Mañana, 6 de marzo de 2013, a las 20,00 h. se presenta en el Teatro Principal de Zaragoza Cuentos gnómicos de Tomás Borrás, edición que he preparado con la inestimable colaboración de dos amigos, ex-futbolistas por más señas, José Antonio Martín Otín «Petón», que se ha encargado de estudio biográfico, y Miguel Pardeza, que ha acometido el análisis literario. Los tres estaremos allí para decir unas palabras sobre don Tomás y su obra. El libro ha sido publicado por la editorial barcelonesa Anthropos.
Reproduzco aquí los textos de la contraportada.
El madrileño Tomás Borrás (1891-1976), a caballo entre el Novecentismo y la Generación del 27, fue precursor, desde 1916 del vanguardismo en el teatro, además de íntimo de Ramón, con el que convivió en Pombo. Polifacético periodista de excelente prosa con casi 70 años de ejercicio, transitó con comodidad por todos los géneros. Siendo, probablemente, el más prolífico y dotado de los escritores que se adhirieron a Falange, es el único que, hasta hoy, no ha sido recuperado ni editado. Un caso flagrante de olvido editorial y crítico de un excelente escritor, al que apenas se conoce.
Tomás Borrás denominó “gnómicos” a los muy breves cuentos que, a partir de la guerra, incluyó en sus trece libros de narraciones, desde Unos y otros fantasmas (1940) hasta Agua salada en agua dulce (1969). Su extensión oscila entre unas pocas líneas y tres o cuatro páginas y, más que cuentos, se trata de mini-ensayos narrativos que, muy vanguardistamente, participan de la fábula moral, del caso ejemplar, del apunte poemático y hasta de la boutade. En ellos se encuentran varias de las mejores virtudes del escritor: su proteica cultura, sus dotes de observación, su original inventiva, su riqueza de vocabulario en el que, naturalmente, no faltan los neologismos y las piruetas vanguardistas y, otras veces, transita por el casticismo o la libre y rotunda flexibilidad de los clásicos. El autor publicó un total de 203 cuentos gnómicos de los que se han seleccionado 64, casi la tercera parte, con el fin de remediar el desconocimiento en que se los tiene, después de casi veinte años de instalarse la moda del microrrelato.