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(Publicado en Academia Porteña del Lunfardo. Libro de los treinta años. Editorial Fraterna, Buenos Aires, 1993, pp. 43-53).

En mi comunicación 1210 a la Academia, que fue reproducida por la benemérita revista Tango y lunfardo aportaba algunos datos que venían a demostrar que la irrupción documentada del tango en Europa y, sobre todo en España, había que retrasarla unos cuantos años.

No he tenido noticia de que se tuviesen en cuenta a este respecto unas declaraciones de Casimiro Aín en las que asegura que en 1903 actuó como bailarín, acompañado al violín y la guitarra por dos amigos, en París y, posteriormente, en España. Bien es verdad que El lecherito nadaba a gusto en el autobombo y quizá no le faltase capacidad de fabulación pero sería un extremo a tener en cuenta para investigaciones -bien que complicadas- posteriores.

La Troupe Argentina en París (1914), Casimiro Aín (brazos cruzados) con Celestino Ferrer, Morelos, Loduca…

Pero ciñéndonos a hechos documentados, y prescindiendo del material grabado que se remonta a mucho antes, la primera referencia al tango argentino en la prensa española que he encontrado es una nota de la revista Nuevo Mundo en su número 678 (3-I-1907). En ella aparecen dos fotografías de las «célebres bailarinas ‘Las Argentinas’ en el tango argentino y en la ‘Matchicha’, los dos bailes que en sus exhibiciones en el Circo de Parish han llamado más la atención del público».

Cierto era que la machicha venía sustituyendo en el gusto de los «snobs» al cake-walk venido a España 1902 y que, como toda novedad, sumía en indignación a la mayoría. Véanse, si no, los horrísonos versos que, bajo un dibujo a toda página, reproducía el popularísimo Blanco y Negro el 18 de Abril de 1903:

               El «cake walk» (pronúnciése, si se quiere «kéik wolk»)

                    es invención ridícula,

                    mas con esta invención

                    pollos elegantísimos

                    dan solemne mentís

                    a la doctrina errónea

                    del amigo Darwin.

                    De los antropopíteco

no descendemos,

sino ellos de nosotros

Lo demuestra el «kéik wolk».

Con lo que el firmante se cargaba de un plumazo no sólo el arte poético sino los fundamentos de la biología y de las formas de baile «agarrado» que ocuparán todo el transcurso del entonces naciente siglo XX.

La machicha también sufrió por doquier la invectiva de los bien pensantes y es que -sobre todo, la figura en que la mujer echaba el busto atrás hasta formar un arco con su cuerpo mientras el hombre hacía lo propio, inclinado hacia adelante, ambos con las manos entrelazadas- sumía en desazón a los incapaces por edad, condiciones o mojigatería de practicar tan atractivo ejercicio. El caso es que en España intervino el fiscal y, a raiz del estreno de La diosa del placer (9-II-1907), hubo hasta un juicio «El proceso de la Machicha», del cual llegaron a editarse hasta tarjetas postales.

En este contexto el tango argentino no hizo sino proseguir un caldo de cultivo que ya estaba en el ambiente. Las citadas «Argentinas» (María Cores, bonaerense y Olimpia d’Avigny, italiana que luego triunfaría como cupletista)[1] dieron también motivo a toda suerte de reprobaciones. Que se extendieron a lo personal pues parece claro que en la intimidad seguían proyectando los papeles -María el de varón y Olimpia el de mujer- que desempeñaban en el escenario.

  Que el baile tuvo éxito y que -como es habitual en la danza, las cuestiones andaban bastante confundidas- lo prueba la croniquilla que dos meses después sacaba el mismo Nuevo Mundo (nº 686 del 28-II-1907) que, por su interés, reproduzco íntegra:

   «Difícil es explicar a ciencia cierta lo que es la ‘matchicha’, porque cada pareja de las que la bailan en los teatros de Madrid nos da con el mismo nombre una cosa diferente. Hace poco las ‘Argentinas’, de las cuales publicamos entonces los retratos, importaron en el teatro de ‘Price’ una ‘matchicha’ sudamericana sui géneris y de un color harto subido.

Al suspenderse por breves días las funciones en dicho teatro, las ‘Argentinas’ se marcharon con su baile a ‘Eslava’, pero he aquí que el ‘Price’ vuelve a abrir sus puertas, y en una zarzuela de esas que llaman revistas y cuyo argumento suele no tener pies ni cabeza, volvió a aparecer intercalada la ‘matchicha’ de las ‘Argentinas’, o, mejor dicho, una reproducción de ella hecha por las parejas cuyas fotografías publicamos en esta página[2].

Este baile o, por mejor decir, el descomedimiento que una gran parte del público demostró con motivo de él, pidiendo cosas impropias de un lugar que se honra con el nombre de teatro, y el gesto no menos impropio de semejante sitio con que una de las bailarinas contestó al público negativamente, fueron causa del escándalo ocurrido el domingo pasado por la noche en el Teatro-Circo, y del cual ha dado ya cuenta la prensa diaria, evitándonos con esta divulgación de la noticia, la molestia de entrar aquí en detalles narrativos, acerca de los cuales viene como anillo en el dedo la consabida frase de Sancho: ‘Vale más no meneallo’.

