostrárseles (sic) en donde quieran ante una persona que sea competente”.

Como se ve, el concepto sobre Cecilio es diferente al de la carta citada anteriormente. También llama la atención que en la relación de conservadores de la pureza no aparece José Oto, con el que quizá también tuviera algún encontronazo.

Una de las confrontaciones más notorias se dio en 1932 por haber dado nombramiento de Academia Oficial de Jota a la establecida por Cecilio Navarro en la calle Méndez Núñez, 38. Hubo protestas dirigidas al ayuntamiento por parte de cantadores y bailadores y Miguel Asso propició una recogida de firmas. Entre Benito y Cecilio se cruzaron cartas muy crudas y acusadoras y no faltó, como, por desgracia, suele ser frecuente, el ataque personal. A Cecilio le acusa Benito de tener la voz “completamente nasal”, cantar los estilos “totalmente transformados” y no poner jamás “en juego el corazón”. Pese a que otras veces, como se ha visto, había hablado bien de él.

Resulta evidente que B. B. se sintió siempre representante y responsable de lo que él consideraba auténtico sentir jotero e intervenía con su testimonio siempre que lo consideraba conveniente. Por ejemplo, en su correspondencia figura una carta al CSIC, en la que afirma haber entregado al prestigioso folklorista Arcadio Larrea estilos de jota musicalmente escritos y manifiesta que desea que ello conste en la documentación del Instituto. Benito poseía, en efecto, el libro de Larrea, dedicado por éste a quien llama “su maestro”.

Bernardo Benito, que había tenido una de sus academias en el Paseo de la Independencia nº 6, en 1964 vivía en la calle de San Blas y pasó sus últimos días en la calle Colón número 8, en casa contigua a aquella en la que el firmante vio la luz. Su hija, con más de ochenta años y medio ciega, donó sus recuerdos en marzo de 2005.

Las imágenes corresponden, por orden de inclusión, a 1. Bernardo Benito; 2. Bernardo Benito, Balbino Orensanz y Gerardo Gracia; 3. María Blasco; 4. un discípulo de Villamayor; 5. Raquel Ruiz. 6. Celestino Ballarín. Agradezco a Betania Canellas, que me facilitó el acceso a alguna de ellas.

Publicado en José Iranzo, el Pastor de Andorra. Un siglo de jota, Andorra (Teruel), CELAN, 2015, pp. 7-13.

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 Cuando José Iranzo entabla relación con el mundo de la jota oficial, ya no es un Cantando en la callejovenzuelo. Había hecho la guerra en el bando republicano -asunto al que casi nunca se refiere, seguramente, porque aprendió a no hacerlo cuando aquello no reportaba más que perjuicios- y, por ello, obligado a volver a hacer la mili en el ejército de Franco durante los últimos diecisiete meses de la guerra mientras transcurren los tenebrosos años de la II Guerra Mundial y la terrible posguerra española. Conocidas son las anécdotas en las que cuenta cómo los jefes le hacen cantar, le dan propinas y uno de ellos, el sargento César Ballesteros, le sufraga las clases con Pascuala Perié, en su casa de la calle Barrioverde pero que muy pronto sería nombrada profesora titular de la recién creada Escuela Oficial de Jota, adonde también acudiría José. No es, pues, un mal inicio el ser orientado y dirigido por quien fue una de las cantadoras más puras en sus estilos y que huía de toda afectación y recargamiento. La prueba es que -frente a la creencia de su profesora que, todo lo más, esperaba un segundo puesto- Iranzo obtiene inesperadamente en 1943 el Primer Premio en el Certamen Oficial, en competencia nada menos que con Jesús Gracia, que dicho año no conseguiría ninguno de los tres primeros puestos. Y es conocido el episodio, típicamente jotero, a que dio lugar el galardón: La madre de Jesús, amostazada por la falta de reconocimiento al canto de su hijo, voceó al ganador: “¡Mi hijo ha cantado Gracia, Jesús002mejor!”. A lo que éste respondió con su característica sorna: “Sí, señora. Pero el premio me lo han dau a mí”.

Nombro esta popular anécdota porque, junto a un José Oto que, pocos años más tarde, iniciará su decadencia, Jesús Gracia va a ser el cantador que, con toda justicia, reine en la jota en las décadas siguientes, por lo que Iranzo, aun manteniendo su canto libre, auténtico y montaraz, aprenderá de la perfección vocal y estilística de ambos y, a pesar de su autodidactismo, los reconocerá como maestros, aunque Jesús fuera siete años más joven que él.

