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(Publicado en Aragón Digital, 27 de julio de 2022)

La reciente divulgación, por parte del Gobierno de Aragón, de una lista de aragoneses ilustres, me ha movido a sacar del cajón este artículo que pergeñé hará un año y que todavía no había decidido publicar. Aunque establecer cualquier relación o inventario de este tipo es siempre algo subjetivo, una vez que resolví quienes debían formar parte de ella, pregunté a varias gentes de distinta índole y he de declarar que el resultado final fue muy similar al que yo había resuelto. Creo que una encuesta más amplia llevaría a conclusiones muy semejantes.

Creo que el aragonés más conocido, es decir, más famoso universalmente es Goya. Estimo que en ello habría poca discusión. Sin embargo, el de Fuendetodos no es el más influyente de la historia. Ese título correspondería, sin duda a Fernando II de Aragón, llamado “El Católico”. No parece preciso ser un experto en historia para verificarlo.

A partir de aquí, reconozco que puede haber mayor discusión en el orden. Naturalmente, ofrezco el mío. No se trata de imponer opiniones sino de suscitar la reflexión. Para mí, el tercero en discordia sería Baltasar Gracián, tanto por la excelsitud de su obra, como por la repercusión universal de la misma, especialmente, en países cultos e influyentes como Alemania, Estados Unidos y Francia.

Muy cerca de él, tendríamos a Ramón y Cajal, el único premio Nobel aragonés y cuya obra excede a la importancia del galardón. Lo pionero y la vigencia de su obra científica así lo demuestra. Pero es que don Santiago fue excelso en casi todas las disciplinas y actividades que  acometió y ejemplar en su vida pública y privada. No olvidemos tampoco la calidad de su obra literaria y la clarividencia de sus escritos político-sociales.

He escrito alguna vez que pocos aragoneses han tenido tanto reconocimiento en su propia tierra como Miguel Fleta. Además, en vida, cosa dificilísima en Aragón. Fleta lo alcanzó antes de los treinta años y se ha mantenido durante muchas décadas, a pesar de su temprana muerte y de que en las últimas vaya decayendo. Pero es que, además, el tenor de Albalate de Cinca fue considerado por muchos el mejor de su época y, en ciertas romanzas, algunos siguen considerándolo el mejor de la historia.

En sexto lugar estaría Luis Buñuel, cuya alta valoración sigue siendo universal y es uno de los mayores emblemas del arte que mejor representa al siglo XX: la cinematografía.

El reconocimiento de los enumerados se extiende a toda España. ¿Hay entre sus hombres ilustres mejor rey, mejor pintor, mejor aforista, mejor científico, mejor tenor o mejor cineasta que los seis citados en primer lugar?

Ramón J. Sender vendría a continuación: Periodista y, sobre todo, novelista de raza, sólo Cela podría disputarle el primer puesto en la narrativa de la pasada centuria, ya que Baroja ha podido tener mayor eco pero no calidad literaria. La obra de Sender es muy extensa y, en sus últimos años, desigual, pero ninguno puede presentar un elenco tan amplio de grandes novelas como él, al lado de una muy considerable y valiosa obra periodística.

Alfonso I el Batallador fue quien, con sus conquistas, convirtió al Reino de Aragón en un territorio poderoso e influyente que llegaría a expandirse por el Mediterráneo y tener un protagonismo fundamental en la constitución de la monarquía española y el descubrimiento de América. Naturalmente, desconocemos muchas de sus particularidades, pero las repercusiones de sus conquistas y reinado fueron decisivas.

Miguel Servet, humanista, polígrafo, sabio en muy diferentes ciencias y disciplinas, su mayor reconocimiento de debe a sus escritos sobre la circulación pulmonar pero su influencia en Europa, tras su suplicio y muerte en Ginebra ha sido constante.

Raquel Meller es la única mujer del elenco en tiempos que no eran favorables a su estimación. Ella no fue únicamente, la figura máxima del cuplé, que significó el inicio de la canción popular en España sino que en todo el siglo XX no ha habido otra artista española que tuviera tal repercusión universal en el mundo como artista de la canción y la cinematografía.

Como suele suceder con los mitos, en algunos de ellos no se conoce con seguridad el lugar de nacimiento. Se han discutido los de Fernando el Católico, Alfonso el Batallador y Miguel Servet; la que se muestra como casa de Goya es posible que no sea la suya; Ramón y Cajal, que siempre dijo ser y sentirse aragonés, nació en un enclave administrativamente navarro; a Sender, nacido en Chalamera, en las solapas de muchas de sus ediciones, se le hace oriundo de Alcolea de Cinca, adonde su familia marchó poco después de su nacimiento…

Lo que sí puede parecer sorprendente es que ninguno de ellos viera la luz en las que hoy son capitales de provincia. Todos nacieron en pueblos, tan importantes como Jaca o tan pequeños como Belmonte de Calatayud o Chalamera, lo que podría parecer normal en el Medioevo pero no entre los nacidos tras la revolución industrial.

Belmonte de Gracián. Parroquia de San Miguel
Chalamera. Ermita de Santa María

Otro dato capital es que ninguno de ellos murió en su lugar de nacimiento y solo dos de ellos lo  hicieron en Aragón: Alfonso I, por razones obvias y Baltasar Gracián, por imposición de sus superiores. Esto viene a demostrar lo decisivo que es para el desarrollo individual salir del cascarón y confirma la creencia o la evidencia de que nadie es profeta en su tierra y, mucho menos, en el hipercrítico Aragón. Más triste todavía es que casi la mitad de ellos muriera en el exilio: Servet, Goya, Sender y Buñuel, otra muestra de lo turbulento de nuestra historia.   

Buñuel, que murió a los 83 años, fue el más longevo seguido de cerca por Goya que llegó a los 82, en un tiempo en el que se vivía menos. Fleta, con 40 años, fue quien pereció antes, Sin embargo, morir joven más beneficia que perjudica a los mitos.

Es seguro que esta relación tendrá sus disidentes pero he procurado no ceñirme a mis gustos personales sino a la trascendencia que tuvieron su vida y obra, sobre todo fuera del antiguo reino. Muchos echarán en falta al Conde de Aranda y a Joaquín Costa o José Pignatelli, muy importantes para Aragón, pero menos trascendentes fuera de España. O al Papa Luna, importante por su cargo pero sin una obra a sus espaldas. También apena no incluir a escritores tan extraordinarios como Marcial, Avempace, Miguel Molinos o Braulio Foz y a lingüistas como María Moliner o Lázaro Carreter; a periodistas como Eusebio Blasco o Mariano de Cavia; a músicos como Gaspar Sanz, José de Nebra o los maestros Marquina, Luna, Montorio o Monreal; a artistas como Pablo Gargallo y Pablo Serrano; a cineastas como Florián Rey y Carlos Saura o a científicos como Félix de Azara y Odón de Buen… En fin, que lo deseable sería que asuntos como estos sustituyeran en las peluquerías a los llamados temas del corazón y, en los bares, a las vicisitudes de la Liga y sus pelotoneros.

Hoy, 20 de junio, hace un mes de la muerte de este singular y multifacético artista a quien sus amigos llamaron Luisito y- que mañana hubiera cumplido 93 años. Sabio, humorista originalísimo, tierno y gamberro, practicó con fortuna todas las bellas artes, incluyendo el arte de la vida. Mantuve una rica correspondencia con él, con la que me divertí y aprendí mucho, tal vez porque nuestros talantes e intereses eran parecidos.

 

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Con una de las piezas de su colección de cerámica precolombina

(Publicado en Criaturas saturnianas nº 4, 1er. semestre 2006, pp. 221-239).

Tremendo artista y casi desconocido en su tierra, por más que algunos amigos hayan guardado la memoria, sobre todo, de sus descacharrantes anécdotas, García-Abrines es un creador a tiempo completo que ha descollado en la música, en la erudición, en la plástica y en la literatura. Sus libros, sin embargo, salvando la reedición hace unos años de su primera obra por parte de la DGA, no han circulado apenas y es de ellos de lo que queremos dejar aquí alguna constancia.

 Nacido en 1923, hijo de un otorrinolaringólogo barcelonés y de zaragozana, su abuelo paterno fue coronel, jefe de la circunscripción navarro-aragonesa de la Guardia Civil, y el materno, Rafael Calvo, presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza, un único día durante la Dictadura de Primo de Rivera. Luis estudió con los jesuitas y, terminado el bachiller, se empleó en el Banco de Aragón, “las zahúrdas de Plutón”, como lo denominaría el poeta. En 1940 es destinado a Madrid, donde estudia piano con Luis Galve y se relaciona con la desbandada intelectualidad capitalina[1]. En 1942, “asqueado de mi trabajo bancario”, vuelve a Zaragoza, continúa con sus estudios musicales y hace amistad con Alfonso Buñuel, Cirlot, Miguel Labordeta y Pilar Bayona, de la que anduvo enamorado[2].

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LGA entre Pilar Bayona y Alfonso Buñuel

  A lo largo de los años cuarenta estudiará Filosofía y Letras, se interesará intelectual y vitalmente por el surrealismo y hará las milicias universitarias.   Su vinculación surrealista, aparte de visceral, surge por su amistad con Alfonso Buñuel. Juntos abrían las cajas de Luis que doña María Portolés de Buñuel tenía muy bien guardadas y allí aparecían documentos, libros, películas, objetos…, de los que ambos se empapaban.

 En 1950 funda la Academia Miral de preparación universitaria y al año siguiente comienza a dar clases en el colegio Santo Tomás de Aquino, la Academia De Pedro y, como ayudante de clases prácticas de Lengua y Literatura, en la Facultad. Por tales fechas empieza a publicar ediciones críticas y eruditas de diversas obras[3]. Pese a haber militado durante la guerra en Falange Española, en 1940 se le dio la baja y, después, tuvo diversos problemas con el SEU. Por estas y otras causas, pide una beca al gobierno francés y en 1952 marcha a París para estudiar música contemporánea. En la capital francesa traba relación con Pierre Boulez, Oscar Domínguez, Jaime García-Abrines en YaleSabartés, Picasso y con exilados aragoneses, como Honorio García Condoy y Fermín Aguayo. Expone en el pabellón español de la Ciudad Universitaria y conoce a la que sería su primera mujer, Margaret Junakos (Jounakos o Jaunakos, son otras grafías con las que se ha escrito su apellido)[4] con la que casó en 1954 en Madrid, poco antes de marchar definitivamente a los Estados Unidos. Allí, obtiene puesto de profesor de Literatura Española en la Universidad de Yale y, nacionalizado en 1959,vuelve un año a España para estudiar la vida y la obra del poeta áureo Juan del Valle y Caviedes[5], del que descubrió su nacimiento en Porcuna (Jaén), ya que se le creía peruano. Es entonces cuando José Antonio Labordeta publica el primer libro de Luis que hace el número 6 de su colección Orejudín: Así sueña el poeta en sus palabras (1960). Poco después abandona la Universidad de Yale y pasa a enseñar en South Central Community College de New Haven, donde permanecerá hasta su jubilación. En 1967 casa en segundas nupcias con la también profesora Marie Ellen Branchini de la que tendrá dos mellizas que se suman al hijo habido con su primera mujer.

Entre otras muchas distinciones y cargos, en 1977 el artista zaragozano ocupó la vacante dejada por Stravinsky como Académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Sección de música)[6] y tres años después publicó, a sus expensas en New Haven, donde vive hace casi medio siglo, su antología (1940-1970) de textos principalmente poéticos, Ciudadano del mundo (1980), del que, en especial, nos ocuparemos. En el mismo año, Pórtico publica una hermosa edición de Crisicollages para Luis Buñuel, que pasó prácticamente inadvertida, lo mismo que su último libro, por el momento, Variaciones sobre La donna e mobile (Solo -de gaita- para hombres), feroz pero bienhumorada sátira antifeminista editada por la Institución Fernando el Católico. No están los tiempos para gentes como Luis que gustan de decir y escribir lo que les viene en gana. Pero si los “ilustrados” aragoneses apenas han prestado atención a tan acreditado personaje, la ciudad de Zaragoza le concedió el título de Hijo Predilecto en 1982 y la Diputación Provincial, la Medalla de Oro de Santa Isabel en el año en que expiraba el segundo milenio. Hoy, García-Abrines vive relajadamente en Connecticut con su familia, sus libros, sus partituras, su colección de cerámica precolombina y su correspondencia con los buenos amigos zaragozanos que saben cuanto han perdido al no poder gozar de su presencia[7].                             

