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Publicado en José Iranzo, el Pastor de Andorra. Un siglo de jota, Andorra (Teruel), CELAN, 2015, pp. 7-13.

El Pastor de Andorra Un siglo de jota003

 Cuando José Iranzo entabla relación con el mundo de la jota oficial, ya no es un Cantando en la callejovenzuelo. Había hecho la guerra en el bando republicano -asunto al que casi nunca se refiere, seguramente, porque aprendió a no hacerlo cuando aquello no reportaba más que perjuicios- y, por ello, obligado a volver a hacer la mili en el ejército de Franco durante los últimos diecisiete meses de la guerra mientras transcurren los tenebrosos años de la II Guerra Mundial y la terrible posguerra española. Conocidas son las anécdotas en las que cuenta cómo los jefes le hacen cantar, le dan propinas y uno de ellos, el sargento César Ballesteros, le sufraga las clases con Pascuala Perié, en su casa de la calle Barrioverde pero que muy pronto sería nombrada profesora titular de la recién creada Escuela Oficial de Jota, adonde también acudiría José. No es, pues, un mal inicio el ser orientado y dirigido por quien fue una de las cantadoras más puras en sus estilos y que huía de toda afectación y recargamiento. La prueba es que -frente a la creencia de su profesora que, todo lo más, esperaba un segundo puesto- Iranzo obtiene inesperadamente en 1943 el Primer Premio en el Certamen Oficial, en competencia nada menos que con Jesús Gracia, que dicho año no conseguiría ninguno de los tres primeros puestos. Y es conocido el episodio, típicamente jotero, a que dio lugar el galardón: La madre de Jesús, amostazada por la falta de reconocimiento al canto de su hijo, voceó al ganador: “¡Mi hijo ha cantado Gracia, Jesús002mejor!”. A lo que éste respondió con su característica sorna: “Sí, señora. Pero el premio me lo han dau a mí”.

Nombro esta popular anécdota porque, junto a un José Oto que, pocos años más tarde, iniciará su decadencia, Jesús Gracia va a ser el cantador que, con toda justicia, reine en la jota en las décadas siguientes, por lo que Iranzo, aun manteniendo su canto libre, auténtico y montaraz, aprenderá de la perfección vocal y estilística de ambos y, a pesar de su autodidactismo, los reconocerá como maestros, aunque Jesús fuera siete años más joven que él.

Nunca tuvo empacho, sino al contrario, en reconocer los méritos y hasta la superioridad ajena. De José Oto decía: “Sabía más que yo y tenía mejor voz (…) era buenísimo (…) daba consejos y hacía colocarte donde mejor se emitía la voz”. Así lo testimonia Fernando Solsona, que, como Alfonso Zapater, otro de sus biógrafos, también aduce la admiración de Iranzo por Cecilio Navarro, al que, pese a su campechanía, no podía quitar el don. En otras ocasiones, también manifestó su entusiasmo por cantadores como Juan Antonio Gracia, de voz tan potente como la suya; Joaquín Numancia, de quien admiraba su elegancia; el Galé, Felisa 2cinematográfico Tomás Marco; los hoy tan injustamente olvidados, El Chato de Casablanca y Lucio Cáncer…; y, en cuanto a cantadoras, aparte de la Perié, su maestra, por Conchita Pueyo y Felisa Galé, en quien tanto se fijó José para mejorar la medida musical de sus coplas y cantar a compás.

Realmente, la trayectoria de Iranzo es bastante insólita en el mundo de la jota. Aparte de sus principios antiacadémicos y basados únicamente en las cantas que oiría a otros pastores o agricultores y en las rondas y tabernas de su pueblo, hasta llegar a Zaragoza y empezar a participar en concursos, no entró en contacto con otras formas de cantar la jota, a las que, venturosamente, nunca se adaptó del todo. Por eso, impresiona más su galardón de 1943, cuando los jurados provenían del Escuela Oficial y apreciaban, sobre todo, los modelos pautados y establecidos del canto. Muy grande tuvo que ser su voz para que, con todavía tan escasa formación, alcanzase el premio.