Nunca tuvo empacho, sino al contrario, en reconocer los méritos y hasta la superioridad ajena. De José Oto decía: “Sabía más que yo y tenía mejor voz (…) era buenísimo (…) daba consejos y hacía colocarte donde mejor se emitía la voz”. Así lo testimonia Fernando Solsona, que, como Alfonso Zapater, otro de sus biógrafos, también aduce la admiración de Iranzo por Cecilio Navarro, al que, pese a su campechanía, no podía quitar el don. En otras ocasiones, también manifestó su entusiasmo por cantadores como Juan Antonio Gracia, de voz tan potente como la suya; Joaquín Numancia, de quien admiraba su elegancia; el Galé, Felisa 2cinematográfico Tomás Marco; los hoy tan injustamente olvidados, El Chato de Casablanca y Lucio Cáncer…; y, en cuanto a cantadoras, aparte de la Perié, su maestra, por Conchita Pueyo y Felisa Galé, en quien tanto se fijó José para mejorar la medida musical de sus coplas y cantar a compás.

Realmente, la trayectoria de Iranzo es bastante insólita en el mundo de la jota. Aparte de sus principios antiacadémicos y basados únicamente en las cantas que oiría a otros pastores o agricultores y en las rondas y tabernas de su pueblo, hasta llegar a Zaragoza y empezar a participar en concursos, no entró en contacto con otras formas de cantar la jota, a las que, venturosamente, nunca se adaptó del todo. Por eso, impresiona más su galardón de 1943, cuando los jurados provenían del Escuela Oficial y apreciaban, sobre todo, los modelos pautados y establecidos del canto. Muy grande tuvo que ser su voz para que, con todavía tan escasa formación, alcanzase el premio.

Pero, a partir de entonces, tampoco hizo una vida convencional de jotero: la que comienza estudiando con un profesor/a, sigue con los concursos, la pertenencia a un grupo, los ensayos, la participación en los certámenes… Él volvió a sus reductos natales, siguió trabajando de pastor –a partir de 1944 empezó a ser conocido como el Pastor de Andorra, aunque en su pueblo y para sus cercanos siempre fuese Iranzo, José o Tracaletas, su mote familiar- y su actividad jotera pública estuvo prácticamente circunscrita a su participación en las rondas que se organizaban en su provincia o en festejos populares y familiares, como homenajes, bodas, celebraciones, etc. Es verdad que Pascuala Perié lo incluyó en su grupo jotero, en el que también figuraban Tomás Marco y el gran director de rondalla Florencio Santamaría, de los que también aprendió mucho musicalmente. Iranzo siempre dijo convencido aquello de “Es conveniente ir con quien sabe más que tú” pero su especialidad en el grupo fueron siempre las rondaderas. Lo mismo sucedió cuando fue llamado para participar en los Coros y Danzas de la Sección Femenina de la provincia de Teruel pero es innegable que el contacto con tantas facciones del mundo de la jota y los numerosos viajes lo enriquecieron personal y musicalmente y, sin abandonar nunca la autenticidad, su instinto le hizo incorporar aquello que le resultaba más a propósito, a la vez que iba superando sus carencias técnicas.

Pastor Andorra-Gracia-OtoTéngase en cuenta que cuando Iranzo aparece en el mundo de la jota se da la paradoja de que el país, en plena posguerra cuajada de miseria, miedo y represión, se encuentra en uno de sus peores momentos. En cambio, la jota tiene en activo a muchos de los mejores cantadores del siglo. Tres de ellos legendarios, como son Cecilio Navarro, José Oto y Jesús Gracia, aunque entonces se estuviese formando pero también otros extraordinarios como Joaquín Numancia, Juan Antonio Gracia, Tomás Marco o Matías Maluenda, de quien se dice que cantó “La palomica” antes que José. En el canto femenino, tres cuartos de lo mismo: bastaría con nombrar a Pascuala Perié, Jacinta Bartolomé y Camila Gracia, las tres profesoras de Escuela Oficial de Jota, a Felisa Galé que, a pesar de su muerte en plena juventud, puede competir perfectamente con ellas y a otras excelentes, que llegarán poco más tarde como Conchita Pueyo, Carmen Cortés, etc.