Así sueña el poeta en sus palabras (fragmentos de unos evangelios apócrifos) se acoge en todo momento a los principios vanguardistas, desmitificadores y corrosivos consustanciales al autor zaragozano: la faja que envuelve el volumen proclama: “¡ATENCIÓN! ¡Advertencia importantísima! Todos los volúmenes que no lleven la huella dactilar del dedo ‘Gordo’ de la mano derecha de Luis García-Abrines, son ejemplares falsificados”. Y, efectivamente, en el ángulo inferior derecho de la página de respeto figura dicha impresión, que no se reproduce, en cambio, en los ejemplares de la segunda edición. La dedicatoria: “Para Pablo Picasso y antes para Jaime Sabartés” suprime el adverbio y la preposición centrales en esta segunda edición, que tampoco recoge la declaración estampada en esta misma página: “Siempre vuestro… y ¡pa’qué más!”

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En sus palabras de presentación: “Para constar ciertas cosas”, el autor declara antes que nada su gratitud a Alfonso Buñuel que le descubrió y enseñó el mundo de los collages pero precisa que, por razones que desconoce, no le mostró nunca los de Max Ernst, que sólo conoció al llegar a París. Ya entonces tenía confeccionados la mayoría de los que publicó en el libro, por lo que se ve precisado a informar de que las coincidencias evidentes que hay se deben a que muchas veces Ernst y él habían utilizado los mismos grabados como fuente de sus trabajos. Sea como fuere, este es el primer libro de collages editado en España, ya que aunque Alfonso Buñuel tenía más de veinte años atrás un volumen terminado, las circunstancias impidieron su edición[8]. García-Abrines elogia cumplidamente a su maestro y fulmina al otro autor español de collages que conoce: el poeta sevillano Adriano del Valle.

El título del volumen alude a la condición de vate (vaticinador) del poeta, el jaez religioso de la labor poética, como se encarga de poner en claro el propio autor: “…desde hace tiempo he usado reiteradamente, no sólo en mis obras poéticas, sino hasta en simples artículos, del lenguaje bíblico, del lenguaje mesiánico, por su fuerza de catarata mágica, insospechada y terriblemente sugestiva; esto es: ¡Profética!”.

  Los treinta ocho collages que componen la obra van acompañados de sendas leyendas en secuencia narrativa, de modo que se nos cuenta una historia, más bien alocada, a la que el lenguaje profético proporciona ese carácter trascendente que hace más cuajado el humor que profesan. Los últimos redoblan el coherente dislate surrealista, con la aparición del risible Unamuno, el editor, el propio poeta y ese pulpo que, quizá, es el motivo más recurrente en las ilustraciones. Por un lado, el pulpo gigantesco, agresivo y monstruoso, fue una imagen ampliamente utilizada por los ilustradores del siglo XIX, entre otras razones porque el tema aparece en escritores tan populares como Victor Hugo, Michelet y Julio Verne o tan míticos como Lautréamont. Como es sabido, de estos ilustradores se valieron fundamentalmente M. Ernst, A. Buñuel, L. García-Abrines y otros muchos como base para sus collages;  por otra parte, simbólicamente, el pulpo, cambiante y polimorfo, es un claro distintivo de transformación[9] –y, por tanto, símbolo creador por desenvolvimiento-, pero también de la mujer fatal, que abraza y termina por devorar a sus amantes[10].

Veinte años después, y a sus expensas, el poeta edita  Ciudadano del mundo, libro de gran formato (27’5×20’5), que es, desde su título, una obra que homenajea al espíritu de Miguel Labordeta, con el que García-Abrines tuvo larga amistad y correspondencia. En 1952 los dos crearon, y fueron los primeros inscritos, el Registro Internacional de los Ciudadanos del Mundo, con oficinas centrales en Zaragoza. Pero es que, además, la obra se adscribe a las “Publicaciones de la OPI” antes de estampar ese “Ediciones Azuara-on-Hudson, New Haven, 1980”, tan abrinesco y surrealista. Modestamente confeccionado por el propio autor, la edición es de 500 ejemplares, todos numerados –otra vez el guiño travieso y anticonvencional- con el número UNO.

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  El prólogo, “Península”, dedicado a Pepe Alcrudo e Israel Amitai, es un caligrama con la forma de España y, tras un dibujo titulado “Gallo presentando las armas”, que Picasso dedicó al autor el 10 de julio de 1952, comienza su primera parte, “Ciudadano del mundo”, que repite el título del libro, con un soneto que constituye una cantata funeral al llamado Manco de Lepanto. Pero, aunque el segundo poema tenga también la forma sonetil, no hagamos planes ni previsiones: en este caso se trata de un juego de neologismos, trucos fonéticos, erotismo entre infantil y desbravado y otro tipo de sorpresas.  No me resisto a reproducirlo:

                             Ratapún cataplán chiviori bioca.

                            Casorrán planifiel, cojón de ganga,

                             Ancristociel demón anangarranga

                             cuatro tazones cuatro de tapioca.

 

                             Chiviori bioca planifiel llenito

                             Sus sus quequés seséseque busto,

                             hasta que el vate muérese de gusto

                             mientras que la iza chúpale el palito.

 

                             Promischina mamal, culo culito,

                             tetón sesenta y nueve, como perra,

                             Taltelipén chisgarabís. Sopor.

 

                             Minina divina. Útero bendito.

                             Alegría. Flores. Yen Santa Guerra:

                             Amor, amor, amor y siempre amor.

Siguen otros dos sonetos: “A una mala poetisa”, entre lo humorístico y lo corrosivo, y “El dictador”, coloquialmente mordaz, pero, a partir de aquí, se alternan poemas que utilizan metros romanceados, verso libre, formas semicaligramáticas… con otros escritos en inglés (“Kindnapping”, “American Lift”, “Remarse Has a Sweet Taste”), en italiano (“Ti amo come tutti gli alberi”, “Solo sono chiari”), francés (“Vers toi, toujours”), algunos que mezclan inglés y español (“Death, Thou Salt Die!”) o inglés e italiano (“Love”), francés y español (“Laissez-moi chanter en paix”), español y griego (“Que se rompa pero que no se doble”)… En fin, entre otras cosas, una cumplida muestra políglota que hace honor al título de Ciudadano del mundo, que ostenta el poemario.

Junto a las formas poéticas aludidas anteriormente tenemos el poema visual (“Rock and roll con estribillo. Ejercicios de pronunciación para americanos tartamudos”), el poema aforístico (“Ciencia poética”) y otros más, como “Güiro y maracas en 6 por 8 sincopado”, dedicado al gran compositor Leonardo Balada, que utiliza jitanjáforas, aliteraciones y una ristra de recursos fónicos.

Nunca falta el humor, el toque surrealista, un deseo de espantar al burgués que tiene más de travesura infantil que de conciencia social pero también aparece la nostalgia, como en ese largo poema, “Oda a mis pájaros”, una suerte de elegía a los gorriones de Zaragoza, que prosigue en otro, también de alta tensión intelectual, titulado “Asesinato de un pájaro”, donde el yo del poeta se manifiesta nítido sin ocultamientos, transformaciones ni ambages.

A la homónima primera parte de Ciudadano del mundo, le sigue “Oraciones”, con dos poemas construidos en clave de condicionalidad y temporalidad. Luis no agota la gramatical clasificación sino que pasa a una tercera parte titulada “Poemas concretos”, que, efectivamente, son cinco cuajadas tentativas de poesía concreta. No muy lejos andan los cuatro poemas de la parte que le sucede: “Poemas para niños que no saben leer”, que da paso a “Collages”, compuesta de seis complejas composiciones que combinan el inglés y el castellano, con ocasionales incursiones en otras lenguas. Uno de ellos, “Castle in the skies”, adopta forma dialogada con intervención de seis personajes: el maestro, dos poetas, Cantinflas, Leopardi, que, muy propiamente, larga su parlamento en italiano, y Gracián, que, también como corresponde, expresa su pensamiento en frases nominales. El último de los de esta sección,  “Ahora me toca mí”, es un largo parlamento que condensa el estilo, las obsesiones, el tono y la identidad poética del autor.

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Collage inédito

Siguen cuatro microcuentos; la pieza dialogada “Linchamiento”, calificada de tragedia en un acto en la que sólo hay diez intervenciones de un abuelo, un padre y un niño, que no ocupan más de dos páginas, y un llamado “Epistolario” en el que figuran dos bienhumoradas cartas explicando “el nacimiento de mis mellizas Linda y Alicia” y el antológico “la operación de mis almorranas”; también, un corto artículo en inglés: “A Footnote Concerning Abrines in James Joyce’s Ulises” y, finalmente, uno de los textos, a la vez, más sentidos y característicos del poeta: “Elegía a mi muerte con una carta a Miguel Labordeta”, escrito con motivo de la desaparición de su amigo.

La parte final del libro: “Obra atribuida” contiene un popurrí casi dadaísta[11] en el que figura su autoepitafio, un haiku, jeroglíficos, poemas despendolados, declaraciones, biográficas y poéticas, en fin, cualquier cosa -siempre significativa, siempre inteligente- para terminar con el dibujo de una mujer desnuda sentada sobre un taburete, realizada con las teclas de la máquina de escribir.

Libro, pues, de gran complejidad, batiburrillo, caleidoscopio, vademécum de una creatividad y una sensibilidad singulares, breviario antológico de las formas poéticas del siglo XX, confesión de parte, entre otras muchas cosas, del amor a su tierra, que aparece constantemente en referencias directas e indirectas, la limitada circulación de este volumen ha impedido su conocimiento y la consabida pereza intelectual de nuestro medio para con la poesía –salvo limitadísimas excepciones- ha dado lugar a que no exista un solo estudio sobre la lírica del seguramente mayor vanguardista aragonés vivo.

Los dos últimos libros creativos de Luis García-Abrines son también de collages. Dedicado con veneración al cineasta[12] en su ochenta cumpleaños, Crisicollages para Luis Buñuel[13], en una magnífica edición de la Librería Pórtico, presenta una realización formal mucho más rica y elaborada que el volumen publicado veinte años atrás. La precisión alucinada, sustantiva y polisémica de los textos de El Criticón queda expresivamente ilustrada por los collages, que, compartiendo las mismas características, dan la nota de perplejidad y belleza. El humor del primer libro ha derivado en una sutil melancolía, en una mirada sobre el tiempo y sobre el mundo limpia como la belleza que se sueña y triste como el imperecedero ideal inaccesible.

   El humor vuelve con su última obra (1988), Variaciones sobre La donna e mobile (Solo -de gaita- para hombres). En esta ocasión los collages, también muy elaborados, ilustran citas misóginas de la literatura de todos los tiempos. Ni que decir tiene que, entre que la edición apenas circuló y el pánico a lo “políticamente correcto”, el libro, que, imagino, aún se puede conseguir, es un perfecto desconocido. Reproduciré las palabras que Ildefonso Manuel Gil dejó escritas en su solapa:

 LUIS GARCÍA-ABRINES es como pintor y como criatura humana eso que Rubén Darío llamó un “raro” y Juan Ramón Jiménez un “héroe”.

  Polifacético y original ha marcado sus creaciones plásticas y verbales con una constante exigencia de personalidad extraña, casi siempre desconcertante y siempre altamente meritoria.

  En esta colección de collages (…) disimula su devoción y respeto a la mujer con unas Variaciones sólo aparentemente antifeministas. Ese tipo de antítesis es muy característico de García-Abrines: aragonés fiel, nacionalizado norteamericano; cosmopolita que se pone el cachirulo para asistir a actos culturales al otro lado del Atlántico; ciudadano del mundo y vecino sentimental de Azuara; surrealista y erudito minucioso; profesor de literatura y tejedor de alfombras. La síntesis de toda esa serie de antítesis es la incambiable personalidad de Luis García-Abrines.

Jorge Guillén definió a LGA como “surrealista impenitente” y Camón Aznar lo llamó “último surrealista aragonés”. Sánchez Vidal habla de su “baturrismo ilustrado” y el propio Luis Buñuel estampó: “La discrepancia irracional entre las imágenes y los bellísimos textos de Gracián hace que el impacto poético sea más intenso que en los collages de Max Ernst”.

