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(Publicado en Aragón Digital, 15-17 de junio de 2021)

La Zaragoza del pasado siglo amparó algunos personajes que, acogidos a la ya socorrida denominación de “Raros y olvidados”, bien podrían figurar en las filas de esa “inquerida bohemia” que, refiriéndose a sí mismo, citó Rubén en uno de sus tan bellísimos como demoledores “Nocturnos”.

Uno de esos personajes fue Gil Comín Gargallo (1899-1976), vanguardista y revolucionario en la preguerra, angustiado y despavorido durante la guerra y, como tantos, disimulando su pasado en la posguerra. Sin embargo, terminó como crítico literario de El Noticiero, el diario ultraclerical zaragozano, que hubiera parecido su destino más improbable. 

Cuando en 2001 le dediqué uno de los trabajos de mi libro Galería del olvido, aún no había averiguado su imprevisible matrimonio con otra zaragozana a la que entonces casi nadie conocía y pronto congregó la admiración de toda España. Hoy, Zaragoza ostenta su nombre en, al menos, dos centros de salud, una calle, una sala del Paraninfo y una asociación. Me refiero a la médica libertaria Amparo Poch, sobre la que mi querida Antonina Rodrigo escribió una trabajadísima biografía, que años después amplió, y una antología de sus textos.

En mi libro yo animaba a Antonina, entonces en plena escritura de dicha biografía, para que investigara sobre Gil Comín, ya que me constaba que la joven había mantenido alguna relación con el  poeta. El fruto de sus investigaciones fue la certificación de que Gil y Amparo habían contraído matrimonio civil el 28 de noviembre de 1932. Cosa absolutamente inesperada, pues el dinamismo y la trascendencia social de la científica y fundadora de “Mujeres libres” no casaban con la oscura timidez del aspirante a escritor, aunque, al parecer, sí coincidiesen en su ideología revolucionaria. La unión únicamente duraría año y medio y, según algunos testimonios, tan sólo la primera noche.

Gil Comín, al que todavía pude conocer en sus últimos años, cuando uno oficiaba de joven poeta rebelde entre los desterrados del ya clausurado café Niké, era una viva figura del antesdeayer. Muy pequeño y regordete, aspecto poco aseado, boina calada hasta media frente y gafas de culo de vaso. Pese a mi limitada memoria visual, recuerdo perfectamente su figura bufonesca y patética, que le acarreaba toda clase de chanzas y burlas, incluso de sus contertulios de Niké, y él sobrellevaba con absoluta mansedumbre. Se consideraba pagado si aceptaban su compañía. Es significativo que no se conozcan fotos suyas. Ildefonso Manuel  Gil recordaba que a él le reprochó incluir la suya en uno de sus poemarios.

Sin embargo, Gil Comín fue hombre que podría haber presumido de hitos personales que otros estuvieron lejos de alcanzar: sobrino de Pablo Gargallo, en su adolescencia coincidió como mancebo de botica con Sender, quien reelaboraría su figura en «El mancebo y los héroes», una de las novelas incluidas en Crónica del alba. Después, se licenció en Filosofía y Letras y Bellas Artes –dibujaba muy bien- y se quedó sin terminar Derecho, por una sola asignatura. En Madrid entró en contacto con bohemios y vanguardistas y se le vio por las tertulias de Carrère y de Pombo. González Ruano le prologó en 1924, Trinos, su primer libro y en 1946 lo incluyó en su antología de poetas españoles contemporáneos. En esa década de los 20 Gil Comín escribió en publicaciones francesas e italianas y fue discreto contertulio de Valle-Inclán y Lorca. De vuelta a Zaragoza, siguió colaborando en redacciones periodísticas y revistas como Aragón, Cierzo o Noreste e ingresó en la banca. En 1935 publicó su cuarto poemario, Rémora y evasión, libro vanguardista y de incendiario contenido sociopolítico, que casi nadie leyó pues, al producirse la sublevación, su autor se apresuró a recoger los pocos ejemplares que estaban a la venta, por lo que casi milagrosamente se salvó de represalias, lo que no le ocurrió a su jovencísimo ilustrador, Federico Comps, que fue fusilado. Gil Comín siguió trabajando en el Banco Zaragozano e, incluso, en julio de 1937 consta una donación de 14,55 pesetas al Auxilio Social, institución falangista.

