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(Texto publicado en El Pollo Urbano nº 195, febrero 2020, aquí aumentado).

La muerte en el pasado diciembre de Manuel Giménez, “El Tejuela”, como apareció en sus discos y él mismo se firmaba, supone la desaparición en Aragón del último representante del canto gitano aprendido en las fuentes originales de la tradición. En su caso, además, correspondiente a una zona de España -León, Asturias y norte de Castilla- habitualmente poco tenida en cuenta a la hora de catalogar las múltiples facetas del arte flamenco.

Tejuela, por sí mismo, era un auténtico personaje y formaba parte integral de los zaragozanos barrios del Boterón y de la Magdalena, donde podía vérsele habitualmente, paseando, muy atildado con su gorrilla y su terno rutilante. Enjuto, seco pero fuerte, potente y decidido, su bronca voz ayudaba a la intensidad de su presencia.

Inicios

Nacido en León (1937), en circunstancias muy parecidas a las de Rafael Farina, con el que más tarde tendría relación, aprendió los cantes del ambiente que lo rodeaba. Pertenecía a una familia ambulante de gitanos canasteros, que solían hacer sus campamentos en las orillas de los ríos, tanto por proveerse de agua para ellos y sus animales, como para tener a mano los mimbres con los que ejecutaban su trabajo: “…empecé a cantar a los 4 años, animaba las fiestas de la familia y venían los gitanos a verme”.

Tejuela bebió muy especialmente, de las fuentes flamencas de su abuelo Félix (Félix Jiménez Lozano), patriarca gitano de la vieja estirpe, a quien veneraba y del que contaba sabrosísimas historias. Quien conoce relatos personales y auténticos de la posguerra, se imaginará cómo era la vida de una familia gitana peregrina por las tierras de España en los años cuarenta. En esas correrías aprendió los cantes en extinción (pravianas, montañesas, cachuchas, farrucas y otros cantes de ida y vuelta) que, casi por milagro, llegó no sólo a dejarnos en la memoria de su voz sino también a grabar.

Madrid

A mediados de los años cincuenta, Manuel se asentó en la capital de España y conoció de primera mano los tablaos (El Corral de la Morería, Villa Rosa, Los Gabrieles…), las salas de fiestas como el Lido, pero también las ventas y las juergas de señoritos. En el Lido, que luego se convirtió en la discoteca Alcalá 20 y que terminó incendiándose el 17 de diciembre de 1983, causando 81 muertes, Tejuela trabajó con gentes como Rocío Jurado, Raphael, Andrés Pajares… Le cantó a Carmen Amaya… y se reconvirtió en cantaor de baile cuando le ofrecieron más dinero para hacerlo. Fue más de un cuarto de siglo lo que El Tejuela vivió en Madrid, con lo que le dio tiempo a apreciar el cambio en el flamenco y la vuelta del revés que experimentó España. El país de 1970 –no digamos el de los años ochenta- no tenía nada que ver con el del tiempo en que El Tejuela llegó al Madrid de Chicote, Ava Gardner y Luis Miguel Dominguín.

Desde los más prestigiosos cantaores hasta Clint Eastwood, Manuel conoció una fauna nocherniega que, de haber tenido posibilidad de dejar memoria de ella, su testimonio hubiera constituido un festín. Especialmente admirados fueron sus tangos, de un aire cercano al de Porrina de Badajoz, con quien trabajó en algunas ocasiones formando parte del elenco “Porrina y su Combo gitano”. Camarón grabó e incorporó alguno a su repertorio, dándole un aire de soleá por bulerías, como también lo harían Remedios Amaya, El Zíngaro y El Potito. Decían que, durante una temporada, el ya legendario cantaor de la Isla acudía todas las tardes a casa del bailaor Gabriel Heredia para escuchar en cassette los tangos de Tejuela.