  Otro vanguardista, Antonio Fernández Molina (1983), termina así su artículo sobre LGA:

  (…) goza de la aureola de una leyenda basada en hechos reales, pues este artista lo es obre todo por su actitud vital que hace de él uno de los inventores del happening, el arte conceptual, de la actitud, etc., antes de que estas manifestaciones fueran puestas miméticamente en circulación en los medios artísticos e intelectuales. En él cada uno de sus gestos y de sus sorprendentes salidas obedecen a un impulso interior que le lleva a expresarse de insólita, original y sincera forma, con una auténtica categoría, que por encima de la valoración actual o posterior de sus obras y sus hechos, hacen de él un creador infrecuente que trasciende los límites.

  Esa actitud la ha llevado siempre a la vida cotidiana, desde que, de niños, los hermanos[14] ataviaban a la criada con casco militar hasta cuando, en la Universidad de verano de Jaca durante los años sesenta, se burlaba en una conferencia del General Franco “porque soy ciudadano americano y puedo hacerlo. ‘Vosotros, no. Os jodéis’” –se reía. Pasando por cuando desembarcaba en el aeropuerto neoyorquino vestido de baturro o, en la Universidad de Yale, explicaba a Unamuno cubierto de gasas y esparadrapo. Al final de la clase, escribía en la pizarra “Creer es crear” y se desprendía de los apósitos consiguiendo que los estupefactos alumnos no olvidasen nunca la frase unamuniana.

  Ahora que, para bien y para mal, nada sorprende a nadie, la personalidad de Luis García-Abrines es un fogonazo agudo, fugaz y estentóreo, que ilumina más de medio siglo de la compleja y disparatada cultura española que nos ha tocado vivir.

  

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Antes de impartir clase en su universidad

                                                                                             

                                                                                             NOTAS

[1] Entre otros, conoció a José Gutiérrez Solana y al presidente de la Junta Teosófica de España, Eduardo Alfonso, con los que, indudablemente, habría de entenderse.

[2] Cf. Juan Eduardo Cirlot, Pájaros tristes y otros poemas, Zaragoza, Los Libros del Innombrable, 2002. En carta a LGA, Luis Buñuel, “como buen zaragozano”, reconoció haber estado también enamorado de la pianista de los catorce a los dieciocho años.

[3] La primera fue la obra de Alfonso Gómez de Figueroa, Alcázar imperial de la fama del Gran Capitán, la Coronación y las Cuatro Partidas del mundo, Madrid, Instituto “Miguel de Cervantes” del C.S.I.C, 1951; la última, por el momento, el facsímil de Antolinez de Piedrabuena (seudónimo de Fray Benito Ruiz), Carnestolendas de Zaragoza en sus tres días, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2005. Como era de prever, esta última obrita, un prodigio de amenidad y noticias curiosas, no ha suscitado interés alguno.

[4] “jounakos”, junto a “ulbenjoyos” y  “opicilos” fue una de las categorías en que la O. P. I. (Oficina Poética Internacional, fundada precisamente por Miguel Labordeta y Luis García-Abrines) dividía a sus poetas.

[5] Muchos años después publicaría su poesía: Juan del Valle y Caviedes, Obra poética (edición, introducción y notas de Luis García-Abrines Calvo, con la colaboración de Sydney Jaime Muerden), Jaén, Diputación Provincial, 1993.

[6] Entre sus publicaciones musicales es destacable la edición de la obra de Gaspar Sanz, Instrucción de música sobre la guitarra española,  Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1952.

[7] Un buen resumen biográfico, del que extraigo varios de estos datos, en Pérez Lizano (1992).

[8] Iba dedicado a Max Ernst y parece que desapareció en el Madrid de la guerra.

[9] V. C. G. Jung, Símbolos de transformación, Barcelona, Paidós Ibérica, 1982.

[10] No es este el lugar para derivar por lasmuy sugerentes interpretaciones que este símbolo podría deparar. Para los interesados, hay un libro monográficamente dedicado a este asunto, traducido al español y, además, excelente: Roger Caillois, Mitología del pulpo, Caracas, Monte Ávila, 1976.

[11] En una antología de la poesía aragonesa que sólo se publicó traducida fuera de España (1994-1995) escribí: “…constituye el típico caso de agitador poético, más cercano a presupuestos dadaístas que al surrealismo…”, lo que hoy, aunque matizaría, sigo suscribiendo.

[12] Luis Buñuel respondió con una sentida carta que reproduce J. A. Labordeta (1980).

[13] La palabra “Crisicollages” parece hacer alusión al vocablo “crisis”, con el que encabeza Gracián los diversos capítulos de El Criticón.

[14] Luisito siempre ha afirmado que el más surrealista de los García-Abrines era su hermano Paco, así como, en la familia de los Buñuel, lo era el psiquiatra Leonardo.

                                                                         OBRA

Así sueña el poeta en sus palabras (fragmentos de unos evangelios apócrifos), Zaragoza, Col. Orejudín, 1960. / Zaragoza, DGA, 2000.

Ciudadano del mundo, New Haven (EE.UU.), Azuara on Hudson, 1980.

 –Crisicollages para Luis Buñuel, Zaragoza, Pórtico, 1980.

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-Variaciones sobre La donna e mobile (Solo -de gaita- para hombres), Zaragoza, IFC, 1988.                                                                                                                           

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También puede verse en este blog:  https://javierbarreiro.wordpress.com/2020/03/16/el-surrealismo-entrevista-con-luis-garcia-abrines/                                                               

                                              BIBLIOGRAFÍA

-ALVAR, Manuel, “La donna e mobile”, Blanco y Negro, 22-I-1989.

-BALLABRIGA, Luis, «Luis García-Abrines (II)», Andalán nº 364-365, 15-IX-1982.

-BARREIRO, Javier, La línea y el tránsito, Zaragoza, IFC, 1990, pp. 304-306.

-BROTO, Julio, Diccionario biográfico musical aragonés, Huesca, Gráficas Alós, 1986, p. 46.

-COMÍN GARGALLO, Gil, «Zaragoza en Estados Unidos. El poeta Abrines», El Noticiero, 8-V-1960.

-DOMÍNGUEZ, Antonio (dir.), Voz: «García-Abrines Calvo, Luis», Gran Enciclopedia Aragonesa 2000, tomo X, Zaragoza, El Periódico de Aragón, 2000, p. 2367.

-FERNÁNDEZ MOLINA, Antonio, Voz: “García-Abrines Calvo, Luis”, Diccionario Antológico de Artistas Aragoneses 1944-1978, Zaragoza, IFC, 1983, p. 192-193.

-HORNO LIRIA, Luis, Autores aragoneses, Zaragoza, IFC, 1996, p. 212.

-LABORDETA,José Antonio, “Los collages de un ciudadano del mundo (con carné), llamado Luis García-Abrines”, Andalán nº 288, 26-IX a 2-X-1980, p. 15.

-, Voz: «García-Abrines Calvo, Luis», Gran Enciclopedia Aragonesa, tomo VI, Zaragoza, UNALI, 1981, pp. 1499-1500.

-, Los amigos contados, Zaragoza, Librería General, 1994, pp. 25-27.

-LABORDETA, Miguel, “Así sueña el poeta en sus palabras”, Despacho Literario, Zaragoza, Sagitario, 1960. Reproducido también en la segunda edición de la obra reseñada.

-PÉREZ LIZANO, Manuel, Focos del surrealismo español. Artistas aragoneses 1929-1991, Zaragoza, Mira, 1992, pp. 174-186 y 282-289.

SÁNCHEZ IBÁÑEZ, José Ángel, La edición de la poesía en Aragón 1962-2000. Aproximación bibliográfica, Zaragoza, Universidad de Zaragoza-Ibercaja, Poesía en el campus nº extraordinario noviembre 2001, pp. 135-136.

-SÁNCHEZ VIDAL, Agustín, “Luis García-Abrines, un ciudadano del mundo”, El Día de Aragón, 17-VI-1984.

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Publicado en Turia nº 117-118, marzo-mayo 2016, pp. 341-349.

Portada nº 1

En una vieja librería barcelonesa di con seis cuadernos de 16 páginas de 21×14 centímetros, en cuya portada en color y sobre una franja naranja, figuraba el título, Infancia y Juventud de Cocoliche y Tragavientos, junto a la efigie de estos jóvenes detectives enmarcada en un círculo con la inscripción “Inservate et deoperivis”, frase latina a cuyo segundo miembro no encontraba traducción satisfactoria[1]. Bajo el título, figuraba el marbete “Episodios detectivescos por Sendercito” y, debajo de la franja, el número de cuaderno y el precio (10 céntimos). Las otras tres cuartas partes de la página las ocupaba una ilustración alusiva al argumento, firmada en cinco de los cuadernos por T. Gringo y en el segundo de ellos, por Zamba. El dibujante de las ilustraciones interiores era, en cambio, C. Rojo

Inmediatamente, me apresuré a adquirirlos, pues, tanto el nombre de la publicación como la firma de Sendercito enlazaban con algunas oscuras y aisladas referencias que podían vincular a Ramón J. Sender con estas aventuras.

La edición no lleva mancheta ni en ninguna parte del cuaderno se menciona dato alguno que diera cuenta del lugar, editorial o fecha de publicación. Sin embargo, la penúltima página contiene en sus seis números un jeroglífico, entre cuyos acertantes se sorteaban un monedero y un lapicero de plata. La solución había de ser remitida a la administración situada en la calle Putchet, 37 que, tras algunas averiguaciones, comprobé que se trataba de la sede de la revista Charlot, a la que después se volverá.

Antes, afrontaremos un breve recorrido por las referencias que relacionan al gran novelista oscense con estos cuadernos.

En Crónica del alba, Sender menciona de pasada a dos personajes de ficción cómica infantil, Cocoliche y Tragavientos y a quien fuera el primer inventor de sus correrías:            

Un joven alto, más viejo que yo, taciturno y melancólico… Era escritor y en ese oficio ganaba dinero. Se llamaba Sánchez Bosque y era el inventor de una serie de aventuras cómicas de dos detectives: Cocoliche y Tragavientos… Siempre lo he recordado con respeto y amistad[3].

Charlot n1 1 1916Pedro Sánchez Bosque –o Bosqued, que de los dos modos aparece en las escasas ocasiones en que he visto impreso su nombre- trabajaba como guionista en Charlot, el semanario festivo barcelonés que los estudiosos consideran como el primer tebeo español de inspiración cinematográfica. Había sido fundado por Miguel Navarrete en febrero de 1916, su formato era de 32×22 centímetros y en su primera etapa alcanzó los 425 números. En 1917 lanzaría un suplemento en formato de 22 x 16 cm, que totalizó 181 números. Se publicó hasta 1924.

Fue esta revista la primera que recogió en sus páginas en forma de historieta las aventuras de los detectives Cocoliche y Tragavientos, con guión del mencionado Sánchez Bosqued y dibujos de C. Rojo. En principio, ocupaba una página, con ocho viñetas y un breve texto (de dos a cinco líneas) bajo ellas; el argumento iba desarrollándose a lo largo de los sucesivos números. En su primera parte se denominó “Hazañas del detective Cocoliche o el diamante de un millón de dólares”. La segunda,  “Los Misterios de Manifloja – La mano que apretará”. Aunque ausente del título, Tragavientos, el secretario del detective a la manera de Watson, aparecía en el transcurso de la historieta y llevaba habitualmente la peor parte. Como el después famoso Mortadelo, los detectives utilizaban, en ocasiones, el disfraz en sus pesquisas. Parece que el guionista era el mentado Sánchez Bosqued.

Este tebeo fue popular en su época hasta el punto de que, años más tarde, Jardiel Poncela escribía en el prólogo de Amor se escribe sin hache (1929):

En la infancia, mis primeras lecturas fueron alborotadas, incongruentes y diversas, lo cual siempre les acontece a los niños que aman los libros y que han nacido de padres inteligentes . Dueño de varias grandes librerías repletas de volúmenes, leí al mismo tiempo a Dante que a Dickens, a Aristófanes que a Andersen, a Píndaro que a Amicis, a Ovidio que a Byron, a Swedenborg que a Ganivet, a Lope que a Dumas, a Chateaubriand que a Conan Doyle, que al ignorado autor de «Cocoliche y Tragavientos»… Debo declarar que entonces todos me emocionaban lo mismo, y ha sido preciso que los años pasasen para comprender -y para atreverme a decirlo- que el Tasso es insoportable y para preferir una página de Julio Verne traducida por un analfabeto a toda la «Ilíada», recitada por Homero en persona.