Pero, a partir de entonces, tampoco hizo una vida convencional de jotero: la que comienza estudiando con un profesor/a, sigue con los concursos, la pertenencia a un grupo, los ensayos, la participación en los certámenes… Él volvió a sus reductos natales, siguió trabajando de pastor –a partir de 1944 empezó a ser conocido como el Pastor de Andorra, aunque en su pueblo y para sus cercanos siempre fuese Iranzo, José o Tracaletas, su mote familiar- y su actividad jotera pública estuvo prácticamente circunscrita a su participación en las rondas que se organizaban en su provincia o en festejos populares y familiares, como homenajes, bodas, celebraciones, etc. Es verdad que Pascuala Perié lo incluyó en su grupo jotero, en el que también figuraban Tomás Marco y el gran director de rondalla Florencio Santamaría, de los que también aprendió mucho musicalmente. Iranzo siempre dijo convencido aquello de “Es conveniente ir con quien sabe más que tú” pero su especialidad en el grupo fueron siempre las rondaderas. Lo mismo sucedió cuando fue llamado para participar en los Coros y Danzas de la Sección Femenina de la provincia de Teruel pero es innegable que el contacto con tantas facciones del mundo de la jota y los numerosos viajes lo enriquecieron personal y musicalmente y, sin abandonar nunca la autenticidad, su instinto le hizo incorporar aquello que le resultaba más a propósito, a la vez que iba superando sus carencias técnicas.

Pastor Andorra-Gracia-OtoTéngase en cuenta que cuando Iranzo aparece en el mundo de la jota se da la paradoja de que el país, en plena posguerra cuajada de miseria, miedo y represión, se encuentra en uno de sus peores momentos. En cambio, la jota tiene en activo a muchos de los mejores cantadores del siglo. Tres de ellos legendarios, como son Cecilio Navarro, José Oto y Jesús Gracia, aunque entonces se estuviese formando pero también otros extraordinarios como Joaquín Numancia, Juan Antonio Gracia, Tomás Marco o Matías Maluenda, de quien se dice que cantó “La palomica” antes que José. En el canto femenino, tres cuartos de lo mismo: bastaría con nombrar a Pascuala Perié, Jacinta Bartolomé y Camila Gracia, las tres profesoras de Escuela Oficial de Jota, a Felisa Galé que, a pesar de su muerte en plena juventud, puede competir perfectamente con ellas y a otras excelentes, que llegarán poco más tarde como Conchita Pueyo, Carmen Cortés, etc.

Maluenda, Matías- RuiseñordeSabiñan

En este contexto tiene especial significación la creación de la Escuela Municipal de Jota, como aneja al Conservatorio Oficial de Música, en la fecha del 10 de enero de 1940. Ramón Borobia Cetina, a la sazón director del Conservatorio, propuso como profesores en sus diversas disciplinas a Pascuala Perié (Canto), Isabel Zapata (Baile), Ramón Salvador (Solfeo) y Andrés Aráiz (Historia de la jota), lo que fue aprobado, en sesión consistorial, el 16 de febrero. Jorge Sánchez Candial, como maestro de rondalla, y Ángel Mingote, en calidad de folclorista, se incorporarían poco después. El 12 de mayo de 1943 el Ministerio de Educación dio oficialidad a estos estudios hasta que el 14 de junio de 1952 la Escuela se separó del Conservatorio recibiendo el nombre de Escuela Oficial y Municipal de Jota Aragonesa.

Militar

Al poco de terminar la contienda civil y en un ambiente en que nada escapaba a lo político, es inexcusable pensar en que algún prurito de control ideológico guiaría a las autoridades que acogieron la iniciativa; sin embargo, se eligieron profesores de prestigio y sería exagerado propugnar que la escuela, independientemente de la lógica actitud conservadora de sus factores, fuera un elemento de propaganda ideológica.

Es cierto que también puede pensarse en que el nuevo régimen quería dar un salvoconducto a la jota agradeciéndole los servicios prestados ya que, al ser Zaragoza durante gran parte de la guerra la ciudad más importante del bando sublevado, la propaganda facciosa se nutrió ampliamente de un símbolo tan querido por la mayoría de los españoles como la Virgen del Pilar y toda su parafernalia adjunta, que incluía, por supuesto, la jota. Sin embargo, ésta, antes y durante la contienda, no había tenido por sí misma otro color político que el de sus cultivadores y si, como es lógico en un canto proveniente del ámbito rural, hay numerosas coplas que ensalzan valores tradicionales, hubo otras de claro tinte social, y abundan los testimonios de cómo los milicianos entonaban cantas revolucionarias que hasta llegaron a imprimirse en pliegos sueltos.

