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        La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es 12-aracne-dore-il.-para-el-purgatorio-de-dante..jpg  En otros textos[1] he intentado fundamentar la relación del baile de la jota aragonesa con las danzas de tarántula, basándome especialmente en las obras de Marius Schneider[2] (1946 y 1948) y aportando otros datos. Como no puede ser de otra manera, dado su origen ritual, la jota aragonesa acoge en su esencia el carácter medicinal pero también el guerrero y el erótico:

(la jota aragonesa es) …un baile de prosperidad de la montaña basado en un ritmo cruzado. Por eso nada hay de chocante que, en vez de la tarantela, se pueda cantar la jota acelerada para provocar la inversión (curación) y la jota lenta para estimular en el enfermo las fuerzas sexuales (convalecencia), pues la jota lenta es el arma específica de la mujer en el valle que cifra su orgullo en cansar a los hombres. Semejante arma de la mujer constituye la tarantela lenta, en la cual el hombre saliendo de la petrificación (enfermedad) es todo araña, mueve con extrema agilidad los brazos, incluso los dedos, corre, se acerca apasionadamente a la mujer y se escapa otra vez disgustado y precipitadamente, para volver en seguida hacia ella. Mientras tanto, la mujer, bailando con la mano derecha puesta sobre el corazón, emplea todos sus recursos para atraer al hombre. Del brazo izquierdo elevado deja colgar la mano, por encima de su cabeza, como si fuera un garfio que llevara atado un hilo del cual estuviera suspensa la araña. (Schneider, 1948: 82).

Simplificando en exceso y para centrarnos ya en el símbolo que nos ocupa, recordamos que los saltos de la jota y de sus parientes cercanos, las danzas de espadas, no son únicamente un movimiento medicinal que aleja al danzante del hábitat del arácnido[3] sino también guerrero (muestra de pujanza física) y místico (unión de la tierra y el cielo) así como también aparece cercano a los ritos de fertilidad.

Los bailes medicinales que imitan a los animales para obtener su ayuda o protección (totemismo) parecen ser reliquias de una cultura aún más antigua que la megalítica y perduraron mucho tiempo en algunas culturas pastoriles. Los bailes de tarántula tienen la misma base que las danzas de espadas. De hecho, la espada es la misma tarántula (Schneider, 1948:111).

Según la filosofía megalítica, la enfermedad procede de una culpa, sólo rescatable “mediante un sacrificio voluntario y violento, por una culpa y un renacimiento simbólico. Tal sacrificio podía consistir en la obligación de continuar el vicio desmesurada e ininterrumpidamente hasta que llegara el momento de la inversión. En el caso de la enfermedad esto significa que el paciente, sin prestar la menor atención al agotamiento de sus fuerzas, debe imitar a la araña (…) hasta conseguir su curación. (Schneider, 1948:112)

La araña es un animal fascinante y existente en todas las culturas[4]; de hecho se trata del artrópodo con mayor presencia en las diferentes mitologías. Pensemos en la admiración del hombre primitivo ante la extraordinaria complejidad de las telas y su perfecta geometría, que se vincula al orden del cosmos y, así, aparece la relación del hilado con el destino del hombre y una conexión más entre la tierra y el cielo, entre los hombres y los dioses.

La indiferenciación de cabeza y tórax (cefalotórax), junto a los quelíceros le proporciona ese aspecto monstruoso e inquietante que se incrementa con la observación y experimentación de su conducta: puede inyectar veneno, devora al macho, domina los tres elementos (cielo -colgada del techo-, tierra y agua -argynoreta aquatica-). Es, además un elemento oculto en la oscuridad, que aparece de improviso; es rápida y hasta saltarina y ata a sus presas con un lazo mortal.

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Las arañas, como otros animales, no prestan atención a las presas en reposo, sus ojos sirven únicamente para ver el movimiento

Por tanto, el hombre primitivo, conjugando todos estos factores, es comprensible que vinculara a la araña con los mitos y misterios de la naturaleza.

