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(Publicado en Academia Porteña del Lunfardo. Libro de los treinta años. Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1993, pp. 43-53).

En mi comunicación 1210 a la Academia, que fue reproducida por la benemérita revista Tango y lunfardo aportaba algunos datos que venían a demostrar que la irrupción documentada del tango en Europa y, sobre todo en España, había que retrasarla unos cuantos años.

No he tenido noticia de que se tuviesen en cuenta a este respecto unas declaraciones de Casimiro Aín en las que asegura que en 1903 actuó como bailarín, acompañado al violín y la guitarra por dos amigos, en París y, posteriormente, en España. Bien es verdad que El lecherito nadaba a gusto en el autobombo y quizá no le faltase capacidad de fabulación pero sería un extremo a tener en cuenta para investigaciones -bien que complicadas- posteriores.

La Troupe Argentina en París (1914), Casimiro Aín (brazos cruzados) con Celestino Ferrer, Morelos, Loduca…

Pero ciñéndonos a hechos documentados, y prescindiendo del material grabado que se remonta a mucho antes, la primera referencia al tango argentino en la prensa española que he encontrado es una nota de la revista Nuevo Mundo en su número 678 (3-I-1907). En ella aparecen dos fotografías de las «célebres bailarinas ‘Las Argentinas’ en el tango argentino y en la ‘Matchicha’, los dos bailes que en sus exhibiciones en el Circo de Parish han llamado más la atención del público».

Cierto era que la machicha venía sustituyendo en el gusto de los «snobs» al cake-walk venido a España 1902 y que, como toda novedad, sumía en indignación a la mayoría. Véanse, si no, los horrísonos versos que, bajo un dibujo a toda página, reproducía el popularísimo Blanco y Negro el 18 de Abril de 1903:

               El «cake walk» (pronúnciése, si se quiere «kéik wolk»)

                    es invención ridícula,

                    mas con esta invención

                    pollos elegantísimos

                    dan solemne mentís

                    a la doctrina errónea

                    del amigo Darwin.

                    De los antropopíteco

no descendemos,

sino ellos de nosotros

Lo demuestra el «kéik wolk».

Con lo que el firmante se cargaba de un plumazo no sólo el arte poético sino los fundamentos de la biología y de las formas de baile «agarrado» que ocuparán todo el transcurso del entonces naciente siglo XX.

La machicha también sufrió por doquier la invectiva de los bien pensantes y es que -sobre todo, la figura en que la mujer echaba el busto atrás hasta formar un arco con su cuerpo mientras el hombre hacía lo propio, inclinado hacia adelante, ambos con las manos entrelazadas- sumía en desazón a los incapaces por edad, condiciones o mojigatería de practicar tan atractivo ejercicio. El caso es que en España intervino el fiscal y, a raiz del estreno de La diosa del placer (9-II-1907), hubo hasta un juicio «El proceso de la Machicha», del cual llegaron a editarse hasta tarjetas postales.

En este contexto el tango argentino no hizo sino proseguir un caldo de cultivo que ya estaba en el ambiente. Las citadas «Argentinas» (María Cores, bonaerense y Olimpia d’Avigny, italiana que luego triunfaría como cupletista)[1] dieron también motivo a toda suerte de reprobaciones. Que se extendieron a lo personal pues parece claro que en la intimidad seguían proyectando los papeles -María el de varón y Olimpia el de mujer- que desempeñaban en el escenario.

  Que el baile tuvo éxito y que -como es habitual en la danza, las cuestiones andaban bastante confundidas- lo prueba la croniquilla que dos meses después sacaba el mismo Nuevo Mundo (nº 686 del 28-II-1907) que, por su interés, reproduzco íntegra:

   «Difícil es explicar a ciencia cierta lo que es la ‘matchicha’, porque cada pareja de las que la bailan en los teatros de Madrid nos da con el mismo nombre una cosa diferente. Hace poco las ‘Argentinas’, de las cuales publicamos entonces los retratos, importaron en el teatro de ‘Price’ una ‘matchicha’ sudamericana sui géneris y de un color harto subido.

Al suspenderse por breves días las funciones en dicho teatro, las ‘Argentinas’ se marcharon con su baile a ‘Eslava’, pero he aquí que el ‘Price’ vuelve a abrir sus puertas, y en una zarzuela de esas que llaman revistas y cuyo argumento suele no tener pies ni cabeza, volvió a aparecer intercalada la ‘matchicha’ de las ‘Argentinas’, o, mejor dicho, una reproducción de ella hecha por las parejas cuyas fotografías publicamos en esta página[2].