Tras la contienda, Gil fue depurado de la banca, marchó a Madrid para intentar reanudar sin fortuna su carrera literaria y, tras unos años de indigencia, en 1947 tuvo  entrada en El Noticiero, donde se dedicó casi exclusivamente a la crítica literaria. Ya no publicaría  más que dos mínimas entregas poéticas y, malviviendo de sus escasas colaboraciones, murió totalmente olvidado.

Echando la vista atrás, lamento la escasa atención que presté a quien tantas historias pudo haber contado y, por miedo, timidez o bregado en el escarmiento, siempre guardó para sí.

Su ex-libris, dibujado por él mismo

María Dolores Arana. (Zumaya, 24-7-1910-Hermosillo (México), 5-4-1999). De origen vasco, fue una de las primeras mujeres que ganó oposiciones al Cuerpo Auxiliar de Aduanas, al que también perteneció su padre. Realizó estudios de magisterio y piano y estuvo en relación con el Ateneo Guipuzcoano y el Grupo de Arte Gu. Parece que tuvo contactos con Madrid, Barcelona y Zaragoza, de los que apenas hay noticias. Sin embargo, fue en la capital de Aragón donde cimentó su vocación literaria. Así, publicó varios textos en la revista Noreste y en 1935 editó el poemario Canciones en azul, número 2 de los Cuadernos de Poesía de la Editorial Cierzo, con un retrato de Federico Comps y ornamentación de Gaspar Gracián, que saludó el propio Tomás Seral  y Casas en la revista citada. Serrano Asenjo en Estrategias vanguardistas dedica un extenso y útil comentario a este libro. Durante el siglo XX es el único autor español que se refiera a ella, aparte de la breve nota de Juan Manuel Bonet en su diccionario de vanguardias en la que nos informa de sus colaboraciones juveniles en la barcelonesa Hoja literaria.

  La primera de sus tres colaboraciones en Noreste corresponde al número 7, publicado en el verano de 1934 y es un curioso y muy breve poema trisílabo, que tituló “Resaca”:

Amor;

te sentí

nacer

en mí.

¡Qué dolor!

No supe

de ti

qué hacer;

dormí.

  Volvió a publicar en los números 9 y 10, este último dedicado monográficamente a mujeres, poemas de su Canciones en azul, un libro en que el afán de integración con la naturaleza junto a la hostilidad y el rechazo hacia el mundo incómodo de la realidad es el tema que adquiere mayor protagonismo.

Durante la guerra civil María Dolores fue secretaria de José Ruiz Borau, entonces en el Consejo de Aragón, y entabló una relación sentimental con el futuro novelista que dejaría a su familia y se exiliaría con ella en Francia, adonde había acudido enviado por el S.I.M. (Servicio de Información Militar) y, desde octubre de 1941, en Méjico. Como es sabido, Ruiz Borau, con el que tuvo dos hijos, adoptaría su apellido y, a partir de entonces, firmaría todos sus libros como José Ramón Arana (V. https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/04/14/jose-ramon-arana/. Tras unos años de convivencia, el matrimonio se separó pero María Dolores Arana siguió con su actividad intelectual. Durante su exilio mejicano publicaría al menos tres libros más, Árbol de sueños (1953) –poesía-, Arrio y su querella (1966), acerca de las primeras herejías cristianas y Zombies, el misterio de los muertos vivientes (1987),  en el que aborda con rigor el fenómeno del vudú haitiano.