Veamos cómo se pronuncia Antonio Melic, un entomólogo zaragozano, sobre esta cuestión:

La historia natural de la araña es digna de figurar en la más alta categoría simbólica. Difícilmente otro animal, planta o fenómeno natural puede hacer converger en su seno tal cantidad de elementos míticos y sicológicos, tantas ansias, temores y deseos. Creación, Muerte y Sabiduría constituyen las piezas esenciales de cualquier mitología y, al tiempo, la mejor expresión de los interrogantes fundamentales de la humanidad desde sus orígenes. Las múltiples facetas de la araña justifican sobradamente sus antiguos esplendores en cinco continentes y al menos cinco mil años de historia, aunque en la actualidad las cosas hayan cambiado. Sin embargo la araña guarda todavía un asombroso misterio: la explicación de cómo todos esos mitos se han presentado, cual copias, una y otra vez, sin apenas variación, sin cambio, a pesar de la materia resbaladiza con la que están construidos los dioses y los símbolos, o la propia cultura.

Esa capacidad simbólica de la araña ha traspasado los siglos y ha sido estudiada por hermeneutas y psicoanalistas de la talla de Jung, Eliade o Gilbert Durand. También, su aparición en el imaginario de creadores de la talla de Victor Hugo, obsesionado por la araña, a la que dibujaba a menudo y en su subconsciente se vinculaba con la vampiresa, la mujer que fascina para chupar la sangre del hombre y convertirlo en víctima, asunto al que prestaron amplia atención tanto Gilbert Durand como Charles Baudouin, el más conspicuo biógrafo del genio de Besançon.

Si, desde el punto de vista de la zoología, Aristóteles fue su primer descriptor, OvidioLa imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es 6-velazquez-la-fabula-de-aracne-1644-1648.jpg ensu Metamorfosis nos dio la mejor versión del mito de la bella Aracne, una joven lidia (Asia Menor) admirada por la belleza de sus hilados y tejidos. Llegó un día en que, vanagloriándose de su habilidad, se atrevió a retar a Minerva (la griega Palas Atenea, diosa de la sabiduría y de las artes), pero el mito es tardorromano. En la competición, el tapiz que confeccionó la diosa mostraba la victoria de Atenea sobre Poseidón, que hizo a los atenienses dar su nombre a la ciudad, mientras Aracne hiló en su tapiz veintidós infidelidades de los dioses disfrazados de animales. Lastimada en su orgullo y apoyada por sus vecinos del Olimpo, ya que el tema escogido por Aracne no les había complacido ni mucho ni poco, Minerva exhibió su poder destruyendo todas las telas de Aracne, lo que provocó la desesperación de la joven y que terminara por ahorcarse. Arrepentida de su acción, la diosa la volvió a la vida, transformándola en araña y, rociando con acónito la soga con la que se había colgado, la convirtió en la tela de araña, destinándola así a permanecer colgada y a seguir hilando por toda la eternidad.

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Para Cirlot, en la araña coinciden tres sentidos simbólicos distintos:

Primero el de su capacidad creadora de la araña como tejedora su tela; después, el de su agresividad, fundamentada en su devoración del macho tras la cópula y, finalmente, el de la propia tela, como red espiral brotada de un centro.

De su función como creadora ubicada en el centro de la tela, a través de su función de tejer, resulta el símbolo del centro del mundo y su poder creador y es la guardiana del antiguo idioma, es decir de la sabiduría y el Verbo, por esa razón la Araña es considerada la maestra de la lengua y la magia de la escritura.

Su agresividad invoca su significación como madre terrible, castrante y devoradora. Este “simbolismo negativo de la araña, hilandera ejemplar y devoradora, que polariza en sí misma todos los misterios terribles de la mujer”. (Durand (1982: 300)

La tela evoca a las Parcas tejiendo y destejiendo los destinos humanos, función que también se atribuye a la luna. Es, pues, una epifanía lunar dedicada al hilado y al tejido. El hilo de la araña, delicado y fuerte a la vez, resulta el soporte y símbolo místico de la realización espiritual.

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Todo ello da lugar a su caracterización como símbolo lunar y femenino con una polivalencia que implica el equilibrio del cosmos.