Es cierto que la identificación con los aspectos más tópicos y trasegados del nacionalismo español provenía ya de la época finisecular en que la jota sirvió de vía patriótica -en especial a través de la zarzuela y el género chico- para ensalzar los valores de una nación en horas bajas respecto a su autoconfianza, pero fue a partir de 1940 cuando la carga política unida a la progresiva desruralización de la sociedad situaron a la jota en un lugar para algunos sospechoso, atribuyéndose estúpidamente las lacras al propio género y no al franquismo ubicuo y magmático. Por otra parte, los cambios en el mundo del espectáculo llevaron a inscribir la jota en exhibiciones que la alejaban de su autenticidad espontánea y, por consiguiente, hubo de refugiarse mucho más que hasta entonces en iniciativas de corte institucional como los Coros y Danzas de la Sección Femenina de Falange. En este contexto, la zaragozana Escuela de Jota resultó de las iniciativas más fecundas y duraderas. Otra cosa sería discutir si su labor, sobre todo en las últimas décadas, ha podido responder a las necesidades reclamadas por la música que identifica a Aragón y hoy, en cuanto a la enseñanza oficial, totalmente abandonada a su suerte.

Sin embargo, sería injusto no reconocer que de sus enseñanzas han bebido muchas de las figuras de la jota en estos casi tres cuartos de siglo en que ha permanecido en funcionamiento. Los cuatro profesores de canto que en la Escuela han impartido sus saberes han sido, curiosamente, cantadoras: Pascuala Perié, Jacinta Bartolomé, María Pilar de las Heras y Begoña García Gracia.

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La gran cantidad de buenos cantadores, la Escuela de Jota, la labor propagandística y difusora de los Coros y Danzas de la Sección Femenina, unida a los grupos de Educación y Descanso, más la buena disposición y recepción de la jota entre casi todos los públicos, aragoneses, españoles y extranjeros hubiera de haber dado un mejor porvenir a nuestro canto regional. Únase a ello el que la jota todavía se cantaba profusamente en el campo, en las bodegas de los pueblos, en todas las celebraciones… En las ciudades se cantaba igualmente y, como constata Iranzo narrando sus primeros años como soldado en Zaragoza, en cualquier bar le ofrecían dinero para que fuese a cantar informalmente, cuando le viniese bien. Y lo mismo era aplicable a cualquier otro cantador. Las emisoras de radio emitían jotas cotidianamente. Los teatros del Paralelo -por citar únicamente el lugar más profuso en locales de diversión de toda España- incluían siempre cantadores y cantadoras en sus programas. Todo ello no fue suficiente para evitar la decadencia de la jota y, de todos los nombrados, es, precisamente, El Pastor de Andorra el único que ha sobrevivido a lo que parece un nuevo renacimiento aunque la nómina de cantadores no sea tan brillante como la del tiempo que nos ocupa.

Es verdad que la pobreza de la época trajo otros inconvenientes. Por ejemplo, las escasas grabaciones discográficas que se registraron a partir de 1940. De los grandes cantadores nombrados, algunos como Cecilio Navarro o José Oto, Navarro, Cecilio-3publicaron bastantes discos pero la inmensa mayoría, lo hizo antes de la guerra. Lo mismo puede decirse de Felisa Galé, Camila Gracia y Jacinta Bartolomé. Es una desgracia que cantadora tan excelsa como Pascuala Perié apenas dejara unas cuantas grabaciones. O su pariente, Juan Antonio Gracia, tan admirado por Iranzo, que, creo recordar, registró un solo disco en la casa Pathé. Poco grabaron también Joaquín Numancia, Tomás Marco, Lucio Cáncer, Antonio Royo y El Chato de Casablanca. Sólo Jesús Gracia, más joven que ellos, tuvo la fortuna de que, llegados tiempos mejores, unos años después, nos dejara una excelente memoria de su voz en las abundantes cantas que llevó al disco.