BuñuelSin embargo, décadas después, dichos personajes empezaron a ser cubiertos por el manto del olvido hasta que en la primera edición de las conversaciones de Max Aub con Luis Buñuel, éste se descolgaba con las primeras noticias acerca de la participación de un joven Sender en la autoría de los tebeos de Cocoliche y Tragavientos (Infancia y Juventud de Cocoliche y Tragavientos):

Yo creo que Sender nunca ha contado que hacia 1918 él escribió para un editor de Barcelona una revista semanal de tiras cómicas, que se llamaba Cocoliche y Tragavientos. Los nombres se hicieron muy famosos en España  El editor no le pagó nada por los primeros números pero al cuarto le mandó cien pesetas. Entonces Sender se fue al Hotel Inglés […] después de haberse comprado una pipa, tabaco y un pijama. Se metió en una habitación de las mejores y no salió de ella hasta en los dos días en que tardó en gastarse aquel capital […] Los dos días que estuvo en el Hotel Inglés también llovía y se pasó el tiempo detrás de la ventana, mirando llover…[4]

Gracias a esta mención malévola, con la que Buñuel buscaba desprestigiar a su coterráneo con el que nunca congenió[5], se empezó a desenredar la madeja que vinculaba al escritor de Chalamera con los citados personajes de tebeo, así, Jesús Vived, su biógrafo,  recogía el dato en su edición de los primeros textos senderianos[6] y lo volvía a hacer, con las mismas palabras, en su biografía[7]:

En cuanto a las “contratas” literarias, bien pudieron estar relacionadas con la revista Charlot que comenzó a publicarse en 1916 y en la que Rojo, su dibujante más famoso, daba vida a Cocoliche y Tragavientos, personajes que parodiaban a dos detectives.

En el inicio de “Las brujas del Compromiso”, uno de los primeros cuentos de Sender, publicado en el diario madrileño La Tribuna (6-VII-1919), aporta un dato que puede esclarecer las circunstancias en que fueron  escritos los guiones:

Cuando agonizaba 1917, asuntos familiares me llevaron por vez primera a Caspe. Conmigo llevé algunas “contratas” literarias de Barcelona, dispuesto a trabajar de veras.

Sin embargo, y aunque en algunos estudios sobre el tebeo español se mencionan las tiras de Cocoliche y su compañero, no se había localizado la publicación que al principio describía ni en los estudios senderianos figuraba mención alguna a un seudónimo tan meridiano y poco enmascarador  como Sendercito, que disipa cualquier duda sobre la identidad del autor y que figura en la primera página de la publicación al principio descrita. Tampoco en la casi inabarcable bibliografía senderiana se da cuenta de este texto aunque Elizabeth Espadas lo cita en su exhaustivo y excelente catálogo bibliográfico[8] pero sin datarlo ni dar su título real ni el seudónimo y, además, incluyéndolo en la sección “Obra artística”, como si el joven escritor hubiera firmado los dibujos, en vez de los guiones.

Fuera como fuese, un jovencísimo Sender de 16 años y durante las Navidades de 1917, que pasó con su familia en Caspe, o algo después, redactó estas aventuras, que habría que situar entre sus seis prosas zaragozanas de 1916-1917 y el poema alcañizano de 1918[9]. Salvo las citadas palabras de Buñuel, desconocemos totalmente las circunstancias a través de las que el flamante escritor oscense consiguió el encargo. Probablemente, sería él mismo quien se dirigiera al editor, mandándole algún episodio y éste lo contrataría. Lo cierto es que las tiras cómicas de los dos detectives habían logrado éxito popular y Sender todavía no era nadie en el mundo periodístico de entonces:

«Cocoliche y Tragavientos», los reyes del detectivismo, fueron la versión paródica y guasona de Sherlock Holmes y su ayudante Watson. Gozaron de una indudable comercialidad, hecho que les condujo a estar un amplio periodo en los quioscos de todo el país. Como la mayoría de los folletines, estaba ilustrado con pequeños dibujos; en este caso a cargo de C. Rojo.[10] 

Aparte de la portada ya descrita,  analizaremos someramente el contenido de los cuadernos. En su segunda página[11] figura en todos ellos una historieta Serie contraportada nº 2independiente de C. Rojo  que, en el caso del tercer número, es autorreferencial pues, en él,  un caballero se sorprende ante el griterío de una multitud y comprueba que se trata de compradores del propio tebeo de Cocoliche. La penúltima página contiene, como pasatiempo,  el ya mencionado concurso del jeroglífico y, en la página final, otra breve serie humorística protagonizada por los detectives, ya en su edad adulta. Lleva el curioso título “¡¡¡ ¿ !!!”,  y consta de tres viñetas que continúan en los cuadernos siguientes hasta el número final pero, al contrario de lo que sucede en la historia central, no finaliza en el tebeo nº 6 sino que concluye con el típico “(continuará)”.

 El texto senderiano de estos seis cuadernos alcanza un total de 72 páginas, con lo que es el más extenso de los publicados hasta entonces por el escritor de Chalamera y, como se dijo, va a relatar las aventuras iniciales de los dos personajes, antes de su consagración como detectives.  En su inicio, “De cómo empiezan sus aventuras”, cita a su creador, el dibujante Rojo, como inventor de la pareja:

Me tomo la libertad de llamar canelo a todo el que no crea en la realidad vital del célebre detective asombro de grandes y chicos. No creas lector que solo ha existido en la imaginación de C. Rojo. No. Te equivocas de medio a medio si tal crees. Cocoliche y con él su discípulo Tragavientos, han vivido (…) Cocoliche ha vivido. Vive en nuestras memorias y vivirá en las de nuestros nietos, como un personaje extraordinario, como un extirpador automático de esa ralea de juramentados y sin juramentar que viven de la intranquilidad y la ralea del prójimo. ¿He dicho algo? Pues tened en cuenta que sólo he empezado. (p. 1).

nº 1 pag 3

Percibimos en el tono desenfadado e irónico de estas primeras líneas la soltura de una prosa en la que, por otro lado, Sender no dará ninguna importancia al estilo sino que parece escrita con mucha más rapidez que reflexión.

El argumento se reduce a una sucesión de episodios disparatados, salpicados de chistes verbales no demasiado originales. Bosquejaré un breve resumen.

Tras el párrafo inicial citado, se dice que Cocoliche no dio que hablar hasta los quince años pero, a partir de ahí, se le presenta como un adolescente enredador y nº 1 pag 5travieso, que gallea con sus compañeros de escuela y hace la vida imposible al maestro. Escondido en el retrete para huir de sus disciplinas, huye por un ventanuco y cae entre la paja de una carretela de gitanos que se dirigen a Amposta. En una posada son detenidos por los miñones y recluidos en húmedo calabozo. Desde la ventana de su celda oye a un niño de unos cinco años discutir con su madre. Es Tragavientos, al que indica que llame al teniente. Con mentiras, consigue su libertad, el teniente lo lleva de criado a su casa y, después, le permite embarcarse junto a la familia de Tragavientos, rumbo a África.

El segundo cuaderno narra la travesía en el “Lusitania” y el abordaje de unos piratas que exterminan a la tripulación, incluyendo a los padres del niño, aunque la corta edad de la pareja de amigos permite su salvación.  Un motín cambia la correlación de fuerza entre los piratas, que se entregan a terribles refriegas. Cocoliche y Tragavientos se esconden en una pipa de agua. Una galerna hunde el barco y deja el barril a la deriva.

nº 3 pag 33En el tercero, la pipa aparece en una isla poblada por caníbales, que consideran a los náufragos hijos del sol. La peripecia, bastante hinchada y sin acontecimientos relevantes, continúa en el cuarto cuaderno con la huida por el mar, revestidos del corcho de un alcornoque, hasta que topan con un barco, aparentemente vacío, donde les sobrevienen peregrinos y misteriosos acontecimientos, que terminan abruptamente y sin más explicación, para encontrarnos al principio del quinto cuaderno en la ciudad de Londres, donde el detective Jhon (sic) Xewir afronta la delicada misión de encontrar la fábrica de los falsificadores que han inundado la capital financiera del mundo de billetes falsos. El detective embarca y, a la altura de los primeros islotes de Oceanía, los tripulantes avistan un misterioso transporte,  al parecer semiabandonado pero que, al acercarse, los cañonea y hunde. Resulta ser el barco misterioso al que, en el cuaderno anterior, habían llegado los dos jóvenes. Solamente es Xewir, el detective, quien se salva, arribando al barco agresor. Tras innumerables y confusas peripecias, los culpables son colgados cabeza abajo y apaleados hasta morir. Esta aventura del barco fantasma presenta numerosas contradicciones, hechos confusos y fallos de raccord que delatan la rapidez y falta de atención con que debió de haber sido escrita.

En el sexto cuaderno, tras aclarar que en el barco fantasma era donde se fabricaban los billetes falsos,  los tres detectives huyen en el submarino E-13, que antes había aparecido para ayudarles. Llegados a El Havre, Xewir es asesinado. El submarino traslada a los dos amigos a Londres. Allí son recibidos como héroes y alojados en un hotel de lujo, donde aprenden inglés y, felicitados por todo el mundo, se consideran ya detectives consumados. En los párrafos finales, también un tanto gratuitos y apresurados, se relata la detención de  los falsificadores, por parte de la Armada inglesa y, también del asesino de Xawir[12].

Se trata, pues, de una serie de peripecias descabelladas sin progresión argumental, compuestas con trazos gruesos e ingenuos y dirigidas a un público muy juvenil, ya que Sender había demostrado en sus escritos anteriores otras aspiraciones en cuanto a contenido y estilo. Hay que desechar, desde luego, en estos textos cualquier ambición artística por parte de un joven, que, por otra parte y por sus circunstancias biográficas, había alcanzado muy pronto una madurez que hace un siglo solía llegar antes que en nuestras calendas, como se verifica al comprobar la temprana edad en la que publicaron sus obras primerizas muchos autores contemporáneos del joven Ramón.

En la segunda década del siglo, la novela de detectives experimentaba un auge en España. Ya en 1900 se habían traducido episodios de Sherlock Holmes y periódicos como El Imparcial publicaron folletines del personaje creado por Arthur Conan Doyle. También en las ediciones de novela corta contemporáneas a los guiones de Sender proliferaban las narraciones de este cariz, como atestiguan títulos de Noel, Hoyos, Belda o Carrère y otros escritores de esta generación que tuvo en las publicaciones populares su principal cauce de transmisión.

Por entonces, el cultivo de la historieta tenía ya en España una tradición consolidada, si bien la Gran Guerra deparó en la nación un impulso industrial y financiero que llegó hasta las Artes Gráficas, especialmente en Barcelona, que fue arrebatando a Madrid el cetro de la historieta que ostentaba la capital. Durante la conflagración mundial aparecieron en la ciudad mediterránea tres revistas, Dominguín (1915), Charlot (1916) y TBO (1917), que cambiaron el rumbo del género.

Sin embargo, el texto de Sender, aunque tenga una relación directa con la historieta, no se puede considerar como tal. Es, simplemente, una novelita ilustrada de carácter cómico dirigida preferentemente a un público juvenil sin otro propósito que la diversión de un lector poco exigente. No caben dudas de que el propósito de su autor al redactarla fue únicamente alimenticio. 

Como contraprestación, es de señalar la riqueza de vocabulario, no exenta de alguna pedantería juvenil que incluye los latinajos y cierto gusto por los juegos y efectos lingüísticos. O la inesperada pirueta estructural entre el final del cuaderno cuarto y el principio del quinto. Hay también alguna aislada alusión a la actualidad, como la referencia a las posturas políticas durante la guerra de Romanones y Dato o las toilettes de la actriz Francesca Bertini. Señalable es, asimismo, la presencia de algún aragonesismo, como “tozuelo” por “cabeza” o topónimos como Maladeta y Remolinos.