Así, el símbolo de la araña, especialmente su tela, está asociado al infinito, cuyo número simbólico es el 8, como aún revela el signo matemático. La araña tiene 8 patas y 8 ojos. Además, el 8 es número asociado a los ciclos, la evolución y el paso del tiempo. En la rueda de la vida, que fluye desde un círculo al siguiente, la araña enseña a mantener el equilibrio entre el pasado y el futuro, lo físico y lo espiritual, lo masculino y femenino.

Como la araña, las hadas, las brujas y la Magna Mater hilan en la montaña y en la naturaleza y el mito (los árboles, las cuevas, las selvas, la montaña celeste…) andan poblados de arañas, incluso el arco iris, incluso, el puente místico tendido entre el cielo y la tierra, parece ser una araña cuyas altas patas forman una bóveda por encima de la tierra (…). Los antiguos lo miraban con recelo: Hesíodo dice que sacaba el agua de las profundidades de la laguna Estigia y algo parecido en muchas mitologías, que coinciden en que es una divinidad peligrosa sedienta de sangre humana

Las teorías de Schneider se basan en conceptos rítmicos  provenientes de la sabiduría antigua de la India que determinan que el origen del mundo, de los seres y su percepción es acústico. La verdadera realidad es un modo de vibración. Para explicarlo, construyó modelos en planos paralelos y concéntricos –al modo de una tela de araña– en cuyo centro estaba la realidad acústica y, a partir de allí, a través de símbolos concretos, llegábamos a nuestra realidad. Respecto al concepto del mundo en las mitologías antiguas escribía: “El sonido no sólo es el principio más alto sino el único elemento inmortal”. En la Misurgia Universalis del jesuita Athanasius Kircher, también se presenta a la música como ejemplo de la unidad del macrocosmos y los microcosmos.

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El pensamiento humano evolucionó a través de la imitación de los sonidos animales. Schneider anota que el hombre percibe el mundo mediante ritmos y lo piensa mediante formas y que todo ser tiene su ritmo propio pero el hombre, al ser polirrítmico, tiene posibilidad de imitarlos. Las culturas pretotémicas y totémicas se servían de la imitación para dominar el objeto copiado y su pensamiento estaba basado en planos paralelos. En fin, son cuestiones harto complejas pero podemos resumirlas diciendo que lo acústico aparece como base estructuradora del mundo concreto. La música sería pues, el espejo más auténtico de las culturas antiguas. Y Schneider se remonta hasta las megalíticas.

La danza es un reflejo del rito cósmico: el arte más antiguo de la humanidad, la matriz de los ritos que han dado lugar a todas las formas culturales”. Mientras la Tarántula es un símbolo de la urdimbre de las trampas, asociada a la gran madre y el mundo sublunar. Schneider –nos dice Parra- “lo que hará es buscar, mediante los bailes terapéuticos y los ritos de curación, intentar la reconstrucción de unas corrientes primitivas, las de las altas culturas megalíticas, de las que las danzas son un resto, a fin de demostrar la supervivencia del pensamiento analítico, simbólico y místico.

Marius Schneider nos enseña cómo las arañas, construyendo y destruyendo sin cesar, simbolizan la inversión mediante la cual se mantiene en equilibrio la vida del cosmos, por lo que su simbolismo penetra profundamente en la vida humana para significar aquel sacrificio continuo por el cual se transforma continuamente el hombre durante su existencia.

(Extracto de una conferencia impartida en el Palacio Provincial de la Institución Fernando el Católico el 10 de noviembre de 2017).

                                                                         NOTAS

[1] (Barreiro, 2013, 2015)

[2] La afirmación de Schneider (1948: 20) es rotunda: “…en Aragón el ‘baile de la tarántula’ es una jota, la lengua vernácula de la música aragonesa”.

[3] La espada es también símbolo de la lucha contra los espíritus que traen la enfermedad.

[4] Se encuentra en todos los continentes con excepción de la Antártida. Entre los artrópodos quelicerados de los que han sido descritas más de 102.000 especies comparte su clase con el escorpión, las garrapatas y otros ácaros y el primitivo y curioso cangrejo de cacerola o de las Molucas (Limilus polyphemus).

