Publicado en Aragón Digital, 19-22 de agosto de 2009.
Que, en su forma perfecta, coincide con lo políticamente correcto. Estaba por escribir sobre ello cuando coincido con mi amigo Mario Bartolomé que cita a Cela para mostrar como el hidrógeno no es el elemento más abundante en la tierra sino la estupidez, que viene a definirse como el ejercicio del mal sin que produzca provecho ni al propio estúpido. Concluimos, pues, con que sólo hay algo que la supere: la corrección política, que viene a ser la estupidez sancionada por el poder público.
Hace unos meses las calles y las líneas suburbanas francesas estaban ornadas por centenares de carteles que representaban al, para muchos genial, cineasta Jacques Tati, que adquirió fama mundial con Mi tío y al que se le dedicaba una exposición conmemorativa. Su sempiterna pipa, había sido sustituida por un ridículo molinillo. Por las mismas fechas el cartel publicitario del film Cocó avant Chanel presentaba a la intérprete del film, Audrey Tatoo, fumando un cigarrillo, como era costumbre de esta diseñadora de modas. También se lo quitaron, como le quitarían a Sherlock Holmes la pipa y a Toro Sentado su calumet. ¡Y pensar que cuando nos quejábamos de aquellas ridículas hojas de parra de las estatuas creíamos que llegarían tiempos mejores!
Aunque parece que, siendo mediterráneos y peninsulares, por aquí nos parecemos más a italianos que a franceses, no quiero ni conjeturar la que se hubiera montado si, como al parecer hizo Berlusconi, el jefe del gobierno lleva en un avión militar una cohorte de enanos y bailarinas para una juerguecilla.
Sin embargo, ha sido gala y galardón de los aragoneses decir y hacer lo que piensan aunque ahora algunos tibios llamen a esto mala educación. Cuenta Cavia que en la comisión organizadora del mitin contra las quintas que se celebró en la Zaragoza de 1869, figuraba una ardorosa matrona, de profesión mondonguera, cuyo arrojo la hacía digna heredera de Casta Álvarez, María Agustín y demás cofrades reticentes al gabacho. Conocedor el público de las condiciones guerreras de la comadre, comenzó a gritar en el mitin:
-¡Que hable la señá Segunda!
Poco hubo que esperar. Con los brazos en jarra, que es como procede, prorrumpió:
-Ciudadanos, yo hablar no sé. Pero que me traigan carne de monárquico y la capolaré.
La verdad es que se echan falta vecinos así para que, además de decir del tranvía lo que la mayoría de los zaragozanos pensamos, tomen sus iniciativas.