   Sobre todo lo que sería de desear, para honor de la cultura madrileña, es que no volviese a suceder».

Vemos, pues, que el tango argentino se ubicaba con dificultad, tenía el carácter licencioso que le suponemos y tanto uno como otro extremo nos hacen suponer que estas debían ser sus primeras

manifestaciones públicas en el país o que, de no serlo, debían andarle muy cerca. Téngase en cuenta que, al menos según mis noticias, no hay documentadas actuaciones de tango argentino en París antes de 1909[3]. Otra cosa es que, como parece lógico pensar, las hubiera[4]. Fue, por cierto, un catalán, el pianista José Sentís, que vivía en Montmartre desde el albor del siglo, otro de los que se vanaglorian de haber interpretado los primeros tangos que se bailaron en París.[5] Lo que sí parece seguro es que Güiraldes bailó alguna de sus composiciones, que grabó la primera versión europea de “La cumparsita” y que fue asesor musical de la película Melodía de arrabal (1932), donde Imperio Argentina canta un tango compuesto por el tarraconense.

A partir de 1911 las actuaciones de tango argentino van a ser constantes en España[6]. La Actualidad, revista barcelonesa, muestra en su nº 265 (29-VIII-1911), y en primera plana, a Las Tudelinas «notables duetistas cómicas y transformistas que con su tango argentino se hacen aplaudir en el Gayarre». La indumentaria de ambas también indica que una de ellas asumía papel masculino y lo mismo podemos decir de Les Orelys que el 30 de Septiembre del mismo año actúan en el más famoso music-hall madrileño de la época, el Trianon-Palace. 1912 es el año de la llegada a España de Linda Thelma y consta que en su repertorio incluyó tangos. ¿Fueron los primeros que se entonaron en España? De momento, no hay motivo ni documentación para pensar que no fuera la pionera del tango cantado en la península. Pero no olvidemos que tangos y milongas criollas andaban en discos y rollos desde hace bastante más de un lustro.

Hasta ahora tenemos tangos cantados y bailados en el escenario. ¿Y su trascendencia al público? Sabemos que a finales de 1912 hay orquestas a cuyo son se baila el tango en la Granja Royal de la barcelonesa Rambla de los Estudios y, también, en la Maison Dorée que organiza esos «thés tango» que deparan el famoso cuplé La hora del thé del pintoresco y fecundísimo Álvaro Retana estrenado por Teresita Zazá en 1913. Sí, el de la languidez rimando con el pobre Pío X, al que insistentemente tantos comentaristas tangueros confunden con su sucesor. Es de suponer que se bailara incluso antes, pues los contactos a través de artistas que cruzaban el océano en uno u otro sentido, de emigrantes, marinos[7], elementos vinculados al mundo de la prostitución[8], comerciantes… que recorrían el mismo itinerario y la muy intensa relación entre ambos ámbitos reflejada, por ejemplo, en la prensa de los dos países daban ocasiones más que propicias para que el baile cruzase el Atlántico como habían cruzado y contaminado en tan gran medida los escenarios argentinos la zarzuela, el género chico o el cuplé españoles.

Lo que parece cierto es que en 1913 el tango tenía ya carta de naturaleza en España. Manolo Montero, un actor uruguayo, no deja de incluir tango y pericón en sus espectáculos en el teatro Imperio. El mismísimo Gran Teatro del Liceo incluye tango argentino bailado -por tres parejas, en este caso ya de hombre y mujer- en una fecha tan temprana como el 6 de Febrero de 1914. En sus programas de Cuaresma, incluso aparecen ilustraciones con parejas en pleno entrevero. El que el teatro más encopetado de España incluya la tan vituperada danza indica que no todo era execración y artillería pesada. Muy numerosas revistas como la sicalíptica La hoja de parra publican noticias e ilustraciones[9] con motivo tanguero. Una fotografía publicada en el número 1.062 de Nuevo Mundo (14-V-1914), con motivo de una fiesta celebrada en la Embajada francesa en honor de Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia, presenta a los monarcas bailando en una pose que tiene todos los visos de ser un tango…

  Los años venideros registran una menor incidencia del tango en el mundo del espectáculo español al menos hasta la llegada de Gardel(1923), Spaventa [10] y, muy cercanamente, de Imperio Argentina o Celia Gámez.

Como es sabido, Canaro, Bianco-Bachicha, Azucena Maizani y el trío Irusta, Fugazot y Demare marcarán la edad de oro del tango en España, siempre presidida por la figura incomparable del Morocho. Sin embargo, entre 1915 y 1924 -los años en que se asienta el tango cantado en el Río de la Plata- el protagonismo perdido por el baile se va a mantener a través de la discografía y -muy especialmente- de los rollos para piano que siguen incluyendo en sus catálogos un número muy importante de tangos.

Pero éste es un asunto muy mal conocido y que -espero- sea ocasión para un próximo artículo que -ojalá- tenga acogida en esta institución de la Academia Porteña del Lunfardo en la que tantos maestros, sabios y poetas me han enriquecido y hecho feliz, han tenido y tienen asiento.                  


