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Me comunica José Luis Cortés «Panoja» -productor y factótum  junto al músico Alberto Gambino, del disco «Flamenco  diásporo» con la Orquesta Popular de la Magdalena- que ésta ha obtenido el Premio de la Música Aragonesa en su apartado «Otras músicas».  Uniéndome a la felicitación a todos sus componentes, inserto aquí la presentación que escribí y se incluye en dicho disco.

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Al menos desde finales del siglo XIX, cantadores y cantaores intercambiaron coplas y ritmos, según dejan constancia las viejas grabaciones, pese a la extendida opinión de la distancia de ambos géneros -jota y flamenco- y las muy distintas cualidades de voz que su canto precisa. Pero, indudablemente, la curiosidad de estos intérpretes populares y los fenómenos de ida y vuelta entre sus producciones venían de más antiguo. El servicio militar e incluso las cárceles, los colonos, los inmigrantes, la cada vez mayor rapidez de los transportes y otros fenómenos sociales facilitaron tales canjes y reciprocidades entre norte y sur. Menos frecuente fue la aclimatación de instrumentos, tanto por motivo de tradición como por las penurias económicas. Por otra parte, teniendo en cuenta la permeabilidad social del periodo de entresiglos, en el que el espectáculo musical empieza a convertirse en una diversión de masas, es natural que los artistas de ambos géneros, que coincidían en teatros, music-hall, cafés y la multitud de locales donde se ofrecían espectáculos musicales, intercambiasen cantas y conocimientos.

  Muchos andaluces sirvieron a la patria en regimientos ubicados en Aragón y con aragoneses hubieron de coincidir en otros cuarteles y guerras, como las primeras de Marruecos y las de Filipinas y Cuba. Así, muchos cantaores flamencos se acercaron a la jota. Dada la aceptación popular que el género aragonés gozaba a finales del siglo XIX y principios del XX, es probable que los cantaores o las firmas de discos que los contrataban quisieran llegar a un público más amplio. Hay numerosos testimonios de ello y la evidencia de las muchas coplas y cantares idénticos o levemente transformados que aparecen en uno y otro género.

 Por otro lado, la jota de Cádiz, derivada de la jota aragonesa trasplantada al sur durante la Guerra de la Independencia, comenzó a aflamencarse a mediados del siglo XIX y dio lugar a las llamadas alegrías, con sus variaciones o juguetillos. Algunas de ellas contienen textos con referencias a Aragón. Del mismo Navarro, Cecilio016modo, algunos cantadores de jota aragonesa interpretaron flamenco, en particular a principios del siglo XX. De Juanito Pardo y sobre todo de Cecilio Navarro, hay memoria oral de sus improvisaciones flamencas. El primero, incluso continuó haciéndolo tras emigrar a la Argentina y, en 1916, grabó con Columbia junto a Telesforo del Campo. Cecilio Navarro, por su parte, en 1908 triunfó en el Concurso de Regiones celebrado en Sevilla y, requerido para cantar a la Macarena en la calle, con motivo de la procesión, obtuvo un gran éxito. En el caso contrario, la nómina es mucho más amplia: Juan Ríos “El Canario”, Manuel “El Sevillano”, Encarnación la Rubia, Manuel Reina “Canario Chico”, Paca Aguilera y, sobre todo, las decenas de grabaciones de jota aragonesa del más prolífico cantaor en la época del fonógrafo y del gramófono, Antonio Pozo, El Mochuelo”.

 Flamenco Diásporo no se queda en las correspondencias folclóricas andaluz-aragonesas sino que, Flamenco diásporo_CD-Trasera003osadamente, se acerca a otros palos que surgieron de las correlaciones con otros estilos regionales, como las montañesas y asturianadas, al parecer propiciadas por la emigración de gentes del norte que, en el siglo XIX, se establecieron, generalmente como comerciantes, en Andalucía; a los géneros de ida y vuelta, a los que, como la nana y el fandango, ocuparon todos los suelos del país y hasta a la zarzuela, que, en sus ya inmortales cantables, incorporó con fortuna la música popular viva de todas las regiones españolas.

Flamenco diásporo_Foto color002Aunque el Eclesiastés ya nos previno de que no había nada nuevo bajo el sol, esta aproximación a ambos géneros desde un barrio tan flamenco como La Magdalena de Zaragoza, donde, por otra parte nacieron cantadores tan grandes como María Blasco o Joaquín Numancia, hace mucho tiempo que no se acometía. Y, se ha hecho desde la libertad y competencia que garantizan muchos de sus propulsores e intérpretes, bajo la batuta de un músico tan prestigioso, sabio y ecléctico como Alberto Gambino. El oyente es quien habrá de juzgar sobre su pertinencia.

 

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