Fruto de su trabajo, el cantaor leonés participó también en cuatro curiosas películas (V. Filmografía). Es poco conocido que, durante los años setenta, Manuel grabó dos discos en formato single y un long play. Fue con el sello madrileño Acropol, especializado en la rumba callejera y underground, reducto de donde surgieron Los Chichos, Los Chunguitos o Los Calis, que firmaron con discográficas más potentes. El primero de los singles, aparecido en 1974, contenía “Niña guitarra” y “Por pintar una mujer”. Al año siguiente se editó otro con fandangos: “Bebe agua de esta fuente” y un blues, “Zapatillas blancas”. En 1980 fue un Long Play que el sello Doblón tituló “Cante para todos”. Todavía, en 1984 se editó una cinta-casette, que en una cara llevaba cantes de Manuel de Córdoba y en la otra se reproducían los cuatro que Tejuela había grabado en sus dos primeros discos. (V. Discografía).

Zaragoza

Avanzados los años ochenta, con el declive de los tablaos y un nuevo flamenco asomando, Tejuela se trasladó con su familia a Zaragoza y se asentó en el barrio del Boterón, al oeste –y el Oeste-  de la Magdalena, que por entonces vivían su particular movida, con salas nocturnas de indescriptible ambiente, como el “Arrebato”, e intensa actividad musical de la que el también recientemente desaparecido José Luis Cortés “Panoja” era su principal promotor. Éste, fundó en unión de Moisés Falo, la Peña Unión Flamenca, primero en el local de la calle Doctor Palomar y, después, en el actual “Meccano” de la calle Heroísmo y promovió a Manuel al cargo de vicepresidente. En ambos lugares actuó el ya veterano cantaor y empezó también a transmitir su magisterio a las nuevas generaciones.

A finales de los años noventa, “Panoja” ideó la formación de un elenco que, con el nombre de Flamenco Norte, realizó diversas actuaciones. El grupo lo componían Tejuela, el grupo folklórico Biella Nuey y el reputado bailarín Miguel Ángel Berna, que llegó a dar clases en la mentada Peña Unión Flamenca, pero disensiones con el manager hicieron que la formación tuviera poco recorrido. En youtube pueden verse unos minutos de una actuación de Flamenco Norte y una breve entrevista con el cantaor.

Todavía la voz de Tejuela tenía la áspera potencia telúrica que lo había caracterizado, con lo que Panoja decidió grabar un disco compacto como homenaje a su trayectoria con el título de “Cante para todos”(1999), donde se recogían los estilos más personales y característicos de su cante. Escribía entonces José Luis:

…un hombre que transmite bondad con su mirada y su cante; impregnado de amor y dolor; como documento y testimonio para la gente joven; como archivo de formas flamencas que se están perdiendo: la cachucha, una forma antiquísima de folklore granadino y navideño; y sus palos principales: pravianas, farrucas, montañesas y guajiras; cantes que, por diferentes razones,  arraigan en el Norte flamenco. Junto a estos cantes presentamos sus tangos, sus fandangos por aires de la Calza y Palanca; una carcelera y una soleá que duele al escucharla; tal es el sufrimiento y tristeza que destila, con esa voz a punto de romperse. Pepe Habichuela fue el guitarra elegido por el deseo del propio Tejuela.

Una vez publicado el disco, Tejuela volvió a Madrid para actuar acompañado de su hijo Emilio a la guitarra y Arturo Jiménez con el cajón. Merecería los honores de un suelto en El País (25-X-2000), firmado por el gran crítico Ángel Álvarez Caballero.

Fue en 2004, cuando el Festival Flamenco de Zaragoza, que entonces se celebraba en la Sala Multiusos del Auditorio y por el que pasaron numerosas figuras, invitó a Tejuela. El día 20 de abril Duquende y Manuel fueron los únicos  protagonistas.  Entonces era yo el presentador del Festival y, aunque lo había visto actuar y lo conocía de vista, fue la primera vez que hablé largamente con él. A partir de entonces, nos encontrábamos frecuentemente por la Magdalena y charlábamos de su vida, de flamenco y de los proyectos que nunca dejó de tener. Recuerdo que, en cuanto recibió su último CD, titulado como el anterior “Cante para todos” pero con diferentes contenidos, apareció por mi casa para dedicármelo personalmente. En él ya se apreciaba el deterioro de su voz aunque siguió actuando con más de setenta años y acudiendo a los escenarios donde se la llamaba.