NOTAS    

[1] V. Javier Barreiro: Raquel Meller y su tiempo. DGA. Zaragoza, 1992.

    [2] Se trata de Pepita Sevilla bailando con Elvira Lafón y Antonia Cachavera con Marina Navarro. Pepita y Cachavera, que desempeñaban el papel femenino, eran a la sazón dos famosas artistas del entonces tan en boga «género ínfimo».

    [3] Javier Barreiro, art. cit.

    [4] A este respecto, y además de los datos proporcionados por el famoso libro de los hermanos Bates, el trabajo más documentado que conozco sigue siendo el de José Gobello, «El tango en París» Crónica General del Tango. Fraterna. Buenos Aires, 1980.

    [5] V. Xavier Febrés & Patricia Garrancho: Barcelona, tercera pàtria del tango. Quaderns crema. Barcelona, 1990. (p.23).

    [6] Este es el año que se suele dar como principio del éxito del tango en París. Lo que sí es cierto es que en él tuvo una importancia decisiva, aunque no augural, el taciturno y enigmático Bernabé Simarra. V., por ejemplo, la crónica de París publicada en la lujosísima revista La Argentina en Europa de José Granados: «Más sobre el tango argentino-Bernabé Simarra». Año II. Barcelona, Diciembre de 1913 nº 16 o el artículo firmado por Berulez «De varietés. El tango argentino» en Ahí va Año IV. Madrid (25-IX-1914), nº 158, entre otros testimonios -algunos bien conocidos- de contemporáneos.

    [7] En un cuadro de Ricard Canals i Llan (Barcelona 1876-1931) fechado hacia 1910, «Le bar». (Col. particular) aparecen unos marinos bailando entre sí el tango. Su título hace pensar que fue pintado en Francia.

    [8] Sobre el tan importante y tan poco estudiado asunto de la incidencia de la prostitución en el mundo del espectáculo primisecular V. Serge Salaün, «Sexo y canción (Prostitución y espectáculos en los siglos XIX y XX)». El Bosque, Zaragoza. (Mayo-Agosto, 1992) pp. 105-121. Hay también datos ilustrativos aunque, en general,  reducidos al ámbito rosarino en el volumen de Rafael Ielpi y Héctor Zinni: Prostitución y Rufianismo. Ed. de la Bandera. Villa Domínico, 1986. Son, también sumamente interesantes las investigaciones  -en mi creencia, inéditas- de Hugo Vainikoff respecto a este particular.

    [9] V., por ejemplo, el número 114 (7-II-1914) de dicha publicación en el que un dibujo de dos muchachas indumentadas únicamente con medias y chapines lleva el siguiente pie: «Estas nenas empiezan bailando el tango argentino, cadencioso… lento, y acaban con el fandanguillo loco del maestro Aroca.

    [10] En este extremo yerra la citada obra de Xavier Febrés y Patricia Garrancho que le hacen debutar durante 1922 en el teatro Novedades. (Op. cit. p. 37). Sus primeras actuaciones españolas tuvieron lugar realmente durante el mes de Septiembre de 1923 en el teatro Odeón de Vigo para pasar después al madrileño teatro de La Comedia. V. Nuevo Mundo nº 1570, Madrid (25-II-1924)y, también, «Spaventa», Celebridades de Varietés. Año I, nº 11 Barcelona (25-X-1925).

(Publicado en Javier Barreiro: Voz: «García Pérez Moratalla, Juan», Diccionario biográfico español. Tomo XXII, Madrid, Real Academia de la Historia, 2011. p. 174)

García Guirao–Juan García Pérez. Moratalla (Murcia), 18.VIII.1904-Moratalla (Murcia)  26.V.1971. Cantante.

Nacido en el seno de una familia campesina, fue el único varón de siete hijos, por lo que a edad temprana hubo de abandonar la escuela para ayudar en las labores agrícolas, como era costumbre en la época. Sin embargo, los propietarios de las tierras que labraban y cultivaban, apreciando sus dotes para el canto, que llevaba a cabo mientras faenaba, acordaron pagarle los estudios de música en el Conservatorio de Murcia, bajo la dirección del maestro Tabuyo, que alternó con alguna actuación, para la cual adoptó el nombre artístico de García Guirao, cambiando su segundo apellido por el de su padre. Una vez terminados sus estudios, marchó a Madrid para actuar como tenor en varias compañías líricas. Una docena de años estuvo llenando los principales escenarios de zarzuela en teatros como el Fuencarral, Ideal, Fontalba o Calderón, aunque también acompañó a Celia Gámez en alguna de sus revistas. También grabó en esta década de 1930 su primer disco en dúo con Lola Cabello, “Tú yo”.