Maluenda, Matías- RuiseñordeSabiñan

En este contexto tiene especial significación la creación de la Escuela Municipal de Jota, como aneja al Conservatorio Oficial de Música, en la fecha del 10 de enero de 1940. Ramón Borobia Cetina, a la sazón director del Conservatorio, propuso como profesores en sus diversas disciplinas a Pascuala Perié (Canto), Isabel Zapata (Baile), Ramón Salvador (Solfeo) y Andrés Aráiz (Historia de la jota), lo que fue aprobado, en sesión consistorial, el 16 de febrero. Jorge Sánchez Candial, como maestro de rondalla, y Ángel Mingote, en calidad de folclorista, se incorporarían poco después. El 12 de mayo de 1943 el Ministerio de Educación dio oficialidad a estos estudios hasta que el 14 de junio de 1952 la Escuela se separó del Conservatorio recibiendo el nombre de Escuela Oficial y Municipal de Jota Aragonesa.

Militar

Al poco de terminar la contienda civil y en un ambiente en que nada escapaba a lo político, es inexcusable pensar en que algún prurito de control ideológico guiaría a las autoridades que acogieron la iniciativa; sin embargo, se eligieron profesores de prestigio y sería exagerado propugnar que la escuela, independientemente de la lógica actitud conservadora de sus factores, fuera un elemento de propaganda ideológica.

Es cierto que también puede pensarse en que el nuevo régimen quería dar un salvoconducto a la jota agradeciéndole los servicios prestados ya que, al ser Zaragoza durante gran parte de la guerra la ciudad más importante del bando sublevado, la propaganda facciosa se nutrió ampliamente de un símbolo tan querido por la mayoría de los españoles como la Virgen del Pilar y toda su parafernalia adjunta, que incluía, por supuesto, la jota. Sin embargo, ésta, antes y durante la contienda, no había tenido por sí misma otro color político que el de sus cultivadores y si, como es lógico en un canto proveniente del ámbito rural, hay numerosas coplas que ensalzan valores tradicionales, hubo otras de claro tinte social, y abundan los testimonios de cómo los milicianos entonaban cantas revolucionarias que hasta llegaron a imprimirse en pliegos sueltos.

Es cierto que la identificación con los aspectos más tópicos y trasegados del nacionalismo español provenía ya de la época finisecular en que la jota sirvió de vía patriótica -en especial a través de la zarzuela y el género chico- para ensalzar los valores de una nación en horas bajas respecto a su autoconfianza, pero fue a partir de 1940 cuando la carga política unida a la progresiva desruralización de la sociedad situaron a la jota en un lugar para algunos sospechoso, atribuyéndose estúpidamente las lacras al propio género y no al franquismo ubicuo y magmático. Por otra parte, los cambios en el mundo del espectáculo llevaron a inscribir la jota en exhibiciones que la alejaban de su autenticidad espontánea y, por consiguiente, hubo de refugiarse mucho más que hasta entonces en iniciativas de corte institucional como los Coros y Danzas de la Sección Femenina de Falange. En este contexto, la zaragozana Escuela de Jota resultó de las iniciativas más fecundas y duraderas. Otra cosa sería discutir si su labor, sobre todo en las últimas décadas, ha podido responder a las necesidades reclamadas por la música que identifica a Aragón y hoy, en cuanto a la enseñanza oficial, totalmente abandonada a su suerte.

Sin embargo, sería injusto no reconocer que de sus enseñanzas han bebido muchas de las figuras de la jota en estos casi tres cuartos de siglo en que ha permanecido en funcionamiento. Los cuatro profesores de canto que en la Escuela han impartido sus saberes han sido, curiosamente, cantadoras: Pascuala Perié, Jacinta Bartolomé, María Pilar de las Heras y Begoña García Gracia.