El último hito de su asendereada biografía fue en julio de 2011 cuando se le tributó un homenaje en el Festival Pirineos Sur en el que participaron una treintena de artistas. Se escribió entonces:

 Su profundo sentimiento y su compromiso con un arte que ha divulgado, contagiado a jóvenes talentos toda su pasión, se podrá ver en esta emotiva jornada de Pirineos Sur. A la experiencia de Manuel Tejuela se le sumará el reconocimiento y el agradecimiento de algunos de sus discípulos más aventajados. Alejandro Monserrat, Nacho “El niño”, David Tejedor, El Patas, Josué Barrés, Constancio Pradas o Paquito de la Serrana, tomarán el escenario de Lanuza para agradecer al maestro su labor.

Aunque Tejuela no participara directamente en él, también es reseñable el CD «Flamenco diásporo», otro proyecto de «Panoja» que la Orquesta Popular de la Magdalena, compuesta por numerosos músicos y letristas relacionados con la zona, sacara a la luz en 2014, con la producción de Alberto Gambino y la coordinación de Constancio Pradas: https://javierbarreiro.wordpress.com/2015/03/19/flamenco-diasporo-premio-otras-musicas/

Aparte de sus cantes, el legado de “El tío Manuel”, como lo llamaban los gitanos, ha manuel-tejuela.r_d.2703-1339pervivido en su familia, en la que hijos, sobrinos y nietos andan conchabados con el cante, la guitarra o el cajón. El que más ha trascendido es, sin duda, Jesús de Rosario, (Madrid, 1978), guitarrista, ya de fama internacional, nieto de Manuel por vía de hija casada con El Entri.

Como despedida a la figura del cantaor, se está preparando un homenaje a su memoria que se le tributará en los próximos meses. Participarán  en él muchos de quienes lo acompañaron en los escenarios y en el arte, que recordarán este cantaor irrepetible que conoció tiempos y mundos que ya nadie va a conocer.

 

                                                           DISCOGRAFÍA

1974-Manuel El Tejuela, ACROPOL (single): “Niña guitarra” -“Por pintar una mujer”.

1975-Manuel El Tejuela, ACROPOL (single): “Bebe agua de esta fuente” (fandangos)- “Zapatillas blancas” (blues).

1980-El Tejuela, “Cante para todos”, DOBLÓN (LP): “Ay que toma y toma” (tangos); “No te quiero faltar” (bulerías); “Recuerdo a Bolivia” (rumbas); “Llorando por ti (tango-rumba);  “Tientos”; “Gitanito Juan”; “¿Amar es pecado? (rumba); “En aquella barraquina” (tangos); “Caminante” (bulerías por soleá); “Sin rumbo” (fandangos).

Tejuela, Cante para todos 1

1984-Manuel de Córdoba-Manuel Tejuela “Flamenco” ACROPOL. Iberofon (cinta-Casette): CARA A (Manuel de Córdoba): “Loquito de atá”, “Verde es tu mirada”, “Carcelero” “Dime tu porqué”.  CARA B (Manuel Tejuela): “Por pintar una mujer” “Niña Guitarra”, “Bebe agua de esta fuente”, “Zapatillas blancas”, “Cuando quiero una mujer” y ”Jaleos”.

1999-El Tejuela (CD); Tangos-Fandangos-Guajira-Soleá-Fandangos-Martinete- Montañesa -Praviana-Fandangos de Huelva-Cachucha-Tanguillos-Tangos.

2009-Manuel Tejuela, “Cante para todos” (CD sin referencias): Colombiana-Montañesa-Rumba-Bulería (Lenta)-Fandangos de Huelva-Tangos-Taranta-Fandangos-Tango.

 

                                                              FILMOGRAFÍA

Nochebuena gitana –mediometraje documental- (José Hernández Gan, 1953)

Celos y duende (Silvio F. Balbuena, 1967)

El  huerto del francés (Jacinto Molina, 1976).

La Quiteria –documental- (Tasio Peña y Carlos Calvo, 2010).

 

Me comunica José Luis Cortés «Panoja» -productor y factótum  junto al músico Alberto Gambino, del disco «Flamenco  diásporo» con la Orquesta Popular de la Magdalena- que ésta ha obtenido el Premio de la Música Aragonesa en su apartado «Otras músicas».  Uniéndome a la felicitación a todos sus componentes, inserto aquí la presentación que escribí y se incluye en dicho disco.