Por su carácter y particular forma de vida, El Pastor de Andorra tampoco tuvo suerte en este terreno. Su discografía es tardía y desordenada. Salvo la jota, con auténticas exclamaciones pastoriles incluidas, que el gran antropólogo norteamericano Alan Lomax, le grabara en 1952 y que se recoge en la antología publicada con motivo de su centenario, su primer disco no llega hasta 1962: un EP Telefunken con varios cantadores en el que Iranzo sólo canta tres rondaderas con Alicia Castro. Dos años después llega su primer EP en solitario para la casa Disco 1964 1Zafiro, en el que ya figura el que sería uno de sus éxitos, “Las cerezas”. En 1968, Hispavox graba un disco del Grupo de Danzas de la Sección Femenina de Teruel en el que el Pastor interpreta once cantas. Entre 1974 y 1979 llegan otros seis en los que alterna con diversos cantadores, especialmente, Bienvenida Argensola y los hermanos Plumed. Y, a partir de aquí, discos en solitario, refritos, reediciones en las que se le mezcla arbitrariamente con cualquiera, ediciones pirata…, el triste sino discográfico de la jota entre 1965 y 1995, periodo en el que abundan, especialmente entre los grabados en cassette, las reproducciones fraudulentas. Finalmente, al cumplir noventa años, caso singular en la discografía española, graba un disco “Noventa años de jota” (2005), que le editará El Periódico de Aragón. Y, al cumplir cien años, la misma empresa difunde una antología seleccionada por Joaquín Carbonell y el firmante.

El autor, con José en El Ventorrillo

Es evidente que, sin dejar de lado su canto libre y montaraz, José hubo de aprender a lo largo de su dilatada trayectoria un sinfín de recursos que fue aplicando en su forma de cantar. Aprendería, en efecto, de su maestra Pascuala, de todos los grandes joteros de leyenda citados, de los maestros de rondalla y músicos que le acompañaron, de los discos que escuchó y grabó y, por supuesto, también de sus cantadores vecinos, como también ellos aprenderían de él. Cómo no nombrar a la citada familia Peribáñez de Monreal del Campo, a los hermanos Plumed, a Jesús Benito, a Vicente Galve, el Panollo y tantos otros. Para todos Carbonell El Pastor de Andorra001ellos ha tenido El Pastor agradecimiento y generosidad, como se constata en las declaraciones que aparecen en el libro de Carbonell, El Pastor de Andorra. 90 años de jota (2005), donde se explaya en cuanto a las cualidades de unos y otros, con las preferencias que antes se indicaron. No puede negarse el excelente magisterio que José tuvo en una actividad para la que, por su parte, estaba superdotado.

De cualquier modo, uno sabe que las virtudes joteras de Iranzo no estriban en la educación de su voz –capaz, por otra parte de cambiar de estilo y registro como quien chasquea la lengua- sino en su pureza: ese bellísimo bramido, que viene del fondo del alma y del fondo de los tiempos, y sin adornos ni jeribeques, se lanza hacia lo alto con ese impulso ascensional que también ostentan el baile y algunas de las jotas más antiguas y bellas.

He escuchado cantar al Pastor en público muchas veces, he compartido sus jotas en El Ventorrillo una tarde de los años ochenta, que desearía siempre conservar en la memoria, pero siempre gusto de imaginármelo cuando, en los años iniciales de la década del treinta, fatigaba las trochas con las ovejas y enardecía el aire con sus cantos. Ese mundo perdido en el que los pastores rivalizaban en voz, en fuerza, en maña, en bonhomía… También muchas veces, es verdad, en necesidades.

Gentes como José son lo único que nos une con aquel entorno. Difícil encontrar alguien que sostenga el vínculo con mejor integridad, con mayor naturalidad. ¿Qué ha sido de nuestro mundo para que gentes así sean un anacronismo, una reliquia? ¿Quién va a aprender ahora jotas en el monte? El Pastor de Andorra que aparece en las fotos e imágenes de muchos de sus discos con su pañuelo en la frente y su hatajo de corderos es verdad. No se trata de una referencia publicitaria, de un señuelo buscadores de identidades, de un estereotipo prefabricado. Es él. El último mohicano.

Su biografía, discografía y bibliografía puede verse en este blog:

https://javierbarreiro.wordpress.com/2015/10/18/el-pastor-de-andorra-un-cantador-de-jota-cumple-100-anos/

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