Sender, dedicado compulsivamente al periodismo en los años que seguirán, no volvería a los géneros populares aunque, más de medio siglo después, el dibujante Hans Leuenerger y el dibujante Jaime Asensi[13] adaptarían su novela, El fugitivo (1972) al comic.

El texto-guion de Infancia y Juventud de Cocoliche y Tragavientos, si no se redactó en Caspe, debió de ser escrito por el diecisieteañero Sender en el segundo semestre de 1918, poco antes o poco después de su llegada a Madrid en dicho periodo. Ramón había dicho a su madre, al despedirse: “No te preocupes por mí. Con un kilo de cuartillas y un litro de tinta, sabré defenderme en cualquier parte”. Y, a fe, que pronto lo logró, publicando en noviembre-diciembre de 1918 un par de textos en una modesta publicación, Béjar en Madrid, pero accediendo desde mayo de 1919 a un diario progresista tan importante, como lo fue España Nueva, donde, con el seudónimo de Lucas La Salle, publicó más de una decena de artículos, además de un poema dedicado a Rosa Luxemburgo en el republicano El País. En el verano de dicho año su padre se presentó en Madrid y le hizo regresar a Huesca,  donde, al poco, se convertiría en el periodista y escritor profesional, que fue toda su vida y pudo hacer olvidar a ese Sendercito de Cocoliche y Tragavientos, que, sin embargo, constituyó su primera aparición significativa como autor fuera de su patria chica.

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Retrato imaginario de Sender niño realizado por Picasso para la traducción italiana de Crónica del alba, publicada por Einaudi

                                                                                                                                              NOTAS

[1] Jesús Ferrer, catedrático de Griego al que consulté, adujo que podría ser un error por parte del grafista, que había convertido “deoperietis” en “deo perivis”, en cuyo caso la traducción quedaría en un convincente, “Examinad y averiguaréis”.

[2] En Tebeosfera, el mayor repertorio de noticias sobre el género en la red, se da únicamente esta referencia: “Dibujante pionero, con obra en revistas de los años diez y veinte”.

[3] Ramón J. SENDER, Crónica del alba t. I, Barcelona, Destino, 1973, pp. 530-531.

[4] Max AUB, Conversaciones con Luis Buñuel, Madrid, Aguilar, 1985, p. 96.

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[5]Para más información sobre esta relación entre los dos principales figuras de la cultura aragonesa en el siglo XX puede consultarse: Javier Rubio Navarro, “Desencuentros y encontronazos con Sender” en Retratos de la otra vida de Luis Buñuel. V: https://javierrubionavarro2.wordpress.com/2013/06/08/desencuentros-y-encontronazos-con-sender/ y, también, Javier Barreiro, “Filias y fobias de Ramón J. Sender. Una entrevista olvidada”, Diario del AltoAragón, 10 de agosto de 2015: https://javierbarreiro.wordpress.com/2015/08/16/filias-y-fobias-de-r-j-sender-una-entrevista-olvidada/

[6]Jesús VIVED MAIRAL, “Introducción” a Ramón J. Sender, Primeros escritos (1916-1924), Instituto de Estudios Altoaragoneses,  Huesca, 1993, pp. LII-LIII.

[7] Jesús VIVED MAIRAL, Ramón J. Sender. Biografía, Madrid, Páginas de espuma, 2002, p. 91.

[8] Elizabeth ESPADAS, A lo largo de una escritura. Ramón J. Sender. Guía bibliográfica, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2002.

[9] Elizabeth ESPADAS, Op. cit., pp. 49 y 56.

[10] http://vallatebeo.blog.galeon.com/1291413780/las-literaturas-de-kiosco-autor-francisco-aleman-sainz/

[11] Rojo es el dibujante de los tres primeros cuadernos. Los siguientes están respectivamente firmados por Retruécano. Derdy y Pestañas.

[12] En la última página de los episodios y tras la palabra FIN, en el interior de un recuadro, se advierte: “En los próximos cuadernos se publicarán la Segunda Serie de las Aventuras de Cocoliche y Tragavientos por Tom de Lis (antes Sánchez Bosqued)”. 

Cocoliche y Tragavientos de Pedro Sánchez Bosqued

[13] El fugitivo (versión en comic de la novela de Ramón J. Sender) Málaga, Leoedita, 2012. 56 pags.

Otras entradas sobre Ramón  J. Sender en este blog:

https://javierbarreiro.wordpress.com/2011/09/17/ramon-jose-sender/

https://javierbarreiro.wordpress.com/2015/02/02/ramon-j-sender-el-lugar-de-un-hombre/

https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/12/09/introduccion-a-sender-en-su-siglo-de-francisco-carrasquer/

https://javierbarreiro.wordpress.com/2015/08/16/filias-y-fobias-de-r-j-sender-una-entrevista-olvidada/

https://javierbarreiro.wordpress.com/2016/11/26/un-cuento-desconocido-el-primer-texto-de-sender-publicado-en-madrid-1916/

https://javierbarreiro.wordpress.com/2018/07/07/leer-hoy-a-sender/

Portada nº 6

Rosita Díaz Gimeno fue, junto a Imperio Argentina, una de las dos grandes actrices cinematográficas españolas del periodo de la II República[1]. Cuando falleció a finales de agosto de 1986, La Vanguardia tituló la noticia: “Muerte en el exilio de la más grande estrella del cine español antes de la guerra”. “La sonrisa de la República” llegó a llamársele y con ese epígrafe le dedicó un importante trabajo el estudioso Juan Antonio Ríos Carratalá en su libro El tiempo de la desmesura. Historias insólitas del cine y la Guerra Civil española (2010).

Rosita Díez-Cinegramas

Según los datos que habitualmente se habían publicado sobre ella, pertenecía a una acomodada familia madrileña, estudió en el Colegio del Sagrado Corazón  y su debut en las tablas surgió tras ganar un premio de recitación en el Real Conservatorio madrileño, donde estudiaba declamación[2]. Fue la prestigiosa compañía de Martínez Sierra y Catalina Bárcena la que acogió estos inicios teatrales y es cierto que la joven actriz cosechó casi siempre elogios de sus actuaciones. Después pasó a la de Díaz-Artigas, con la que hizo una larga gira por los países americanos. Junto a la citada Imperio Argentina, fue la primera actriz española en trabajar en las películas sonoras que la Paramount rodaba en los parisinos estudios de Joinville (1931). Aparte de sus directores extranjeros, rodó con los más importantes cineastas españoles, como Benito Perojo y Florián Rey. En 1934 interpretó el papel femenino en el tan taquillero film  La Dolorosa (Jean Grèmillon). Con ya diez películas en su haber, fue llamada por Hollywood, como primera estrella hispana de la Fox, para interpretar dos nuevas cintas, Angelina o el honor de un brigadier y Rosa de Francia.

Rosita Díez-Artistas de la Fox 1934-1

En suma, al advenimiento de la guerra civil, Rosita era una estrella que copaba las portadas de las revistas, era perseguida por los periodistas y admiradores y despertaba una gran simpatía por su carácter, a un tiempo despejado y risueño. Era también una mujer moderna, lectora y anticonvencional en sus aficiones y comportamientos. Es decir, una mujer de la República. Tal vez por ello, mantenía relaciones con Juan Negrín, Mijailov, hijo del que poco después sería sucesivamente ministro de Hacienda (septiembre 1936) y presidente del Gobierno (mayo 1937), Juan Negrín López. Rosita había dado a luz en 1926 un hijo de padre desconocido y había estado casada y divorciada con el actor teatral Paco Alagón, aunque de esta unión apenas hay noticias[3].

Al iniciarse la sublevación militar, Rosita se encontraba en Córdoba, rodando con el resto del equipo y Rosita_Francisco Fernández de Córdoba007bajo la dirección de Fernando Delgado, las últimas escenas de El genio alegre, basada en la obra de los Quintero y en la que ella hacía el papel estelar. El galán era Fernando Fernández de Córdoba, después famoso como voz oficial del régimen franquista, locutor del parte de la Victoria y habitual en el NO-DO. Éste, como miembro de Falange, se puso de parte de los sublevados, que se habían impuesto en la ciudad de la Mezquita y denunció como espía a Rosita por haber recibido una llamada de Madrid, seguramente de su novio, Juan Negrín. Fue detenida junto a otros miembros del equipo a los que se suponían simpatías izquierdistas. No sabemos exactamente qué ocurrió en los calabozos de Córdoba y Sevilla, famosos por los sádicos sanguinarios que hacían y deshacían bajo la supervisión de Queipo de Llano, con especial mención a Manuel Díaz Criado, militar famoso por sus dotes de torturador y asesino. Mucho de su dignidad debió dejar Rosita en esas espeluncas pero salió viva aunque siguió detenida durante unos meses. Tampoco sabemos los acuerdos o compromisos[4] a los que pudo llegar con las autoridades del bando faccioso. Lo cierto es que, tras publicarse noticias de su fusilamiento, fue liberada en mayo de 1937 y, desde El Havre, pudo embarcar para Hollywood y rodar allí La vida bohemia. Es muy posible que fuera canjeada por otros presos del campo republicano. Ríos Carratalá sugiere, sin afirmarlo, que Ramón Serrano Suñer pudo entrar en el apaño.

Muy poco antes de salir para el definitivo exilio, volvió a España para casarse con Juan Negrín (hijo), que acogió y dio su apellido al hijo de Rosita, que hasta entonces había vivido con sus abuelos y, desde ahora, llevaría el nombre de Francisco Negrín. El matrimonio fijó su residencia en Nueva York y viajó frecuentemente a Méjico, donde interpretó todavía tres películas: Pepita Jiménez (Emilio “Indio” Fernández, 1946), con Ricardo Montalbán como partenaire, El último amor de Goya (Jaime Salvador, 1946)  y El canto de la sirena (Norman Foster, 1948). Actuó también en el teatro, tanto en Broadway como en Méjico y desarrolló una importante labor de difusión de la cultura española. Rosita falleció en Nueva York, el 23 de agosto de 1986. A la sazón, el Ministerio de Cultura le  estaba preparando un homenaje con la proyección de sus viejas películas en la Semana Cinematográfica de Nueva York y se pretendía que después se estrenaran en las filmotecas españolas y Rosita regresara a su país para la ocasión. Esa España en la que a finales de 1939 se estrenó El genio alegre, con la consigna de eliminar de los títulos de crédito a los actores fieles a la República, como se puede certificar en las copias que se conservan.

Rosita Díez 1933Hasta aquí el resumen de la peripecia conocida de Rosita Díaz. Pero ¿las cosas fueron exactamente así? Como en tantas estrellas del cine y de la canción, hay zonas de sombra que habían hecho escribir a quien más páginas le había dedicado, el citado Ríos Carratalá: “…es evidente su intención de confundir con su fantasía un recuerdo desagradable. Lo hizo a menudo” (209). Por su parte, Carmen de Zulueta había escrito: “Contaba con aplomo cosas que poco tenían que ver con la realidad”. Y esas cosas venían de atrás pues en sus entrevistas de los años treinta, aporta habitualmente datos diferentes, sobre todo de su vida pasada pero también de la presente. Por no hablar de la ficción publicitaria, que ella contaba con la mayor de las convicciones y que se reprodujo insistentemente en la prensa de la época[5], sobre su expedición –sola y a caballo- por la Sierra de Ronda, en busca del último bandolero ¡en 1933! Todo para promocionar su film Sierra de Ronda.

Aunque sea muy normal en las profesiones artísticas, Rosita se quitaba años. 1911 es la fecha de su nacimiento oficial[6] pero ya varias notas biográficas la hacen nacer en 1908, fecha mucho más probable que la primera. Pero Carmen Negrín contó a Ríos Carratalá (201 n.) que la diferencia de edad con Negrín jr. era de diez años, “secreto que ella supo guardar”. Su marido, en un alarde de imaginación o desvergüenza, en otro texto citado por RC (226) dice que contaba 17 años en 1936. Seis menos que él[7], con lo que si hacemos caso a Carmen, sobrina de Negrín jr., éste la rejuvenece ¡15 años!