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Cuando supe que Miguel Ángel Berna iba a montar “Mediterráneo”, un espectáculo que toma como base la jota y la tarantela, no dejé de  congratularme, pues, con el escaso eco previsible, desde hace tres lustros uno había defendido una posible vinculación en el origen, del baile de la jota aragonesa con los bailes de tarántula.
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El éxito que el original, novedoso, polémico y arriesgado espectáculo de Berna y su compañía alcanzó en su estreno en Zaragoza -más popular que crítico, pues ninguno de los dos diarios aragoneses reseñó el acontecimiento- me induce a estampar unas cuantas observaciones divulgativas sobre la cuestión, además de alguna noticia nueva, dicho sea sin ningún ánimo erudito.
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(El siguiente artículo fue publicado como introducción en el volumen, Francisco Javier Cid, Tarantismo observado en España con el que se prueba el de la Pulla, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2018, pp. 37-47).

Hoy día, ni siquiera una mayoría de personas cultas podría arriesgarse a una breve explicación acerca de los bailes de tarántula. A alguno le sonarán los versos que canta y baila el gitanillo Grabié en el zapateado de la zarzuela de Julián Romea y Jerónimo Jiménez, La tempranica (1900): “La tarántula es un bicho mu’ malo, / no se mata con piedra ni palo…”[1]. Y poco más.

En la mitología popular mediterránea, tarántula y escorpión son los arácnidos  que más temor producen, llegando a considerárselos mortíferos. Desde la epopeya de Gilgamesh, el escorpión aparece como temible y no es de ponderar el terror que todavía suscita. Por alguna razón, se lo relaciona con el fuego. Es notable la extensión del mito del suicidio de Tarántulaseste arácnido inyectándose su  propio veneno, si se le rodea de un círculo ardiente. Como octavo signo del Zodiaco, se vincula con la etapa de la vida amenazada por la caída o la muerte.

La araña, por su parte, tiene un simbolismo muy complejo, si es que hay alguno que no lo sea pero, por su facultad de tejer, se la vincula desde muy antiguo con los destinos humanos, es decir, con la luna, sucesivamente cambiante y que muere y renace. Columpiándose en su hilo, asoma un contenido sexual latente, como sugiere Chevalier (1982) y corrobora experimentalmente Martino (1999).

La palabra tarántula proviene de Tarento, ciudad de la Apulia, territorio en el que abundan los licósidos, también llamados “arañas lobo”, entre los que cuentan los arácnidos más grandes de Europa. Algunas tienen en el dorso un dibujo que recuerda una guitarra. En el cortejo sexual los machos atraen a las hembras con movimientos rítmicos de sus pedipalpos y levantando las patas anteriores.

Todos estos extremos se juntan para conformar la creencia popular, subsistente hasta hace poco, de que la picadura supuestamente mortal de la tarántula se exorciza y se sana por medio de una música lo más rápida y brava posible. El tarantismo, es decir, la convulsiva agitación que produce la picadura se combate, por analogía simpática, a través de  una música y una danza de ritmo muy veloz que, además busca reproducir los movimientos del invertebrado.

Historiar la danza es harto dificultoso pues consiste fundamentalmente en movimiento y este no es reproducible hasta la llegada de la cinematografía. Es probable que los antecedentes de la tarantela sean rituales y tengan relación con antiguas ceremonias extáticas o dionisiacas y en las que se pudieran consumir sustancias enteógenas. Schneider, en su clásico estudio, apunta que la tarantela puede responder al mismo tipo de sentimiento de unión con la naturaleza que hace posible las danzas totémicas o las de espadas. También apunta que blandir la espada es expresión de la lucha contra la enfermedad.

El profuso sabio jesuita Athanasius Kircher nos dejó estupendas noticias sobre estos asuntos, especialmente, en Magnes sive de Arte Magnética (1641) pero también en Musurgia Universalis (1650) y Phonurgia nova (1673). Kircher observa la predilección de los atarantados por el color rojo. La música pone en movimiento la ponzoña extendida por el cuerpo, lo que hace que el enfermo comience a danzar con furia dando saltos violentos, hasta caer exhausto con el veneno consumido y evaporado. Cuanto la música es más veloz, mayor es su eficacia. Kircher sostiene que la que la música que más se usaba era la llamada “aria turchesca” y se refiere a la importancia de los tonos frigio e hipodórico en la tarantela.