Tras la Guerra Civil Española, pasó ciertas dificultades económicas, a pesar de que en la década de 1940 se pusieran de moda las orquestas con vocalista, tarea para la que el murciano reunía excelentes condiciones.  Así, canciones como la bellísima habanera “Limosna de amor”, que recogería Basilio Martín Patino en su película Canciones para después de una guerra, así como la habanera “Tarde de otoño en Platerías”, o canciones como “Limosna de amor”, “Mis tres novias” o “Promesa de amor”, fueron éxitos notables en su voz y grabó decenas de discos. Aun así, estuvo tentado de dejar el mundo de la canción y regresar a su Moratalla, sin embargo, unos paisanos emigrados a Argentina le animaron para que marchara a Sudamérica. Influyó decisivamente en su decisión el argentino Fernando Ochoa para que en 1953 visitara Buenos Aires, en principio para una estancia de cuatro meses, que finalmente se dilató ocho años. Su buen gusto para los tangos propició que se afincara en la capital argentina, donde actuó habitualmente en emisoras tan prestigiosas, como Radio Belgrano y Radio El Mundo. Sin embargo, sintiéndose mal de salud y con sus negocios resintiéndose, decidió retornar a España en 1965, editando para Columbia sus tres últimos discos de cuatro canciones antes de retirarse definitivamente a su localidad natal, donde murió al poco tiempo. En su homenaje, el Ayuntamiento de Moratalla le dedicó una calle con su nombre y promocionó una grabación con algunas de las canciones que más fama le dieron.

                                                                             DISCOGRAFÍA

Homenaje póstumo al cantante moratallero García Guirao, Moratalla (Murcia), Valor, 1983.

CD García Guirao, Madrid, Big Mad Music, 2000.     

CD Garcia Guirao, Todas sus grabaciones, Rama Lama, 2004

La revista, género musical de origen francés, hunde sus raíces en el siglo XIX y su propósito era, precisamente, «pasar revista» en clave paródica y humorística a los acontecimientos más golosos del año. Por eso solían estrenarse, bien el día de los Inocentes, bien el de Año Nuevo, inscritas en los jolgorios que suelen programarse para tales fechas. Obras tan importantes en nuestro teatro musical como La Gran Vía, que hace alusión a las obras de apertura de esa avenida madrileña, o El año pasado por agua, que se refiere al muy lluvioso 1888, son piezas que inciden en esta motivación. En los años veinte, la competencia de la opereta, el cine y los ritmos afroamericanos, junto a la liberalización de costumbres, dan un nuevo cauce a la revista que ahora va a incurrir en espectaculares escenografías, exuberantes vedettes y gran abundancia de coristas que atraigan a un público deseoso de tales novedades. Si la argentina Celia Gámez, que llegó a España como cantante de tangos, se constituyó durante más de cuarenta años en la estrella del género, Muñoz Román fue, durante otros tantos, el autor de más éxito.

Muñoz Román

 Nacido en Calatayud en 1903, aseguraba que los millares de cuentos que le narró de niño su abuelo Bruno despertaron su sentido cómico. A quien conozca el legendario sentido del humor de los bilbilitanos no le extrañará el aserto. A los nueve años marchó a Zaragoza para cursar el bachillerato en el Colegio Santo Tomás de Aquino. Con dieciséis emigra a Madrid y en 1921, al tiempo que gana oposiciones a Correos con el número uno entre mil trescientos aspirantes, estrena con una sociedad de aficionados su primera obra en el Salón Luminoso de Cuatro Caminos: Quereres primeros. Han de pasar cuatro años para su segundo estreno, El rayo de sol en 1925, año en que contrajo matrimonio con Paula Galindo Blázquez, que le dio dos varones y una hija, y tres hasta el siguiente, La suerte negra, musicada por el ya prestigioso maestro Alonso. La colaboración con este músico le deparó el éxito que ya no le va a abandonar. Ambos configuran el patrón de la moderna revista musical con excelentes cantables y libretos agudos y bien trabados, dentro del disparate consustancial al género.

 Tras la buena recepción de esta obra, comienza a elaborar los libretos con el muy experimentado autor madrileño Emilio González del Castillo (1883-1940), colaboración que duró hasta la muerte de éste.

 Durante los años treinta se sucederán los éxitos protagonizados por el trío. Abundando únicamente en sus obras de mayor eco, hay que recordar Las guapas (1930), ya protagonizada por Celia Gámez, la diosa del género que el maestro Alonso había arrebatado al tango y fichado para su revista Las castigadoras en 1927. La Castañuela (1931) y la que ha quedado como emblema del género, Las Leandras (1931), de muy ocurrente Suárez, Blanquita-Las Leandraslibreto y repleta de extraordinarios cantables. Ninguna revista, exceptuando la muy veterana La Gran Vía, puede presentar tantos números que hayan trascendido su tiempo: el pasacalle de los nardos, la habanera de la verbena de San Antonio, la java de las viudas o el chotis “El Pichi” cuya letra, imposible de concebir hoy día, cada vez sorprende más por su gracia, originalidad y capacidad de cuestionamiento.