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La gran cantidad de buenos cantadores, la Escuela de Jota, la labor propagandística y difusora de los Coros y Danzas de la Sección Femenina, unida a los grupos de Educación y Descanso, más la buena disposición y recepción de la jota entre casi todos los públicos, aragoneses, españoles y extranjeros hubiera de haber dado un mejor porvenir a nuestro canto regional. Únase a ello el que la jota todavía se cantaba profusamente en el campo, en las bodegas de los pueblos, en todas las celebraciones… En las ciudades se cantaba igualmente y, como constata Iranzo narrando sus primeros años como soldado en Zaragoza, en cualquier bar le ofrecían dinero para que fuese a cantar informalmente, cuando le viniese bien. Y lo mismo era aplicable a cualquier otro cantador. Las emisoras de radio emitían jotas cotidianamente. Los teatros del Paralelo -por citar únicamente el lugar más profuso en locales de diversión de toda España- incluían siempre cantadores y cantadoras en sus programas. Todo ello no fue suficiente para evitar la decadencia de la jota y, de todos los nombrados, es, precisamente, El Pastor de Andorra el único que ha sobrevivido a lo que parece un nuevo renacimiento aunque la nómina de cantadores no sea tan brillante como la del tiempo que nos ocupa.

Es verdad que la pobreza de la época trajo otros inconvenientes. Por ejemplo, las escasas grabaciones discográficas que se registraron a partir de 1940. De los grandes cantadores nombrados, algunos como Cecilio Navarro o José Oto, Navarro, Cecilio-3publicaron bastantes discos pero la inmensa mayoría, lo hizo antes de la guerra. Lo mismo puede decirse de Felisa Galé, Camila Gracia y Jacinta Bartolomé. Es una desgracia que cantadora tan excelsa como Pascuala Perié apenas dejara unas cuantas grabaciones. O su pariente, Juan Antonio Gracia, tan admirado por Iranzo, que, creo recordar, registró un solo disco en la casa Pathé. Poco grabaron también Joaquín Numancia, Tomás Marco, Lucio Cáncer, Antonio Royo y El Chato de Casablanca. Sólo Jesús Gracia, más joven que ellos, tuvo la fortuna de que, llegados tiempos mejores, unos años después, nos dejara una excelente memoria de su voz en las abundantes cantas que llevó al disco.

Por su carácter y particular forma de vida, El Pastor de Andorra tampoco tuvo suerte en este terreno. Su discografía es tardía y desordenada. Salvo la jota, con auténticas exclamaciones pastoriles incluidas, que el gran antropólogo norteamericano Alan Lomax, le grabara en 1952 y que se recoge en la antología publicada con motivo de su centenario, su primer disco no llega hasta 1962: un EP Telefunken con varios cantadores en el que Iranzo sólo canta tres rondaderas con Alicia Castro. Dos años después llega su primer EP en solitario para la casa Disco 1964 1Zafiro, en el que ya figura el que sería uno de sus éxitos, “Las cerezas”. En 1968, Hispavox graba un disco del Grupo de Danzas de la Sección Femenina de Teruel en el que el Pastor interpreta once cantas. Entre 1974 y 1979 llegan otros seis en los que alterna con diversos cantadores, especialmente, Bienvenida Argensola y los hermanos Plumed. Y, a partir de aquí, discos en solitario, refritos, reediciones en las que se le mezcla arbitrariamente con cualquiera, ediciones pirata…, el triste sino discográfico de la jota entre 1965 y 1995, periodo en el que abundan, especialmente entre los grabados en cassette, las reproducciones fraudulentas. Finalmente, al cumplir noventa años, caso singular en la discografía española, graba un disco “Noventa años de jota” (2005), que le editará El Periódico de Aragón. Y, al cumplir cien años, la misma empresa difunde una antología seleccionada por Joaquín Carbonell y el firmante.

El autor, con José en El Ventorrillo

Es evidente que, sin dejar de lado su canto libre y montaraz, José hubo de aprender a lo largo de su dilatada trayectoria un sinfín de recursos que fue aplicando en su forma de cantar. Aprendería, en efecto, de su maestra Pascuala, de todos los grandes joteros de leyenda citados, de los maestros de rondalla y músicos que le acompañaron, de los discos que escuchó y grabó y, por supuesto, también de sus cantadores vecinos, como también ellos aprenderían de él. Cómo no nombrar a la citada familia Peribáñez de Monreal del Campo, a los hermanos Plumed, a Jesús Benito, a Vicente Galve, el Panollo y tantos otros. Para todos Carbonell El Pastor de Andorra001ellos ha tenido El Pastor agradecimiento y generosidad, como se constata en las declaraciones que aparecen en el libro de Carbonell, El Pastor de Andorra. 90 años de jota (2005), donde se explaya en cuanto a las cualidades de unos y otros, con las preferencias que antes se indicaron. No puede negarse el excelente magisterio que José tuvo en una actividad para la que, por su parte, estaba superdotado.