Atarantamientos

En España, la profusión de atarantados en el último cuarto del siglo XVIII provocó que en 1782 se creara una comisión que inició el llamado “Expediente de la tarántula” (1787-1807), que vino a reconocer que el baile y la música eran efectivos contra la picadura. Lamentablemente, los folios donde consta la notación de dicha música se han perdido o robado[2], aunque sepamos que su compás es el de 6/8 de ritmo binario con anacrusa, predominio del tono menor y que va aumentando en velocidad hasta el final de la danza.

En la misma línea, el ilustre médico Francisco Xavier Cid publicó en 1787 un importante tratado de larguísimo título:Tarantismo observado en España, con el que se prueba el de la Pulla [Apulia], dudado de algunos y tratado de otros de fabuloso. Y memorias para escribir la historia del insecto llamado tarántula, efectos de su veneno en el cuerpo humano, y curación por la música con el modo de obrar de ésta, y su aplicación como remedio a varias enfermedades. Cid encontró numerosos casos de tarantismo en España[3], especialmente en La Mancha, Extremadura y Andalucía, lo que atribuyó a la existencia de una araña similar a la de Apulia y documentó varios casos de curaciones a través de la música. También citaba la tarantela como “cierto sonido armónico bastante vivo y acelerado entre fandango, folías y canario[4], o una mezcla de todas estas sonatas, muy propio y aun específico para excitar a los ya moribundos infectos del veneno del referido animal” (p. 15) y aconsejaba que se tocase de la forma más vigorosa posible, especificando que no servía cualquier música, como el fandango o la seguidilla, sino que había de tocarse la tarantela. El libro se ocupa de otros muchos asuntos pero lo que destaca es la confianza de F. X. Cid en el poder curativo de la música, cosa que hoy tiene un respaldo científico, al menos en el caso de las enfermedades de la mente.

El valor medicinal de la danza se hunde en la prehistoria. La tarantela parece una supervivencia de los bailes que remedan los movimientos del animal causante del daño. Schneider, el más hondo investigador de estos asuntos, anota que algunos pueblos tenían la creencia de que los espíritus de ciertos muertos, irritados por alguna ofensa, se encarnaban en las arañas y había que aplacarlos con este tipo de danza[5]. Resulta, asimismo curioso cómo el citado Expediente describe el inicio del baile, con el enfermo en la cama: primero movía los dedos de la mano, luego los de los pies y, finalmente todo el cuerpo “que parezia que les movía Cosa Sobre Natural”[6].

Sea como fuere, estas danzas llegaron hasta bien entrado el siglo XX pero, como se adujo, poseemos pocos datos para documentarlas con exactitud. Por eso me parece ilustrativo u interesante artículo que José María Gutiérrez de Alba[7], escribió desde Alcalá de Guadaira como corresponsal del diario El Globo, el 6 de octubre de 1888, a consecuencia de la muerte de José Silva Aguilar, un jornalero que era frecuentemente atacado por las tarántulas y que, finalmente, murió a resultas de varias picaduras. Entre otras cosas, la nota de Gutiérrez de Alba proporciona unas impagables indicaciones musicales:

“El toque más usual es el que copio a continuación y me ha sido facilitado por un profesor de guitarra, llamado con frecuencia para auxiliar a los mordidos.

Llave de SOL: Compás 3×8=do mi do=lo fa (si ó re)=lo sol re=lo fa re=do mi si sol=si do si do

Y estas notas se repiten sin cesar hasta que el tocador se cansa o el enfermo, rendido por la fatiga, cae exánime o aletargado.

Si el paciente no se alivia pronto, es que la música aquella no le corresponde porque la mordedura del macho requiere una y otra especial la de la hembra pero la más usual es la que queda apuntada.

A Silva de nada le sirvió el toque de la  hembra ni el del macho ¡Quién sabe si las tarántulas que le picaron serían hermafroditas!