Este baile o, por mejor decir, el descomedimiento que una gran parte del público demostró con motivo de él, pidiendo cosas impropias de un lugar que se honra con el nombre de teatro, y el gesto no menos impropio de semejante sitio con que una de las bailarinas contestó al público negativamente, fueron causa del escándalo ocurrido el domingo pasado por la noche en el Teatro-Circo, y del cual ha dado ya cuenta la prensa diaria, evitándonos con esta divulgación de la noticia, la molestia de entrar aquí en detalles narrativos, acerca de los cuales viene como anillo en el dedo la consabida frase de Sancho: ‘Vale más no meneallo’.

   Sobre todo lo que sería de desear, para honor de la cultura madrileña, es que no volviese a suceder».

Vemos, pues, que el tango argentino se ubicaba con dificultad, tenía el carácter licencioso que le suponemos y tanto uno como otro extremo nos hacen suponer que estas debían ser sus primeras

manifestaciones públicas en el país o que, de no serlo, debían andarle muy cerca. Téngase en cuenta que, al menos según mis noticias, no hay documentadas actuaciones de tango argentino en París antes de 1909[3]. Otra cosa es que, como parece lógico pensar, las hubiera[4]. Fue, por cierto, un catalán, el pianista José Sentís, que vivía en Montmartre desde el albor del siglo, otro de los que se vanaglorian de haber interpretado los primeros tangos que se bailaron en París.[5] Lo que sí parece seguro es que Güiraldes bailó alguna de sus composiciones, que grabó la primera versión europea de “La cumparsita” y que fue asesor musical de la película Melodía de arrabal (1932), donde Imperio Argentina canta un tango compuesto por el tarraconense.

A partir de 1911 las actuaciones de tango argentino van a ser constantes en España[6]. La Actualidad, revista barcelonesa, muestra en su nº 265 (29-VIII-1911), y en primera plana, a Las Tudelinas «notables duetistas cómicas y transformistas que con su tango argentino se hacen aplaudir en el Gayarre». La indumentaria de ambas también indica que una de ellas asumía papel masculino y lo mismo podemos decir de Les Orelys que el 30 de Septiembre del mismo año actúan en el más famoso music-hall madrileño de la época, el Trianon-Palace. 1912 es el año de la llegada a España de Linda Thelma y consta que en su repertorio incluyó tangos. ¿Fueron los primeros que se entonaron en España? De momento, no hay motivo ni documentación para pensar que no fuera la pionera del tango cantado en la península. Pero no olvidemos que tangos y milongas criollas andaban en discos y rollos desde hace bastante más de un lustro.

Hasta ahora tenemos tangos cantados y bailados en el escenario. ¿Y su trascendencia al público? Sabemos que a finales de 1912 hay orquestas a cuyo son se baila el tango en la Granja Royal de la barcelonesa Rambla de los Estudios y, también, en la Maison Dorée que organiza esos «thés tango» que deparan el famoso cuplé La hora del thé del pintoresco y fecundísimo Álvaro Retana estrenado por Teresita Zazá en 1913. Sí, el de la languidez rimando con el pobre Pío X, al que insistentemente tantos comentaristas tangueros confunden con su sucesor. Es de suponer que se bailara incluso antes, pues los contactos a través de artistas que cruzaban el océano en uno u otro sentido, de emigrantes, marinos[7], elementos vinculados al mundo de la prostitución[8], comerciantes… que recorrían el mismo itinerario y la muy intensa relación entre ambos ámbitos reflejada, por ejemplo, en la prensa de los dos países daban ocasiones más que propicias para que el baile cruzase el Atlántico como habían cruzado y contaminado en tan gran medida los escenarios argentinos la zarzuela, el género chico o el cuplé españoles.

Lo que parece cierto es que en 1913 el tango tenía ya carta de naturaleza en España. Manolo Montero, un actor uruguayo, no deja de incluir tango y pericón en sus espectáculos en el teatro Imperio. El mismísimo Gran Teatro del Liceo incluye tango argentino bailado -por tres parejas, en este caso ya de hombre y mujer- en una fecha tan temprana como el 6 de Febrero de 1914. En sus programas de Cuaresma, incluso aparecen ilustraciones con parejas en pleno entrevero. El que el teatro más encopetado de España incluya la tan vituperada danza indica que no todo era execración y artillería pesada. Muy numerosas revistas como la sicalíptica La hoja de parra publican noticias e ilustraciones[9] con motivo tanguero. Una fotografía publicada en el número 1.062 de Nuevo Mundo (14-V-1914), con motivo de una fiesta celebrada en la Embajada francesa en honor de Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia, presenta a los monarcas bailando en una pose que tiene todos los visos de ser un tango…

  Los años venideros registran una menor incidencia del tango en el mundo del espectáculo español al menos hasta la llegada de Gardel(1923), Spaventa [10] y, muy cercanamente, de Imperio Argentina o Celia Gámez.