Generalmente, consta su nacimiento en Madrid un 13 ó 14 de septiembre pero varían los centros de educación. Por ejemplo, en una entrevista en Cinegramas, afirma haber estudiado con los hermanos Carmelitas de Bilbao. Tras esta curiosa ubicación, sostiene que, niña todavía, se colocó de taquimeca pero el jefe de la oficina pidió autorización al padre y éste, ignorante de sus propósitos, no le permitió trabajar. También, que estudió en el Conservatorio a las órdenes de Nieves Suárez[8] y quiso cursar la carrera de Medicina, que no pudo seguir por dificultades económicas. Todo absolutamente incoherente con las fechas de su carrera y la buena posición que, presuntamente, disfrutaba su familia. La Vanguardia (15-III-1936) nos proporciona también una biografía que comienza así: “María de la Cruz Rosario Rosa Díaz Gimeno Petter Manjón nació en Madrid un 14 de septiembre. Sus padres, andaluces. Su abuelo materno, alemán”. Materno, pero el apellido teutón figura en tercer lugar.

De momento, la primera mención de su nombre que he encontrado es de enero de 1924 en que se la cita Rosita Díaz Gimeno_Nuevo Mundo 1924. Primeras actuacionescomo una de las intérpretes de Sonatina, de Martínez Sierra en la Fiesta de la Prensa. En agosto aparece su foto en Nuevo Mundo que la presenta como “damita joven de la compañía de Catalina Bárcena” y aunque se la ve morena y muy jovencita, desde luego, ha superado los trece años. ¿Cuándo estudió, pues, Rosita? Si nació en 1911 y es cierto que se dedicó al teatro a causa del premio citado, las fechas no concuerdan, ni siquiera aceptando que su venida al mundo fuera en 1908. ¿Cuándo ejerció de taquimecanógrafa? ¿Mientras actuaba como actriz? Tampoco parece posible que tras las funciones nocturnas, se levantara temprano para ir a trabajar, aparte de participar en los ensayos y en las numerosas giras por provincias de la compañía. Con la de Martínez Sierra incluso llegó a estar en París y en 1930 viajó por América con la de Díaz-Artigas, donde permaneció hasta enero de 1931. Es por entonces que, ante la enfermedad de Santiago Artigas que la impide debutar en el Infanta Beatriz, acepta la oferta para rodar películas en español en los parisinos estudios de Joinville, adonde viaja acompañada de Imperio Argentina.

 

Todo lo que contó Rosita de su vida anterior hay que ponerlo en solfa. En 1937 su hermana Joaquina fue entrevistada, en la localidad turolense de Urrea de Gaén, por Juan M. Soler, corresponsal en el frente de Aragón de la publicación libertaria Mi revista[9]. La entrevista apareció el 15 de abril de 1937, fecha en la que Rosita debía de estar a punto de ser liberada. Esto es lo que el periodista escribe acerca de lo que le contó Joaquina.

 Rosita_MI revista Joaquina 1005

La hermana de Rosita Díaz

 LA PERSEGUIDA DEL FASCISMO vive feliz e ignorada en un pueblecito de la provincia de Teruel

En un lugar… de Aragón

Estábamos saboreando plácidamente un buen vaso de vino negro de Aragón en casa de Fernando, especie de café, taberna y casa de comidas de Urrea de Gaén, cuando alguien nos dijo:

-Aquí, en este pueblo, vive una hermana de Rosita Díaz

-Pero, ¿es posible? – preguntamos nosotros con el natural asombro.

-Y tan posible – añade nuestro interlocutor – que si sigue usted por esta calle arriba y da con el picaporte en la casa que hay al final de la cuesta junto a una hornacina hoy desmontada, a buen seguro que ella misma le abrirá la puerta.

Dejamos sobre la mesa de madera que el uso ha ennegrecido, el vaso, a medio beber, de vino, y salimos rápidos de la taberna, café y casa de comidas de Fernando, ascendiendo a grandes zancadas por la calle pina, hasta dar con la casa donde nos han dicho vive la hermana de la creadora de “Rosa de Francia”

Llamamos a la puerta y a poco se asoma a un balcón donde comienzan a florecer unos claveles rojos, una mujer joven, de facciones perfectas que nos recuerdan otras que hemos visto innúmeras veces proyectadas en la pantalla.

Hablemos de Valera Jimeno

Al pie del balconcete permanecemos unos momentos, fijos los ojos en aquella mujercita que nos han asegurado ser hermana de una de las más famosas artistas de cine españolas, y a seguido le preguntamos:

-¿Usted se llama…?Sin título-2

-Joaquina Jimeno Blasco – contesta rápido.

-Pero, ¿no es usted hermana de Rosita Díaz?

-Sí lo soy.-

-¿Y los apellidos?

-Mi hermana se llama Valera Jimeno Blasco, pero por lo visto se ha cambiado el nombre, porque a una artista no le cuadra mucho llamarse Valera… ¡digo yo!

Y Joaquina suelta el chorro de su risa, de la que nos contagiamos bien pronto.

Pocos momentos después, y acodados a la baranda del balcón donde emergen en desorden unas clavellinas, charlamos con Joaquina Jimeno y, como es muy natural, nuestra conversación gira alrededor de aquella Valera Jimeno convertida hoy en Rosita Díaz.

-¿Le escribe alguna carta su hermana? – preguntamos a Joaquina.-

¡Quiá!… Hace poco menos de quince años que nada sé de ella.

-¿Y cómo fue el meterse a artista? – seguimos preguntando.-¡Vaya usted a saber! – Y tras de una breve pausa añade -: Valera estaba sirviendo en una casa de la Puerta del Carmen, de Zaragoza, de donde somos las dos, cuando de la noche a la mañana, y próxima a contraer matrimonio, desapareció y nada supe de ella hasta que un buen día, en un cine de Híjar, daban la película “Su noche de bodas” y me di cuenta de que ante mis ojos tenía a mi hermana, que casi la había dado por muerta. ¡Figúrese usted que impresión recibiría yo entonces!

Sin título-1-¿Y era jovencita Valera cuando desapareció de Zaragoza?

-Pues no tendría más allá de diecinueve años.

-Cuéntenos cosas de Valera – rogamos a Joaquina.

-Poco le puedo contar, pues de mu pequeñina me separaron de mis padres.

… y  hablemos también de la hermana de Rosita Díaz

-Pues hablemos de usted.

-¡Ay! ¡qué poco tengo que hablar de mí!

-¿Vive usted feliz?

-Sí, aun cuando ahora me preocupa mucho la suerte que pueden haber corrido mi padre y mis tres hermanos. El primero está en Huesca y los chicos al estallar la guerra vivían en Zaragoza.

-Diga usted – nos dice una mujer que viste de luto y en cuyo rostro los años han dejado ya su imborrable huella – que yo la quiero talmente que si hija mía fuera.

-Es muy buena la señora María – arguye Joaquina.

-Es que la tengo a mi lado desde cuando apenas había cumplido once días y yo la he criado y yo he sido como una madre, pues la suya murió siendo ésta muy cría.

Hay unos momentos de silencio emotivo. Nos vamos enterneciendo todos un poco. Hasta Pilar Mur, la joven y muy gentil maestra de Urrea de Gaén, que vive en casa de la señora María con Joaquina, cierra sus ojos negros que deben fulgurar en la obscuridad de la noche como dos ascuas, para ocultar unos puntitos diamantinos.

Es preciso dar nuevo rumbo a la conversación y proponemos a Joaquina hacer unas fotos.

-¿Así, sin arreglarme un poco y con este vestido? – dice ella.

– Así así mismo, que se vea el contraste entre las dos hermanas.

Y Joaquina pasa ante el objetivo fotográfico sin que le permitamos cambie su vestido pueblerino a cuadros ni deslizar tan siquiera el peine por su cabello endrino.

JUAN M. SOLER

 

Rosita_MI revista Joaquina 2006

En resumen, según este reportaje, Rosita se llamaba Valera Jimeno Blasco y había nacido en Zaragoza de familia muy humilde compuesta por cinco hermanos, tres varones y dos hembras. La madre murió prematuramente y la hermana pequeña quedó a cargo de una familia de Urrea de Gaén, un pueblo turolense, de donde era oriundo un contemporáneo de la actriz, Pedro Laín Entralgo; el resto quedó en la capital aragonesa en condiciones precarias. Tan es así que Valera, la futura Rosita, muy joven, entró a servir en una casa muy cercana a la zaragozana Puerta del Carmen, de la que desapareció cuando tenía unos 19 años y estaba a punto de contraer matrimonio. Desde entonces Joaquina no ha vuelto a recibir otra noticia de su hermana, que la que tuvo al reconocerla en el film Rosa de Francia (1935), que se habría proyectado en el cercano pueblo de Híjar no mucho antes de esta interviú. Afirma también: “Hace poco menos de quince años que no sé nada de ella”. Como estamos en 1937, esas últimas noticias debieron producirse en torno a 1922-1923. Si Rosita contaba con 19 años en la fecha de su desaparición, su nacimiento debió de producirse alrededor de 1903-1904, lo que coincide con los diez años que, según Carmen Negrín, la actriz sacaba a su marido.

A partir de aquí se pierde su pista y caben todas las suposiciones pero no deja de ser extraño que una muchacha sin formación aparezca de pronto en una compañía teatral de corte más o menos intelectual y exquisito, como fueron los elencos dirigidos por Gregorio Martínez Sierra, el creador del llamado “Teatro del Arte”, por más que fuese su mujer, la riojana María Lejárraga quien le escribiese los textos y otros, los teóricos más conspicuos.

Es evidente que Rosita poseía, además de una gran simpatía, una gran inteligencia. Así lo constatan tanto sus entrevistadores, como quienes la conocieron y nos han dejado  testimonio. Y lo atestigua su carrera teatral y cinematográfica. Pero, aparte del misterio de su aparición en Madrid tras su experiencia como criada, en seguida sobreviene otro: el hijo habido en 1926, cuyo padre Rosita nunca desveló. Según su hermana, cuando la futura actriz marchó de Zaragoza tenía unos 19 años. No sabemos el año en que se produjo la huida pero, contando con que hubo de formarse para el teatro, en el que, como se dijo, hubo de debutar en enero de 1924 o incluso antes, hay que contar al menos dos o tres años para su formación. Si Rosita escapó de Zaragoza con 19 años, tendría que haber nacido en torno a 1902. En cuanto a su matrimonio con el actor Paco Alagón, sólo conozco una mención de  Rosita al mismo y es bastante estrafalaria: en una entrevista con el escritor Mario Arnold publicada en La Libertad (7-VI-1931) afirma:

Cuando estaba en Méjico, una noche mientras dormía, oí muchos gritos terribles que me hicieron levantarme sobresaltada. Quise salir al pasillo para ver qué ocurría y me fue imposible. Toda la casa estaba ardiendo; las llamas llegaban hasta mí amenazadoras; el humo me impedía respirar. Grité también: pedí auxilio; mis ropas se incendiaron y nadie acudía a salvarme; por la ventana de mi cuarto era imposible arrojarse porque estaba a gran altura. No me quedaba más remedio que resignarme a perecer en el fuego. La puerta de la escalera estaba cerrada y sin llave. Me desmayé. Cuando recobré el conocimiento me hallaba en un hospital con los brazos y las piernas llenos de quemaduras. Alguien me había salvado. No sabía quién. Pregunté a todo el mundo y, por fin un día, junto a mi cabecera, conocí al héroe. Llena de gratitud me casé con él a los dos meses. Era también actor de mi compañía.

Rocambolesca y folletinesca historia, difícil de creer. Ni siquiera da el nombre del actor, del que no sabemos cuándo y por qué se divorció Rosita para entrar en relaciones con Negrín hijo o, tal vez porque ya las tuviera con Negrín padre. Por cierto, que en esta misma entrevista dice ¡estudiar medicina!  Curiosamente, la profesión de los Negrín, aunque su futuro esposo contase a la sazón con apenas 17 años.

Rosita con Negrín Barcelona 1980Se ha especulado con que el hijo fuera realmente de Negrín padre, lo que se compagina con sus propensiones de mujeriego y vividor, pero parece demasiado novelero, aparte de que él nunca simpatizó con la actriz, probablemente porque conocía asuntos de su pasado que su hijo prefería ignorar[10]. Incluso éste no pudo darle el apellido hasta 1956, año en que el político transitó. Por su parte, el hijo de Rosita quedó en 1936 con los padres de ella (?) cuando marchó a rodar El genio alegre. Tras la boda, en 1939 embarcó con la pareja rumbo a las Américas.