 Durante los treinta, también constituirán éxitos clamorosos: Las de Villadiego (1933) con su famoso chotis de La Colasa, Las vampiresas (1934), Las de los ojos en blanco (1934) y Mujeres Muñoz Román_Las vampiresas002de fuego (1935) en la que aparece un anticipo de las muñecas hinchables para hombres solitarios que inspiraron a Berlanga su film Tamaño natural. El ingenioso argumento parte de las demandas de los reclusos de un penal de Córcega que exigen lo que hoy se llama «vis a vis» o «comunicación íntima». Siendo imposible satisfacer la petición de forma directa, el alcaide don Orencio va a París, donde el polaco Zalenski ha patentado unas mujeres sintéticas que andan, hablan, suspiran, ríen y pueden practicar el amor. Ni Las Leandras ni Mujeres de fuego eran susceptibles de superar las censuras postbélicas con lo que desaparecieron de los escenarios. Como los cantables no podían ser tan fácilmente exorcizados, es sabido que en “El Pichi” se cambió la alusión a Victoria Kent por «un pollito bien». A la obra habría que cambiarle el título por Mami, llévame al colegio, adecentarle el libreto y esperar a 1965 para verla reestrenada. Claro que algo peor le ocurrió a la inocente La Gran Vía. Un gobernador valenciano sólo aceptó su representación si en los carteles se ponía Avenida José Antonio Primo de Rivera. (Antes La Gran Vía), como así se hizo, cediendo el gobernador en la autorización de la segunda parte del título ante la insistencia del empresario y su argumento de que había que divulgar los nuevos usos para un público poco informado.

 No significó parón alguno la nueva situación para la labor de José Muñoz Román que continuó siendo el autor de más éxito durante muchos años. La buena racha la incrementó a partir de 1941 haciéndose empresario y director del Teatro Martín, que ya se había convertido en el emporio de la revista. Ladronas de amor (1941), de ocurrente libreto futurista y en la que aparecía un incipiente José Luis Ozores, fue el primer gran éxito. El asunto de las venusinas del siglo XXIV dejando a las terráqueas sin varones daba lugar a las más equívocas situaciones sin caer en la explicitud imposible en tales calendas, de modo que en 1946 se readaptó con el título Te espero el siglo que viene y volvió a conseguir la entrega del público.

 Tras un nuevo triunfo con Luna de miel en El Cairo (1943), aún no había pasado un año cuando comienza su colaboración con el maestro Guerrero estrenando Cinco minutos nada menos, con un curioso argumento en torno a la verdad y la mentira: Don Justo, director del diario La Verdad Desnuda, pretende que su periódico no publique nada incierto pero las circunstancias le llevan a convertirse en el mayor mentiroso del reino, aparte de que la línea de su periódico le hunde en la miseria. A pesar de que Las Leandras sea entre sus obras la que más he quedado en la memoria, Cinco minutos nada menos constituye un récord absoluto en el teatro español. Se representó ininterrumpidamente en el Teatro Martín y a lleno diario desde el 21 de enero de 1944 hasta el 1 de abril de 1947 en un tiempo en que las carteleras se renovaban todos los años el Sábado Santo. Tras más de tres años en cartel y 1.700 representaciones, se sustituyó -y no porque la afluencia aflojase- por otra obra de su autoría, Historia de dos mujeres, que fue otro gran éxito.

 Durante los años cincuenta, Muñoz Román va a continuar como empresario del teatro Martín y surtiendo las revistas de más impacto. En esta década, la mayor resonancia la obtiene, sin duda, Ana María (1954) en la que, ya fallecidos los dos grandes del género, Guerrero y Alonso, el muy original  argumento contó con la música del gran maestro Padilla. La vedette fue Queta Claver, tan simpática como desafinada cantante. Como lo fue también de otro de los éxitos de los cincuenta La chacha, Rodríguez y su padre.

 El pujante cine mejicano de la época recurrió a varios argumentos de Muñoz Román: Las de los ojos en blanco se convirtió en Especialista en señoras (1951), dirigida por Miguel Morayta. El prestigioso René Cardona rodó en 1951 un argumento original, Pompeyo el conquistador, mientras que la opereta de 1942, Doña Mariquita de mi corazón, fue llevada a la pantalla diez años más tarde por Joaquín Pardavé. También se filmó allí Las Leandras, libreto que, cuando la circunstancia censora lo permitió, fue explotado también por el cine español bajo las direcciones de Guillermo Martínez Solares (1960) y Eugenio Martín (1969). En esta última participaron las estomagantes Rocío Durcal e Isabel Garcés y los excelsos Alfredo Landa, Saza y Valentín Tornos. De cualquier modo la cinta en la que tuvo mayor participación directa el bilbilitano fue Los maridos no cenan en casa (Jerónimo Mihura, 1956) inspirada en la comedia Las desencantadas de Honorio Maura y en la que se encargó del argumento, guión y diálogos.

 Con la decadencia del género a punto de iniciarse, aún consiguió Muñoz Román otros triunfos multitudinarios: el que denominó sainete superrealista, Una jovencita de 800 años (1958), Un matraco en Nueva York (1959), que se eternizó en los carteles y lanzó a la popularidad a Alfonso del Real, y ¡Qúe cuadro el de Velázquez, esquina Goya! (1963), que fue su último gran suceso. Una de las escenas de su acto segundo era la que prefería el autor de toda su obra mientras consideraba su mejor cantable el dedicado a Pastora Imperio en ¡A vivir del cuento! (1952). Por cierto, que en esta revista hizo debutar a la mentada vedette valenciana Queta Claver, a la que descubrió y de la que se prendó durante algún tiempo.

