RECUERDO DE UN GENIO MESÓCRATA Y REPUBLICANO

Publicado: marzo 31, 2012 en Artículos
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 Ahora que celebramos el 75 aniversario de la II República me viene a las mientes la figura de un olvidado y, a su manera, ejemplar ciudadano, que transitó por ella con la soltura que da la libérrima concepción de las ideas y -¿por qué ocultarlo?- unas saneadas arcas particulares.

Don José de Acuña fue un hacendado español, lector de Pierre Benoit, el escritor francés cosmopolita y amante de exotismos, que dijo aquello de “De mis disparates de juventud lo que más pena me da no es el haberlos cometido sino el no poder volver a cometerlos”. Como su admirado novelista, don José, pese a su profesión de ingeniero, también pareció tener un desmedido amor al dislate. Eso sí, trufado de cierta sensatez. De momento, había inventado el tractor con patas articuladas, que debía venir muy bien para saltar ribazos y acequias, obstáculos donde no pocos conductores de estos vehículos, aun actualmente, pierden la vida.

Pero lo mejor fue la creación de un partido político: la Mesocracia Universal con un programa, algunas de cuyas bases no me resisto a transmitir, a ver si alguien toma ejemplo. Como está mandado, don José empezaba por el principio y explicaba a sus electores: “El vocablo mesocracia figura en el diccionario de la lengua castellana y significa dominio de la clase media (…). Al utilizarlo, le he querido dar una nueva acepción; no me refiero a la clase media económica, sino a la clase media intelectual, pues para mí las sociedades civilizadas no pueden dividirse ni se dividirán en el porvenir en más clases que las siguientes:

1-Anormales positivos o aristócratas de la inteligencia (…) los genios de la Ciencia y del Arte, profesores ilustres, músicos, escritores e incluso toreros, cuando son muy buenos. Esta categoría social constituye una minoría reducidísima. Son indispensables a la Humanidad puesto que sin ellos no podría progresar en ningún sentido ni tampoco recrearse en lo superfluo, objetivo esencial de nuestra existencia. Y son peligrosos, si se les deja en completa libertad, por su egolatría.

2-Normales relativos o mesocracia. Son los relativamente equilibrados. Constituyen la mayoría del género humano, más del ochenta por ciento. Son las hormigas que trabajan, piensan, sufren por vivir lo mejor posible. Y sólo aspiran a esto: conseguir ser bien gobernados.

3.Anormales negativos o eskatocracia, que son aquellos que no tienen ninguna cualidad positiva, y todas negativas, y que constituyen lo que puede llamarse residuos o desperdicios de la sociedad.

Para la teoría política de Acuña, la mesocracia implicaba, pues, el gobierno de los medianos, pero no directamente, sino por medio de la aristocracia, teniéndola a su servicio, exigiéndole constantemente que cumpliera con su deber. Argumentaba que “el día que los ministros se recluten como las cocineras y se despidan con la misma facilidad cuando cometen algún desaguisado, será el día en que la Humanidad empezará a redimirse de las terribles angustias que le abruman».

Sin embargo, lo mejor y lo que sin duda, le proporcionó hondas adhesiones, fue su convicción de que el hombre civilizado tiene el perfecto derecho de vivir sin trabajar por el mero hecho de haber nacido. Pero ¡ojo! a gozar sólo lo tendrán quienes sepan conquistar los goces con su esfuerzo y con su trabajo personal. Nada hay perfecto.

Pero donde don José Acuña llegaba a su esplendor es en el asunto de las prestaciones que debía proporcionar el estado, escatimando el goce, eso sí. Veamos algunas de ellas: “El alimento podría ser una papilla nutritiva, pero no apetitosa, puesta gratuitamente a la disposición de todos por medio de surtidores parecidos a los que se ahora se usan para el suministro de gasolina a los automóviles, estratégicamente distribuidos por toda la superficie del Planeta. De tal modo que cualquier ser humano, andando por el mundo por sus propios medios, podría proveerse del alimento necesario con la frecuencia conveniente a su bienestar fisiológico. Los vestidos serán sencillos y feos, frescos en verano y de abrigo en el invierno, y no servirán, desde luego, para hacer conquistas, sino que, al contrario, estarán hechos de forma que desee uno quitárselos pronto. Las viviendas, con las habitaciones imprescindibles serán modestas y reducidas…

Como es natural, este programa le valió sacar el acta de diputado por Jaén con 136.000 votos en las cortes republicanas de 1936. ¡Aún existía la sensatez! Poco después llegaría al poder la eskatocracia.

Publicado en Aragón Digital, 13-15 de septiembre de 2006.

comentarios
  1. Miguel Ángel Buil dice:

    Lo que cuentas sobre el partido político de Don José de Acuña me ha recordado lo que Eduardo de Andicoberry puso en 1921 en boca de uno de los personajes de su novela, tan olvidada como su autor, «Tartarín en Madrid (Escenas de la vida bohemia)» . El personaje ficticio en cuestión, Don Juan Pérez del Colmenar, hace un sucinto relato de sus planes: «El día que la Hacienda pública no tenga ingresos que despierten la codicia de los hombres, ni habrá reyes, ni caciques, ni oligarquías político-económicas. ¿No lo cree usted así? ¡Pues ahí estriba el secreto de mi sistema! Reduzcamos hasta la más mínima expresión los ingresos. Con ello beneficiaremos a las clases media y proletaria y ahuyentaremos a las dinastías. Cuando los obispos tengan menos haber que los curas, nadie querrá ser obispo. Cuando las carteras no estén pingüemente retribuidas, sólo seremos ministros los patriotas de buena voluntad, capaces de sacrificarnos por el bien común».
    ¡Felicidades por el blog! Un fuerte abrazo

    • La tradición del arbitrismo es españolísima. En Quevedo y Baroja aparecen frecuentemente prototípicos arbistristas. Y ¡buenos eran don Francisco y don Pío para no mofarse de ellos sin piedad! Y todos hemos conocido más de uno de estos pintorescos personajes aunque hoy anden en regresión.

      De Andicoberry, que publicó bastante en Los Contemporáneos, sólo te debes acordar tú porque no he visto un solo libro o artículo que se ocupe de él, a pesar de ser un personaje muy típico de la época.

      Gracias por tus palabras.

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