Como es sabido, Canaro, Bianco-Bachicha, Azucena Maizani y el trío Irusta, Fugazot y Demare marcarán la edad de oro del tango en España, siempre presidida por la figura incomparable del Morocho. Sin embargo, entre 1915 y 1924 -los años en que se asienta el tango cantado en el Río de la Plata- el protagonismo perdido por el baile se va a mantener a través de la discografía y -muy especialmente- de los rollos para piano que siguen incluyendo en sus catálogos un número muy importante de tangos.

Pero éste es un asunto muy mal conocido y que -espero- sea ocasión para un próximo artículo que -ojalá- tenga acogida en esta institución de la Academia Porteña del Lunfardo en la que tantos maestros, sabios y poetas me han enriquecido y hecho feliz, han tenido y tienen asiento.                  


NOTAS    

[1] V. Javier Barreiro: Raquel Meller y su tiempo. DGA. Zaragoza, 1992.

    [2] Se trata de Pepita Sevilla bailando con Elvira Lafón y Antonia Cachavera con Marina Navarro. Pepita y Cachavera, que desempeñaban el papel femenino, eran a la sazón dos famosas artistas del entonces tan en boga «género ínfimo».

    [3] Javier Barreiro, art. cit.

    [4] A este respecto, y además de los datos proporcionados por el famoso libro de los hermanos Bates, el trabajo más documentado que conozco sigue siendo el de José Gobello, «El tango en París» Crónica General del Tango. Fraterna. Buenos Aires, 1980.

    [5] V. Xavier Febrés & Patricia Garrancho: Barcelona, tercera pàtria del tango. Quaderns crema. Barcelona, 1990. (p.23).

    [6] Este es el año que se suele dar como principio del éxito del tango en París. Lo que sí es cierto es que en él tuvo una importancia decisiva, aunque no augural, el taciturno y enigmático Bernabé Simarra. V., por ejemplo, la crónica de París publicada en la lujosísima revista La Argentina en Europa de José Granados: «Más sobre el tango argentino-Bernabé Simarra». Año II. Barcelona, Diciembre de 1913 nº 16 o el artículo firmado por Berulez «De varietés. El tango argentino» en Ahí va Año IV. Madrid (25-IX-1914), nº 158, entre otros testimonios -algunos bien conocidos- de contemporáneos.

    [7] En un cuadro de Ricard Canals i Llan (Barcelona 1876-1931) fechado hacia 1910, «Le bar». (Col. particular) aparecen unos marinos bailando entre sí el tango. Su título hace pensar que fue pintado en Francia.

    [8] Sobre el tan importante y tan poco estudiado asunto de la incidencia de la prostitución en el mundo del espectáculo primisecular V. Serge Salaün, «Sexo y canción (Prostitución y espectáculos en los siglos XIX y XX)». El Bosque, Zaragoza. (Mayo-Agosto, 1992) pp. 105-121. Hay también datos ilustrativos aunque, en general,  reducidos al ámbito rosarino en el volumen de Rafael Ielpi y Héctor Zinni: Prostitución y Rufianismo. Ed. de la Bandera. Villa Domínico, 1986. Son, también sumamente interesantes las investigaciones  -en mi creencia, inéditas- de Hugo Vainikoff respecto a este particular.

    [9] V., por ejemplo, el número 114 (7-II-1914) de dicha publicación en el que un dibujo de dos muchachas indumentadas únicamente con medias y chapines lleva el siguiente pie: «Estas nenas empiezan bailando el tango argentino, cadencioso… lento, y acaban con el fandanguillo loco del maestro Aroca.

    [10] En este extremo yerra la citada obra de Xavier Febrés y Patricia Garrancho que le hacen debutar durante 1922 en el teatro Novedades. (Op. cit. p. 37). Sus primeras actuaciones españolas tuvieron lugar realmente durante el mes de Septiembre de 1923 en el teatro Odeón de Vigo para pasar después al madrileño teatro de La Comedia. V. Nuevo Mundo nº 1570, Madrid (25-II-1924)y, también, «Spaventa», Celebridades de Varietés. Año I, nº 11 Barcelona (25-X-1925).