 Muñoz Román fue un hombre apuesto, de 1’75 de altura y, según sus contemporáneos, amable, educado y simpático. Admiraba -y hacía muy bien- a Arniches, que fue su modelo confeso. También apreció el goteante talento literario de Agustín de Foxá y a Raquel Meller y Celia Gámez, como artistas. Como nadie es perfecto, fue muy aficionado a los toros. En ocasiones, ¡ojo!, se le ha confundido con el sevillano José Muñoz Sanromán[1], profuso artículista, poeta y narrador, autor, por ejemplo, de una de las novelas más sonadas escritas en el bando franquista durante la guerra civil, Las fieras rojas.

  El escritor bilbilitano transitó el 5 de febrero de 1968. Meses antes, el consistorio de su ciudad natal le había propiciado un disgusto severo. Alguien le propuso como hijo predilecto de la villa pero, reunido el concejo, se adujo que quien había dedicado su vida a tales frivolidades no era digno de tal honor.

 Muñoz Román_Doña Mariquita de mi corazón003

                                          OBRAS

Quereres primeros (sainete lírico) -con música de Ángel Martín Pompey-, estr. en 1921.

El rayo de sol (sainete lírico) -con Aurelio López Monis; música de Enríquez, Sebastián Pla y Ángel Martín Pompey-, Madrid, SAE, 1925.

La suerte negra (sainete lírico) -con Domingo Serrano; música de Francisco Alonso y Emilio Acevedo-, Madrid, SAE, 1928.

Los mandarines (pasatiempo lírico) -con Emilio González del Castillo y Domingo Serrano; música de Emilio Acevedo, Francisco Alonso y Fernando Díaz Giles-, estr. en 1928.

El romeral (zarzuela) -con Domingo Serrano; música de Emilio Acevedo y Fernando Díaz Giles-, Madrid, Imp. de La Enseñanza, 1929.

La tirana del candil (zarzuela) -con Emilio González del Castillo y Domingo Serrano; música de Fernando Díaz Giles y Emilio Acevedo-, estr. en 1930.

Las guapas (pasatiempo cómico-lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso y Joaquín Belda-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1930.

La castañuela (zarzuela) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso y Emilio Acevedo-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1931.

Las Leandras (revista) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1931.

Las mimosas (pasatiempo lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Ernesto Pérez Rosillo-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1931.

Los Laureanos o La suerte negra (drama lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso, Emilio Acevedo y J. Serrano-, estr. en 1932.

¡Allá películas! (farsa cómica) -con Emilio González del Castillo-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1932.

Las faldas (pasatiempo lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Ernesto Pérez Rosillo-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1932.

Las de Villadiego (pasatiempo lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1933.

La posada del caballito blanco (opereta) -con Emilio González del Castillo; música adaptada de Benatzky-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1933.

La posada del caballito rojo (opereta) -con Emilio González del Castillo; música adaptada de Benatzky-, estr. en 1934.

Las de los ojos en blanco (pasatiempo lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1934. / Madrid, Cisne-Teatro Frívolo nº 1-III-1936.

Muñoz Román_La de los ojos en blanco001

Las vampiresas (pasatiempo lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Ernesto Pérez Rosillo-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1934. / Madrid, Cisne-Teatro Frívolo nº 15-IV-1936.

Mujeres de fuego (revista) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1935. / Madrid, Cisne-Teatro Frívolo nº 9-II-1936.

Las tocas (pasatiempo lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso-, Madrid, Imp. Gráf. Victoria, 1936.

Todas en una (pasatiempo lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso-, estr. en 1939.

Vampiresas 1940 (comedia lírica) -con música de Ernesto Pérez Rosillo y Daniel Montorio-, estr. en 1940.

Rápteme usted, caballero (sainete lírico) -con música de Ernesto Pérez Rosillo y Daniel Montorio-, estr. en 1940.

¡Que se diga por la radio! (testamentaria cómico-lírica) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso-, Madrid, SAE, 1940.

Ladronas de amor (zarzuela futurista) -con Francisco Lozano; música de Francisco Alonso-, Madrid, Gráf. Velasco Hnos., 1942.

Doña Mariquita de mi corazón (opereta cómica) -con música de Francisco Alonso-, Madrid, Gráf. Velasco Hnos., 1942.

Luna de miel en El Cairo (opereta) -con música de Francisco Alonso-, Madrid, Gráf. Velasco Hnos., 1943.

Una noche contigo (opereta) -con Emilio González del Castillo; música de Ernesto Pérez Rosillo-, Madrid, Velasco Hnos., 1943.

¡Cinco minutos nada menos! (opereta cómica) -con música de Jacinto Guerrero-, Madrid, Gráf. Velasco Hnos., 1944.