Antiguamente se usaba la música como remedio exclusivo; hoy ya se acude a la ciencia, sin excluir en absoluto aquel remedio, aunque sea a espaldas del doctor y el cauterio, los sudoríficos y los tónicos dan mejor y más pronto resultado.”

Quizá sería interesante que alguien con preparación etnomusicólogica valorase las notas que Gutiérrez de Alba comunica y pudiera ofrecernos alguna pauta hermenéutica[8].

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Todavía en 1906[9] se da la noticia de la picadura de tarántula a un  labriego de Sanlúcar de Barrameda, Manuel García: “Padecía dolores horribles, que se le calmaban cuando se le sometió a la cura por medio del baile de la tarántula. Pero como tiene el veneno inoculado, se le ha hinchado el cuerpo y se teme que le sobrevenga la muerte[10]”.

Sin embargo, las informaciones más precisas de casos de tarantismo recientes en España se dan en la segunda parte del interesantísimo artículo de López Sánchez y García de las Mozas (2000), mencionado en la nota precedente. Los autores accedieron a testimonios directos de personas que habían asistido a curaciones en ámbitos rurales de la provincia de Cádiz en épocas muy recientes y la estructura es muy similar. La resumo muy brevemente:

AtarantadaEl picado por tarántula, junto con esta si era posible, era llevado a una habitación en la que se colocaba una soga atada a una viga para que se agarrase e el enfermo en sus saltos. Se llamaba a dos guitarristas[11], que se iban turnando. Había un toque para picadura de araña macho y otro distinto para la hembra. El tiempo de baile para el primero era de 24 horas y el doble, en el caso de la hembra. El enfermo sólo reaccionaba a ante uno de ellos y comenzaba a bailar frenéticamente, ayudado por la cuerda y por otros hombres que evitaba se derrumbase en sus saltos. En los descansos se le reconfortaba con caldos y bebidas no alcohólicas que sí consumían los tocadores. La tradición era aceptada por todos, con lo que el componente psicológico y la profusa sudoración provocaban la curación sin que se tenga noticia de ningún fallecimiento.

El evidente origen pagano de estos bailes[12] propició, a partir de la Edad Media, su identificación con la posesión demoniaca y, como contrapunto, que una figura del cristianismo como San Pablo fuera tomado como patrón de los atarantados. El propio Concilio de Trento prohibió el ritmo de la tarantela, al considerarlo diabólico. En el proceso de transmisión el ritual mágico y terapéutico pasó a convertirse en una danza por parejas o colectiva, que el humanista Nicolás Perotti consideró un fenómeno de furor maníaco y melancolía que provocaba en las gentes un irrefrenable deseo de bailar hasta la extenuación total[13]. Con el transcurso del tiempo, la influencia de la medicina y de la ciencia hizo que el fenómeno se fuera reduciendo a ámbitos rurales y cada vez más reducidos, aunque Martino y los testimonios recogidos en Andalucía y Aragón encontraran residuos incuestionables sobrepasada la primera mitad del siglo XX.

El 3 de enero de 1974, el programa de Televisión Española, Raíces, de carácter etnológico y dirigido por Carlos Serrano, dedicó un capítulo a esta cuestión, con el título de “La tarántula”. En él se presenta documentación y se filman recreaciones obtenidas en Sariñena (Huesca), Cerro de Andévalo (Huelva) y Almería. Es en el primero de estos lugares donde se reproduce, a partir de la experiencia de personajes autóctonos, el proceso de la picadura, enfermedad y curación a través del baile, en este caso, la jota. Hasta fechas recientes, otros investigadores han recogido privadamente en Sariñena y otros pueblos aragoneses, como Fraga (Huesca) y Alcaine (Teruel), testimonios del ritual.

 La concienciación popular y la belleza de la música y la danza de la tarantela han provocado que este género musical haya alcanzado en los últimos años un gran predicamento, especialmente, en el sur de Italia, donde desde hace veinte años proliferan los intérpretes y festivales que privilegian este ritmo.