De cualquier modo, uno sabe que las virtudes joteras de Iranzo no estriban en la educación de su voz –capaz, por otra parte de cambiar de estilo y registro como quien chasquea la lengua- sino en su pureza: ese bellísimo bramido, que viene del fondo del alma y del fondo de los tiempos, y sin adornos ni jeribeques, se lanza hacia lo alto con ese impulso ascensional que también ostentan el baile y algunas de las jotas más antiguas y bellas.

He escuchado cantar al Pastor en público muchas veces, he compartido sus jotas en El Ventorrillo una tarde de los años ochenta, que desearía siempre conservar en la memoria, pero siempre gusto de imaginármelo cuando, en los años iniciales de la década del treinta, fatigaba las trochas con las ovejas y enardecía el aire con sus cantos. Ese mundo perdido en el que los pastores rivalizaban en voz, en fuerza, en maña, en bonhomía… También muchas veces, es verdad, en necesidades.

Gentes como José son lo único que nos une con aquel entorno. Difícil encontrar alguien que sostenga el vínculo con mejor integridad, con mayor naturalidad. ¿Qué ha sido de nuestro mundo para que gentes así sean un anacronismo, una reliquia? ¿Quién va a aprender ahora jotas en el monte? El Pastor de Andorra que aparece en las fotos e imágenes de muchos de sus discos con su pañuelo en la frente y su hatajo de corderos es verdad. No se trata de una referencia publicitaria, de un señuelo buscadores de identidades, de un estereotipo prefabricado. Es él. El último mohicano.

Su biografía, discografía y bibliografía puede verse en este blog:

https://javierbarreiro.wordpress.com/2015/10/18/el-pastor-de-andorra-un-cantador-de-jota-cumple-100-anos/

Cantando en Festival 0

El martes 20 de octubre este auténtico mito superviviente llega a centenario, primera vez, que se sepa, que un jotero legendario lo hace. En admirable estado físico y mental, por cierto. La Peña El Cachirulo de Andorra que, además, lleva su nombre le ofrece un nuevo gran homenaje que se celebra durante esta semana en esa, su localidad natal. Allí hemos de vernos. Rehago y amplío aquí la nota que incluí en Biografía de la jota.

EL PASTOR DE ANDORRA (José Iranzo Bielsa), Andorra (Teruel) 20-X-1915.

Cantando en Festival

Militar

Pastor desde su juventud, oficio que nunca ha abandonado. Su aprendizaje jotero es autodidacto. Durante trece meses participa en la guerra con el ejército republicano y, tras la derrota, ha de pasar otros dos años en el servicio militar. Para ambos bandos cantó la jota y, animado por sus jefes, acudió a Pascuala Perié para que le puliese el estilo. Por entonces, aprende también a leer y escribir.

En 1943 gana el primer premio en el Certamen Oficial, lo que le da ocasión de entrar en el grupo de Florencio Santamaría, compuesto por grandes artistas entre los que José destaca en las jotas de ronda. Pronto se enroló en los Coros y Danzas de la Sección Femenina turolense, con los que recorrió España y diversos países europeos y americanos. Llegó a cantar para los reyes de Holanda, Bélgica y Marruecos y, también, para Robert Kennedy. En 1974 se presentó por segunda vez al campeonato oficial y ganó el premio extraordinario. Se había empezado a convertir ya en un mito vivo de la jota, lo que se incrementó con el éxito popular de una de sus creaciones, la famosa “Palomica”, a partir de 1975, en un tiempo en el que apenas aparecían jotas nuevas.