Te espero el siglo que viene (fantasía, adaptación de Ladronas de amor) -con Francisco Lozano Bolea y Enrique Arroyo Lamarca; música de Francisco Alonso-, estr. en 1946.

Las viudas de alivio (opereta) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso-, estr. en 1946.

La blanca doble (revista) -con música de Jacinto Guerrero-, estr. en 1947.

Historia de dos mujeres o Dos mujeres con historia (opereta) -con música de Ernesto Pérez Rosillo y Daniel Montorio-, estr. en 1947.

Yo soy casado, señorita (sainete lírico) -con música de Jacinto Guerrero-, estr. en 1948.

Moreno tiene que ser (sainete lírico) -con Emilio González del Castillo; música de Francisco Alonso-, estr. en 1950.

¡A vivir del cuento! (sainete lírico) -con música de Fernando Moraleda y M. Martínez Faixá-, estr. en 1952.

El burro del tío Basilio (apunte de un sainete), estr. en 1952.

Salud y pesetas (revista) -con Emilio González del Castillo; música de Jacinto Guerrero y Francisco Alonso-, estr. en 1953.

Ana María (sainete lírico) -con música de José Padilla-, estr. en 1954.

Periquito entre ellas (zarzuela) -con Emilio González del Castillo; música de Ernesto Pérez Rosillo y Fernando Moraleda-, estr. en 1954.

Maridos odiosos (zarzuela, adaptación de Periquito entre ellas) -con Emilio González del Castillo; música de Ernesto Pérez Rosillo y Fernando Moraleda-, estr. en 1956.

La chacha, Rodríguez y su padre (sainete lírico) -con música de José Padilla-, estr. en 1956. / Madrid, Imp. de J. L. Cosano, 1957.

Los diabólicos (revista) -con Emilio González del Castillo; música de Ernesto Pérez Rosillo y Fernando Moraleda-, estr. en 1957.

Tócame Roque (sainete lírico) -con José A. Muñoz Galindo; música de Fernando Moraleda y E. Escudé Cofiner-, estr. en 1958.

Una jovencita de 800 años (sainete lírico superrealista) -con música de Fernando Moraleda y E. Escudé Cofiner-, Madrid, Imp. de J. L. Cosano, 1959.

Un matraco en Nueva York (revista, adaptación de Salud y pesetas) -con Emilio González del Castillo; música de Jacinto Guerrero y Francisco Alonso-, estr. en 1959.

Cásate con una ingenua (opereta) -con música de Francisco Alonso-, estr. en 1960.

Aquí hay gata encerrada (revista) -con Leandro Navarro e Ignacio F. Iquino; música de Carlos Mas y Manuel Sala-, estr. en 1961.

El conde Manzanares (sainete lírico) -con Mariano Méndez Vigo; música de Daniel Montorio-, estr. en 1962.

¡Qué cuadro el de Velázquez esquina a Goya! (sainete lírico) -con música de Fernando Moraleda-, Madrid, Gráficas Zamora, 1963.

Mami, llévame al colegio (nueva versión de Las Leandras), estr. en 1964.

¡Aquí la verdad desnuda! (opereta) -con música de Jacinto Guerrero-, estr. en 1965.

A las diez en la cama estés (sainete lírico) -con música de Fernando Moraleda-, estr. en 1966.

Las de Villadiego005
 

                                      BIBLIOGRAFÍA

-BARREIRO, Javier, «José Muñoz Román», Trébede nº 40-41, julio-agosto 2000.

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-HERNÁNDEZ RUIZ, Javier y PÉREZ RUBIO, Pablo, Diccionario de aragoneses en el cine y en el video (1896-1994), Zaragoza, Mira, 1994.

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-MARÍN ALCALDE, Alberto, «Reseña» de El romeral, Estampa nº 76, 25-VI-1929.

-MOISÉS, Ángel, El libro del teatro, Madrid, Gráficas Casado, 1947.

-MONTIJANO, Juan José, Aproximación a la historia del teatro frívolo español: morfología y estructuraVigo, Academia del Hispanismo, 2010.

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-VILLORA, Pedro M., «La revista y Las Leandras» (Introducción a Teatro frívolo, Madrid, Fundamentos, 2006, pp. 73-92).

 

 Publicado en Galería del olvido, Zaragoza, Cremallo de ediciones, 2001, pp. 123-128. Actualizo la bibliografía. 

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    [1] Así lo hacen autores tan prestigiosos como Dru Dougherty y María Francisca Vilches en sus obras sobre la escena madrileña.