Curiosa resulta también la actitud del esposo respecto a los amores de Rosita. Aparte del desconocido padre de su hijo y del matrimonio con Paco Alagón, la actriz sostuvo un romance con Julio Peña, su partenaire en Rosa de Francia, con escapada incluida a la Costa Azul, bien publicitado por la prensa de su tiempo.

Otro episodio interesante de la vida de Rosita es su amistad con Buñuel, al que pudo conocer en la época de Filmófono, incluso antes[11]. Sin embargo, la relación más intensa se dio durante el exilio neoyorquino de ambos en las que las parejas Luis Buñuel-Jeanne Rucar, Juan Negrín-Rosita entablaron amistad íntima y los segundos ayudaron a los primeros en una época en la que los Buñuel sufrían dificultades económicas. Hace unos años Javier Herrera, bibliotecario de la Filmoteca Española, rescató unas películas filmadas con tomavistas en las que aparecían las parejas con los niños Rafael y Juan Luis, hijos del aragonés. Del primero, Rosita fue la madrina en su bautizo.

Buñuel. que reconoció en carta a Max Aub haber estado enamorado de Rosita, escribía al escritor: : «En Nueva York,  Jeanne  vivía bastante lejos, quiero decir, vivíamos bastante lejos, y se ocupaba de los niños. Teníamos poco dinero. Yo trabajaba en el Museo (MOMA) y me enamoré de R (…) Hoy me alegro de que no pasara nada. Para mí, la mujer de un amigo es sagrada”. Sin embargo Aub recuerda que José Luis Sert los vio apretujados y besándose en el andén del metro de Long Island.

La prueba de que el marido de Rosita cerró los ojos ante su pasado es que, pese a que cedió el importantísimo fondo documental de su padre al Estado español, tras la muerte de la actriz,  destruyó todos recuerdos y documentos que guardaba su esposa. Quizá nuevos testimonios investigaciones y documentos, como el aquí reproducido, contribuyan a proporcionar una perspectiva más ajustada a la realidad de una vida tan apasionante y tan conectada con el devenir histórico del siglo XX español, como la de Rosita Díaz Gimeno.

 

EPÍLOGO

Cuando hace tres o cuatro años encontré el reportaje en Mi revista, traté de documentarme y pedí revisar los datos del registro civil zaragozano entre 1902 y 1908. Se trataba de lograr la partida de nacimiento de alguien llamada Valera Jimeno (o Gimeno, dada la vacilante grafía de dicho apellido) Blasco entre estas fechas. No fue nada fácil conseguirlo[12] pero, al final, apareció.

Rosita_Partida de nacimiento

Efectivamente, existía una persona llamada Valera Gimeno Blasco nacida el 4 de febrero de 1907. Sus padres legítimos, Joaquín y Juana, -nótese que el nombre de la hermana residente en Urrea era Joaquina- estaban domiciliados en Miralbueno, barrio, por entonces, de agricultores. No soy capaz de desentrañar en el documento el lugar de origen de los padres, pero ambos abuelos paternos eran nacidos en Híjar, pueblo a menos de cinco kilómetros, de Urrea de Gaén, donde su hermana Joaquina moraba desde la niñez hasta la fecha de la interviú reproducida.

Son, de nuevo, demasiadas casualidades que parecen confirmar el testimonio de Joaquina. La entrevista está perfectamente contextualizada, con la maestra como testigo interviniente y fotografías de vecinos de Urrea de Gaén, que, como los milicianos allí destinados, podrían haber desmentido estas noticias, pues ya se hizo notar (nota 9) que Mi revista, se distribuía con profusión en los frentes. Tampoco se entiende qué propósito podría albergar el bisemanario en propalar informaciones falsas de este cariz, aunque en todo lo que se refiere a los asuntos de la Guerra Civil haya que cogérsela con papel de fumar. El autor del reportaje, Juan M. Soler, que firmó también con el seudónimo Silvio Máximo, era un periodista destacado en el frente de Aragón desde el inicio de la contienda y que escribió un muy interesante volumen, La guerra en el frente de Aragón, publicado por Mi revista en 1937, compuesto principalmente, por sus crónicas de guerra para el quincenal y El Noticiero Universal.

La Libertad publicó en 28 de febrero de 1937 la noticia del fusilamiento de la actriz en Salamanca, según noticias procedentes de Lisboa pero el 11 de marzo el bonaerense diario La Prensa lo desmintió asegurando que se encontraba en la capital rebelde y a disposición de las autoridades, a fin de tomar parte en los espectáculos benéficos, que se organizan para los heridos de guerra, noticia que reprodujo el diario madrileño La Voz, un día después. Tal vez, por no haber llegado esta información a tiempo para su conocimiento por parte de la redacción de Mi Revista, en su número del 15 de marzo, ésta dedicó una página al aludido fusilamiento, un mes antes de aparecer la entrevista en cuestión (15-4), fecha en la que Rosita debía estar a punto de ser liberada por los franquistas. En la interviú no se dice nada respecto a la situación de la actriz en ese momento, supiérase o no de su liberación, por lo que todas las conjeturas son posibles.

Finalmente, hay dos elementos que terminan por añadir más incertidumbre y misterio al asunto. En los Rosita_MI revista Publicida LIBRO sOMACARRERA004últimos números conservados de Mi revista, entre el 10 y el 20 de enero de 1938 se anuncia, en algunos casos a toda página, un libro de Manuel P. De Somacarrera[13], redactor habitual del bisemanario, con el título Rosita Díaz, la perseguida por el fascismo. Con el marbete de “Muy pronto aparecerá a la venta”, se dice también: “He aquí la novela más sensacional y emocionante que refleja la ferocidad del fascismo contra una artista española, prestigio de la pantalla nacional. La vida, la persecución y la producción artística de Rosita Díaz contados por la ágil pluma de Manuel P. DE SOMACARRERA”.

Al parecer, han cambiado  las tornas y Rosita, antes o después de su vuelta a España, ya ha contado su peripecia en el bando fascista. Pero, a pesar de haberlo buscado exhaustivamente,  no he localizado este libro, que, probablemente no llegó a salir a consecuencia del empeoramiento de las condiciones en el campo defensor de la República. Como redactor de Mi revista, Somacarrera habría de conocer la entrevista hecha a Joaquina ¿Se volvería a hablar en él del origen aragonés de la estrella?

Finalmente, en el margen derecho de la partida de nacimiento, aparece un nuevo dato que parece poner en solfa todo lo anterior: La defunción de esta Valera Jimeno Blasco se produjo en la localidad sevillana de Camas, el 17 de diciembre de 1996. ¿Mentía, pues, Joaquina y adjudicó a una hermana desaparecida la identidad de Rosita o en ese fallecimiento hay gato encerrado? Para mí se trata de un error, por ser una persona con el mismo nombre o un montaje interesado. Sólo la familia Negrín podría, quizá, deshacer el ovillo. Pero siempre hicieron lo contrario.  Carmen Negrín -ya conocemos sus disparates- llegó a declarar que Rosita murió en el sur de Francia, adonde viajaba todos los años para visitar a sus padres y asistir al Festival de Cannes y que incluso estaba enterrada allí. ¿Qué padres, a esa avanzada edad?  

Que Rosita calló y fabuló mucho acerca de su vida pasada parece más que evidente. Que, tanto la entrevista como la partida de nacimiento, aquí reveladas son documentos más que interesantes, también. Para mí, la actriz llamada Rosita Díaz Gimeno era Valeria Jimeno Blasco, una zaragozana de familia humilde nacida en Zaragoza el 4 de febrero de 1908. Falta por desenredar la madeja, tirando de uno y otro hilo. El desafío está lanzado.

                                                            POST-EPÍLOGO

El testimonio de Olga Pérez Gaibar  (V.  Comentario del 7-4-2017), al parecer sobrina-bisnieta de la actriz, que escribió un comentario a esta entrada y con la que después he intercambiado informaciones, parece confirmar la tesis expuesta en este artículo. Sería deseable profundizar en todo ello.

NOTAS

[1] Raquel Rodrigo, Rosita Montenegro y Antoñita Colomé estuvieron en el nivel inmediatamente inferior.

[2] Otras noticias indican que estudió en la Academia de Bellas Artes y que los tres años que duraban los estudios los despachó en uno, además de concedérsele el Premio Fin de Carrera. (Ríos Carratalá:186)

[3] Sabemos que estuvo, como Rosita, en las compañías de Martínez Sierra y Díaz-Artigas y que coincidió con ella en diversas obras, como María del Mar de Juan Ignacio Luca de Tena, estrenada en Madrid el 11 de octubre de 1927. En un reportaje de Nuevo Mundo (14-IV-1933, pp. 32-33), bajo el título “¿Cuál es su hobby?”, se da cuenta de que ambos todavía viven juntos.

[4] Lo único seguro es que durante los meses en los que permaneció con los sublevados, llegó a actuar para ellos en varias ciudades.

[5] V. por ejemplo, La Voz (3-III-1933), que titula: “La artista de ‘cine’ que se ha ido a la Sierra de Ronda en busca del sobrino de Flores Arrocha”

[6] Así aparece en un suelto biográfíco que inserta La Vanguardia (15-III-1936, pp. 16-17): “María de la Cruz Rosario Rosa Díaz Gimeno Petter Manjón nació en Madrid un 14 de septiembre. Sus padres, andaluces; su abuelo materno, alemán…”

[7] Juan Negrín Mijailov había nacido en Leipzig el 22 de noviembre de 1914. Sus padres se habían casado en la misma ciudad, en la que el futuro político perfeccionaba sus estudios, el 9 de febrero. El científico y María Mijailova tuvieron cuatro hijos. Las dos hembras murieron y sobrevivieron Juan y Rómulo. Quizá por ello, María sufrió problemas psicológicos que, entre otras cosas, llevaron al matrimonio a la separación. En los años veinte el doctor se emparejó hasta su muerte con Feliciana López de Dom Pablo.

[8] Famosa actriz, que ostentó la Cátedra de Declamación en el Real Conservatorio desde 1915.

[9] Publicación quincenal, -en sus últimos números decenal-, editada en Barcelona desde el 15 de octubre de 1936 hasta el 20 de febrero de 1938 y dirigida por el periodista Eduardo Rubio Fernández, perteneciente a la CNT pero también con redactores de otras ideologías de izquierda. Extracto las líneas siguientes de la información proporcionada por la Hemeroteca Nacional:

 ”Subtitulada ‘ilustración de actualidades’,  (…) nacía de  un ‘grupo de compañeros’ (…) ‘francamente revolucionarios’ (…) revista de ‘combate antifascista y no partidaria’ (…) apareció los días 1 y 15 de cada mes y su paginación la fue ampliando, desde las 32 hasta casi el centenar de páginas. (…) fue sobre todo un magazine con una gran calidad de edición que, junto a crónicas y reportajes de los frentes y la retaguardia, ofrece otras destacadas informaciones sobre la industria cinematográfica y del teatro. También incluye artículos de política, economía, sociedad y cultura y sobre el desarrollo de la contienda, con páginas también dedicadas al mundo financiero, la ciencia, la educación, la mujer o el deporte, pero dándole especial atención a actrices, actores y películas extranjeras (…) y asimismo españolas, en otra sección titulada ‘Pantalla española’.

 Su portada, a veces coloreada y buscando los tonos rojo y negro del anarquismo, fue ocupada generalmente por actrices o por dibujos de milicianas o alusivos a la contienda, siendo distribuida gratuitamente entre los milicianos que se encontraban en los frentes de batalla. También cuenta con otra sección que, bajo el epígrafe “Panorama sindical”, daba espacio para informar de todas las organizaciones obreras ‘sin distinción’. (…) fueron publicadas numerosas fotografías, dedicándole una sección propia denominada “Vistas del frente’. (…) Dio cabida asimismo a una destacada publicidad comercial”.

[10] Otros, sin embargo,  sostienen que el político siempre estuvo enamorado de la actriz y, probablemente, en público optaba por disimular. Esto parece más verosímil, dado el carácter pastueño de su hijo.

[11] Juan Ruiz Mantilla afirma que se conocieron en 1934 en Los Ángeles, cuando ella hacía doblajes para la Paramount. V. “Buñuel íntimo e inédito”.

[12] Agradezco vivamente a Javier Fernández López, profesor de Derecho y reputado historiador, además de amigo, sus gestiones a este respecto.