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Al menos desde finales del siglo XIX, cantadores y cantaores intercambiaron coplas y ritmos, según dejan constancia las viejas grabaciones, pese a la extendida opinión de la distancia de ambos géneros -jota y flamenco- y las muy distintas cualidades de voz que su canto precisa. Pero, indudablemente, la curiosidad de estos intérpretes populares y los fenómenos de ida y vuelta entre sus producciones venían de más antiguo. El servicio militar e incluso las cárceles, los colonos, los inmigrantes, la cada vez mayor rapidez de los transportes y otros fenómenos sociales facilitaron tales canjes y reciprocidades entre norte y sur. Menos frecuente fue la aclimatación de instrumentos, tanto por motivo de tradición como por las penurias económicas. Por otra parte, teniendo en cuenta la permeabilidad social del periodo de entresiglos, en el que el espectáculo musical empieza a convertirse en una diversión de masas, es natural que los artistas de ambos géneros, que coincidían en teatros, music-hall, cafés y la multitud de locales donde se ofrecían espectáculos musicales, intercambiasen cantas y conocimientos.

  Muchos andaluces sirvieron a la patria en regimientos ubicados en Aragón y con aragoneses hubieron de coincidir en otros cuarteles y guerras, como las primeras de Marruecos y las de Filipinas y Cuba. Así, muchos cantaores flamencos se acercaron a la jota. Dada la aceptación popular que el género aragonés gozaba a finales del siglo XIX y principios del XX, es probable que los cantaores o las firmas de discos que los contrataban quisieran llegar a un público más amplio. Hay numerosos testimonios de ello y la evidencia de las muchas coplas y cantares idénticos o levemente transformados que aparecen en uno y otro género.

 Por otro lado, la jota de Cádiz, derivada de la jota aragonesa trasplantada al sur durante la Guerra de la Independencia, comenzó a aflamencarse a mediados del siglo XIX y dio lugar a las llamadas alegrías, con sus variaciones o juguetillos. Algunas de ellas contienen textos con referencias a Aragón. Del mismo Navarro, Cecilio016modo, algunos cantadores de jota aragonesa interpretaron flamenco, en particular a principios del siglo XX. De Juanito Pardo y sobre todo de Cecilio Navarro, hay memoria oral de sus improvisaciones flamencas. El primero, incluso continuó haciéndolo tras emigrar a la Argentina y, en 1916, grabó con Columbia junto a Telesforo del Campo. Cecilio Navarro, por su parte, en 1908 triunfó en el Concurso de Regiones celebrado en Sevilla y, requerido para cantar a la Macarena en la calle, con motivo de la procesión, obtuvo un gran éxito. En el caso contrario, la nómina es mucho más amplia: Juan Ríos “El Canario”, Manuel “El Sevillano”, Encarnación la Rubia, Manuel Reina “Canario Chico”, Paca Aguilera y, sobre todo, las decenas de grabaciones de jota aragonesa del más prolífico cantaor en la época del fonógrafo y del gramófono, Antonio Pozo, El Mochuelo”.

 Flamenco Diásporo no se queda en las correspondencias folclóricas andaluz-aragonesas sino que, Flamenco diásporo_CD-Trasera003osadamente, se acerca a otros palos que surgieron de las correlaciones con otros estilos regionales, como las montañesas y asturianadas, al parecer propiciadas por la emigración de gentes del norte que, en el siglo XIX, se establecieron, generalmente como comerciantes, en Andalucía; a los géneros de ida y vuelta, a los que, como la nana y el fandango, ocuparon todos los suelos del país y hasta a la zarzuela, que, en sus ya inmortales cantables, incorporó con fortuna la música popular viva de todas las regiones españolas.

Flamenco diásporo_Foto color002Aunque el Eclesiastés ya nos previno de que no había nada nuevo bajo el sol, esta aproximación a ambos géneros desde un barrio tan flamenco como La Magdalena de Zaragoza, donde, por otra parte nacieron cantadores tan grandes como María Blasco o Joaquín Numancia, hace mucho tiempo que no se acometía. Y, se ha hecho desde la libertad y competencia que garantizan muchos de sus propulsores e intérpretes, bajo la batuta de un músico tan prestigioso, sabio y ecléctico como Alberto Gambino. El oyente es quien habrá de juzgar sobre su pertinencia.

 

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