Los aficionados a escuchar tangos de los años treinta, posiblemente recuerden este título, cuyas versiones discográficas más conocidas fueron las de Imperio Argentina, Celia Gámez y Mario Visconti, y que fue repetidamente antologizado, apareció en pliegos de cordel y, prueba de su popularidad, mereció los honores de una parodia, publicada en 1932 en la que fue la más famosa de las revistas tangueras españolas, El tango de moda. (V. https://javierbarreiro.wordpress.com/2012/01/14/las-primeras-revistas-dedicadas-al-tango-en-espana/

El autor de la letra, Justo Rocha, la escribió hacia 1928 sin pensar en músico alguno. Un amigo se la llevó al maestro Fernando Díaz Giles, que la trasladó al pentagrama. Ambos autores se conocieron después de escribir cada uno su parte y fue Justo Rocha quien se lo ofreció a Imperio Argentina. Cuando ésta iba a incluirlo en su repertorio, se incrementaron sus compromisos cinematográficos y los autores decidieron enviarlo, entretanto, al concurso de la revista cinematográfica norteamericana Cine Mundial. Parece ser que a dicho certamen, celebrado en Nueva York, se presentaron más de cuatrocientas composiciones y “Ayer se la llevaron” recibió un premio consistente en el lanzamiento de la canción y la inclusión del tango en una película, extremo este último que no me consta se concretase. Sí que inmediatamente lo grabaron Spaventa y la Orquesta Zito en Nueva York para la discográfica Brunswick y, en España,  las citadas Imperio Argentina (Parlophon) y Celia Gámez (Odeón), el intérprete argentino Marino (La Voz de su Amo) y Los Bolivios (Columbia). La peor de las versiones que he escuchado: la de Juan Legido con Los Churumbeles de España  (RCA).

El maestro Díaz Giles fue un estimable músico, nacido en Sevilla en 1887 y muerto en Barcelona en 1960, autor de numerosas obras del género lírico entre las que destacan las zarzuelas El cantar del arriero (1930) y El divo (1942), compuesta en homenaje al tenor Miguel Fleta y una de las últimas piezas del género que popularizó una de sus romanzas, “Soy de Aragón”. Díaz Giles, militar de carrera, compuso también el «Himno de Infantería», que los reclutas debíamos cantar machaconamente todos los días en los tristes tiempos del servicio militar obligatorio. En honor de Díaz Giles diré que esa no era, ni mucho menos, la actividad más desagradable de la jornada. Del casi anónimo Justo Rocha sólo conocemos la nada memorable letra de “Ayer se la llevaron”.

                                                                         Justo Rocha

Realmente, los méritos de este tango estriban mucho más en la música que en la letra. Incluso la parodia, firmada por Palitos y el cómico Alady , tiene bastante más sustancia que el texto original. Reproduzco la letra de ambas para que el lector tenga elementos de juicio.

AYER SE LA LLEVARON (tango)

Música de Fernando Díaz Giles-Letra de Justo Rocha

¡Ven, madrecita, ven; yo quiero hablarte,
quiero contarte
que ayer murió mi amor!
¡Ya puedes figurarte, madrecita,
sin mi vidita,
cuál será mi dolor!
¡Tú estas lejos de mí, tu estas ausente;
pero tendrás presente
lo linda que ella fue!…
La amaba con locura; ¡era tan buena!,
capullito de azucena
que nunca olvidaré.
¡Ayer se la llevaron!… Dulcemente,
sólo un reproche mi aflicción lanzó:
me quiso demasiado intensamente,
por eso, lentamente, la dicha la mató.
¡Volví de acompañarla, acongojado!…
Sobre la mesa de su cuarto amado,
la frente entre las manos, apoyé,
y así, toda la noche, llorando me pasé.
¡Ven, muchachita, ven!… Vení a buscarme
y a acompañarme
en mi desolación.
Tú puedes, como nadie, en mi desvelo,
ser mi consuelo…
¡Ten de mí compasión!
¡Yo quiero con tus besos ir curando
la herida que, penando
por ella, desgarré!…
La amaba con locura, ¡era tan buena!,
capullito de azucena
que ya nunca veré

AYER LA VACUNARON (parodia de “Ayer se la llevaron»)

Letra de Palitos y Alady. Música de F. Díaz Giles

Ven, mama suegra, ven
¡No hay quien la aguante!
La muy cargante
me ha dado un sofocón.
Ya puedes figurarte, suegrecita,
qué patadita
tiene en el esternón.

Ya estás lejos de aquí; tu estás ausente;
afortunadamente
pa’tu tranquilidá..
Cualquier cosa le sirve de molestia
¡y no sabes la muy bestia
las tundas que me da!

Ayer la vacunaron… Fieramente
al practicante casi le mordió
y el suero y la lanceta en plena frente,
igual que una demente,
de un golpe le estampó.
Volví de la ofidina, cabriado…
Sobre la venda que le habían liado,
las manos, sin pensarlo, coloqué…
¡y me pegó un tortazo
que me dejó fané!

Ven, mamá suegra, ven. Vení a buscarla
y a amordazarla,
si lo podés lograr.
Y cuando ya la tengás bien sujeta,
con la… serreta
te la debés llevar.

Yo quiero que me tengas en el prado
comiendo bacalado
y sin poder pastar.
Le tengo un miedo loco; ¡es una mula!
¡y que ni disimula
cuando me va a zurrar!

Comunicación Académica nº 1664 a la Academia Porteña del Lunfardo, fechada el 6 de octubre de 2009 y publicada el 17 de febrero de 2010. Se reprodujo también en Tango Reporter nº 169, junio 2010. (Se añaden nuevos datos)

                                                                Fernando Díaz Giles