EL ADULTERIO HOY

Publicado: mayo 19, 2013 en Artículos
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Es experiencia que, como todo lo que prolifera, anda algo devaluada. A no ser que el pecador o, mejor aún, pecadora sea de sangre real la cuestión no conmueve ni a las antaño feroces porteras que -con bastante razón- veían en la posesión y uso de esa clase de secretos la ocasión de detentar alguna forma de poder. Hoy día yo creo que ni siquiera entra en la categoría de lo lascivo y no faltan casos de gentes que se jactan de los cuernos como el que se empilcha con un atavío a la moda y mira en derredor a la concurrencia con un aire de distanciada superioridad.

Mujer

 Que los tiempos cambian es asunto harto sabido pero que no empece para que Campoamor, don Hilarión -éste al menos con gracia- o Bob Dylan nos lo recuerden con aire de haber descubierto las fuentes del Nilo. En esta cuestión hasta cambiaron el código penal con lo que no queda siquiera el regusto de la transgresión, ese olvidado escalofrío que te recorría la médula espinal cuando entregado estabas a actividades non sanctas. O santas pero perseguibles.

 De cualquier modo, es asunto que antaño cabreaba a más de siete y como la historia es maestra de la vida -aunque, tal vez, en esto también las cosas hayan cambiado- no me resisto a citar una encuesta que muy a finales de los veinte realizó la revista Estampa  -el Interviú de su época- bajo el marbete de «¿Cuál cree que debe ser la actitud del marido en caso de flagrante adulterio?»

 Había respuestas para todo pero predominaban claramente las tremendistas. Los toreros Agujetas y Mazzantinito, por ejemplo, se declararon firmes partidarios del asesinato mientras que Antonio Cortón, que se mostraba conciliador y sensato, fue denunciado por el fiscal por su tibieza. Hubo de rectificar y es que, ya se sabe, la imparcialidad en España nunca ha estado bien vista y el «éste no es de los nuestros» ha provocado muchos miles de apiolados. Yo mismo, fui agredido cuando a, mis seis años, una pandilla de mozos me interrogó sobre cual era mi posición ante un Atlético de Madrid-Real Madrid que se jugaba aquella tarde. Mi mueca de indiferencia me dio opción a un costal de mojicones y lo cierto es que aún no sé cuál era la respuesta acertada. Sí que aprendí que ya no me debería de callar con lo que, al menos, tendría un cincuenta por ciento de posibilidades de salir ileso.

 Volviendo a la encuesta, lo mejor era la respuesta en verso de Pérez Zúñiga, amante de la chacota y las actitudes estéticas aun en la adversidad, y que merece transcribirse:

        Ahí va mi parecer breve y sincero:

       La cabeza hacia atrás, el cuerpo erguido,

       las dos piernas muy juntas; mirar fiero;

       los dos brazos en jarras y el sombrero

       sobre el asta derecha algo torcido.

       Esa, lector amado,

       debe ser la actitud del ultrajado.

   Ahora que ya sabemos cuál es el correcto comportamiento del engañado no estarán de más unas reflexiones sobre la actitud del burlador/a. La experiencia de sujetos que han pasado por ese   trance suele coincidir en el dictamen de que siempre hay que negar aunque te encuentren despelotado/a y bajo las sábanas. Pero no es eso lo más importante sino, como Pérez Zúñiga hubiera querido, la apostura y la gallardía con la que ha de comparecerse ante quienes te encuentren en tan flagrante acto. Más, teniendo en cuenta que, a menudo, la desnudez hace sentirse a uno más desprovisto.

 La solución nos la ofrece Madurga Ruano, otro sainetero, aunque en este caso es la transgresora la que toma la palabra:

           Bernardino, no te obceques.

          Esto que ves aquí

          es para que cojas el hato y ahueques.

          Y no porque tu señora sea una furcia

          -que de eso, tararí-,

          es porque este señor de Murcia

          (comparado a ti)

          es como oponer un paria

          al duque de Benamejí.

          No te lo tomes a mal

          que no te saldrá la cuenta

          ni te pongas animal.

          Así,

          agacha la cornamenta

          y toma cuatro cincuenta.

          ¡Gástatelas por ahí!

  Son ripios, lo sé. Pero qué autoridad, qué desparpajo y qué galanura. Vienen a cuento en tiempos mucho menos peligrosos para los transgresores que los que por entonces corrían. Vease, si no,la reacción de los padres de Zamfira, joven rumana de 18 años, que en la «morgue» donde había sido llevada para realizarle la autopsia después de haber ingerido una ingente dosis de alcohol y somníferos, fue violada por el guarda. El suceso la hizo reaccionar inopinadamente lo que provocó el comprensible desvanecimiento del inescrupuloso celador que así pudo ser detenido. Los citados padres de la víctima pidieron la libertad del necrófilo que «hizo revivir a su hija».

 Al menos, eso contaba hace unos días ABC, diario poco sospechoso de promocionar actividades licenciosas y disolutas.

Publicado en El Periódico, 27-VI-1992.

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