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                                                                      NOTAS

[1] La tarántula e un bicho mu malo;/no se mata con piedra ni palo;/que juye y se mete por tos los rincones/y son mu malinas sus picazones./¡Ay mare!, no zé que tengo/que ayé pazé por la era/y ha principiaito a entrarme /er má de la temblaera./Zerá q’a mí me ha picao/la tarántula  dañina/y estoy toitico enfermao/por su sangre tan endina./¡Te coman los mengues,/mardita la araña/que tié en la barriga/pintá una guitarra!/ Bailando se cura tan jondo doló./¡Ay! ¡Malhaya la araña que a mí me picó!/No le temo a los rayos ni balas/ni le temo a otra cosa más mala,/que me hizo mi pare/más guapo que er gayo/pero a ese bichito lo parta un rayo./¡Ay mare! yo estoy malito,/me está entrando unos suores/que me han dejaito seco/y comío de picores./Zerá que a mí me ha picao/la tarántula dañina,/y por eso me he quedao/más dergao que una sardina./¡Te coman los mengues,/mardita la araña/que tié en la barriga/pintá una guitarra!/Bailando se cura tan jondo doló./¡Ay! ¡Mal haya la araña que a mí me picó!/

[2] En el Expediente… (fol. 66v) consta que el guitarrista Tomás Antonio Martín Pardo, que había aprendido la tarantela de Tomás Milanés, vihuelista del que constaban varias curaciones desde 1760, afirmaba que el mismo efecto que ella tenía “qualquier son (…) del mismo compás y puntos de la tarantela que son el dos, tres, quatro, patilla y cinco tocados a manera de folías con más actividad (Cit. por GRUSZCZYNSKA).

[3] El tarantismo en el Alto Aragón, ya citado por M. Schneider, ha sido estudiado estudiado por María Tausiet (2009) en un excelente artículo.

[4] Recuérdese la vinculación que el escritor Braulio Foz y el compositor Francisco Lahoz establecen entre la jota aragonesa, y el canario. (BARREIRO, p. 48)

[5] SCHNEIDER (1946)

[6] EXPEDIENTE DE LA TARÁNTULA p. 56

[7] Nacido y muerto en Alcalá de Guadaira (1822-1897), Gutiérrez de Alba fue un erudito y escritor teatral con las veleidades políticas comunes en su tiempo, pionero en España del género de la revista musical.

[8] El estupendo músico e intérprete Gregorio Paniagua, con su grupo Atrium Musicae, publicó en 1980 un disco, Tarantule-Tarantelle  (Harmonia Mundi France EHM 379), con versiones libres de antiguas tarantelas recogidas de distintos libros y archivos y alrededor de estos asuntos. En la presentación que lo acompaña, Paniagua expone sus consideraciones acerca de los síntomas del enfermo, la música de la tarantela y su relación con los tarantos andaluces y murcianos.

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[9] ABC, 19.VII-1906.

 [10] LÓPEZ SÁNCHEZ Y GARCÍA DE LAS MOZAS (1999, 142), afirman haber recogido en cortijos de la provincia de Cádiz melodías usadas hasta la década de los sesenta del siglo XX: “Se trata de una música de ritmo muy vivo, muy recurrente, y que se interpreta, como Schneider señala atinadamente, rápido y con bastante violencia”. Aparte de los instrumentos de cuerda, podían utilizarse “otros como la cornamusa, la flauta o el pandero” (ibídem).

[11] En el artículo citado, constan los nombres de varios de ellos, alguno, como El Cojo de la Aleta de Puerto Real, conocido en el universo flamenco.

[12] Ernesto de Martino, el estudioso italiano que, junto a Pierpaolo di Georgio, más atención ha dedicado a la cuestión del tarantismo considera que el éxtasis tarantélico implica la irrupción cíclica de un desorden memorizado, un caso cuya amenaza persiste en forma de remordimiento, de “memoria mala”, que, sostenido por el inconsciente colectivo, vuelve periódicamente para recordar la omnipresencia de potencias disolventes que se agitan bajo el orden social.

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[13] Procesos de carácter histérico y fenómenos de autosugestión social de carácter religioso, orgiástico o erótico se mixturan y confunden con el tarantismo, de modo que resulta complicado establecer categorías formales. V. https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/01/02/romerias-de-endemoniados-en-los-anos-veinte-jaca-y-la-balma/