Árbol de sueños, con un prólogo en verso de Concha Méndez y muy breve (23 poemas) es un libro de insatisfacción y soledad, que parece encubrir un conflicto, probablemente de carácter amoroso. De tono medio y a menudo tópico, falta la chispa de originalidad que dé fuerza a su poesía.

     Sobre tus sueños va

      mi corazón sediento

     y proclamando voy

  Tu muda ausencia

   mi soledad

        la soledad del hombre

el sentirme callada

sorda

ciega

trascendida de angustia

y de ceniza.

María Dolores Arana ejerció la crítica de arte y fue amiga de Altolaguirre, Concha Méndez, Emilio Prados y Cernuda, con el que tuvo una relación muy directa y sobre el que publicó numerosos artículos y llegó a alojar en su casa. Hay entrambos un importante epistolario que ya ha sido publicado. Entre 1961 y 1976  Papeles de Son Armadans, la revista de Camilo José Cela, a quien también le unió la amistad, publicó diecisiete colaboraciones debidas a su pluma. En diarios y revistas mejicanas como Novedades, El Heraldo, El Nacional, Excelsior, Las Españas, Ruedo Ibérico, Nivel, Literatura, El rehilete, El Gallo Ilustrado, Kena, Mujeres, Revista Mexicana de Literatura… se recogen asimismo muchos de sus artículos. 

(Publicado en «Cinco escritoras aragonesas del siglo XX», Criaturas Saturnianas nº 3, segundo semestre 2005, pp. 91-105), más insertos,  Obras y Bibliografía extraídas de mi Diccionario de Autores Aragoneses Contemporáneos (1885-2010), Zaragoza, DPZ, 2010, pp. 103-104, con algunas correcciones y adiciones).

El retrato de Arana fue dibujado por su amigo «el aprendiz de escultor José Oliay» en el campo de concentración de Gurs (15-VI-1940).

V. también en el blog: https://javierbarreiro.wordpress.com/2020/12/06/maria-dolores-arana-poeta-madre-y-superstite/

                                                                                     OBRAS

Canciones en azul, Zaragoza, Cierzo, Col. Cuadernos de Poesía, 1935.

Árbol de sueños, México, Intercontinental, 1953.

Arrio y su querella (ensayo), México, Cuadernos de Lectura Popular, 1966.

Zombies. El misterio de los muertos vivientes (ensayo), México, Posada, 1987.

                                                                          BIBLIOGRAFÍA

ALTAZOR (Tomás Seral y Casas), «Reseña» de Canciones en azul, Noreste nº 10, primavera, 1935.

-ARANA, Alberto, La piel de la serpiente, Zaragoza, Autor, 2001.

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-ARANA, Federico, Yomorias, mimorias y memorias, Ateneo Español de México, 2016.

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-BARREIRO, Javier, Poesías de José Ramón Arana, Zaragoza, Rolde, 2005.

Poesías-José Ramón Arana

-, «Cinco escritoras aragonesas del siglo XX», Criaturas Saturnianas nº 3, segundo semestre 2005, pp. 91-105.

Diccionario de Autores Aragoneses Contemporáneos (1885-2005), Zaragoza, Diputación de Zaragoza, 2010, pp. 103-104.

-BONET, Juan Manuel, Diccionario de las vanguardias en España (1907-1936), Madrid, Alianza, 1995, p. 58.

-MÉNDEZ, Concha, «Prólogo» a Árbol de sueños, México, Intercontinental, 1953.

-PARIENTE, Ángel, Diccionario bibliográfico de la poesía española del siglo XX, Sevilla, Renacimiento, 2003, p. 44.

-RINALDI RIVERA ROSAS, Yolanda, «José Ramón Arana: el escritor olvidado que no podía olvidar», Escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, Barcelona-Sevilla, Grupo de Estudios del Exilio Literario (GEXEL)-Renacimiento, 2006, pp. 137-144.

-SERRANO ASENJO, José Enrique, Estrategias vanguardistas, Zaragoza, IFC, 1990, pp. 81-85.