Su discografía, en cambio, es tardía y desordenada. Salvo la jota, con expresiones pastoriles incluidas, que el gran antropólogo norteamericano Alan Lomax, le grabara en 1952, su primer disco no llega hasta 1962: un EP Telefunken con varios cantadores en el que Iranzo sólo canta tres rondaderas con Alicia Castro. Dos años después llega su primerDisco 1964 1 EP en solitario para la casa Zafiro, en el que ya figura el que sería uno de sus éxitos, “Las cerezas”. En 1968 Hispavox graba un disco del Grupo de Danzas de la Sección Femenina de Teruel en el que el Pastor interpreta once cantas. Entre 1974 y 1979 llegan otros seis en los que alterna con diversos cantadores, especialmente, Bienvenida Argensola y los hermanos Plumed. Y, a partir de aquí, discos en solitario, refritos, reediciones en las que se le mezcla arbitrariamente con cualquiera, ediciones pirata…, el triste sino discográfico de la jota entre 1965 y 1995, periodo en el que abundan, especialmente entre los grabados en cassette, las reproducciones fraudulentas. Finalmente, al cumplir noventa años, caso singular en la discografía española, graba un disco “Noventa años de jota” (2005) y, al cumplir cien años, se difunde una antología, «Su jota y su palabra», seleccionada por Joaquín Carbonell y el firmante.

En 1977 se crea un grupo jotero con su nombre en su pueblo natal y más tarde  le es concedida la Orden del Mérito Civil (1982), la Medalla al Mérito Cultural del Gobierno de Aragón (1992), la Medalla de las Cortes de Aragón (1997) y la máxima distinción aragonesa, el Premio Aragón (1999). En su pueblo se ha creado asimismo un Centro Cultural Pastor de Andorra de la jota y el folclore musical aragonés. Desde hace años proliferan los homenajes en su honor y él sigue cantando cuando se le pide, con lo que, sin duda, es uno de los profesionales del canto en activo más veteranos del mundo.

Representante de una forma de vivir la jota que incluso en el ámbito rural ya empieza a ser un recuerdo, su bravísima voz, natural, montaraz, ingenua unas veces, salvaje otras, pero siempre libérrima y llena de resonancias auténticas, es un prodigio, lo mismo que el personaje, del que ya se han publicado varias breves biografías y un excelente documental con guión de Joaquín Carbonell.

Pastor Andorra-Gracia-Oto

                                                             Con Jesús Gracia y José Oto

https://www.youtube.com/watch?v=jyk2P7U8D8U  

Sobre el mismo poersonaje, también puede verse mi entrada:

 https://javierbarreiro.wordpress.com/2015/12/22/la-jota-en-aragon-y-jose-iranzo-el-pastor-de-andorra/

                                                                DISCOGRAFÍA ESCOGIDA

La primera es la que vale-Por querer a una morena-El beso que tú me pides (Las cerezas)-Qué bonitos ojos tienes-las mujeres de España-Un consejo quiero dar, Zafiro Z-E 628.

Jotas de baile, Hispavox 16685 HH

Jotas de Aragón (con Bienvenida Argensola), Olympo L-795.

Jotas aragonesas, Victoria C.S. 2-1065.

Pastor de Andorra-Casette Jotas aragonesas

Jotas aragonesas, Victoria C. S. 2-1078; DISCMEDI 0137DMR009C.

Jotas aragonesas, DISCMEDI DMR016C.

90 años de jotas, El Periódico de Aragón Z-2751-2005

Homenaje a José Iranzo. Su jota y su palabra, El Periódico de Aragón, Z-1518-2015.

                                                                 FILMOGRAFÍAEn Réquiem por un campesino

Francisco BETRIU, Réquiem por un campesino español, 1985.

JOSÉ MANUEL IRANZO, José Iranzo, El pastor de Andorra (documental), 2007.

 

                                                                   BIBLIOGRAFíA

-BARREIRO, Javier, La jota aragonesa, Zaragoza, CAI, 2000, p. 69.

-, Diccionario biográfico español, vol. XXXVII, Madrid, Real Academia de la Historia, 2012, pp. 19-20.

-, Biografía de la jota, Zaragoza, Mira, 2013, pp. 198.199.

-CARBONELL, Joaquín, El Pastor de Andorra. 90 años de jota, Cuarte de Huerva (Zaragoza), Delsan, 2005.

-GALÁN BERGUA, Demetrio, El libro de la jota aragonesa, Zaragoza, 1966, pp. 566-570.

-SOLSONA, Fernando, La jota cantada, Ayuntamiento de Zaragoza, 1978, p. 48-49.

-, José Iranzo. El último trovador de Occidente, Zaragoza, Ateneo de Zaragoza, 2013.

-ZAPATER, Alfonso, José Iranzo, el pastor de Andorra, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1993.

 El autor, con José en El Ventorrillo