[13] Periodista (Barcelona, 1902-Barcelona, 1969), perteneció a la CNT y fue responsable de prensa y propaganda del Comité del Producción Cinematográfica del Sindicato de Espectáculos durante la guerra, por lo que colaboró asiduamente en Mi revista. En 1936 filmó para el sindicato el documental de 16 minutos, Aragón trabaja y lucha. Antes de la guerra había trabajado también en Films selectos, El Día Gráfico y El cine, publicado  novelas cortas como Una Margarita Gauthier. Del Diario de una modistilla, Supo vengarse y un breve Diccionario cinebiográfico ilustrado. Hubo de marchar al exilio pero, a su vuelta, consiguió colaborar de nuevo con España Tánger, La Vanguardia, El Noticiero Universal… 

                                                       FILMOGRAFÍA

Un hombre de suerte (Benito Perojo, 1930)

Un caballero de frac (Roger Capellani-Carlos Sanmartín, 1931)

Su noche de bodas (Louis Mercanton, 1931)

Lo mejor es reír  (E. W. Emo-Florián Rey, 1931)

El hombre que se reía del amor (Benito Perojo, 1932)

Sierra de Ronda (Florián Rey, 1933)

El hombre que se reía del amor  (Benito Perojo, 1933)

La Dolorosa (Jean Grémillon, 1934)

Susana tiene un secreto (Benito Perojo, 1934)

Rosita_Susana tiene un secreto

Se ha fugado un preso (Benito Perojo, 1934)

-Angelina o el Honor de un Brigadier (Louis King, 1935)

Rosa de Francia, (José López Rubio-Gordon Wiles, 1935)

La vida bohemia (John Alton-Josef Berne-Edgar G. Ulmer, 1937)

El genio alegre (Fernando Delgado, 1939)

-Pepita Jiménez (Emilio “Indio” Fernández, 1946)

-El último amor de Goya (Jaime Salvador, 1946)

El canto de la sirena (Norman Foster, 1948)

 

                                                                                 BIBLIOGRAFÍA

 -ARMERO, Álvaro, Una aventura americana. Españoles en Hollywood, Madrid, Compañía literaria, 1995.

Armero, Álvaro Una aventura americana Españoles en Hollywood (1)

-DÍEZ PUERTAS, Emeterio, El montaje del franquismo. La política cinematográfica de las fuerzas sublevadas, Barcelona, Laertes, 2002.

-GARCÍA DE DUEÑAS, Jesús, ¡Nos vamos a Hollywood!, Madrid, Nickel Odeón, 1993.

-HERNÁNDEZ GIRBAL, Florentino, Los que pasaron por Hollywood, Madrid, Verdoux, 1992.

Hernández Girbal, Los que pasaron por Hollywood (2)

-HEININK, Juan B. y Alfonso C. VALLEJO, Catálogo del cine español. Films de ficción 1931-1940, Madrid, Cátedra / Filmoteca española, 2009.

-RÍOS CARRATALÁ, Juan Antonio, El tiempo de la desmesura. Historias insólitas del cine y la Guerra Civil española, Barcelona, Barril & Barral, 2010, pp. 175-258.

Ríos Carratalá El tiempo de la desmesura

-RUIZ MANTILLA, Juan, «Buñuel íntimo e inédito», El País, 4 diciembre 1911.

-ZULUETA, Carmen de, “Los dos Negrines”, Historia16 nº 311, marzo 2002, pp. 110-121.

Díaz Gimeno, Rosita002

Esta entrevista fue realizada por la Peña El Tronío, cuyos miembros fundadores fuimos Juan José Vázquez, Miguel Viñerta, Fernando Seral, José Miguel Martínez Urtasun y el firmante, con motivo de una actuación de Antonio Molina en la Sala Aida de Zaragoza. La Peña formada en «defensa y reivindicación de la canción española», tenía un tono irónico, jactancioso y mitificador del que da cuenta la entrevista. Sin embargo, el toque kitsch, un punto  surreal y costumbrista, viene dado por las declaraciones del propio cantante cuyas respuestas se reprodujeron literalmente. Puede verse, si no, el distinto tono de las respuestas en la entrevista realizada por las mismas fechas a Juanito Valderrama https://javierbarreiro.wordpress.com/2011/12/14/entrevista-con-juanito-valderrama/

 Este trabajo fue publicado por el periódico El Día de Aragón, el 12 de abril de 1985, con el título:

A. Molina: Alma seráfica de la canción

 La plana mayor de la Peña El Tronío – exceptuando al tesorero cuyo paradero se desconoce, por lo que no fue posible entregar la insignia de oro y brillantes a Antonio Molina que, sin embargo, recibió el codiciado diploma que lo acredita como socio de postín de la misma- había mantenido, antes de la actuación y en compañía del amable empresario Felipe Cifuentes, una dilatada y distendida conversación

No resulta fácil sonsacar a Antonio Molina frases rotundas y destellantes. El “To er mundo e güeno” parece inventado por ese garboso jilguerillo que a sus 56 años asegura seguir manteniendo el más impresionante agudo del cante. Cuentan que cuando, en su primera época, Antonio Molina actuó en el coso taurino zaragozano ante veinte mil enfervorizados entusiastas, si soltaba un agudo, uno podía desplazarse a tomar un vino al cercano Bar La Taurina y, a la vuelta, todavía seguía vibrando en el aire la nota lanzada por tan divina garganta. Imposible sacarle una frase azarosa, algo que pueda resultar polémico e irritante, al contrario que a tantas figuras de la canción española, que abnegadamente suministran quintales de morbo al público ibérico, renunciando, incluso, al mantenimiento de su propia reputación.

No fuma, bebe únicamente un litro de leche “al acabar la actuación”, viste un sorprendente y jacarandoso abrigo marinero que a duras penas oculta el impoluto y suntuoso pañuelo de seda blanco que defiende su garganta de las inclemencias, y conserva esos negros cabellos ahuecados que fueron señuelo para una generación de españoles.

Entre chanzas y cuchufletas, rodeados de copas de fino, en el confortable despacho del empresario Felipe Cifuentes, que sólo pretende “poner un granito de arena acercando al público zaragozano una voz que admiro desde niño”, le preguntamos al artista por sus inicios y nos trastea con maestría: “Tengo apalabrada con una revista la publicación por capítulos de mis memorias y no quiero comprometer a nadie” .

Instado por nuestra curiosidad, al fin, se pronuncia: “Empecé a los 16 años por las calles de la Reina y la Victoria de Madrid. Cantaba a Manolete, Arruza, a Bienvenida en La Pañoleta. Me invitaban a comer, me daban unas pesetillas, hasta que gané un concurso de Radio España y me hicieron un contrato por una semana. La gente se arremolinaba. Se me pidió que repitiera y aquello parecia un ascua. Ya, me llamaron de Barcelona, grabé un disco, y aquí me teneis”.

Impresionados por la capacidad sintética del maestro pero ávidos de más noticias, insistimos. “Todos los hermanos de mi madre cantaban, sobre todo uno, teniente de la Guardia Civil, que lo mataron en la guerra. Pero el primer artista de la familia fui yo”.

Enumeramos admirativamente sus películas: El pescador de coplas, El Piyayo, aquel estremecedor documento social: Esa voz es una mina, Malagueña, el impresionante drama humano, que tanto interesó a Buñuel: La hija de Juan Simón, El Cristo de los faroles, Café de Chinitas…y le preguntamos con qué director ha trabajado más a gusto. “Soy una persona muy abierta, muy dado a que me quiera la gente, muy sencillo y conmigo se han intentado llevar bien todos. Y a quien ha intentado llevarse mal, yo me lo he llevado por el terreno bueno y él ha entrado; porque si él ha entrado con la soberbia, yo he entrado con la humildad. Y la humildad siempre vence a la soberbia.”

“¡Qué bonito!” No puede menos que exclamar Felipe Cifuentes, quitándonoslo de la boca. “Yo creo que es así, vamos”, remacha el maestro.

Respecto al cine musical español opina: “Conectaba con el público. Igualmente hoy lo quiere y lo pide, más que el americano y más que ninguno, porque le ahonda más, porque es del pueblo. Lo otro no lo entiende igual que una cosa nativa, lo mismo que en Murcia se entiende de pimientos y tomates, y no de cocos y cacao”.

Sabiendo que no es verdad, le decimos que la canción española pertenece al pasado. “¡Qué va! Eso es infinito, como los toros. Si se acaban los toros, el arte flamenco, el fútbol y los cuarenta deportes que hay, ¿de qué vamos a disfrutar los españoles?” Entre “olés” y tragos percibimos que se han agotado las copas. Con el pesimismo deparado por la situación, una voz exclama: “Faltan los grandes compositores de antaño”.

Corrige el maestro: “Los hay muy buenos. Lo que es que antes bebían muy poco y ahora son muy borrachos. Cuando se tiene la cabeza perdida no se enhebra bien, enhebran en un momento, pero en ese momento en que están enhebrando se les va la cabeza y cogen la cuerda y son capaces de ahogar al que está al lado”.

Conscientes de que no estamos en esa categoría profesional –así va la música- rellenamos las copas. Es el momento de preguntar por su sucesión. “Es muy difícil. El cante flamenco es una cosa que la da Dios. Yo soy muy cristiano y a mí me la ha dado, lo que procuro aprovechar al máximo como todo lo que viene de Dios. La muerte, como viene de Dios, me será tan dulce que moriré riendo”

“Ya no nacen figuras. Si acaso, duran dos o tres años, ganan el dinero, no saben guardarlo y se ven con los calzoncillos rotos. Nosotros marcamos una época y es difícil que se nos vean los pantalones rotos. Además, no son ellos los que cantan, cantan las multinacionales, cantan los micros e, incluso, les cambian las voces en la casa de discos. Pero, cuando se van a enfrentar al público cara a cara, no tienen voz ni voto. A mí el público no me admitía micro, y ahí me tienes en las plazas de toros cantando a pelo. Yo tenía -y tengo- voz para eso. Gracias a Dios”.

Cabeceamos y recordamos algunos de los juicios que el arte de Molina ha merecido. Alguien dice: “el arte de Molina conjuga la técnica de Marchena y el matiz de Angelillo” y se le pregunta su opinión sobre los grandes del cante. Angelillo, “gran persona y mejor cantante. Un caballero”. Miguel de Molina, “gran cantante y gran artista. Se comía las tablas”. Pepe Pinto, “Muy buen artista, también”. Valderrama, “Un fenómeno en lo suyo” El Cojo de Huelva, “Cantaba muy bien. Murió en Sevilla hará veinte años. Lo mató un camión que iba con unas vigas de cemento que se le metieron por el pecho”. Sabemos que Antonio socorrió a su viuda en momentos difíciles, cuando todos los que habían jaleado a su marido le volvían la espalda.

Marchena, “Un genio en lo suyo. Se las sabía todas y una más. Poqueta voz, pero muy administrada y muy dulce”. Manolo Caracol, “Un genio en lo suyo. Esa voz ronca, pastosa, bonita, que sale de lo profundo del alma. Se entregaba al arte, igual que Lola Flores”. Lola Flores, pues, “Un genio en lo suyo. Un fenómeno como artista y persona. Además, muy humana. Lo digo por experiencia”.

Preguntado si había tenido roces con los actores, por modificar el tono encomiástico, nos demuestra que se las sigue sabiendo todas, en un ataque a la gallega. “¡Por qué no me preguntas por los roces con las actrices? Roces, con ellas; con ellos, ninguno.”

Excitados por la chanza y haciéndonos eco de las preocupaciones populares, indagamos por sus hijas, la otra gran aportación de Molina al arte español. “Las adoro, las quiero. Doy mi vida, mi arte y todo por mis hijas. Por mí, no doy nada, por mis hijos, todo”. Y cualquiera.

Hablan y hablan los indocumentados y no saben que Antonio Molina fue pionero en atreverse a cantar en catalán. Entona aquella inmarcesible «Catalaneta», iniciativa seguida con fervor por todos los presentes. Gritos de “¡Visca Catalunya!”, “¡Viva Aragón!”, “¡Viva España!” se entremezclan en confuso torrente integrador. La conversación deviene francachela, con lo que es el momento de finalizar la entrevista.

He ahí al hombre. Su arte nos acompañará siempre.